¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta Emaús tras la pandemia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Emaús tras la pandemia. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de septiembre de 2022

DESPEDIDO DE EMAÚS: NADA NUEVO BAJO EL SOL

"Dame cuenta de tu administración,
porque en adelante no podrás seguir administrando"
(Lc 16,2)

El Evangelio de este domingo pasado mostraba la parábola del administrador infiel, un drama de rabiosa actualidad que me hizo reflexionar sobre mi vida de fe y sobre mi labor evangelizadora, concretamente, en los retiros de Emaús.

Durante la pandemia, los retiros de Emaús fueron duramente castigados, como el resto de los aspectos de nuestra vida material y espiritual. Muchos de ellos tuvieron que ser pospuestos o cancelados y otros, sufrieron importantes cambios de método y organización. 

Tras la vuelta a la "normalidad" (que de normal tiene poco o nada), los retiros de Emaús parecen haber dejado de tener la salud de antaño o quizás, parecen haber "perdido fuelle", o quizás, parte de su esencia. Desde entonces, cuesta bastante organizarlos como antes, es complicado encontrar servidores y caminantes, o al menos, a mi me cuesta un imperio "volver" como si hubiera perdido las ganas de perseverar.

Es como si Dios me dijera: "¡Para! ¡Déjalo! ¡Estás despedido! ¡Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando!". Sin embargo, como el administrador infiel, no trato de buscar excusas ni de poner objeciones sino que, incluso, reconociendo una cierta mala conciencia por mi derroche de talentos (porque el Señor lo conoce todo), me pongo a pensar o a idear variantes de los retiros, como si tratara de encontrar una "caja B" espiritual. 

Pienso: ¡Hay ser astutos y sagaces como son los "hijos de este mundo"! ¡Hay que buscar alternativas! ¡Hay que idear nuevas fórmulas para seguir con los retiros! ¡Hay que buscar una continuidad para garantizar mi apostolado porque "no me veo cavando, porque no tengo fuerzas, ni mendigando, porque me da vergüenza"!

Creo sinceramente que lo que nos sucede a muchos, es que nos ha entrado un cierto "mal de altura" o quizás, una cierta fiebre "amarilla": la "retiritis". Hemos caído en el "activismo" y seguimos empeñados en realizar una tarea de la que hemos sido despedidos. 

Es posible que, ante las alternativas que podamos ofrecer, el Dueño valore nuestra rápida aunque deshonesta respuesta, que aplauda nuestra astuta aunque inútil toma de decisiones o nuestra sagaz manera de intentar "salvar nuestro futuro como administradores de la viña"... pero no revocará su decisión: nuestro despido seguirá siendo efectivo.

Una vez despedidos, Dios nos dice: "Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". Y yo me pregunto: ¿Qué quiere decirme el Señor? ¿A qué se refiere?
Estoy seguro de no encontrarme en una crisis existencial aunque, a veces, el aparente silencio de Dios parezca ocultarme su propia presencia. Es en Su Palabra, viva y eficaz, donde nuevamente me ofrece una secreta y reveladora epifanía.

Concretamente, en la lectura de ayer, Qohélet (el libro de Eclesiastés) reforzaba ese pensamiento crítico y me interpelaba: 
"¡Vanidad de vanidades! ¡todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol...y vuelve a salir....gira  que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. De algunas cosas se dice: 'Mira, esto es nuevo'. Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos."
Aunque ciertamente estas palabras pudieran parecer escépticas, pesimistas, fatalistas o catastrofistas, no me indican un mensaje desesperanzador ni de amargura infinita. El término Qohélet (de la raíz qabal que significa "reunir, convocar, congregar") no designa un nombre propio sino que se refiere a quien desempeña una función o tarea. 

Se refiere a cada uno de nosotros, a ti y a mi. Y aunque muchas veces no hayamos obrado legítimamente (conforme a la voluntad de Dios), aunque todos nuestros afanes parezcan ser inútiles, aunque toda nuestra fatiga al buscar e indagar "cosas nuevas" parezcan ser fútiles, aunque parezca que no hay recompensa, nos llama a reaccionar ante lo vano, lo vacío y lo inconsistente de nuestros pensamientos, aferrados a este mundo que "pasa" y que conduce a un final estremecedor para todos: la muerte. 

Hoy, el Señor continúa hablándome a través de Qohélet, en el "silencio a gritos" de Su Palabra: "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo...¿Qué saca el obrero de sus fatigas? " 

De nuevo, me interpela: ¿Cómo puedo saber lo que tengo que hacer en cada momento? ¿Qué debo hacer con el tiempo que se me ha dado? La respuesta sólo la encontraré en Dios, que es quien da sentido a mi vida y a todo lo que me sucede.

Podría pensar ¿Qué saco de mis fatigas? ¿Es que todo lo que haga es inútil? ¿Es que nada produce fruto o recompensa? No se trata de resignarme ni de "arrojar la toalla". Sabedor de la eterna misericordia de Dios y testigo de la resurrección de nuestro Señor, tengo la certeza de que sí hay algo más después de esta vida, de que sí hay recompensa: eternidad.

Dios ha sembrado en la profundidad de mi alma y de mi corazón el deseo de eternidad. No tendría sentido vivir sólo para sufrir y morir. Por eso, tengo que encontrar sentido a cada momento y circunstancia de mi existencia. Necesito saber que mis acciones no están limitadas por el tiempo en este mundo, sino que tienen eco en la vida eterna.
El Señor, con su pedagógica y progresiva revelación, me exhorta a buscar mi propia santidad y la de otros, acompañando a las personas que han conocido su amor divino y que tienen gran necesidad de Él. Me llama a edificar una comunidad donde compartir la esperanza y donde formarme en la fe, en el conocimiento de Dios, hasta que alcance mi destino final y eterno en su presencia.

¡No imagino una vida sin Cristo! ¡Nada tendría sentido ni cabría esperanza alguna! ¡Todo sería vanidad de vanidades! ¡Estaría encerrado en una prisión esperando un fatal desenlace!

¡No! Dios no nos ha creado para la muerte. O como dice un amigo mío: "la muerte no es el final". ¡No lo es!

Por eso, seguiré buscando la gracia, la misericordia y el amor de Dios en la vida eucarística hacia la que me conduce el camino de Emaús. Seguiré con mi corazón en ascuas, "ganando amigos para Dios" allí donde estén, acogiendo a "los pobres en el espíritu" en mi parroquia, y junto a ellos, buscaremos sitio en las moradas eternas y no en las temporales. 

Porque "Nada hay nuevo bajo el sol". Lo nuevo está por encima, en el cielo, en la vida eterna.



JHR

domingo, 26 de julio de 2020

Y EL RETIRO...¿PA CUÁNDO?

"¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?"
(Lucas 24,5)

La pandemia que asola el mundo ha truncado todos nuestros planes humanos, todas nuestras expectativas. También, ha paralizado los retiros de Emaús, que se han visto suspendidos "sine die".

El virus nos ha colocado en una actitud muy similar a la de los dos discípulos de Emaús: Igual que ellos, hablamos de lo ocurrido. Incluso discutimos. Nos sentimos derrotados y desesperanzados. Nos sentimos desanimados y tristes. 

Nos quedamos paralizados ante nuestras pérdidas y nos cuestionamos: Y el retiro ¿pa cuándo? ¿cuándo tendremos un nuevo retiro "nuestro"? ¿cuándo podremos disfrutar de Jesús y de sus milagros otra vez?

Sin embargo, Jesús sale de nuevo a nuestro encuentro durante este "parón" en el camino, y nos dice: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras no vais de camino?
Y nosotros, sin reconocerle, le respondemos "Nosotros esperábamos seguir sirviendo a Jesús, el nazareno, poderoso en obras y milagros, ante Dios y ante el pueblo, en nuestros retiros de Emaúspero, con todo esto, ya estamos en el tercer mes desde que esto sucedió." 

Quizás sea que no tenemos ojos para verle o peor aún, que estamos ciegos. O quizás, sea que tampoco tenemos oídos para oír lo que Dios nos quiere decir. 

Ensimismados en nuestras pérdidas y en nuestra falta de retiros, amparados en un erróneo concepto de evangelización "activista" y confiados en una actitud "humana" de servicio a Dios, seguimos quejándonos: "ya estamos en el tercer mes y todavía no sabemos cuando podremos tener nuestros retiros".

Entonces, Jesucristo nos llama "necios y torpes", porque muchas veces hacemos las cosas sin entender el sentido, sin comprender la voluntad de Dios, que nos invita a escucharle en la Palabra de Dios. Es, en los momentos de angustia y de desesperación, cuando Jesucristo, el Verbo encarnado, nos abre los ojos y los oídos.

Jesús, Señor de la historia, nos explica en el Antiguo Testamento, en los Evangelios, en el Apocalipsis, todo cuanto ha de acontecer y nos invita a discernir los signos de los tiempos, diciéndonos: "El que tenga oídos, que oiga". 

Cristo nos llama a hacer una parada en el camino para discernir, para escuchar cuál es su voluntad y cómo debemos cumplirla. Nos exhorta a prestarle atención en la oración, y no tanto en una sala de testimonios. Al menos, no de momento. 

El Hijo del Hombre nos increpa y nos llama a buscarle en la Eucaristía, y no tanto en una casa de retiros. Al menos, no de momento.

Y nosotros ¿rezamos? ¿escuchamos lo que nos dice? ¿le invitamos a nuestra casa? o ¿seguimos empeñados en nuestra inercia de evangelizar a toda costa sin entender el propósito? ¿para qué un retiro, si no nos conduce a una conversión real a Cristo, a una vida eucarística, a una fe con sentido místico y sobrenatural, a un servicio a Dios interior? ¿tenemos que seguir  evangelizando a otros o es tiempo de hacer apostolado con nosotros?
Afirmamos "En verdad ha resucitado" pero quizás deberíamos preguntarnos ¿le vemos? ¿dónde le buscamos? ¿en nuestros recuerdos? ¿allí donde ya no podemos encontrarlo? 

Es entonces cuando los ángeles nos dicen: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Recordad cómo os habló cuando os dijo: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más frutoVosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada'" (Lucas 24,1 y 5; Juan 15,1-5). 
Buscarle entre los muertos significa buscarle donde no podemos encontrarle, en retiros que, como el sepulcro, están vacíos. Dios nos llama a buscarle en nuestra vida interior y no tanto en una actividad externa.

Dios nos llama a servirle siempre y a todas horas, con independencia del modo en que lo hagamos. Porque sin vida interior, la vida exterior no tiene sentido. 

Jesús es la vid y el Padre es el labrador. Nosotros somos los sarmientos. Si no permanecemos en Cristo no podemos dar fruto. Sin Dios no podemos hacer nada. Tampoco retiros.

Es tiempo de escucha y de discernimiento. 
Dios nos dirá, de nuevo y a su tiempo, lo que debemos que hacer.