¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 12 de julio de 2021

EVANGELIZAR NO ES HACER PROSÉLITOS

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, 
y cuando lo conseguís, 
lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! 
(Mateo 23,15)

En el artículo anterior reflexionábamos y meditábamos sobre la misión que Jesucristo encomendó a sus discípulos y que nos concierne a todos. Sin embargo, debemos tener especial cuidado para no confundir evangelizar con hacer proselitismo, ni celo apostólico por sectarismo.

Proselitismo, del griego ροσήλυτος/prosêlütos y del latín prosélytus, "nuevo venido", es el empeño o afán de una persona por convencerinducir o incluso forzar a otra a cambiar su parecer, sin tener en cuenta su libertad, su dignidad o su capacidad de elección voluntaria.

Hacer proselitismo no tiene nada que ver con evangelizar. El empeño exagerado e incluso impertinente por captar o atraer a la fe a otras personas a cualquier precio no es evangelizar, sino hacer "esclavos de la fe". Imponer la fe de un modo exigente, obligatorio y coactivo no procede de una pureza de intención cristiana. 

Hacer proselitismo es adoptar una actitud sectaria por la que alguien llega a considerarse un "fiscal de la fe", un "juez de la fe", un "hermano mayor", o incluso "espiritualmente superior", obligando y forzando a los demás a "acatar la verdad a la fuerza". 

Nosotros, los cristianos, no somos fiscales, ni abogados ni jurados ni jueces. Somos testigos que, llamados al estrado, damos testimonio de que Jesucristo ha resucitado y vive, pero no acusamos, ni defendemos, ni damos un veredicto, ni dictamos sentencia. Sólo el pecado acusa, sólo el Espíritu Santo defiende y sólo Dios juzga los corazones.

Hacer proselitismo es transformarse, sin saberlo, en traficantes de esclavos de la fe. Es ir a la selva, capturar violentamente a otros e introducirlos a la fuerza en un barco negrero que jamás puede llevar el nombre de "Iglesia de Cristo". Los cristianos no somos comerciantes ni nos dedicamos a la trata de hombres. Somos misioneros que damos gratis lo que hemos recibido gratis (Mateo 10,8).
Dios respeta por encima de todo la libertad y la dignidad del hombre, y nunca fuerza ni quebranta su voluntad. Si Jesús jamás hizo proselitismo durante su vida pública ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?

Este afán de "captar esclavos para la fe" parte de una idea errónea y tergiversada del concepto y del proceso de conversión. La conversión espiritual o "metanoia" es un acto libre e interior de la voluntad por el que el hombre "se vuelve" a Dios, no por un empeño forzado. 

La conversión es siempre un movimiento "interno" del alma y nunca se provoca desde afuera, es decir, nadie convierte a nadie. Es uno mismo quien decide cambiar su corazón y transforma su mente al confrontar su vida ante Dios Todopoderoso, no por la acción empecinada de otro.

Forzar, obligar o presionar a cualquier persona para abrazar la fe no es obra de un cristiano sino de un sectario. Un seguidor de Cristo jamás irrumpe, coacciona y violenta un corazón, sino que lo conquista y lo atrae con el amor, con el ejemplo y con el testimonio de Jesucristo.
Imponer la Verdad por la fuerza, asaltar a las personas por la calle, "condenar" a quien no conoce a Cristo no es obra de un cristiano sino de un tirano. Un cristiano tan sólo anuncia y testimonia a Jesucristo, para que Su justicia y misericordia penetren en el alma con suavidad y firmeza al mismo tiempo.

Un cristiano sabe que "el mundo tiene más necesidad de testigos que de maestros" (Pablo VI) y que el fruto de la misión no le pertenece a él, sino que brota de la Gracia. Por ello, más que imponer lo absoluto y lo divino, lo ejemplariza y lo testimonia, mostrando el cielo en la tierra.

Cristo hace discípulos por atracción, no por imposición. El Señor hace amigos por fascinación, no "adeptos" por obligación. Jesús hace hombres libres, no esclavos. Por tanto, si somos discípulos de Cristo, ¿no deberíamos hacer lo mismo?

miércoles, 1 de abril de 2020

ALMA DE APÓSTOL

Amor y Perdón | Del Islam al Cristianismo | Testimonio Ex Musulmán
"Porque no nos predicamos a nosotros mismos, 
sino a Jesucristo, el Señor; 
nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús. 
Pues el mismo Dios iluminó nuestros corazones 
para que brille el conocimiento de la gloria de Dios, 
reflejada en el rostro de Cristo. 
Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, 
para que aparezca claro que esta pujanza extraordinaria 
viene de Dios y no de nosotros."
(2 Corintios 4,5-7)



Dios, en su bondad infinita, ha querido comunicarse con sus dones a toda su creacción y revelarse con sus bienes a sus hijos, los hombres, a través de su Hijo Jesucristo. 

En virtud de su Encarnación y Redención, Cristo es la única fuente de la participación en la vida divina. Nada hace Dios sino mediante su Hijo el amado, en quien se complace.

El Señor ha querido, a su vez, transmitir su amor por nosotros a través de la llama del apostolado, constituyendo su Iglesia y dotándola de una misión: que el hombre enseñe al hombre el camino de la salvación.

Podría haberlo hecho directamente, obrando en las almas, como lo hace en la Eucaristía. Pero ha querido precisamente que sea desde la herida del costado de Cristo en la cruz, desde donde surge la Eucaristía. 

Dios ha querido servirse de colaboradores para repartir su gracia a la humanidad. Ha "querido necesitarnos", como muestra de su gran ternura de padre hacia nosotros. Y por voluntad propia encargó este ministerio a su Iglesia, cuando le dijo al discípulo amado:"Ahí tienes a tu Madre" (Juan 19,27) 

Un Apostolado jerarquizado


Renuncia de Su Santidad el Papa – Diócesis de Ciudad RodrigoTodo apostolado está perfecta y gradualmente escalonado, y comienza por el clero, cuya jerarquía fue instaurada por el mismo Jesucristo con sus doce apóstoles a quienes envió hasta los confines de la tierra, y después, continuada por ellos, al nombrar obispos y sacerdotes, para que evangelizaran al pueblo de Dios. 

Junto al clero, están las órdenes contemplativas y las congregaciones de consagrados que difunden el bien espiritual y corporal a través de la oración, el servicio y la formación.

Y por último están los laicos, esos católicos fervientes, de corazones ardientes tras su encuentro con Jesús, y que aumentan exponencialmente la transmisión del mensaje apostólico del Evangelio, allí donde no llega el resto de la jerarquía.

Una Evangelización protagonizada



Teniendo siempre presente que Dios no hace nada sino mediante Jesús, también nosotros no podemos hacer nada sino mediante Jesús. Cristo, a través del Espíritu Santo, es el protagonista de toda evangelización.

No obstante, existe una tentación peligr
osa, la herejía de las obras, que consiste en adueñarnos de la evangelización, ocupándonos de las obras como si Cristo no contase, como si Él no fuera el protagonista de todo apostolado, o como si no fuera el autor de todas las gracias, que nos regala a través de su Espíritu Santo.

Esta herejía de las obras es el activismo febril d
el hombre, que trata de sustituir la acción de Dios, que ignora la gracia, que obvia la trascendencia, que omite la sobrenaturalidad y que olvidando la oración, aspira a destronar a Jesús por su orgullo vanidoso.

Yo no soy fan de Jesucristo – Blog del pastor Juan Carlos
Nuestro Señor, sabedor de nuestra debilidad y fragilidad pecaminosa, pone a nuestra disposición la solución para defendernos del orgullo, pecado por el que entran el resto de los pecados: la vida interior.

Sin la vida interior no es posible la existencia de un alma de apóstol, pues "en vano te entregarás a los demás, si te abandonas a ti mismo".

Una Misión interiorizada


La vida interior estructura y edifica toda alma de apóstol. Así nos lo enseñó nuestro Maestro: Treinta años de vida privada en recogimiento, y cuarenta días de desierto en penitencia, demuestran que sin oración no hay evangelización. 

Jesús Salva.: El cuerpo glorificado. Las transformación de los ...La vida exterior es más humana porque nos conecta con los hombres, mientras que la interior es más sublime porque nos conecta con Dios. 

La vida activa es agitada y convulsa, mientras que la interior es más segura porque es más reposada y serena.

La vida interior es más rica porque nos muestra la voluntad y nos da la gracia santificante necesaria para afrontar la vida exterior.

La vida interior, por la Eucaristía, atrae hacia el apóstol las gracias y bendiciones de Dios, y le santifica a través del buen ejemplo y del testimonio coherente.

La vida interior infunde en el alma del apóstol una trascendencia sobrenatural para irradiar con elocuencia la fe, la esperanza, la caridad, la bondad, la humildad, la firmeza, la mortificación y la conversión de las almas.

Alma de Apóstol

Toda alma de apóstol está inundada por la luz de Dios e inflamada por Su amor, y así, ilumina con sus reflejos y caldea con su fervor a los demás.

Toda alma de apóstol recibe antes de comunicar la misión que Dios le ha encomendado y está impregnada de su voluntad para establecer el propósito y los medios del apostolado con fe y piedad.

Toda alma de apóstol está libre de ruido y agitación (que hacen muy poco bien), y llena de silencio y escucha atenta (que hacen mucho ruido).

Toda alma de apóstol revela el amor de Dios, por los actos de su vida interior y manifiesta el amor al prójimo, por los actos de su vida exterior.

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Toda alma de apóstol tiene "corazón" (vida interior) que late continuamente, y "brazo" (vida exterior) que se mueve cuando se le requiere.

Toda alma de apóstol no separa nunca lo que Dios ha unido: la perfecta unión entre vida interior y exterior, entre vida contemplativa y activa.

Toda alma de apóstol atiende la salvación del prójimo sin menguar la suya, porque el Diablo nos llena de obras, mientras que Dios nos colma de gracias.

Toda alma de apóstol tiene siempre una elección que hacer: la santidad completa o la perversión absoluta, la humildad o la vanidad, la mansedumbre o el orgullo, el altruismo o el esgoísmo.

Toda alma de apóstol se equipa de pies a cabeza antes de lanzarse a la batalla de las obras (Efesios 6): 

La vida interior es la armadura del hombre de obras: resiste a las tentaciones y evita las asechanzas del demonio. 

Le ciñe de la pureza de intención: concentra en Dios sus pensamientos, deseos y afecciones, y le impide perderese en las comodidades, placeres y distracciones.

Le calza con la discrección y la modestia: armoniza sus obras con la sencillez de la paloma y la prudencia de la serpiente.

Le protege con el escudo de la fe: protege de las falsas doctrinas, del relativismo y de la mundanización.

Le refugia con el casco de la humildad y la oración: reconoce su debilidad y fragilidad, su incapacidad de salvación sin la gracia santificante y aumenta su confianza sobre la que se estrellan los golpes del orgullo y la rebeldía.  

Le arma con la espada del Evangelio: robustece su celo conla escucha y meditación de la Palabra, y aumenta su coraje con los Sacramentos, en especial, con la Eucaristía.


Bibliografía: 

"El alma de todo apostolado" (Dom. J.B. Chautard, Abad cisterciense)

martes, 28 de enero de 2020

IDENTIFICANDO PELIGROS EN LA EVANGELIZACIÓN

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"Todos los métodos son inanes sin el fundamento de la oración. 
La evangelización ha de estar siempre empapada 
en una intensa vida de oración.
Proclamar a Dios es introducir [a los demás] en una relación con Dios, 
es enseñar a orar. 
La oración es la fe en acción. 
Es hora de reafirmar la importancia 
frente al activismo y al creciente secularismo 
de muchos cristianos comprometidos en obras de caridad. 
El cristiano que ora no pretende ser capaz de cambiar el plan de Dios 
o de corregir lo que Él ha previsto, 
sino que, más bien, busca un encuentro con el Padre de Jesucristo, 
pidiendo a Dios que, con la consolación del Espíritu, 
lo conforte a él y a sus obras."
(Benedicto XVI)

La Iglesia, hoy más que nunca, necesita cristianos comprometidos con el gran desafío del siglo XXIla evangelización.

Durante mucho tiempo, quizás hemos puesto demasiado énfasis en la Cruz y en la muerte de Jesús, y hemos obviado (casi callado) que Jesucristo ha resucitado. 

Posiblemente, no hemos facilitado a otros una comprensión sólida de Dios, más allá de una vaga deidad, de una idea abstracta del mensaje evangélico o de un conjunto de normas. 

Y en los últimos años, nos hemos lanzado a la evangelización con buenos deseos de servir a Dios pero sin mucho conocimiento y sin apenas formación, por lo que es necesario que seamos capaces de identificar a lo que nos enfrentamos.

Para centrar el tema, lo primero que debemos saber es que el Diablo no quiere que las personas descubran el amor de Dios y por ello, trata de:

quitarle la iniciativa de la evangelización a Dios, haciéndonos creer que podemos "hacer cosas" para Dios sin confiarnos a Él, fiándonos sólo de nuestro esfuerzo y nuestra capacidad.

- quitarle el protagonismo de todo apostolado al Espíritu Santo, convirtiéndolo en una alocada multiplicación de actividades, donde el orgullo y la vanidad sustituyen a la gracia.

- quitarle la importancia de la predicación de su mensaje a Jesucristo, centrando toda la atención en nosotros mismos, en nuestros sentimientos, en nuestros problemas, en nuestras pérdidas y en nuestros sufrimientos.

Algunos de los peligros comunes que surgen en la evangelización son:

Activismo

El primer peligro de toda evangelización es el activismo. Muchos de nosotros, aunque comprometidos con una "vida de fe en acción, de Iglesia en salida", en ocasiones, nos dejamos llevar por un exagerado activismo...

Activismo es "hacer sin rezar", es decir, acción sin contemplación y, aunque la realicemos con buena intención, está condenada a la ineficacia. 

¡Cuántas veces nos lanzamos a "hacer cosas" sin pensar! o lo que es peor ¡sin rezar!

Ante la tentación o la duda, debemos ir a la fuente, mirar a Cristo. Jesús vivió siempre en intimidad con Dios antes de emprender cualquier tarea en sus tres años de vida pública, pero antes, estuvo cultivándola durante sus 30 años de vida privada. 

Este es el mayor ejemplo que Cristo nos ha dado: en toda circunstancia, cultivar nuestra vida interior. Nuestra relación con Dios es nuestro primer campo de misión. Sin intimidad con Dios, sin oración, es imposible llenarnos de Cristo. Y si no nos llenarnos de Cristo ¿cómo vamos a darlo a conocer a otros?

Por eso, debemos rezar. Orar es relacionarnos íntimamente con Dios, es decirle "sí’ a su gracia, es aceptar su invitación a unirnos a Él, a confiar en Él. Es entonces cuando todo "encaja", todo "resulta". 


Antes de evangelizar a otros, lo primero que debemos hacer es
 preguntarnos ¿me relaciono con Dios? ¿me dejo impregnar por su gracia? ¿me abandono a Él¿creo en el poder de la oración?

Secularismo

El segundo peligro al que nos enfrentamos es el “secularismo", es decir, el riesgo de sucumbir al pensamiento dominante del mundo, marcado por el relativismo y la negación de la Verdad

¡Cuántas veces pensamos que todo es relativo, que no existen verdades inmutables ni valores objetivos! ¡Cuántas veces pensamos que en la vida cristiana todo vale, aunque no sea verdad!

Nuestra fe cristiana, otrora un río de caudal enérgico, fijo y permanente por el que navegábamos hacia el mar, ha perdido sus márgenes y se ha convertido en un estanque plácido y apático, sin energía ni propósito, en el que todos flotamos, pero en el que no llegamos a ninguna parte.

Cuando una fe rebajada o descafeinada pone la Verdad en tela de juicio... Cuando un apostolado plácido e insulso pone el énfasis “en lo superficial”, en lo "efímero"... Cuando no testimoniamos a Cristo de una manera auténtica y radical, la evangelización pierde su sentido y toda su efectividad.

Recuperar una fe misionera sólo es posible una vez que hemos conocido el amor ardiente de Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14,6)

Entonces, recuperamos los márgenes, el caudal y la energía del río, para saber adonde ir, lo que hacer y hacerlo con pasión.

Egoísmo

El tercer peligro es caer en la apatía y la placidez de ese estanque que nos hemos "fabricado". Un "egoísmo" basado en una malentendida idea de la “libertad”, que nos conduce a la soberbia con la que pretendemos hacer lo que queremos, lo que nos conviene o lo que nos resulta más cómodo.

Por conveniencia, queremos "hacer de Dios", y no dejamos a Dios ser Dios, pretendiendo decir nosotros lo que se debe hacer.

Por comodidad, queremos determinar la esencia de la misión encomendada por Jesús a los apóstoles haciendo prevalecer nuestro propio parecer.

Por vanidad, deseamos convertirnos en los artífices de los métodos y en los autores de los frutos de la evangelización.  

¡Cuántas veces actuamos como si el éxito dependiera de la habilidad y destreza del albañil, y no del plan magistral del Arquitecto! 

¡Cuántas veces intentamos "captar" almas por y para nosotros, en lugar de conseguirlas de Dios y para Dios!

¡Cuántas veces queremos ser a toda costa "eficaces", "exitosos","resultadistas" o"relevantes"!

Con frecuencia, olvidamos que es Cristo quien se encuentra con nosotros en el camino, quien nos capacita y quien nos invita libremente a seguirlo. 

Cuando aceptamos su llamada y le seguimos, lo hacemos comprendiendo que nuestra misión no es nuestra sino de Cristo, que los resultados no son nuestros sino de Dios, que nada depende de nosotros sino de su Gracia.  

Nosotros, trabajamos y cosechamos como "siervos inútiles, haciendo lo que tenemos que hacer"

Dios está vivo, y ha resucitado para habitar en nuestros corazones, en nuestras vidas. Si no tenemos experiencia de Cristo vivo, poco evangelizaremos. Si no testimoniamos a Cristo en nuestras vidas, nuestro apostolado es estéril.

Recordando las palabras de San Pablo, “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”cuando Jesucristo vive realmente en nosotros, nuestros egos y vanidades desaparecen. Entonces, el fruto es abundante.

Sentimentalismo

Otro gran peligro de todo apostolado es ampararse en el sentimentalismo. Con él, el estanque plácido que hemos fabricado se convierte en un pantano turbio de emotividad.

Muchos que llegan a la fe por la evangelización, sucumben a la seductora inclinación de buscar sólo consuelo y refugio, como si de magia se tratara. 

Es la "religión del sentimiento" que deja fuera la dimensión inteligente y reflexiva de la persona, su capacidad de captar el carácter verdadero de aquello que anhela.

Es "la evangelización emotiva" que se refugia en un "hedonismo", en una búsqueda del placer, que le hace "sentirse bien", "a gusto" y que evita a toda costa el sufrimiento de la cruz.

El sentimiento diluye la fe, y por tanto, la misión, convirtiéndola en un acto absolutamente subjetivo, que deja de ser un acto sobrenatural de adhesión de la inteligencia (animada por la voluntad y con la ayuda de la gracia) a las verdades inmutables del cristianismo.

Sentirte bien no significa necesariamente que la fe sea fe. La fe cristiana no es una cuestión de sentimiento, es un acto de la inteligencia. La "razón" nos lleva a la verdad. La "emoción", posiblemente, al error.

Jesús no predicaba a sus discípulos con emociones ni sentimientos sino razonando todo lo que decía, a través de explicaciones, parábolas o ejemplos. 

Tampoco evangelizaba para sentirse bien o para que otros se sintieran bien, sino para darnos ejemplo, al coger su cruz y negarse a sí mismo por nosotros. 

La fe es negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Cristo (Marcos 8,34).

En conclusión, si abrazamos la evangelización, innata a la vida cristiana, de manera completa y confiada a la verdad, a la bondad y a la belleza de Cristo, la radicalidad del amor atraerá la atención del mundo. Entonces, cumpliremos la misión que nos ha sido encomendada.

Tratemos más de "mostrar", que de "decir", de "ser" más que de "hacer", de "dar" más que "recibir".

No les digamos a otros qué pensar ni cómo comportarse. No tratemos de hacer cosas ni de hacer sentir.

Mostremos a todos que la belleza del mensaje evangélico se basa en que muchos católicos comprometidos aman de verdad a los demás.

Testimoniemos a otros que la bondad de la Iglesia supera con creces las obras de caridad que realiza.

Demostremos a los demás que la Iglesia no es sólo una jerarquía de "hombres de blanco y negro, de alzacuellos y sotanas", sino que está formada por muchas personas que, siguiendo a Cristo, "dan la vida por los demás".

Manifestemos al mundo que la verdad del cristianismo se fundamenta en el amor que nuestro Señor que nos tiene, y hagámoslo llenos de coraje, entusiasmo y alegría.


Para reflexionar y profundizar:

- L'Ame de Tout Apostolat (El alma de todo apostolado), Jean-Baptiste Chautard

miércoles, 30 de octubre de 2019

SE TRATA DE "SER" MÁS QUE DE "HACER"

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"Ésta es vuestra vocación, 
pues también Cristo os dejó ejemplo 
para que sigáis sus pasos."
(2 Pedro 2, 21)

veces, confundimos términos que no significan lo mismo. Muchos católicos, con una mentalidad erróneamente formada o mal entendida, equivocan su vocación de apostolado. Creen estar evangelizando, cuando en realidad, se limitan a "hacer algo", a realizar una simple actividad humana.

Apostolado no es lo mismo que voluntariado:

El voluntariado realiza el bien a nivel humano: parte del hombre y llega al hombre. Es un acto que beneficia a quien lo realiza, tranquilizando y contentando su conciencia, y a quien lo recibe, consiguiendo un bienestar o aliviando alguna necesidad específica. Pero eso no es apostolado.

El apostolado realiza el bien a nivel divino: parte del hombre, llega a Dios y vuelve a los hombres. Es un acto de amor que sale del corazón del hombre y se dirige a Dios, que se encarna en las necesidades de los hombres, para luego volver al corazón del hombre a través del Espíritu Santo, que da testimonio sobre Cristo y produce el encuentro con Él.


El apostolado está basado en la acción del Espíritu Santo para que los hombres reciban y conozcan a Jesucristo, y, a través suyo, conozcan el amor del Padre. No se trata de que nos conozcan a nosotros ni de lo buenos cristianos que somos, sino de mostrar a Cristo.

Evangelización no es lo mismo que catequesis:

La catequesis es esperar dentro, para establecer métodos, hacer apologética, hablar o soltar discursos espirituales, para hacer adeptos o llenar parroquias. Es pensar que el fruto depende de nosotros.

La evangelización es salir fuera, para convertirse en instrumento y cauce para que la obra de Jesucristo suceda en las personas a través de su Espíritu Santo. Es dejar al Espíritu Santo hacer su obra. 

"Ser" mas que "hacer"

La evangelización no se hace, nace. Nace de Dios y por reflejo, también debe salir de los cristianos. Por eso, es tan importante la forma de "ser" de un evangelizador... que consiste, exclusivamente, en actuar según la forma de ser de Dios. Esto significa que si somos apóstoles y seguidores de Cristo, tenemos que configurarnos en Cristo

No bastan palabras. No bastan programas pastorales superficiales para cumplir el expediente. No bastan iniciativas pías para hacer niños buenos. No bastan metodologías voluntariosas que conducen al pelagianismo. No bastan retiros espirituales por doquier que no están fundamentados en la oración...porque todo eso es ¡Activismo vacuo!

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Jesús predicaba con gestos, actos y palabras. Escuchaba a la gente que se le acercaba. Siempre que emprendía una misión oraba. Llamó a hombres humildes y los convirtió en discípulos, enseñándolos y formándolos.  Y sólo después, nombró apóstoles. Cristo es nuestro modelo perfecto de evangelizador. 

Muchos creen que evangelizan, aunque todavía no son discípulos. No se puede ser apóstol sin ser primero discípuloNo bastan actividades "evangelizadoras" sin la formación suficiente que nos interpele a hacernos las preguntas correctas: ¿qué estoy haciendo? ¿qué espero que Dios haga? Y una vez que Dios haga lo que tiene que hacer, ¿qué debo hacer?

Cuando el Espíritu Santo realiza su obra y convierte corazones, no podemos conformarnos con llenar las parroquias de gente o de grupos. Si nos quedamos en esto, si no disponemos de un plan de acompañamiento, de formación, de discipulado, estaremos llenando de "okupas" la Casa de Dios , como los define P. James Mallon, en su libro "Divina Renovación".

Muchos quieren hacer cosas, pero no iniciar procesos. Muchos quieren "evangelizar" pero no comprometerse. Eso es un activismo estéril y precipitado, donde cobra más importancia el "hacer" que el "ser".

Esta "pseudo-evangelización" no parte de una comunidad cristiana, porque no tiene a Cristo como centro ni al Espíritu Santo como el protagonista, ni está sustentada por la oración, sino que son individuos que se juntan para "hacer evangelización". Ciegos y, a veces, hipócritas, se creen capaces de guiar a otros sin ver, sin conocersin haber dejado a Cristo entrar y reinar en sus corazones. 

Por eso caemos en errores de bulto como pretender convertir a la gente convenciéndola de venir a lo nuestro, se habla más que se escucha, se hace más que se es, se practica las condescendencia más que la humildad y el sentimentalismo más que la caridad... y nada de eso atrae. Al menos, no de una manera auténtica y duradera.

Expectativas

No hay nada de malo en llevar a la gente a la iglesia tras la experiencia de un encuentro con Jesucristo por medio del Espíritu Santo... pero hay algo más que nos dejamos en el camino: una propuesta explícita de adhesión y compromiso a Jesucristo. Y, finalmente, el discipulado.

De un evangelizado no se espera que se convierta en un místico... sino que, al ver su vida desde los ojos de Dios, se reconozca pecador, se arrepienta, se abra a la acción del Espíritu Santo y se entregue libremente a Jesucristo.
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Y de un evangelizador sólo se espera que anuncielo demás depende de la acción de Dios y de la libertad de la persona... pero cuántas veces caemos en un lenguaje y una actitud de corazón condescendiente que trata de convertir en vez de anunciar. 

Y es que caemos continuamente en el error de hacer discursos del "yo", en lugar de ser medios del obrar de Dios. Y el discurso no convierte, por más que sea acertado y verdadero. Convierte Jesucristo por medio del Espíritu Santo.

Eso no lleva a ningún lugar. Porque no es evangelización sino proselitismo. Cualquier padre engendra hijos para cuidarlos y enseñarlos, no para abandonarlos en la calle recién nacidos.

Por eso, tenemos que elaborar un plan de contingencia para comenzar a evangelizar, no desde el "hacer" de un estéril activismo, sino desde el "ser "de una auténtica comunidad cristiana.  

Pongamos un ejemplo: los retiros de conversión (Emaús, Effetá, Amor Conyugal, etc.).

-Se trata de pensar más en el proceso que en la acción puntual, en el post-retiro que en el propio retiro, en cómo adherir a los evangelizados a la comunidad cristiana que en cómo hemos disfrutado el fin de semana.

-Se trata de no querer tomar atajos, ni calmar conciencias, ni caer en la auto-satisfacción o la auto-referencialidad con formulaciones tipo “yo he servido en tantos retiros...”, en lugar de “Aquí estoy, Señor , para hacer tu voluntad”.
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-Se trata de vivir la fe como hacían las comunidades cristianas del siglo I que nos narra Lucas en los Hechos de los Apóstoles... y seguir escribiéndolo. Más que hacer, ser; más que discursos, hechos… de los apóstoles del siglo XXI.

-Se trata de contagiar con el ejemplo. El amor es mucho más sutil y atractivo que ir a un “alejado” a soltarle un "ladrillo" para que venga a nuestro terreno. Esto último, sencillamente, no evangeliza. ¡Espanta!

Cuando "hacemos" más que "somos", cuando "decimos" más que "servimos", la personas perciben ideología y palabrería en lugar de autenticidad y sinceridad, y ningún método, por bueno que sea, resulta fructífero.

La evangelización es una disposición de la voluntad donde debemos preguntarnos, no tanto si somos capaces de hacer cosas como de si estamos dispuestos a ser auténticos apóstoles de Cristo.

sábado, 17 de agosto de 2019

EL CRECIMIENTO EFICAZ DE LA IGLESIA PRIMITIVA


El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña el modelo de expansión milagrosa y crecimiento eficaz de la Iglesia que empieza a raíz de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo. 

Al principio, la Iglesia contaba con, al menos, 120 creyentes, que oraban constantemente. "Todos ellos hacían constantemente oración en común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos. Un día de aquellos, en que se habían reunido unos ciento veinte" (Hechos 1, 14-15).

Tras Pentecostés, las conversiones se producían continuamente y los cristianos aumentaban exponencialmente, llegando a 3.000 bautizados."Y los que acogieron su palabra se bautizaron; y aquel día se agregaron unas tres mil personas."
(Hechos 2, 41).

El número de cristianos había crecido hasta los 5.000. "Muchos de los que oyeron el discurso creyeron; y el número de los hombres llegó a unos cinco mil." (Hechos 4, 4). Si contamos a las mujeres y a los niños, la iglesia tenía al menos 15.000 personas.
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Los cristianos seguían creciendo en numero y se producían muchos milagros. "Y el número de hombres y mujeres que creían en el Señor aumentaba cada vez más. De las aldeas próximas a Jerusalén acudía también mucha gente llevando enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos eran curados." (Hechos 5, 14-16). "La palabra de Dios crecía, el número de los fieles aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos sacerdotes abrazaban la fe." (Hechos 6, 7).

La Iglesia crecía y, a la vez, era perseguida. La persecución hizo que los cristianos se dispersaran por todo el mundo conocido, produciendo así la expansión de la fe cristiana.

Uno de los mas fervientes perseguidores de los cristianos fue Saulo, quien, camino de Damasco, se convirtió milagrosamente. Y así, nació en la Iglesia la gran figura del Apóstol de los Gentiles, San Pablo, que llevó el mensaje de Cristo hasta los confines de la tierra.

Con la predicación de San Pablo, la Iglesia de Cristo crecía y se multiplicaba, pasando de los judíos a los gentiles. "Mientras tanto la palabra del Señor crecía y se multiplicaba." (Hechos 12, 24). "La palabra del Señor se difundía por todo el país." (Hechos 13, 49). 
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Con los viajes evangelizadores de San Pablo, se fundaban muchas iglesias y se instituían presbíteros. "Instituyeron presbíteros en cada Iglesia" (Hechos 14, 23). "Muchos judíos abrazaron la fe, así como gran número de paganos, mujeres distinguidas y hombres." (Hechos 17, 12).

Hechos 21,20 nos relata que la Iglesia contaba con decenas de miles de cristianos. Podríamos estar hablando probablemente  de 50.000 a 100.000 cristianos.

En sólo 25 años, la Iglesia de Cristo creció y creció de forma milagrosa. ¿Por qué? ¿Cuál fue la razón de este crecimiento?

La clave del crecimiento 

En Hechos 5, 42 nos da la clave de este crecimiento: "Todos los días pasaban tiempo en el templo y en una casa tras otra. Nunca dejaron de enseñar y decir las buenas noticias de que Jesús es el Mesías". 
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Se reunían en grupos  grandes en el templo para el culto y proclamar la Palabra, y en grupos pequeños en casas para hacer comunidad y formarse. 

Este modelo bíblico tan eficaz todavía funciona hoy pero apenas lo utilizamos. Si queremos que nuestras parroquias crezcan, tenemos que reunirnos en grupos pequeños para afianzar la comunidad, y en grupos grandes, para alabar a Dios. Y sobre todo, "nunca dejar de enseñar".

¿Qué hicieron estos primeros grupos pequeños? ¿Cuáles fueron los pilares sobre los que se construyó y creció la Iglesia de Cristo?

Discipulado

Los apóstoles ponían en práctica el mandato de Cristo "Haced discípulos". Enseñaban en el templo el domingo, y la gente estudiaba sus enseñanzas con mayor profundidad en sus hogares. 

No dejaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva ni un solo día. Al hacerlo, todos crecían y maduraban espiritualmenteAquí está la cuestión: anunciamos a Jesús pero no enseñamos acerca de Él. Y sin alimento, no se puede madurar.

La formación es nuestra asignatura pendiente. Y lo es porque la damos por hecho, y mucha gente desconoce aspectos doctrinales básicos.  La fe que no se enseña ni se comparte, se pierde.

Resultado de imagen de la iglesia primitiva
"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles." 
(Hechos 2, 42)

"No dejaban un día de enseñar, en el templo y en las casas, 
y de anunciar la buena noticia de que Jesús es el mesías." 
(Hechos 5,42)

Comunidad

Eran constantes. Perseveraban. Hacían comunidad. Vivían en fraternidad y unidad. Compartían todo.

Comían juntos y desarrollaban relaciones entre sí. Alababan a Dios y eran bendecidos con su gracia.

¡Cuántas veces nuestra inconstancia y falta de compromiso hace que nos rindamos! ¡Cuántas veces miramos hacia otro lado ante las necesidades de nuestros hermanos! ¡Cuántas veces "consumimos" una fe particular y privada! ¡Cuántas veces chismorreamos y juzgamos a los demás creando división!
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"Eran constantes en la unión fraterna (...).
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. 
Vendían las posesiones y haciendas, 
y las distribuían entre todos, 
según la necesidad de cada uno". 
(Hechos 2, 42 y 45)

"Partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación." 
(Hechos 2, 46 y 47)

Adoración

Estos primeros grupos pequeños de cristianos participaban en la comunión y adoraban juntos en el templo. Iban todos los días. Vivían la Eucaristía.

Los Apóstoles perseveraban en  la oración, en el culto y la proclamación de la Palabra.

¡Cuántas veces nos olvidamos de rezar! ¡Cuántas veces acudimos a misa pero estamos "ausentes", pensando en nuestras cosas!
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"Todos los días acudían juntos al templo
(Hechos 2, 47)

"Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra" 
(Hechos 6, 4)

Servicio

Se ayudaban los unos a otros por caridad. Vendían sus posesiones para ayudar a los que lo necesitaban. Se apoyaban mutuamente.

Todo lo tenían en común. No había mendigos ni indigentes. Repartían todo a quienes tenían necesidades.

¡Cuántas veces vamos cada uno a lo nuestro! ¡Cuántas veces acaparamos "nuestras cosas" y no las compartimos! ¡Cuánto nos cuesta repartir nuestros dones y nuestros recursos con los demás!
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"Vendieron propiedades y posesiones para dar a cualquiera que lo necesitara" 
(Hechos 2,45)

"Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, 
y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, 
sino que tenían en común todas las cosas(...) 
No había entre ellos indigentes, 
porque todos los que poseían haciendas o casas las vendían, 
llevaban el precio de lo vendido, lo ponían a los pies de los apóstoles
 y se repartía a cada uno según sus necesidades." 
(Hechos 4, 32, 34 y 35)

Evangelización

Anunciaban la Palabra de Dios y evangelizaban. No podían callar lo que habían visto y oído.

Los Apóstoles no se quedaban quietos. Iban y evangelizaban por todas las aldeas. Era, en efecto, una "Iglesia en salida".

Si las personas se convertían a la fe en Cristo diariamente, ¡eso significa que la Iglesia veía al menos 365 conversiones al año! Dios bendecía estos grupos haciendo crecer el número de creyentes todos los días.

¡Cuántas veces pensamos que eso de evangelizar es labor de curas! ¡Cuántas veces creemos que eso no va con nosotros! ¡Cuántas veces preferimos la propia comodidad frente al sacrificio por otros!
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"Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (...) 
y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios." 
(Hechos 4, 20 y 31)

"El Señor añadía a su número todos los días a los que se salvaban". 
(Hechos 2, 47)

¿Por qué fue eficaz?

La Iglesia Primitiva fue eficaz porque:

la fundó Jesucristo.
- estaba llena del Espíritu Santo. 
- era un estilo de vida de amor y alegría.
- estaba unida y utilizaba los dones de todos.
vivían la Eucaristía y rezaban a diario.
se formaban y testificaban con su vida.
todos eran apóstoles misioneros.
compartían todo y se ayudaban mutuamente.
- creaban comunidad en grupos.

Estos pequeños grupos que describe el libro de Hechos constituyeron un microcosmos dentro de la Iglesia. Células evangelizadoras que multiplicaron la gracia de Dios, desde lo pequeño a lo grande, desde el interior al exterior, haciendo crecer y fructificar a la Iglesia.

Y lo hicieron a través de los cinco propósitos de la Iglesia: Adoración, Comunidad, Discipulado, Servicio y Evangelización. 

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La Iglesia actual debe fijarse en la primitiva. Sólo si tenemos a Cristo como centro y nos llenamos de Espíritu Santo, pueden ocurrir milagros. 

Sólo si aplicamos los cinco propósitos de la Iglesia de forma natural, el crecimiento será automático y exponencial. Sólo si existe amor y alegría entre nosotros, los demás querrán tener lo que nosotros tenemos y unirse a nosotros. 

¿Ponemos esos propósitos en marcha en nuestras parroquias? ¿Imitamos el modelo de la Iglesia primitiva para que crezca nuestra Iglesia? ¿Seguimos nosotros hoy escribiendo el libro de los Hechos de los Apóstoles?