¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 12 de junio de 2019

DESPUÉS DE EMAÚS: UN PACTO DE COMPROMISO

"Dieron más de lo que yo esperaba; 
incluso ofrecieron sus personas, 
primero al Señor y luego a mí, 
conforme a la voluntad de Dios"
(2 Corintios 8, 5)

El pasado fin de semana concluyó otro retiro de Emaús, donde la gracia del Espíritu Santo se derramó poderosamente, una vez más, después de que cien almas recorriéramos 60 estadios de ida y 60 de vuelta.

Tras la habitual y extraña sensación inicial de la mayoría de nosotros, debido a la agitación y el ruido que traíamos de nuestro frenético mundo, en las siguientes horas, nos encontramos ante algo nuevo, distinto y que nunca nos deja indiferentes.

Sin duda, hemos re-descubierto muchas cosas, no por ignorancia o desconocimiento, sino por haberlas dejado olvidadas en un cajón bajo llave.

Hemos vuelto a caminar y a revisar nuestra vida: cómo la hemos vivido y cómo la vivimos, qué situaciones nos han marcado, qué personas hemos descubierto, qué lugar ocupa Dios en nuestra vida... 

Hemos vuelto a escuchar y a exponer a la luz de Dios nuestras pérdidas y heridas, nuestras decepciones y sufrimientos, nuestras oscuridades y desiertos, nuestros rencores y resentimientos.

Podríamos haber seguido nuestro camino y habernos despedido del misterioso caminante que se unió a nosotros; podríamos haberle agradecido sus palabras y haber pensado ¡qué hombre más extraordinario! 

Pero entonces, nada habría ocurrido...

Sin embargo, le invitamos a nuestra vida. Y en ese momento, es cuando le reconocimos...a Jesús...quien nos ha mostrado el sentido de nuestra vida, obrando en ella y manifestándose a lo largo de ella de muchas maneras inesperadas, a través de personas y situaciones insospechadas, en momentos sorprendentes.

Nos hemos reconciliado con Dios, hemos experimentando Su amor y Su misericordia, y así, hemos encontrado perdón y paz. 

Hemos sido testigos directos de su acción en nuestras vidas y en las de los demás. Hemos reconocido todo lo que Él siempre nos ha regalado, su presencia a nuestro lado, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestra comunidad, en las mismas personas que nos han acompañado durante el retiro. 

Hemos descubierto cómo Dios nos ama con un amor infinito y paternal, que nos hace sentirnos sus hijos predilectos, dándonos las respuestas a cada uno según nuestra necesidad. Doy fe personal de ello.

Hemos descubierto también, el verdadero sentido de la fraternidad, todo el amor recibido y vemos a los demás como verdaderos regalos, personas especiales con las que queremos compartir nuestra vida y nuestra fe. 

Hemos vuelto a descubrir la riqueza en nuestra vida, pasando del resentimiento al agradecimiento, del rencor al amor, de la crítica a la compasión. 

Todo nos habla de Dios

Ahora, miramos de nuevo, toda nuestra vida y recobramos la fuerzas necesarias para cambiar de dirección y volver al camino por el que íbamos perdidos, quejosos y cabizbajos. 

Nuestro corazón está abierto de par en par. Es más...arde en llamas!!! Y no podemos guardarnos lo que hemos visto, compartido y celebrado. 

Ahora que tenemos los sentidos abiertos, el corazón en llamas, una nueva fuerza interior que nos muestra una nueva forma de ver las cosas, Dios nos envía de vuelta al mundo.

Después de todo lo vivido y recibido en un momento de profundo contacto con Dios, tenemos una necesidad imperiosa de salir a gritarle al mundo que Dios está vivo y es real. Algo inexplicable nos impulsa a ser testigos de lo que hemos visto, escuchado y recibido.
Y la pregunta del millón es ¿Qué vamos a hacer?

¿Vamos a seguir actuando como invitados de piedra, como asistentes circunstanciales a la Iglesia, como "católicos por tradición", como "consumidores de sacramentos"? o ¿vamos a transformarnos en cristianos comprometidos con Dios y con los demás, veinticuatro horas al día, siete días a la semana y cincuenta y dos semanas al año? ¿Vamos a seguir viviendo nuestra vida o vamos a ofrecérsela a Dios y a darla por los demás?

Particularmente, yo he vuelto a firmar mi pacto de compromiso con Dios, con mi parroquia y con los demás, que podría leerse así:

"Habiendo recibido a Cristo como mi Señor y Salvador, considerándome hijo de Dios de pleno derecho y estando de acuerdo con la tradición, enseñanza y estructura de la Iglesia Católica, ahora me siento dirigido por el Espíritu Santo a unirme aún más a la familia de mi parroquia y a servir a mi comunidad. Al hacerlo, me comprometo con Dios y con los demás miembros a hacer lo siguiente"

Proteger la unidad de mi Iglesia 

-Actuando con amor hacia los demás. "Por tanto, busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

-Evitando la crítica y el chisme. "No digáis palabras groseras; que vuestro lenguaje sea bueno, edificante y oportuno, para que hagáis bien a los que os escuchan." (Efesios 4, 29).

-Siguiendo a mis sacerdotes. "Obedeced a vuestros jefes y estadles sumisos, porque ellos cuidan de vuestras vidas, de las cuales deberán dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no con lágrimas, lo que no os beneficiaría nada." (Hebreos 13,17).

Compartir la responsabilidad de mi Iglesia

-Rezando por su salud y crecimiento. "Continuamente damos gracias a Dios por todos vosotros y os recordamos en nuestras oraciones." (1 Tesalonicenses 1, 2).

-Invitando a los que no asisten a la iglesia a venir. "El amo le dijo: Sal por los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de los invitados probará mi banquete." (Lucas 14, 23-24).

-Acogiendo a quienes la visitan. "Por tanto, acogeos unos a otros, como también Cristo nos acogió para gloria de Dios." (Romanos 15, 7). "Miremos los unos por los otros para estimularnos en el amor y en las obras buenas." (Hebreos 10, 24)

Servir a mi Iglesia

-Descubriendo mis dones y talentos. "Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabras de Dios; el que presta un servicio que lo haga como mandatario de Dios de manera que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo al cual se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos." (1 Pedro 4, 10-11).

-Formándome con mis sacerdotes. "Él a unos constituyó apóstoles; a otros, profetas; a unos evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los cristianos en la obra de su ministerio y en la edificación del cuerpo de Cristo." (Efesios 4, 11-12).

-Desarrollando un corazón de servidor. "No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús..." (Filipenses 2, 3- 7).

Apoyar a mi Iglesia

-Asistiendo regularmente."No abandonéis vuestras propias asambleas, como algunos tienen por costumbre hacer, sino más bien animaos mutuamente, y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." (Hebreos 10, 25).

-Viviendo una vida digna. "Os pido sobre todo que viváis una vida digna del evangelio de Cristo para que, sea que vaya y lo vea, sea que ausente lo oiga, perseveréis firmes en un mismo espíritu, luchando con una sola alma por la fe del evangelio" (Filipenses 1, 27).

-Contribuyendo regularmente. "Los domingos, cada uno de vosotros separe lo que pueda, según lo que gane, sin esperar a mi llegada para hacer la colecta." (1 Corintios 16, 2). 

Este es un pacto que yo asumo personalmente, pero que si a alguno le sirve, que lo tome.

El copyright pertenece sólo a Dios. 

JHR

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