¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 12 de diciembre de 2019

"SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR"

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"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, 
que prefieren rezar de pie en las sinagogas 
y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. 
Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 
Tú, cuando reces, entra en tu habitación, 
cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; 
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, 
que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. 
No hagáis como ellos, 
porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis 
antes de que vosotros le pidáis" 
(Mt 6, 5-8)


A menudo, me pregunto ¿cómo rezo? ¿es eficaz mi oración? ¿es sincera? ¿sé a quien me dirijo? ¿es escuchada por Dios? ¿me responde? ¿sé cómo debo rezar? ¿soy "resultadista"? ¿qué es la oración? ¿para qué sirve?

Creo que para responder a todas estas preguntas, primero tengo que pedirle a Jesús, como hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1). 

Entonces, al escucharle, medito sobre a quién me dirijo, cómo, dónde y cuándo lo hago, y qué digo.

¿A quién rezo?
Lo primero y lo más importante de todo, es que tengo que ser consciente de que cuando rezo, no me estoy dirigiendo a cualquiera. No estoy hablando de igual a igual. Estoy hablando con Dios Padre. Me dirijo al Creador de todo. 

Cristo, con la oración perfecta, el Padrenuestro, me enseñó cómo dirigirme a Dios como a un Padre que me ama, pero que, además, es mi mejor y más fiel amigo: "Padre nuestro que estás en el cielo" (Mt 6, 9-13).

La oración es una gracia que Dios me regala para comunicarme y relacionarme con Él, para que, a través de las inspiraciones de Su Espíritu, me suscite el conocimiento de su voluntad

Por tanto, es un privilegio que me concede, por el cual puedo hablar sincera y humildemente con Dios. Y siempre con sumo respeto, aunque con intimidad, familiaridad y espontaneidad. Como le habla un hijo a su padre.

Sabiendo a Quien rezo, tengo la certeza de que Dios siempre me escucha, como un padre escucha a su hijo amado. Aunque no siempre un padre concede todo lo que le pide su hijo, bien porque no es el momento o porque no es conveniente. 

Lo que sí sé es que un padre no le niega nada bueno a su hijo: "Todo lo que pidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11, 24).

Otra cosa es cómo lo hago y qué digo.
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¿Cómo rezo?
Es importante que sepa que la oración no es una hoja de reclamaciones donde expongo mis quejas y peticiones. No es una lámpara mágica cuyo genio me concede todos mis deseos. Tampoco es una declaración de mis intenciones ni un manifiesto resultadista de mi voluntad.

Para que mi oración sea eficaz, debo rezar:
con una actitud de alabanza y obediencia: "Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino" (Mateo 6,10).  "Te alabo y te doy gracias, porque me has dado sabiduría y fuerza, me has manifestado lo que habíamos pedido" (Dn 2, 23).

- en acción de gracias: "Dad gracias en toda ocasión" (1 Tes 5, 18). "En toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias." (Flp 4,6).

en conformidad con Su voluntad"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6, 10). "Ésta es la seguridad que tenemos en Dios: que si pedimos algo según su voluntad, nos escucha" (1 Jn 5, 14).

- con fe y confianza "Pedid con confianza, sin dudar nada" (Stg 1, 6). "Tened fe en Dios." (Mc 11,22-24).

en una disposición de súplica y arrepentimiento: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12)

- continuamente y sin desfallecer. San Pablo me exhorta a "Orad sin cesar" (1 Tes 5, 17). San Lucas me muestra "sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás" (Lc 18, 1).

- con un espíritu de perdón hacia los demás: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas" (Mc 11,25-26).

- en nombre de
Cristo: "Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14,13-14).

- en estado de gracia"Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder" (Stg 5,16). 

Es el poder de mi fe y de mi confianza en el Señor, y no la elocuencia ni la sabiduría o la longitud de mi oración, lo que agrada a Dios. 

Tratar de impresionar a Dios con mis palabras rebuscadas o con mi conocimiento de las cosas sólo es vanidad y no es eficaz ni correcto. 

Además, Dios sabe cuáles son mis necesidades y mis preocupaciones, incluso antes de que se las pida: "Vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros le pidáis" (Mt 6,8).

Otro impedimento que hacen mi oración ineficaz es pedir mal, con motivos equivocados y deseos egoístas: "Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos" (Stg 4,3).

¿Qué pido?
Jesús me enseña a pedir por mis necesidades físicas y espirituales: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Mt 6, 12). "La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido" (Stg 5, 15).

También, le pido a Dios que me ayude y me de fortaleza ante las dificultades y los problemas: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal" (Mt 6, 13).

Y sobre todo, le pido que aumente mi fe y mi perseverancia: "Yo creo. Ayúdame a creer más" (Marcos 9, 24). "Acrecienta nuestra fe"(Lc 17, 5).
Y
también pido siempre por los demás y por sus intenciones. 

Pido por los que sufren, por los que están angustiados, por las vocaciones, por los sacerdotes que conozco, por mi familia, mis amigos, mis hermanos y por todos los que llevo en mi corazón: 

"Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 19-20). 

"Pedid constantemente por todos los creyentes" (Ef 6, 18). 

"Si muchos piden a Dios por nosotros, muchos le darán gracias por los favores que nos concede" (2 Cor 1, 11).
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¿Dónde y cuándo rezo?
¿Cuál es el mejor momento y el mejor lugar para rezar? 
Lo ideal es orar ante el Santísimo Sacramento, en la Eucaristía, donde siempre me espera pacientemente.

Pero si estoy en cualquier otro lugar, basta con que disponga mi corazón y me concentre, para no distraerme. Por eso, es aconsejable que busque un lugar y un ambiente de recogimiento y de silencio.

El silencio es muy importante porque en él, habita Dios. Al Señor nunca le puedo encontrar en el tumulto, en el ruido, en la agitación. 

Por eso, debo imitar a Jesús, quien se retiraba siempre para orar al Padre: "Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar"(Lc 5, 16). "Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar"(Lc 22, 41). 

¿Cuál es el mejor momento para rezar? La Palabra de Dios me dice que "en todo momento"

Cuando estoy cansado, agobiado, preocupado o angustiado, descargo en Dios mis problemas, mis agobios y preocupaciones.

A Él se los dejo y, Él los acoge
con gusto y me alivia: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy afable y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11, 28-29).

P
ero también, cuando estoy bien y en paz, me acerco a Dios para darle gracias por todos los dones y regalos que me da, para alabarle y adorarle.

El Salmo 5 es una guía maravillosa para saber cómo dirigirme a Dios:

"Escucha mis palabras, Señor, atiende a mi gemido, 
oye la voz de mi lamento, Rey mío y Dios mío. 
A ti, Señor, te invoco; de mañana me escuchas, 
de mañana me dirijo a ti y me quedo esperando. 
Tú no eres un Dios que se complace en la injusticia, 
el malvado no puede ser tu huésped. 
Los soberbios no resisten delante de tus ojos, 
aborreces a todos los malhechores, 
llevas a la ruina a los mentirosos, 
al hombre explotador y fraudulento el Señor lo detesta. 
Mas yo, por tu infinita bondad, entro en tu casa, 
me postro hacia tu templo con toda reverencia. 
Guíame tú, Señor, por tu justicia, 
frente a mis opresores, allana tus caminos ante mí. 
Que se alegren en cambio los que en ti confían, 
que siempre estén alegres, porque tú los proteges; 
que se gocen en ti los que aman tu nombre. 
Pues tú, Señor, bendices al que es justo, 
como un escudo lo protege tu favor."

miércoles, 17 de julio de 2019

EL ROSARIO: ORANDO CON MARÍA

Reconozco que hace unos años, apenas pensaba en La Santísima Virgen. Tampoco creía que Ella fuera el mejor y más perfecto camino para llegar y conocer a Jesús. Y mucho menos, rezaba el Rosario. 

Me parecía (como a muchos, por desconocimiento) aburrido, repetitivo y de "personas mayores". Me parecía que era "hacer de menos" a Jesús para "hacer de más" a María.

Después de algunos acontecimientos suscitados por la Gracia, sobre todo, en mi primer viaje a Medgujorge, Ella me enseñó a rezar con Ella y por Ella a Dios. 

María me enseñó a rezar el Rosario para aprender a amar a su Hijo como Ella le ama; para aprender a sufrir con Ella como Ella sufre y para aprender a gozar con Ella como Ella goza.

María me enseñó que rezar el Rosario no es repetir oraciones "como un loro" sin interiorizarlas, ni tampoco contemplar Misterios sin entenderlos, sino que es "insertarse" en las oraciones y en las situaciones que meditamos juntos.

Porque Ella...lo hacía y lo hace conmigo. Me lleva de la mano y me muestra a su Hijo. De un "plumazo", empecé a conocerles a ambos en toda su extensión y plenitud.

Rezar a María y con María no nos aleja de Jesús. Es todo lo contrario. Ella es espejo de Jesús. La Virgen nos lleva a contemplar a su Hijo. 

Además, la Virgen nos lo pidió en Fátima, el 13 de mayo de 1917,hace más de cien años: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.

El Santo Rosario es una fuente de gracias espirituales interminables y un arma poderosa para pedir a Dios por medio de su Madre.

El Santo Rosario es, sobre todo, una oración contemplativa, reflexiva y tranquila:

"Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: 'Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad' (Mateo 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza" (Papa Pablo VI).

Es una oración que une y cohesiona la oración vocal con la mental:

Oración vocal

El Padre
 Nuestro, el Ave María y el Gloria forman la oración vocal del Santo Rosario:

-El Padre Nuestro, enseñado por el mismo Jesucristo, es la oración mas perfecta, sublime y sencilla a la vez: todo lo que el cristiano puede y debe pedir a Dios está expresado en él.

En la primera parte, pedimos la gloria de Dios, último fin de todas las cosas en su conocimiento, en la exaltación de su santo nombre y en el advenimiento de su Reino. Pedimos el reino de la gracia en las almas, el reino de la Iglesia en el mundo y el reino de la gloria en el cielo.

En la segunda parte, imploramos gracias para nosotros, que Dios nos conceda los bienes necesarios y, en su misericordia, nos libre de los males especialmente del más grande de todos los males: el pecado.

-El Ave María, es la oración de veneración a la Virgen, con la que le recordamos a Ella la plenitud de la gracia que Dios le otorgó, la sobrehumana dignidad a la cual fue exaltada, las virtudes que le merecieron tan excelsos honores, el inefable elogio que Dios hizo de Ella por medio del Arcángel Gabriel y las felicitaciones de su prima.

Luego le rogamos a Ella que interceda ante Dios con sus omnipotentes oraciones (omnipotencia suplicante, según San Bernardo) para nuestro bien, en todos los momentos de nuestra vida y sobre todo, en el decisivo instante de la muerte.

-El Gloria (al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo) que se reza entre cada una de las decenas del Rosario, es una oración de alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad que también se debe meditar.

Oración mental

El Santo Rosario es una oración mental con el que recordamos los Misterios principales de nuestra fe.

Es una oración con el corazón en la que contemplamos
 "in situ" la vida de Jesús y la de su santa Madre.

Cuando rezamos el Santo Rosario, nos ponemos en la presencia de Dios, de la mano de María, y mientras nuestra boca repite las oraciones vocales, nuestra mente se traslada con el pensamiento a cada momento de las vidas de Jesús y María, al considerar cada uno de los Misterios:

Los Misterios Gozosos (Lunes y Sábado) nos muestran el anuncio y la infancia de Jesús. Nos enseñan el valor de las humillaciones ofrecidas a Dios, de las renuncias, de la sujeción a la voluntad de Dios
-La Anunciación del Ángel a la Virgen María y la Encarnación.
-La visita de María a su prima Isabel.
-El Nacimiento de Nuestro Señor.
-La Visita y Presentación de Jesús en el Templo
-Jesús perdido y encontrado en el Templo.

Los Misterios Dolorosos (Martes y Viernes) nos recuerdan que la vida cristiana está llena de sufrimiento y de dolor, de tentaciones y de pruebas:
-La Agonía de Jesús en Getsemaní.
-La Flagelación de Jesús,.
-La Coronación de espinas.
- Jesús lleva la cruz a cuestas.
- La Crucifixión y Muerte de Jesús.

Los Misterios Gloriosos (Miércoles y Domingo) nos elevan y alimentan nuestro valor en la lucha y en la esperanza de seguir a Jesús en el triunfo y en la Gloria:
-La Resurrección de Jesús.
-La Ascensión de Jesús a los cielos.
-La Venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles.
-La Asunción de María.
-La Coronación de la Virgen como Reina de cielo y tierra.

Los Misterios Luminosos (Jueves) nos enseñan la vida pública de Cristo, desde su bautismo hasta la víspera de su Pasión:
-El bautismo de Jesús en el río Jordán.
-La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.
-El anuncio del Reino de Dios.
-La transfiguración de Jesús.
-La institución de la Eucaristía.

Promesas de la Virgen María

Además, la Iglesia católica señala quince promesas que el beato francés, Alain de La Roche, declaró recibir de la Virgen María, destinadas a quienes recen devotamente el Rosario.

ël fue quien restableció la devoción al Rosario, enseñada por Santo Domingo de Guzmán, apenas un siglo antes, y olvidada tras su muerte

Las promesas son las siguientes:

Resultado de imagen de el rosario-El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

-Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

-El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

-El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevarán a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!

-El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

-El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en las gracias si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

-Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.

-Quiero que todos los devotos de mi Rosario tengan en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

-Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

-Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

-Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

-Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

-Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

-Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

-La devoción al Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.