¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

sábado, 10 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (11): CORREGIR ES ESTAR "A FAVOR" DEL HERMANO

"Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo" 
(Ap 3,19)

Hoy retomamos un tema que es siempre controvertido cuando no malentendido, aunque aparece claramente con frecuencia en la Sagrada Escritura: la corrección fraterna. 

Y es que a muchos cristianos les cuesta corregir porque piensan que se trata de juzgar o señalar al prójimo y porque se amparan en una de las citas bíblicas más utilizadas para justificar erróneamente la falta de corrección es "No juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mt 7,1). 

Sin embargo, esta cita evangélica se refiere, no a la corrección, sino a las críticas hipócritas, soberbias e injustas, especialmente cuando el que confronta o enjuicia es culpable del mismo pecado que la persona que está siendo confrontada o juzgada.

Hay que dejar muy claro que este recelo o aprehensión a corregir por parte de algunos no es cristiana, ya que supone un pecado de omisión, y no es evangélica, ya que parte de un mal entendido moralismo. 

La propia Palabra de Dios es muy clara al hablar de si misma en este sentido: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia" (2 Tim 3,16). 
Es cierto que nos cuesta corregir, y mucho más, aceptar ser corregidos, pues como dice la carta a los hebreos: "Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella(Hb 12, 11).

Por el contrario, no nos cuesta nada corregir en nuestra propia familia de sangre. Hablamos con plena confianza y sin tapujos, y cuando nuestros hermanos o nuestros hijos hacen o dicen algo mal, se lo hacemos saber y les reprendamos sin pensar que les estemos juzgando o atacando.

¿Por qué? Porque es nuestro hermano, porque es nuestro hijo, porque es de nuestra familia, porque le queremos y porque nos importa. Porque corregir es imitar el amor de Dios: "Hijo mío, no rechaces la reprensión del Señor, no te enfades cuando él te corrija, porque el Señor corrige a los que ama"; "Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo" (Pr 3,12; Ap 3,19).

Sin embargo, en nuestra familia de fe, en la Iglesia, somos incapaces de hacer lo mismo. Y yo me pregunto: si no corregimos a nuestro hermano es quizás ¿porque no nos importa?, ¿porque no le consideramos de nuestra familia?, ¿porque nos da un poco igual lo que haga o diga?, ¿porque no le queremos realmente?.

Un cristiano no deja de corregir por pretender ser "políticamente correcto". Eso es hipocresía. Cuando corregimos, no lo hacemos porque nos irriten las palabras o nos molesten los actos de nuestros hermanos, sino porque queremos su bien y buscamos su santificación. y sobre todo, porque corregir es un mandato directo de Cristo: "Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele" (Mt 18,16).

Entonces, ¿qué es y qué no es la corrección fraterna?

La corrección cristiana no es amonestar o reprender "en contra" de nuestro hermano sino "a favor" de él

No es criticar o juzgar, sino buscar su bien espiritual, su santidad, su salvación; es guiar y mostrar el camino correcto siendo para él luz en la oscuridad; es un acto de amor y de cuidado; es una forma de enseñanza y de guía para su crecimiento espiritual. Es un "todo a favor" de nuestro hermano. 
Dejarse corregir no es recibir una crítica o juicio malintencionado, sino todo lo contrario, es recibir cariño e interés de nuestro hermano; es una acto de enmienda y rectificación por nuestro bien. 

La corrección fraterna no es punitiva, sino constructiva; no es humillante, sino edificante; no es condenatoria, sino liberadora; no es "en contra", sino "a favor".

Entonces, ¿cómo corregir correctamente?

En primer lugar, debemos corregir con bondad y con misericordia: "Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo" (Ef 4,32).

En segundo lugar, con mansedumbre y con humildad: "Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado" (Gal 6,1).

En tercer lugar, con tacto y respeto a su dignidad como persona: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano" (Mt 18,16-17).

En cuarto lugar, con magnanimidad y con verdad"Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina" (Tim 4,2).

Entonces, ¿qué pasa cuando no corregimos o cuando no aceptamos ser corregidos?

Cuando corregimos, somos coherentes con nuestra fe, pero si no lo hacemos, nos volvemos hipócritas y tratamos de construir una "falsa amistad/fraternidad" basada en el "indiferentismo relativista": "laissez faire, laissez passer" (dejar hacer, pasar por alto). Sin embargo, Dios nos advierte:"Más vale corrección con franqueza que amistad encubierta" (Pr 27,5). 

Cuando aceptamos la corrección, cuando sabemos "encajar" una reprensión, somos personas sensatas y sabias, pero cuando no sabemos "asumirla", nos convertimos en necios y torpes"Quien rechaza la corrección se desprecia, quien escucha la reprensión se hace sensato"; "Quien ama la reprensión ama el saber, quien odia la corrección se embrutece" (Pr 15,32; 12,1).
En conclusión, si después de verificar las innumerables veces que Dios nos exhorta a la corrección fraterna en su Palabra, seguimos negándonos a hacerlo, estaremos:
  • desobedeciendo a Dios y haciéndole un mal a nuestro hermano
  • yendo "en contra" de Dios y de nuestro prójimo
  • faltando a la caridad de los dos principales mandamientos de Dios: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente...y a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-38; Mc 12,30-31; Lc 10,27; Gal 5,14; Stg 2,8)

Debemos corregir "a favor" y dejar de pensar que hacerlo es juzgar"en contra".


JHR

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