¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 25 de julio de 2019

EL DOBLE CAMINO: ORACIÓN EN ACCIÓN

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"La acción es una oración con hechos!

¡Cuantas veces hemos hablado en "petite comité" sobre qué es más importante, la oración o la acción! ¡Cuántas veces hemos defendido qué va antes, la una o la otra!

Sin embargo, ambas no sólo no son contrapuestas ni excluyentes, sino que son absolutamente complementarias y dependen la una de la otra. Es como preguntarse ¿qué fue antes el huevo o la gallina?

El Papa Francisco hace poco, decía: "La escucha de la palabra del Señor, la contemplación y el servicio concreto al prójimo no son dos comportamientos contrapuestos, sino, al contrario, son dos aspectos ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que no van nunca separados, sino vividos en profunda unidad y armonía. Oración y acción están siempre profundamente unidas. Una oración que no lleva a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, en dificultad, es una oración estéril e incompleta. Pero del mismo modo, cuando en el servicio eclesial se está atento solo al hacer, se da más peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras, y se olvida de la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado."

De la oración brota la fuerza sobrenatural que hace eficaz la acción apostólica y de la acción brota la comunicación con Dios para saber cuál es su voluntad en cada actividad, en cada momento.

Sin oración, la evangelización se convierte en mero activismo sin sentido sobrenatural, sin alcance redentor. 

Sin acción, la contemplación se convierte en mero ensimismamiento sin sentido natural, sin alcance apostólico.
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Imagen relacionadaEl camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.

Es cierto que los "activistas" o defensores de la acción, pudieran ver la oración como una pérdida absoluta de tiempo. ¿Por qué rezar en lo escondido cuando pueden estar transformando el mundo?

Como también es cierto que muchos de los "orantes" o defensores de la oración, pudieran ver la acción como una pérdida impulsiva de energías. ¿Por qué hacer cosas en un mundo agitado cuando pueden estar en la tranquila presencia de Dios?


Y yo me pregunto, ¿hay una posición intermedia? ¿es posible hallar un equilibrio entre oración y acción?

Para la mayoría de nosotros, el equilibrio es un problema. Tendemos a pensar en términos de blanco y negro; de bueno y malo; de correcto y incorrecto; de importante y urgente.

Pero Dios, en su Palabra, nos muestra que en la vivencia de la fe cristiana, en la vida espiritual, existe un equilibrio perfecto entre oración y la acción:

Moisés escuchó la llamada de Dios en la soledad del desierto para, luego, cumplir Su voluntad, de regreso a Egipto y liberar a Su pueblo.

Jesús anunció el mensaje de Amor después de salir de la soledad del desierto, para luego, mantener un ritmo de acción y oración, moviéndose del mundo al Padre, y del Padre al mundo, una y otra vez.

Los apóstoles, después de la llegada del Espíritu Santo en oración, explotaron en acción.

San Pablo fue un denodado hombre de acción orante.

Henri Nouwen, r
econocido autor cristiano, dijo: “La vida cristiana no es una vida dividida entre tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una forma de contemplación, y la contemplación real es el núcleo de la acción social. . . La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos lleva a profundizar en él ”.

Nuestra vida de fe y servicio a Dios y a los hombres, gracias a la providencia divina, crea un espacio para que Dios trabaje en nuestro día a día.

Pasamos tiempo en silencio, Dios habla; Ayunamos, Dios nos llena; Adoramos, Dios nos habla; Hacemos una pausa, un retiro, Dios nos envía.

El Espíritu de Dios se mueve en, a través y alrededor de nosotros. Es entonces, cuando ocurre la verdadera transformación. Pero primero tenemos qu
e hacer espacio para Dios.

Una vez transformados por su Gracia, trabajamos con una fuerza sobrenatural para ren
ovar el mundo, pero no depende de nosotros.
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Oramos por los problemas del mundo, pero luego debemos comprometernos en las soluciones. Pedimos la intervención de Dios, pero Él quiere "necesitarnos". ¿No deberíamos, por lo tanto, orar mientras servimos? o ¿servir mientras oramos?

Por tanto, la oración es necesaria antes de la acción. Y durante y después de la acción, es también necesaria la oración.

La oración es comunicación, pero es mucho, mucho más. La oración nos conecta con el creador del universo, el Rey eterno. La oración alinea nuestros pensamientos y acciones con el Espíritu Santo, y entre nosotros.

El poder de la oración, une al pueblo de Dios con los propósitos de Dios, y puede cambiar el mundo. La oración llena nuestros corazones, nuestras manos, nuestras palabras y nuestras vidas con poder y significado. Cada movimiento que hacemos es una alianza con Dios, llena de oración, llena de esperanza y de fe en la voluntad de Dios. Cada palabra que oramos se combina con el poder del Espíritu Santo en una acción santa.

San Juan Pablo II dijo:
 “La misión sigue siendo siempre, primariamente, obra de Dios, obra del Espíritu Santo, que es su indiscutible ¡protagonista!”, recordándonos que por muy necesarios que sean los esfuerzos humanos, el éxito no depende de nosotros, pues la misión es “obra de Dios”. 

La Madre Teresa de Calcuta, sobre "rezar el trabajo" dijo: 
“Nuestra actividad será verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así, mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”
.

Dios siempre toma la iniciativa. No somos nosotros quienes damos el primer paso. Pero sí quienes nos comprometemos cuando escuchamos la voz de D
ios.

Esta es la idea: dejar a Dios ser Dios, dejar que Dios actúe mientras nosotros pedimos y servimos. No somos nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro. El éxito y la gloria son de Dios.
Oremos y escuchemos mientras Dios actúa a través de nuestro servicio. San Benito decía: "Ora et labora", y yo creo que se refería a realizar ambas a la vez. 

Ni podemos sólo quedarnos en la oración, pretendiendo que lo haga Él todo, ni salir a la acción sin conocer la voluntad de Dios, pretendiendo arreglar el mundo por nuestra cuenta.

Debemos vivir, servir y orar en un perfecto equilibrio
, el que Jesús nos enseñó: "oración en acción", o lo que es lo mismo, un servicio centrado en la voz de Dios y en la atención al hombre.

San J
uan Pablo II, dijo: "La oración debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero apostolado”.

Benedicto XVI, sobre la Nueva Evangelización, dijo:“Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida de oración. Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba”.

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Oración franciscana

Que Dios me bendiga con incomodidad
en respuestas fáciles, medias verdades y relaciones superficiales,
para que viva en lo profundo de mi corazón.

Que Dios me bendiga con santa indignación
ante la injusticia, opresión y explotación de las personas,
para que pueda trabajar por la justicia, la libertad y la paz.

Que Dios me bendiga con lágrimas
por los que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra
para que pueda extender mi mano para consolarlos 
y convertir su dolor en alegría. 

Y que Dios me bendiga con suficiente insensatez 
para creer que puedo hacer una diferencia en el mundo, 
para que pueda hacer lo que otros dicen no se puede hacer, 
traer justicia y bondad a todos nuestros pequeños y pobres. 
Amén

lunes, 22 de julio de 2019

MARTA Y MARÍA: CUESTIÓN DE PRIORIDADES

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"Camino adelante, llegó Jesús a una aldea; 
y una mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa. 
Marta tenía una hermana llamada María, 
la cual, sentada a los pies del Señor, 
escuchaba sus palabras. 
Marta, que andaba afanosa en los muchos quehaceres, 
se paró y dijo: 
"Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con las faenas? 
Dile que me ayude". 
El Señor le contestó: 
"Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, 
y sólo es necesaria una. 
María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará".
(Lucas 10, 38-40)

Ayer, escuchábamos el conocido pasaje del Evangelio de San Lucas, que nos narra la visita de Jesús a Betania, a casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. Los tres hermanos fueron muy amigos del Señor.

María se sienta a los pies de Jesús para escucharlo, porque “no quiere perderse ninguna de sus palabras” mientras Marta “los quehaceres la afanan”. María "vivía" para Jesús y Marta se "desvivía" por Jesús.

Jesús, alabando el comportamiento de María, nos dice a cada uno de nosotros que no nos dejemos abrumar por nuestros quehaceres, que no nos afanemos por las cosas que tenemos que hacer. Cristo no dice: "no lo hagas" sino "no te agobies".  
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Y para no agobiarnos, nos dice: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré." (Mateo 11, 28). 

El Señor nos invita a escucharle, ante todo, para hacer "silencio", para encontrar paz y serenidad. Porque sólo así, podremos hacer las cosas cotidianas con eficacia.

Cuando el Señor viene a visitarnos a nuestra casa, es decir, a nuestra vida, ninguna ocupación o preocupación puede ni debe mantenernos alejados de Él. Nada debe distraernos ni nada debe llenar nuestro corazón de queja o resentimiento. 

Cuando dejamos que el rencor y la envidia anide en nuestro corazón, no somos capaces de escuchar atentamente a Cristo. Incluso, tampoco de reconocerle, como les ocurrió a los dos de Emaús. Y es que, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque. 

Sin embargo, nuestro Señor no pretende condenar la actitud de servicio de Marta, sino la ansiedad con la que la vive. En ocasiones, esa ansiedad y preocupación desmesuradas por los detalles, nos hacen caer en un insano "activismo" que nos impide escuchar a Dios, incluso aunque estemos trabajando para Él.

Marta no era sospechosa de negligencia. Ella fue quien recibió a Jesús, ella fue su anfitriona, quien se ocupó de su bienestar, quien hizo sentir a Cristo "como en casa". A Marta la encontramos en varios pasajes del Evangelio, siempre "trabajando", siempre "sirviendo" (Lucas 10, 38-40; Juan 11, 1-45; 12,2).

Marta era una mujer de gran fe y amaba tanto como su hermana a Jesús. Debió ser una mujer "de armas tomar", clara y directa. 
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Marta dio siempre el primer paso y puso los medios a su alcance para que el encuentro con Jesús pudiera producirse. Su actitud era y es necesaria en todo cristiano. Asimismo, tenía tal confianza e intimidad con el Señor como para hablarle con toda franqueza. 

Lo hizo en este pasaje y cuando su hermano Lázaro murió, algún tiempo después (Juan 11, 21-24) .

Y Jesús no se enfada, porque conoce el corazón de Marta, porque sabe que la actitud de Marta es noble y sincera, y humanamente, comprensible y hasta, justificable. Lo que Jesús corrige con mucho cariño y dulzura, es la agitación, la ansiedad y la preocupación de Marta. Corrige su "falta de enfoque". 

No tenía paz. Estaba inquieta y turbada. Jesús parece decirla: "Marta, estás dividida y ansiosa interiormente, con la mente en un sitio y el corazón en otro. Estás agitada y desconcertada porque quieres hacer muchas cosas, que no se pueden hacer todas a la vez"

Jesús la hace ver que Él está allí, que no debe preocuparse, y le dice que su hermana María ha hecho la elección adecuada: la escucha de la palabra de Dios que trae la paz. Nos invita a elegir nuestras prioridades.

Es paradójica la semejanza con otra una respuesta de Jesús, cuando parece reprender a su Madre, la Virgen María, en las bodas de Caná. En ambas escenas, nuestro Señor, que comparte y anima la virtud del servicio a los demás, nos enseña que, en nuestro corazón, no debe haber espacio para la preocupación. Sólo espacio para Él. Él es nuestra prioridad.

Además, Cristo nos enseña que la corrección es necesaria y que no tiene por qué ser algo violento. En este caso, Su sabia corrección nos anima a combinar el corazón de María (la contemplación) y las manos de Marta (la acción).

Jesús nos enseña a enfocarnos, no tanto en todas las cosas que necesitamos o que debemos hacer, sino en Él. 

Nos lo dice también en la parábola del sembrador: "Lo sembrado entre zarzas es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y la seducción de la riqueza ahogan la palabra y queda sin fruto" (Mateo 13, 22).

Por tanto, ¿cuál es mi prioridad?