"No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien"
(Romanos 12,21)
La principal tarea de un cristiano es luchar contra el mal, y como dice san Pablo, la manera de hacerlo es no dejarse vencer por él, pero no utilizando las mismas armas del Diablo sino las de Dios, pues es el Señor quien vence, porque es Bondad.
Efesios 6, 11-19 nos insta a usar las armas de Dios "para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire."
Romanos 12, 21 nos exhorta a vencer al mal con el bien y para ello, lo primero que debemos hacer es desenmascararlo.
El mal no es un concepto abstracto. Es siempre un acto de narcisismo, de orgullo y rebeldía, un acto libre por el que la voluntad resulta deformada por el ego. Tiene nombre y rostro: Satanás, la serpiente antigua, el Gran Dragón, Lucifer, la estrella que fue arrojada del cielo por el arcángel san Miguel.
El mal actúa fuera y dentro de nosotros, acecha en el mundo y entra en nuestras casas, creando división y duda. Fuera, es fácil identificarlo: no hay más que ver las noticias o salir a la calle.
Pero también actúa dentro de la Iglesia, como el mismo Jesús nos dice, cuando habla a las 7 Iglesias en Apocalipsis 2 (aunque muchos no le escuchan), y ahí es más dificil detectarlo.
Satanás mismo no puede "reencarnarse" en persona en el mundo ni acceder a la Iglesia (porque no se lo permite Dios) pero sí ejercer todo su poder diabólico a través de diferentes medios. Quizás esta es una de las razones por las que muchos no creen en su existencia (incluso dentro de la Iglesia)
Por eso, es vital reconocer cómo actúa el Dragón, identificar cuáles son sus medios, conocer el poder de sus fuerzas demoníacas, y descubrir a quienes actúan como "agentes del Imperio", infiltrados dentro de nuestras comunidades. Todo ello descrito en los capítulos 12 y 13 del Apocalipsis con los signos del Dragón, la bestia que sale del mar y la bestia que sale de la tierra.
Como sabemos, el demonio siempre "aparece", es decir, "actúa" de forma astuta y sibilina, como serpiente que es. Nunca (o casi nunca) actúa de forma directa ni en persona, sino que, "serpenteando", disfrazando el mal de bien y presentando la oscuridad como luz, infiltra su maldad a través de los "lobos con piel de cordero".
Es importante tener los ojos muy abiertos y vigilar, como nos exhorta continuamente el Señor en su Palabra, para discernir el bien del mal, identificar a las buenas personas de las malas, reconocer a los hijos de la luz de los de la oscuridad.
La Sagrada Escritura desenmascara a los infiltrados del mal y nos advierte que nos alejemos de ellos. Distinguimos dos grandes grupos (aunque seguramente haya más) que aparecen descritos en el Antiguo y el Nuevo Testamento: los gabaonitas y los nicolaitas.
Los más significativos son los "gabaonitas", a quienes Dios maldice en boca de Josué (Josué 9, 23).
Son los aduladores y los mentirosos. Tratan de ser blandos, amables y suaves; seducen a los ingenuos con el sentimentalismo y la falsa piedad; disimulan y ocultan su traición con astucia; halagan siempre y jamás corrigen, por miedo a ser descubiertos; son hipócritas y embusteros.
Así habla de ellos la Biblia:
"A través de palabras suaves y de lisonjas seducen los corazones de los ingenuos" (Romanos 1,18)
"Su boca es más blanda que la manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales...Se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen"" (Salmo 55,22; 62, 4)
"En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua...Hablan con labios embusteros y con doblez de corazón" (Salmo 5,10; 12, 3)
"Su lengua es flecha letal, su boca profiere mentiras; saludan amables al prójimo, y urden por dentro celadas" (Jeremías 9,8);
"Las palabras del chismoso son golosinas... palabras dulces con malas intenciones. El que odia habla con disimulo, mas por dentro incuba la traición; aunque sea amable, no te fíes, medita abominaciones sin cuento; disimula el odio con astucia, mas su maldad aparece en la asamblea...Lengua mentirosa odia a sus víctimas, boca que adula conduce a la ruina" (Proverbios 2, 22-28)
"Es más estimado el que corrige que el hombre de lengua aduladora" (Proverbios 28, 23)
El otro gran grupo es el de los "nicolaitas", a quienes el propio Cristo aborrece (Apocalipsis 2, 6).
Son los falsos maestros e idólatras (ya sean sacerdotes o laicos), siervos de Jezabel. Se apartan y apartan a otros de la doctrina; tratan de conjugar herejía y fe, voluntad humana y divina, las "cosas" del mundo con las de Dios; se corrompen y corrompen a otros con "nuevas ideas" y "nuevos vocabularios" que no son sino idolatría y propaganda imperial; se disfrazan de cristianos y de apóstoles.
Así habla de ellos la Palabra de Dios:
"Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4, 3-4)
"También habrá entre vosotros falsos maestros que propondrán herejías de perdición y, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida perdición. Muchos seguirán su libertinaje y por causa de ellos se difamará el camino de la verdad. Y por codicia negociarán con vosotros con palabras artificiosas" (2 Pedro 2, 1-3)
"Para ellos la felicidad consiste en el placer de cada día; son corruptos y viciosos que disfrutan con sus engaños mientras banquetean con vosotros; tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables en el pecado; seducen a las personas débiles y tienen el corazón entrenado en la codicia, ¡Malditos sean!" (2 Pedro 2, 13-14)
"Son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia" (2 Corintios 11, 13-15)
"Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7, 15-16)
Por otra parte, San Agustín nos advierte de la importancia de "saber reconocer atentamente cuando Satanás se disfraza de ángel de luz, para no dejarse engañar y atraer por algún peligro fatal" (Enchiridion 16,60).
El demonio siempre se disfraza y por tanto, también disfraza a sus "agentes", infiltrando a personas que parecen cristianas pero no lo son: "Hoy Satanás intenta expulsar (a los fieles) de la Iglesia por medio del veneno de los herejes, del mismo modo que hace tiempo nos expulsó del Paraíso con el veneno de la serpiente" (Sermón 348/A,5).
Vigilemos y estemos alerta. Siempre en vela. "No es oro todo lo que reluce", ni "todo el que me dice 'Señor, Señor'entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7, 21).