¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 1 de septiembre de 2021

UNA IGLESIA DESFIGURADA

"Si vuelves, te dejaré volver, 
y así estarás a mi servicio; 
si separas la escoria del metal, 
yo hablaré por tu boca. 
Ellos volverán a ti,
pero tú no vuelvas a ellos. 
Haré de ti frente al pueblo 
muralla de bronce inexpugnable:
lucharán contra ti, 
 pero no te podrán, 
porque yo estoy contigo 
para librarte y salvarte" 
(Jeremías 15,19-20)

"Es triste decirlo, pero mientras Jesús duerme en la barca y se desata la tempestad, la Iglesia ha olvidado su identidad y se ha desfigurado. Su rostro divino se ha vuelto borroso por la oscuridad mundana que se ha apoderado de algunos de sus templos"

Son duras y amargas palabras pronunciadas por Benedicto XVI a principios de 2013, poco antes de su renuncia a la Cátedra de San Pedro, que corroboran las de Pablo VI a principios de 1972 (inéditas hasta 2018) y que se refierían a cómo el "humo de Satanás se ha colado por alguna rendija en el templo de Dios", llenándolo de dudas e incertidumbres, individualismos y rivalidades, confrontaciones y divisiones...

La Iglesia, desde su institución y como su fundador Jesucristo, ha sido perseguida, hostigada y atacada"¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud, pero no pudieron conmigo!...porque el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvado (Salmo 128,2 y 4), pero sobre todo, ha sido violentada y traicionada desde dentro por muchos "intrusos", por muchos "Judas Iscariote". 
Es la vieja estrategia del Enemigo que, desde el Edén hasta nuestros días, ha buscado infiltrarse en la Casa de Dios con el propósito de destruirla. Sin embargo, el Señor nos advierte de este peligro interno en la revelación de San Juan, cuando escribe las siete cartas a las siete iglesias de Asia Menor (Apocalipsis 2 y 3).

La principal preocupación de Cristo en las cartas a su Iglesia de todos los tiempos es la perseverancia en la fe con el propósito de evitar su paganización y mundanización. Y así, los "siete ángeles", es decir, el Espíritu Santo, nos invita a realizar un profundo examen de conciencia, con el propósito de alcanzar una conversión auténtica, describiendo todas las posibilidades y circunstancias a las que la Iglesia se va a enfrentar, de forma comunitaria y particular, a lo largo de su historia, hasta el regreso del Señor.
A pesar de todas las advertencias del Señor a que estemos alerta y vigilantes, a pesar de las numerosas invitaciones a que "el que tenga oídos, oiga", a pesar de todas las exhortaciones a mantenernos fieles y perseverantes, la Iglesia se ha desfigurado, ha perdido tanto su visión como su misión identitaria: el mensaje del amor servicial y la tarea evangelizadora, transformándose en comunidades:

- como la de Éfeso (Apocalipsis 2,1-7), legalista y formalista, que ha olvidado "el amor primero"; que se ha hecho rehén y prisionera de tradiciones fosilizadas de cumplimiento, con un mensaje que no sale de sus muros, que habla de los pobres pero que no va a los pobres, que dicta normas pero no abraza ni acoge, que muestra una actitud laxa ante las necesidades del mundo. 

- como la de Esmirna (Apocalipsis 2,8-11), atribulada y estancadacerrada y resguardada en sí misma; que se ha compartimentado en grupos estufa que se "miman y acurrucan" a sí mismos y se reúnen semanalmente sólo con sus amigos para "hablar de sus cosas"; que se ha convertido en protectorados de fieles inconversos que no salen a la búsqueda de personas con sed de Dios; que se ha transformado en clubes sociales donde no acogen (por miedo) a los que llegan  y que "practican" una fe individual, privada y estrictamente personal.

- como la de Pérgamo (Apocalipsis 2,12-17), paganizada y frívola, apóstata y corrupta, que se ha convertido en una estructura mundana donde algunos obispos, sacerdotes y laicos han caído en la profundidad de sus pasiones desordenadas (sexuales y/o materialistas); que ha sucumbido también a la apostasía nicolaita de lo "políticamente correcto"; que ha asumido el espíritu del "Imperio". 
- como la de Tiatira (Apocalipsis 2,18-29)adúltera y permisiva, relativista y ambigua, que ha permitido la idolatría del "todo vale"; que se compone de "cristianos a tiempo parcial", que con su doble moral, ha malinterpretado la Palabra de Dios para vaciarla de contenido; que ha permitido divisiones y rivalidades entre "conservadores" y "liberales"; que ha pretendido adecuar la doctrina, la moral y la liturgia a las costumbres y al pensamiento dominante del mundo

como la de Sardes (Apocalipsis 3,1-6)indiferente y ensimismada, auto-referencial y narcisista, que ha buscado su comodidad y que no ha vigilado; que se ha complacido y servido a sí misma; absolutista y clericalizada, que ha soportado que algunos sacerdotes muestren una actitud de "artistas" y una fe de apariencias, y que algunos obispos, celosos de su status quo, hayan construido un enorme abismo para distanciarse de los fieles, a quienes subordinan pero no discipulan

- como la de Laodicea (Apocalipsis 3,14-22), tibia y saciada, autosufciente y sin necesidad de Dios, patética y digna de lástima, que ha permitido la asistencia de mediocres que "practican sin creer" y que se consideran justos y santos; que ha tolerado ciegos espirituales que se deslumbran por lo material y que no distinguen el bien del mal.

Sin embargo, Cristo nos llama a ser como la iglesia de Filadelfia (Apocalipsis 3,7-13), vigilante y firme con los gnosticismos, las herejías y los falsos profetasperseverante en el amor y fiel a la verdad que conduce a la santidad; abierta al encuentro del Señor, que nos llama a entrar en la acogedora, pacífica y santa Jerusalén celeste.

Recemos constantemente y sin cesar por la Iglesia de Cristo: por su unidad en la diversidad, por su perseverancia en el amor, por su fidelidad en la verdad y por su constancia en la santidad.

martes, 20 de julio de 2021

TIEMPOS DE APOSTASÍA

"¡Atención, hermanos! 
Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, 
que lo lleve a desertar del Dios vivo" 
(Hebreos 3,12)

Dice un refrán popular que "No es oro todo lo que reluce", utilizando la imagen del oro como metáfora del bien para referirse a que no todo lo que parece bueno es bueno. Hoy, queremos reflexionar también sobre el oro como símbolo de la fe. Hoy, hablamos de apostasía.

Según el autor de la carta a los Hebreos, la apostasía es la "deserción del Dios vivo" y según el Catecismo de la Iglesia Católica es la negación, renuncia o abjuración total de la fe que, junto con la herejía (rechazo parcial de la fe o de una verdad de fe) y el cisma (rechazo al Papa y a la Iglesia), hieren la unidad de la Iglesia (CIC 817 y 2089). 

La apostasía es un acto voluntario y consciente, concretizado y manifestado formalmente que no surge de manera espontánea, sino que nace del agnosticismo o incredulidad. Comienza siempre con la duda ante ciertas verdades de fe, crece con el menosprecio o el rechazo de estos dogmas, se desarrolla con la herejía y concluye con el cisma.

Desde el inicio de la creación, ha habido apostasía. Primero, cayeron algunos ángeles y luego, algunos hombres. La duda nace en el corazón orgulloso, crece y se desarrolla en la mente egoísta y finalmente, se produce la caída.

No obstante, existe una importante diferencia entre la caída de los ángeles y la de los hombres. Mientras nosotros tenemos la posibilidad de arrepentirnos, los ángeles caídos o demonios, no. Su naturaleza angélica (más perfecta que la humana) permanece intacta, aunque deformada por el pecado del orgullo. Así, los ángeles no "malentienden" las cosas como los hombres, sino que comprenden todo con total claridad y eligen todo con plena libertad y total rotundidad.

Hoy, muchos son los que, dentro de la Iglesia, niegan verdades o dogmas de fe y apostatan de la Iglesia Católica. Algunos se alejan pidiendo que "les borren" de la Iglesia, que "les desbauticen". Otros se quedan, haciendo realidad la parábola del trigo y la cizaña. Pero tanto los unos como los otros, reniegan de la Verdad y se autoproclaman "reformadores", cuando en realidad, son apóstatas.

Sin embargo, la Iglesia no deja nunca a nadie excluido de ella, ni tampoco van al infierno por el hecho de apostatar (puesto que siempre tienen oportunidad de arrepentimiento), ni siquiera por estos actos graves de infidelidad. El vínculo sacramental de pertenencia a la Iglesia por el bautismo es una unión ontológica permanente y no se pierde con motivo de ningún acto o hecho de renuncia formal ​(CIC 535). Los apóstatas son (lo quieran o no) miembros de la Iglesia, aunque en rebeldía

¿Cómo identificar la apostasía?

Todos los libros sagrados del Nuevo Testamento (excepto Filemón) hablan de la apostasía. La Palabra de Dios la identifica con claridad y la sitúa dentro de la Iglesia, con el propósito de que reconozcamos el "cuándo", el "por qué" y el "cómo" de la apostasía:

-el cúando y el por qué

"El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se alejarán de la fe por prestar oídos a espíritus embaucadores y a enseñanzas de demonios, inducidos por la hipocresía de unos mentirosos, que tienen cauterizada su propia conciencia" (1 Timoteo 4, 1-2). 

San Pedro en su segunda carta nos advierte sobre los peligros de los falsos maestros, las corrientes gnósticas y los errores doctrinales de los "impíos farsantes" que se infiltran en las comunidades cristianas (2 Pedro 1-3).

-el cómo

"Con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, con todo tipo de maldad y poder seductor que incitará a creer en la mentira" (2 Tesalonicenses 2,3-12). 

"Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz" (2 Corintios 11,13-14).

"Se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,15-16). 
"Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros" (1 Juan 2,19).

El libro de Judas es todo un manual sobre la apostasía y mantiene una estrecha relación con la segunda carta de Pedro. Habla de los "impíos infiltrados": desde los ángeles rebeldes, el pueblo infiel de Israel, los habitantes de Sodoma y Gomorra, hasta la propia Iglesia de Cristo (Judas 1,4-7). 

Se lamenta por ellos y los identifica por su maldadmaterialismo e idolatría, porque se apacientan a sí mismos y viven en la oscuridad. Les llama murmuradores, querelladores, aduladores, burlones, egoístas y creadores de divisiones (Judas 1,11-16). 

Los compara con "Caín" (Génesis 4,12-16): asesinos e impíos; con "Balaán" (Números 31,16; Apocalipsis 2,14): codiciosos, balsfemos, seductores, idólatras y lujuriosos; y con "Coré" (Números 16,19-35): opositores y rebeldes a la Iglesia

¿Cómo luchar contra la apostasía?

Jesucristo nos llama a mantenernos firmes en la fe y en el amor de Dios Padre, a orar y a discernir guiados por el Espíritu Santo, a perseverar en la lucha constante en la que estamos inmersos para reconocer y prevenir la apostasía que existe en medio de nuestras comunidades.

El Señor nos exhorta a ser una Iglesia santa, aunque también a ser plenamente conscientes de que, en muchas ocasiones, a los cristianos nos resulta dificil distinguir quién es Caín y quién Abel, quién es trigo y quién cizaña, incluso aunque lleven sotana, "cleriman" o parezcan cristianos devotos. 
La apostasía es siempre, como su Instigador, sutil y encubierta, difícil de detectar y adornada de un falso "sentido común", propuesta como una gran seducción a modo de "idea" que se infiltra furtivamente en las mentes de los cristianos con el objetivo de corromperlas. Nunca (o casi nunca) niega abiertamente la verdad sino que la tergiversa y la pervierte.

En su carta a Tito, San Pablo nos exhorta a no fijarnos en las falsas apariciencias sino en las obras"Para los impuros y los incrédulos nada hay limpio, ya que su mente y su conciencia están manchadas. Confiesan que conocen a Dios, pero lo niegan con sus obras. Son detestables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena" (Tito 1,15-16).  

Con su comportamiento impío y su falsa enseñanza, los apóstatas muestran su verdadero yo rebelde y su verdadera naturaleza detestable, aunque esto no quiere decir que necesariamente se "salgan" físicamente de la Iglesia. Por eso, necesitamos "ver a los apóstatas con las gafas de la fe", es decir, a la luz de la Palabra y la doctrina del Magisterio de la Iglesia.

El mayor daño es el que se provoca "desde dentro" y eso lo sabe muy bien la Serpiente, quien ya en el principio de los tiempos, se infiltró en el Edén para confundir, dividir y llevar a nuestros primeros padres al pecado, y a nosotros, con ellos. Y hoy... continúa haciéndolo.

Los cristianos nos quedamos con la clave de unidad que nos da San Pablo: 

"Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, 
que digáis todos lo mismo 
y que no haya divisiones entre vosotros. 
Estad bien unidos con un mismo pensar 
y un mismo sentir" 
(1 Corintios 1,10)

lunes, 23 de noviembre de 2020

DESENMASCARAR EL MAL EN NUESTRAS COMUNIDADES

"No te dejes vencer por el mal, 
antes bien vence al mal con el bien" 
(Romanos 12,21)

La principal tarea de un cristiano es luchar contra el mal, y como dice san Pablo, la manera de hacerlo es no dejarse vencer por él, pero no utilizando las mismas armas del Diablo sino las de Dios, pues es el Señor quien vence, porque es Bondad. 

Efesios 6, 11-19 nos insta a usar las armas de Dios "para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire."

Romanos 12, 21 nos exhorta a vencer al mal con el bien y para ello, lo primero que debemos hacer es desenmascararlo

El mal no es un concepto abstracto. Es siempre un acto de narcisismo, de orgullo y rebeldía, un acto libre por el que la voluntad resulta deformada por el ego. Tiene nombre y rostro: Satanás, la serpiente antigua, el Gran Dragón, Lucifer, la estrella que fue arrojada del cielo por el arcángel san Miguel. 

El mal actúa fuera y dentro de nosotros, acecha en el mundo y entra en nuestras casas, creando división y duda. Fuera, es fácil identificarlo: no hay más que ver las noticias o salir a la calle.

Pero también actúa dentro de la Iglesia, como el mismo Jesús nos dice, cuando habla a las 7 Iglesias en Apocalipsis 2 (aunque muchos no le escuchan), y ahí es más dificil detectarlo. 

Satanás mismo no puede "reencarnarse" en persona en el mundo ni acceder a la Iglesia (porque no se lo permite Dios) pero sí ejercer todo su poder diabólico a través de diferentes medios. Quizás esta es una de las razones por las que muchos no creen en su existencia (incluso dentro de la Iglesia)

Por eso, es vital reconocer cómo actúa el Dragón, identificar cuáles son sus medios, conocer el poder de sus fuerzas demoníacas, y descubrir a quienes actúan como "agentes del Imperio", infiltrados dentro de nuestras comunidades. Todo ello descrito en los capítulos 12 y 13 del Apocalipsis con los signos del Dragón, la bestia que sale del mar y la bestia que sale de la tierra.

Como sabemos, el demonio siempre "aparece", es decir, "actúa" de forma astuta y sibilina, como serpiente que es. Nunca (o casi nunca) actúa de forma directa ni en persona, sino que, "serpenteando", disfrazando el mal de bien y presentando la oscuridad como luz, infiltra su maldad a través de los "lobos con piel de cordero". 

Es importante tener los ojos muy abiertos y vigilar, como nos exhorta continuamente el Señor en su Palabra, para discernir el bien del mal, identificar a las buenas personas de las malas, reconocer a los hijos de la luz de los de la oscuridad. 

La Sagrada Escritura desenmascara a los infiltrados del mal y nos advierte que nos alejemos de ellos. Distinguimos dos grandes grupos (aunque seguramente haya más) que aparecen descritos en el Antiguo y el Nuevo Testamento: los gabaonitas y los nicolaitas.

Los más significativos son los "gabaonitas", a quienes Dios maldice en boca de Josué (Josué 9, 23). 

Son los aduladores y los mentirososTratan de ser blandos, amables y suaves; seducen a los ingenuos con el sentimentalismo y la falsa piedad; disimulan y ocultan su traición con astucia; halagan siempre y jamás corrigen, por miedo a ser descubiertos; son hipócritas y embusteros

Así habla de ellos la Biblia:

"A través de palabras suaves y de lisonjas seducen los corazones de los ingenuos" (Romanos 1,18)

"Su boca es más blanda que la manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales...Se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen"" (Salmo 55,22; 62, 4)

"En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua...Hablan con labios embusteros y con doblez de corazón(Salmo 5,10; 12, 3)

"Su lengua es flecha letal, su boca profiere mentiras; saludan amables al prójimo, y urden por dentro celadas" (Jeremías 9,8); 

"Las palabras del chismoso son golosinas... palabras dulces con malas intenciones. El que odia habla con disimulo, mas por dentro incuba la traición; aunque sea amable, no te fíes, medita abominaciones sin cuento; disimula el odio con astucia, mas su maldad aparece en la asamblea...Lengua mentirosa odia a sus víctimas, boca que adula conduce a la ruina" (Proverbios 2, 22-28)

"Es más estimado el que corrige que el hombre de lengua aduladora" (Proverbios 28, 23)

El otro gran grupo es el de los "nicolaitas", a quienes el propio Cristo aborrece (Apocalipsis 2, 6)
Son los falsos maestros e idólatras (ya sean sacerdotes o laicos), siervos de Jezabel. Se apartan y apartan a otros de la doctrina; tratan de conjugar herejía y fe, voluntad humana y divina, las "cosas" del mundo con las de Dios; se corrompen y corrompen a otros con "nuevas ideas" y "nuevos vocabularios" que no son sino idolatría y propaganda imperial; se disfrazan de cristianos y de apóstoles. 

Así habla de ellos la Palabra de Dios:

"Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4, 3-4)

"También habrá entre vosotros falsos maestros que propondrán herejías de perdición y, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida perdición. Muchos seguirán su libertinaje y por causa de ellos se difamará el camino de la verdad. Y por codicia negociarán con vosotros con palabras artificiosas" (2 Pedro 2, 1-3)

"Para ellos la felicidad consiste en el placer de cada día; son corruptos y viciosos que disfrutan con sus engaños mientras banquetean con vosotros; tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables en el pecado; seducen a las personas débiles y tienen el corazón entrenado en la codicia, ¡Malditos sean!" (2 Pedro 2, 13-14)

"Son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia" (2 Corintios 11, 13-15)

"Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7, 15-16)
Por otra parte, San Agustín nos advierte de la importancia de "saber reconocer atentamente cuando Satanás se disfraza de ángel de luz, para no dejarse engañar y atraer por algún peligro fatal" (Enchiridion 16,60). 

El demonio siempre se disfraza y por tanto, también disfraza a sus "agentes", infiltrando a personas que parecen cristianas pero no lo son: "Hoy Satanás intenta expulsar (a los fieles) de la Iglesia por medio del veneno de los herejes, del mismo modo que hace tiempo nos expulsó del Paraíso con el veneno de la serpiente" (Sermón 348/A,5).

Vigilemos y estemos alerta. Siempre en vela. "No es oro todo lo que reluce", ni "todo el que me dice 'Señor, Señor'entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7, 21).