¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 9 de febrero de 2020

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO LEER LA PALABRA DE DIOS?

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"Mi madre y mis hermanos 
son los que escuchan la Palabra y la cumplen" 
(Lucas 8, 21)

Todos tenemos una Biblia en casa pero, ¿la leemos? Nos ha ocurrido a todos, o al menos, a muchos católicos. La abrimos y empezamos a leerla por el principio y, al rato, se vuelve aburrida y/o difícil de entender. 

Después de leer varios capítulos de leyes y normas, de historias de batallas, de genealogías de reyes, jueces y profetas, nuestra mente se dispersa y terminamos cerrándola, a la espera de otro momento para reiniciar la lectura que, tal vez, nunca llega. 

Quizás porque no la entendemos, quizás porque no la damos la importancia que tiene o quizás porque no la vemos de aplicación a nuestras vidas. 

La Palabra es la revelación de Dios al hombre, inspirada por el Espíritu Santo y puesta por escrito, para todas las generaciones. La Biblia nos muestra cómo es Dios: El Antiguo Testamento nos revela la Justicia de Dios y el Nuevo Testamento, su Misericordia, y ambos forman un "todo" indisoluble y complementario. 

San Jerónimo, padre y doctor de la Iglesia, dice que no conocer la Escritura es no conocer a Cristo. Y es que toda la Sagrada Escritura habla de Jesús. Por tanto, para conocer a Cristo, es necesario escuchar y meditar la Biblia, pero para ser parte de su familia, además es preciso cumplirla. 

La Biblia nos habla de forma directa a cada uno de nosotros, nos revela quién es Dios, quiénes somos para Él y que tiene pensado para nosotros en cada momento de nuestra vida.

Dios, a través de su Palabra, nos interpela, transforma nuestra vida y nos asemeja a Él. Cuando Dios nos habla en su Palabra ¿no arde nuestro corazón?" (Lucas 24, 30-32).

¿Qué es la Palabra de Dios?

La Biblia misma nos lo explica. En ella encontramos muchos versículos que nos revelan su origen, su valor y cómo nos puede ayudar a que nuestra vida sea más plena:

Inspirada por Dios y útil para nosotros

"Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena." (2 Timoteo 3,16-17)

La Biblia no fue inventada por los hombres sino que viene directamente de Dios, ha sido inspirada por Él. Contiene sus palabras y su voluntad, y Su interpretación ha sido confiada a la Iglesia Católica.

En ella, Dios nos enseña a vivir y obrar de acuerdo a su propósito, y nos suscita a hacer todo aquello para nuestro bien.

En
seña, consuela y da esperanza

"Todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza." (Romanos 15,4)

La Biblia está escrita para nuestra enseñanzaguía y consueloEn Ella, siempre podemos aprender algo, sacar provecho y utilidad para nosotros. Todas las palabras, salmos, proverbios e historias de la Biblia nos ayudan a entender mejor la fidelidad, el poder y el amor de Dios.

La Biblia nos alienta en nuestro camino de dificultades y obstáculos, nos da esperanza: Cristo, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos ha abierto las puertas del cielo, dotando a nuestra vida terrenal de un propósito: el cielo.

Alimenta el espíritu y nos ayuda a crecer

"Como niños recién nacidos, desead la le
che espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno." (1 Pedro 2,2-3)

El mismo Jesús dijo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4, 4). Y así, los cristianos somos como bebés que nos alimentamos a diario de la "leche espiritual materna", que es la Palabra de Dios.

Al alimentarnos de Ella, crecemos sanos y, poco a poco, nos vamos asemejando a Dios, y mostramos al mundo la alegría de la salvación y el amor del servicio al Señor.

Es viva y eficaz

"Ciertamente, e
s viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón." (Hebreos 4,12)

La Biblia nos transforma desde lo más profundo de nuestro ser porque es viva y eficaz. Viva, porque emana directamente de Dios Todopoderoso, que a través de su Espíritu Santo, nos ofrece la vida eterna. Eficaz, porque recibimos luz, dirección y guía para saber el camino a seguir hacia esa vida. La luz de la Palabra del Señor brilla y resplandece en medio de la oscuridad del mundo que nos rodea.

La Biblia nos ayuda a discernir lo que viene de Dios y lo que no, lo que nos acerca a él y lo que no. Y, por supuesto, una vez reconocemos lo que él desea que hagamos, debemos dar los pasos y comprometernos a seguir esa luz que ilumina nuestro camino.

Es eterna

"La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre." (Isaías 40, 8)

La Palabra de Dios es eterna y válida para todosEterna, porque, a diferencia de todo lo demás que es temporal y pasa, Dios es eterno, no tiene pasado, presente o futuro. Todo en Él es "ahora". Y por tanto, su Palabra, también es eterna, es "ahora", es "hoy".
Pero además es eterna, porque a pesar de que a lo largo de la historia, muchos han intentado destruirla, quemarla, prohibir su publicación o su lectura, la Biblia ha permanecido, permanece y permanecerá porque es obra de Dios.

Válida, porque las Sagradas Escrituras no son sólo palabras escritas para un tiempo determinado, ni un compendio de escritos del pasado. El Espíritu Santo las actualiza y las convierte en ayuda para nosotros hoy, aquí y ahora. Dios habla a toda la humanidad, de todas las épocas y de todos los lugares.
Es fiable y veraz

"El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se echaron sobre ella; pero la casa no se cayó, porque estaba cimentada sobre la roca." (Mateo 7, 24-25)

Toda la Biblia es fiable y veraz por la autoridad de Su autor, no sólo las partes que nos gustan o que encajan con lo que queremos oír de parte de Dios. Veraz por su exactitud histórica y geográfica, aceptada por muchos como obra inspirada, y por todos como documento digno de toda confianza. 

Si confiamos nuestra vida a la veracidad y la fiabilidad de la Palabra de Dios, ésta actuará en nosotros aumentando nuestra fe, suscitando un anhelo de saber más de Dios y de comprometernos con Él. 

La Palabra de Dios es el mejor y más firme fundamento para afrontar las dificultades y desafíos que se nos presenten en nuestra vida"El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca" (Mateo 7, 24).

¿Cómo leer la Palabra de Dios?

La Palabra de Dios no se puede (o no se debe) leer como una novela, empezando por el principio (Génesis) y acabando por el final (Apocalipsis). 

Una buena sugerencia para leerla de forma individual (a mí me ayuda mucho) es comenzar, por ejemplo, con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Un libro que nos narra cómo eran los cristianos del primer siglo, cómo vivían, cómo se amaban, lo que hacían, cómo compartían todo, y sobre todo, nos habla de los viajes evangelizadores de San Pablo (mi referencia apostólica).
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Pero, quizás la mejor manera de leer la Biblia es hacerlo de forma colectiva, en comunidad. No debemos olvidar que la Biblia fue escrita para ser leída o escuchada en comunidad. Los primeros cristianos se juntaban todos para escuchar la Palabra. 

Leer la Palabra con otros y meditar sobre lo que Dios suscita en nuestros corazones nos proporciona un gran crecimiento en la fe, la esperanza y el amor. 

Una experiencia maravillosa que el amor de Dios nos regala y que podemos poner en práctica con la Lectio Divina.

¿Qué es la Lectio Divina?

La "Lectio Divina" es un método de lectura orante y comunitaria de la Palabra cuyo origen se remonta a los primeros cristianos y después, durante la Edad Media, fue utilizada principalmente en los monasterios. Con el tiempo se extendió a los fieles y actualmente, es una práctica común entre los católicos practicantes. 

El primero en utilizar esta expresión fue Orígenes (aprox. 185-254), teólogo, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. 

Actitud
La Lectio divina requiere una actitud receptiva y reflexiva, orante y contemplativa para comprender lo que Dios dice por medio de la Palabra.

Estructura
La Lectio divina se estructura en cuatro partes: lectio, meditatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación). Hay quienes añaden una quinta: actio (acción).
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Objetivo
La Lectio Divina nos ofrece la mismísima presencia de Dios entre nosotros, un diálogo íntimo con Él, una guía y sentido para nuestras vidas y una comunión fraterna. 

Resultados
Nos suscita un anhelo de búsqueda incesante de Dios, un deseo de pertenencia a la Iglesia, una intención de compromiso con ambos.

¡Leamos la Biblia individual o colectivamente para que aumente nuestra fe y se fortalezca nuestro espíritu cada día!

lunes, 18 de febrero de 2019

ESCUCHANDO LA VOZ DE DIOS

"Mis ovejas escuchan mi voz. 
Yo las conozco y ellas me siguen" 
(Juan 10, 27)

Escuchar a Dios en nuestra vida no es nada fácil. En nuestra cotidianidad existe mucho ruido, mucha perturbación que nos impide estar atentos. 

Escuchar Su voz requiere, ante todo, ser ovejas suyas, ser parte de su rebaño, de su Iglesia. Escuchar a Dios exige fe. Y esfuerzo.

A Dios le escuchamos en la oración, en la Adoración y en la Eucaristía, a través de la Palabra. Pero no necesariamente es siempre así. Si aprendemos a escuchar su voz en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros seres queridos, en las personas y situaciones que nos encontramos, podremos tener la seguridad de que también escucharemos su voluntad, el amor que nos tiene y cómo nos cuida.

Pero lo maravilloso es que Dios no sólo existe, sino que interviene en nuestras vidas de múltiples maneras: a través de situaciones, personas y circunstancias. Pero es necesario que seamos sensibles a Su voz, tener todos nuestros sentidos abiertos a Él, abrir nuestros ojos y oídos a sus inspiraciones y susurros. 

Dios, a través de su Espíritu Santo, nos revela continuamente sus planes, sus deseos y sus propósitos para nuestra vida. Desea comunicarse en cada momento con nosotros a través de su creación. Y para ello, lo primero que hay que hacer es ser receptivo para escuchar y sensible, para después, discernir y entender lo que nos quiere decir, que no siempre es fácil, pero puede entrenarse.

¿Qué necesito para escuchar la voz de Dios?

En primer lugar, para escuchar la voz de Dios, necesitamos un corazón abierto y humilde:"Me buscaréis y me hallaréis, porque me habréis buscado de todo corazón. Yo me dejaré encontrar por vosotros" (Jeremías 29, 13-14).

Resultado de imagen de riposa in paceEn segundo lugar, necesitamos hacer silencio exterior. Debemos ponernos en situación, es decir, buscar el silencio del cuerpo y para ello, evitar los "ruidos exteriores".

Es muy difícil (yo diría que imposible) escuchar a Dios si estamos en un estado o en un ambiente agitado, ruidoso y disperso: "Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6, 6). 

Es, por tanto, imprescindible mantenernos sosegados, serenos, tranquilos y en paz.

En tercer lugar, y una vez conseguido el silencio exterior, necesitamos hacer silencio interior, debemos buscar el silencio del alma para encontrarnos con el Señor. Debemos aprender a reconocer y superar los "ruidos interiores” silenciosos y sutiles que se encuentran en la profundidad de nuestro corazón y que nos impiden "conectar" con Dios.

¿Qué me impide escuchar la voz de Dios?

Los ruidos interiores que me impiden escuchar la voz de Dios son:

Odio. Si mi corazón está lleno de odio hacia otros, la comunicación con Dios se hace inviable: “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino” (1 Juan 3, 15).

Reproche. Si mi corazón está lleno de reproches a Dios por lo malo que me pasa o por lo que veo, me distancia de nuestro Señor y elimina toda posibilidad de diálogo con Él. "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con galeras, has hecho matar para él el becerro gordo" (Lucas 15, 29-30)

Resultado de imagen de ruido interiorRencor. El resentimiento por algo o contra alguien daña mi salud física y psicológica. Si mi corazón no esta reconciliado con Dios o con mis hermanos, no existe "cobertura" para escucharle: "Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda"(Mateo 5, 23-24).

Orgullo. Si mi corazón alberga cualquier tipo de egoísmo o exceso de amor propio, jamás estará necesitado de Dios, por lo que no estaré interesado en escucharle. "Los soberbios no resisten delante de tus ojos, aborreces a todos los malhechores" (Salmo 5,6).

Envidia. Si mi corazón es envidioso, negará toda acción de Dios en mi propia vida y creará tensión entre Él y yo. "No tengas envidia de los pecadores, antes bien, teme siempre al Señor" (Proverbios 23, 17)

Miedo. Si mi corazón está atemorizado, me impedirá confiar en Dios y en su providencia. Incluso me hará creer que no le importo. "No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa" (Isaías 41, 10).

Inquietud. Si mi corazón está sumergido en la preocupación y en la angustia exageradas, si me mantiene ensimismado en mis cosas, toda mi atención desaparecerá y me impedirá acercarme a Dios. "No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias" (Filipenses 4, 6).

Resultado de imagen de ruido interiorDebilidad. Si mi corazón se instala en la impotencia, si creeo que no es posible la conversación con Dios, o que es ineficaz o inútil, si no sé qué hacer o decir, seguramente prefiera no escuchar ni hablar con Dios. "Mi cuerpo y mi corazón ya languidecen; el sostén de mi corazón, mi patrimonio, es Dios por siempre" (Salmo 73, 26).

Pecado. Si no estoy en gracia, o si me encuentro acomodado o complacido en el pecado, será imposible sintonizar con Dios porque estaré muy alejado de Él. Y cuando uno está alejado de alguien, ni puede escucharle ni puede hablarle. "Si decimos: No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: No hemos pecado, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros" (1 Juan 1, 8-10).

Mundanidad. Si mi corazón está inclinado o amoldado a la mentalidad del mundo, a sus anhelos y a sus frivolidades, será inviable prestar atención a Dios, pues todo ello acaparará mi atención y hará que considere la comunicación con Dios como algo no prioritario en mi vida. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socavan y roban. Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban; porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón" (Mateo 6, 19-21).

Nostalgia. Si mi corazón está anclado en los errores o circunstancias del pasado en lugar de ver mi destino final futuro, me será imposible mantener una relación o una experiencia con Dios. "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios" (Lucas 9, 62).

Sentimentalismo. Si mi corazón está ensordecido con el ruido de las fantasías, los sentimientos y la imaginación desbordada, seré incapaz de escuchar la voz de Dios. "Ansiedad en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría" (Proverbios 12, 26).

¿Cómo sé si lo que escucho es la voz de Dios?

Si lo que escucho, me despierta y me saca de la mediocridad, si me compromete y complica mi vida, pero la llena y da sentido..., es voz de Dios.

Resultado de imagen de voz de diosSi me hace salir de mi zona de confort y me lanza al mundo entero..., es voz de Dios.

Si me llama al servicio, al amor, a la generosidad, a la valentía..., es voz de Dios.

Si me invita a ser profundamente feliz y a hacer felices a los demás... si habla el lenguaje de la confianza..., es voz de Dios. 

Si me descubre mi pequeñez, mi realidad, mi pobreza ("Solo no puedo", "No soy capaz"), pero que todo lo que puedo con su ayuda..., es voz de Dios. 

Si me libera de la esclavitud de mis cosas, de mis egoísmos, de mis mismo; si rompe mis planes (como se los cambió a la Virgen Santísima)..., es voz de Dios. 

Si me hace permanecer en este mundo como levadura, sal, luz..., es voz de Dios. 

Si me invita a acercarme, a estar y a sentir a los más pobres, a dar vida, alegría, esperanza, plenitud, sentido..., es voz de Dios. 

Resultado de imagen de voz de diosSi no me avasalla, si no me presiona, si no me llena de planes, sino que, en ocasiones, calla y hace silencio invitándome a la reflexión, a la búsqueda humilde y a la oración paciente.... es voz de Dios. 

Si me invita a centrarme en Cristo, a seguirlo, a convivir con Él, a ser su amigo..., es voz de Dios. 

Si no puedo sacármelo de la cabeza, si le veo en cualquier situación, circunstancia o persona..., es voz de Dios. 

Si me invita a extender su Reino, a mejorar el mundo, a hacerlo más humano, a anunciar a Cristo y su Buena Nueva, y no a mi mismo..., es voz de Dios. 

Si soy más feliz escuchando y siguiendo su llamada..., es voz de Dios.