¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 5 de diciembre de 2020

UNA VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO

"¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; 
¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; 
¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿cómo anunciarán si no los envían?" 
(Rom 10,14-15)

Dios, a través de su Palabra, la Sagrada Escritura, nos exhorta a los cristianos a ser profetas como Juan el Bautista, antecesores y precursores de Cristo. Nos invita a cada uno a ser “una voz que grita en el desierto" que prepare los corazones para acoger al Señor

Esta frase que, en principio, podría parecernos chocante, inútil o absurda - gritar en el desierto ¿qué, para qué y a quién? - sin embargo, encierra la importante vocación, la misión profética y evangelizadora a la que todos los cristianos somos llamados.

El desierto

Ir al desierto significa salir de la esclavitud de Egipto, de la servidumbre al mundo, y adoptar un modo de vida nada seductor, carente de atractivos, de halagos y de confort: el modo de vida cristiano. Un desierto de silencio y soledad donde encontramos una misión dura y difícil... pero que nos conduce a la Tierra Prometida, a la vida eterna. 
El desierto es el lugar donde:

- somos llevados por el Espíritu Santo, donde somos tentados y probados por Satanás (Mt 4,1) y donde oramos al Padre (Lc 5,16).

- nos vestimos con "piel de camello y correa de cuero", es decir, en el que nos convertimos de una vida de pecado a una una vida, austera y humilde, de amistad con Dios (Mc 1,6).

- nos alimentamos del "maná" que cada día viene del cielo, es decir, de la Eucaristía, donde Jesucristo se hace presente como "pan de vida"  (Ex 16,4), y de "saltamontes y miel silvestre", es decir, de la fe del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, y de la Palabra de Dios (Mc 1,6).

- se manifiesta la voz de Dios y nos revela su "nombre", es decir, donde nos revela, a través de Su Palabra, su voluntad (Ex 3,14) y respondemos: "Aquí estoy, Señor, mándame" (Is 6,8-11).

La voz

Gritar a pleno pulmón, como sonido de trompeta (Ap 1,10), significa que Dios pone Su Voz en nuestras bocas y Su Espíritu en nuestras almas (Is 51,16; 61,1) para que pidamos la conversión de los pecadores (Is 58, 1).
La voz que grita en el desierto es la voz:

- que clama el alma enamorada de Dios (Cant 8,5).

- que no puede ser callada, distorsionada o manipulada (Hch 4,20).

- que prepara el camino al Señor, testificando la Verdad del Evangelio (Is 40 3,5: Jn 1,23).

- que anuncia a toda la humanidad que el protagonismo es de "Uno más fuerte que viene detrás de nosotros, al que no merecemos desatarle las sandalias", a Jesucristo (Mc 1,6-7).

- que proclama la grandeza de Dios en el desierto de un mundo inhóspito, árido e infértil hasta los confines de la tierra (Mc 16, 15-18).

- que rompe el silencio del desierto de las desesperanzas y las dificultades. y proclama una promesa de salvación para todos (Hch 4,12).

- que ilumina a las naciones, que están en tinieblas (Is 49, 6) y atrae a todas las personas a la luz, a la salvación (Is 499). 

San Pablo, en Rom 10, 14-15, nos exhorta mediante cuatro preguntas de sentido común a anunciar a Cristo sin dilación, a hablar de Él a quienes no ha oído hablar de Él, a quienes no creen en Él, a quienes no le aman. Y lo hace porque nadie puede experimentar el amor de Cristo si nadie es enviado, si nadie habla de Él. 

¿He escuchado la voz del Señor en el silencio del desierto? Si es así, ¿a qué espero para ser la voz que grita y anuncia a Cristo? ...¿a que las condiciones me sean favorables?... ¿a que sea un momento oportuno? ... ¿ a estar preparado?... ¿a tener ganas o fuerzas?

Es muy fácil ser "voz" en un retiro, es muy cómodo estar en un "monte Tabor" donde Dios se transfigura y nos habla, y donde el Espíritu Santo derrama toda su gracia y poder. ¡Qué fácil es ser cristiano allí!
Pero necesito cuestionarme: ¿me he acostumbrado a proclamar a Cristo solamente en un ambiente favorable y "cuesta abajo"? ¿Sirvo a Dios solamente en un retiro? ¿Confundo el monte con el desierto? 

Aunque el desierto puede también tener algunos montes, normalmente, no suele estar muy lejos de nosotros: el desierto es nuestra propia casa, nuestros propios hijos, padres o hermanos, nuestros propios amigos o compañeros de trabajo. 

Allí es donde hemos sido enviados. Allí es donde estamos llamados a ser realmente "una voz que grita en el desierto"...aunque no sea fácil, aunque nos resulte incómodo, aunque no sea el momento, aunque no tengamos ganas o aunque nos dé vergüenza...

"Una voz que grita en el desierto" no siempre necesita de palabras. A veces ese "grito" es silencioso. Un silencio que trabaja con coherencia y humildad en el ejemplo diario, en el servicio cotidiano, en la "soledad" de la oración contemplativa, en la entrega altruista diaria, sin halagos, sin reconocimientos, sin "medallas". 

¿Soy voz que grita en el desierto o que calla en el oasis?

lunes, 18 de febrero de 2019

ESCUCHANDO LA VOZ DE DIOS

"Mis ovejas escuchan mi voz. 
Yo las conozco y ellas me siguen" 
(Juan 10, 27)

Escuchar a Dios en nuestra vida no es nada fácil. En nuestra cotidianidad existe mucho ruido, mucha perturbación que nos impide estar atentos. 

Escuchar Su voz requiere, ante todo, ser ovejas suyas, ser parte de su rebaño, de su Iglesia. Escuchar a Dios exige fe. Y esfuerzo.

A Dios le escuchamos en la oración, en la Adoración y en la Eucaristía, a través de la Palabra. Pero no necesariamente es siempre así. Si aprendemos a escuchar su voz en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros seres queridos, en las personas y situaciones que nos encontramos, podremos tener la seguridad de que también escucharemos su voluntad, el amor que nos tiene y cómo nos cuida.

Pero lo maravilloso es que Dios no sólo existe, sino que interviene en nuestras vidas de múltiples maneras: a través de situaciones, personas y circunstancias. Pero es necesario que seamos sensibles a Su voz, tener todos nuestros sentidos abiertos a Él, abrir nuestros ojos y oídos a sus inspiraciones y susurros. 

Dios, a través de su Espíritu Santo, nos revela continuamente sus planes, sus deseos y sus propósitos para nuestra vida. Desea comunicarse en cada momento con nosotros a través de su creación. Y para ello, lo primero que hay que hacer es ser receptivo para escuchar y sensible, para después, discernir y entender lo que nos quiere decir, que no siempre es fácil, pero puede entrenarse.

¿Qué necesito para escuchar la voz de Dios?

En primer lugar, para escuchar la voz de Dios, necesitamos un corazón abierto y humilde:"Me buscaréis y me hallaréis, porque me habréis buscado de todo corazón. Yo me dejaré encontrar por vosotros" (Jeremías 29, 13-14).

Resultado de imagen de riposa in paceEn segundo lugar, necesitamos hacer silencio exterior. Debemos ponernos en situación, es decir, buscar el silencio del cuerpo y para ello, evitar los "ruidos exteriores".

Es muy difícil (yo diría que imposible) escuchar a Dios si estamos en un estado o en un ambiente agitado, ruidoso y disperso: "Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6, 6). 

Es, por tanto, imprescindible mantenernos sosegados, serenos, tranquilos y en paz.

En tercer lugar, y una vez conseguido el silencio exterior, necesitamos hacer silencio interior, debemos buscar el silencio del alma para encontrarnos con el Señor. Debemos aprender a reconocer y superar los "ruidos interiores” silenciosos y sutiles que se encuentran en la profundidad de nuestro corazón y que nos impiden "conectar" con Dios.

¿Qué me impide escuchar la voz de Dios?

Los ruidos interiores que me impiden escuchar la voz de Dios son:

Odio. Si mi corazón está lleno de odio hacia otros, la comunicación con Dios se hace inviable: “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino” (1 Juan 3, 15).

Reproche. Si mi corazón está lleno de reproches a Dios por lo malo que me pasa o por lo que veo, me distancia de nuestro Señor y elimina toda posibilidad de diálogo con Él. "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con galeras, has hecho matar para él el becerro gordo" (Lucas 15, 29-30)

Resultado de imagen de ruido interiorRencor. El resentimiento por algo o contra alguien daña mi salud física y psicológica. Si mi corazón no esta reconciliado con Dios o con mis hermanos, no existe "cobertura" para escucharle: "Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda"(Mateo 5, 23-24).

Orgullo. Si mi corazón alberga cualquier tipo de egoísmo o exceso de amor propio, jamás estará necesitado de Dios, por lo que no estaré interesado en escucharle. "Los soberbios no resisten delante de tus ojos, aborreces a todos los malhechores" (Salmo 5,6).

Envidia. Si mi corazón es envidioso, negará toda acción de Dios en mi propia vida y creará tensión entre Él y yo. "No tengas envidia de los pecadores, antes bien, teme siempre al Señor" (Proverbios 23, 17)

Miedo. Si mi corazón está atemorizado, me impedirá confiar en Dios y en su providencia. Incluso me hará creer que no le importo. "No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa" (Isaías 41, 10).

Inquietud. Si mi corazón está sumergido en la preocupación y en la angustia exageradas, si me mantiene ensimismado en mis cosas, toda mi atención desaparecerá y me impedirá acercarme a Dios. "No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias" (Filipenses 4, 6).

Resultado de imagen de ruido interiorDebilidad. Si mi corazón se instala en la impotencia, si creeo que no es posible la conversación con Dios, o que es ineficaz o inútil, si no sé qué hacer o decir, seguramente prefiera no escuchar ni hablar con Dios. "Mi cuerpo y mi corazón ya languidecen; el sostén de mi corazón, mi patrimonio, es Dios por siempre" (Salmo 73, 26).

Pecado. Si no estoy en gracia, o si me encuentro acomodado o complacido en el pecado, será imposible sintonizar con Dios porque estaré muy alejado de Él. Y cuando uno está alejado de alguien, ni puede escucharle ni puede hablarle. "Si decimos: No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: No hemos pecado, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros" (1 Juan 1, 8-10).

Mundanidad. Si mi corazón está inclinado o amoldado a la mentalidad del mundo, a sus anhelos y a sus frivolidades, será inviable prestar atención a Dios, pues todo ello acaparará mi atención y hará que considere la comunicación con Dios como algo no prioritario en mi vida. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socavan y roban. Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban; porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón" (Mateo 6, 19-21).

Nostalgia. Si mi corazón está anclado en los errores o circunstancias del pasado en lugar de ver mi destino final futuro, me será imposible mantener una relación o una experiencia con Dios. "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios" (Lucas 9, 62).

Sentimentalismo. Si mi corazón está ensordecido con el ruido de las fantasías, los sentimientos y la imaginación desbordada, seré incapaz de escuchar la voz de Dios. "Ansiedad en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría" (Proverbios 12, 26).

¿Cómo sé si lo que escucho es la voz de Dios?

Si lo que escucho, me despierta y me saca de la mediocridad, si me compromete y complica mi vida, pero la llena y da sentido..., es voz de Dios.

Resultado de imagen de voz de diosSi me hace salir de mi zona de confort y me lanza al mundo entero..., es voz de Dios.

Si me llama al servicio, al amor, a la generosidad, a la valentía..., es voz de Dios.

Si me invita a ser profundamente feliz y a hacer felices a los demás... si habla el lenguaje de la confianza..., es voz de Dios. 

Si me descubre mi pequeñez, mi realidad, mi pobreza ("Solo no puedo", "No soy capaz"), pero que todo lo que puedo con su ayuda..., es voz de Dios. 

Si me libera de la esclavitud de mis cosas, de mis egoísmos, de mis mismo; si rompe mis planes (como se los cambió a la Virgen Santísima)..., es voz de Dios. 

Si me hace permanecer en este mundo como levadura, sal, luz..., es voz de Dios. 

Si me invita a acercarme, a estar y a sentir a los más pobres, a dar vida, alegría, esperanza, plenitud, sentido..., es voz de Dios. 

Resultado de imagen de voz de diosSi no me avasalla, si no me presiona, si no me llena de planes, sino que, en ocasiones, calla y hace silencio invitándome a la reflexión, a la búsqueda humilde y a la oración paciente.... es voz de Dios. 

Si me invita a centrarme en Cristo, a seguirlo, a convivir con Él, a ser su amigo..., es voz de Dios. 

Si no puedo sacármelo de la cabeza, si le veo en cualquier situación, circunstancia o persona..., es voz de Dios. 

Si me invita a extender su Reino, a mejorar el mundo, a hacerlo más humano, a anunciar a Cristo y su Buena Nueva, y no a mi mismo..., es voz de Dios. 

Si soy más feliz escuchando y siguiendo su llamada..., es voz de Dios.