“Quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo”
(San Jerónimo)
El Señor sale siempre a nuestro encuentro para revelarse, para darse a conocer. Y lo hace, fundamentalmente, encarnándose en su Palabra, Cristo, el Logos. Toda la Sagrada Escritura, desde el principio hasta el final, habla y se cumple en Jesucristo.
Cada vez que escuchamos la Palabra, Dios pasea y dialoga con nosotros, como lo hacía con Adán en el Edén. Y cada tarde, le vamos conociendo un poco más, le vamos amando un poco más.
¡Qué importante es leer, escuchar, meditar y guardar Su Palabra en nuestro corazón! ¡Qué difícil es conocer a Dios si no le escuchamos! ¡Qué difícil es amar a Dios si no le conocemos! ¡Qué difícil es responder a Dios si no le amamos!
Escuchar a Dios a través de su Palabra, conocerle a través de Jesucristo, guiados por el Espíritu Santo, es indispensable para llegar a amarle y darle nuestro "Hágase".
Sin embargo, muchos católicos apenas leemos su Palabra, y por eso, apenas le conocemos (y apenas le amamos). Quizás, porque no sabemos cómo escucharle, no entendemos qué nos dice o no somos capaces de interpretar lo que nos dice.
Y es porque seleccionamos sólo alguna parte de la Escritura, el Nuevo Testamento (los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles o las cartas de San Pablo). Es como... si le concediéramos a Dios una cita breve, en la que sólo llegamos a conocerle parcial o superficialmente.
Evitamos el Antiguo Testamento (los libros históricos, los proféticos, los Salmos o los Proverbios) como si no fuera con nosotros o para nuestro tiempo. Es como... si le dijéramos a Dios que hay cosas de Él que no nos interesan.
Y qué decir, del Apocalipsis, un libro que casi nadie entiende...y donde se encuentra el gran plan de Dios, realizado y cumplido en el Cordero. Es como...si le dijéramos que no va con nosotros.
Pero Dios quiere que le conozcamos a fondo. "No ha reparado en gastos". Y para ofrecernos su amor, además de la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia, nos ha dejado escrita su Palabra.
Autoría y Propósito
La Palabra de Dios sale de su propia boca, es inspirada por Dios para enseñarnos, guiarnos y llevarnos a la santidad, mediante las obras: "Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena (2 Tim 3, 16-17).
Dios Trino revela en la Escritura su amor por nosotros y su querer, es decir, su voluntad para nosotros.
Y lo hace hablando a su Iglesia de forma comunitaria y de forma particular, para darnos a conocer Quién es Él, quiénes somos (soy) para Él, cuál es su plan de amor para cada uno de nosotros (para mí en particular) y qué debemos (debo) hacer para cumplir su voluntad y alcanzar su amor.
Descubrimiento y Encuentro
La Biblia no es un libro. La Palabra es "Alguien": es Cristo. Toda la Escritura habla del “Verbo”, la “Palabra” misma, el Centro de la Revelación. Y el propósito de la Biblia es que le descubramos.
Y, Jesús, como hizo con los dos de Emaús, sale a nuestro encuentro y se hace el encontradizo con nosotros; caminando siempre a nuestro lado, nos pregunta qué preocupa a nuestros corazones y nos escucha atentamente mientras le contamos todas nuestras pérdidas, nuestros “rollos”; nos explica las Escrituras, como hizo con los discípulos, incendiando nuestros corazones; y finalmente, le invitamos a nuestra casa, a nuestra parroquia, es decir, a la Eucaristía, donde Él se convierte en Anfitrión.
Cristo, el Verbo, se revela y se da al mundo en la Eucaristía: desde el ambón, con su Palabra y desde el altar, con su Cuerpo. Comulgamos, primero, su Palabra y después, su Cuerpo.
Es en la Liturgia, donde le escuchamos y le celebramos. Y Él parte para nosotros el pan. Entonces, le reconocemos, nuestros ojos se abren y nuestras vidas se transforman.
La Palabra es un maravilloso encuentro con un Dios:
- que nos ama, nos busca, nos reúne y nos guía (Buen Pastor, Jn 10)
- que nos perdona siempre y nunca deja de amarnos (Hijo Pródigo, Lc 15)
- que nos da seguridad y paz interior (Tempestad en la barca, Mt 8;Mc 4;Lc 8)
- que camina siempre a nuestro lado y conversa con nosotros (Emaús, Lc 24)
- que nos enseña con una pedagogía única (a través de más de 50 parábolas).
Intimidad y Familiaridad
Jesús es tajante: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen." (Mt 12, 46-50; Lc 8, 21).
Dios, que es eterno, no se queda en lo temporal. Y aunque nos manda, por supuesto, amar a nuestra madre, a nuestro padre y a nuestros hermanos, nos señala que lo importante son los lazos de sangre, sino los lazos de amor: quienes escuchan y cumplen la Palabra de Dios son su familia.
Guía y Alimento
La Palabra de Dios es el Pan de Vida, es el Maná del cielo, es Cristo, el pan nuestro de cada día, que pedimos en el Padrenuestro, es nuestro alimento: "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). El católico encuentra su alimento, su fe, su sentido y su fuerza en la Palabra de Dios.
Por eso, ¡qué importante es escucharla en actitud orante, con sentido espiritual! ¡qué importante es acudir al Espíritu Santo para rezar la Palabra para no quedarnos en la literalidad humana, para poder escuchar lo que quiere decirnos.
La Sagrada Escritura es nuestra guía para encontrarnos con Jesucristo, “el Camino, la Verdad y la Vida”. A Dios no le podemos encontrar si no es en la Biblia. O mejor dicho: a Dios le podemos encontrar en muchos sitios, en la creación, en la oración, en nuestros hermanos... pero es en Su Palabra, donde más fácilmente le encontramos. Dios quiere que le conozcamos, se deja conocer. Y lo ha dejado por escrito, en su Palabra.
Por eso, ¡qué difícil se nos hace a los católicos escuchar cuando rezamos! ¡cuánto nos cuesta dialogar con Dios! ¡cuánto queremos decirle y qué poco queremos que nos diga!
Camino y Conquista
La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. El Espíritu Santo nos guía y nos ilumina para que la escuchemos con los oídos y la meditemos con el corazón; y del corazón ardiente pasar a las manos, a las obras.
Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios en nosotros:
oído 👉 corazón 👉 obras, es decir, del Padre 👉 al Hijo 👉 al Espíritu Santo.
La Biblia se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas y vueltas (Jos 6,1-27); orándola, meditándola y guardándola en nuestro corazón, a ejemplo de la Virgen (Lc 2,19).
El camino de la Palabra es escuchar y cumplir la voluntad de Dios. Y la conquista de la Palabra es llegar a la Tierra Prometida.
Valor e Importancia
Toda la Palabra de Dios (Antiguo y Nuevo Testamento) tiene un valor permanente: "La palabra de nuestro Dios permanece para siempre" (Is 40,8) y eterno: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35).
Además, posee un sentido de unidad y de plenitud. Jesús mismo lo dice: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud" (Mt 5,17).
La Palabra de Dios no puede entenderse si no es en su conjunto: el Antiguo Testamento prepara la venida de Cristo, contiene la Ley de Dios (que no está abolida), enseñanzas para nuestra salvación y tesoros de oración (que no están caducadas); el Nuevo Testamento da cumplimiento a todo el Antiguo Testamento y nos proporciona la verdad definitiva de la revelación divina.
La Escritura es además, útil para nuestras vidas. Nos habla a todos y a cada uno de nosotros hasta lo más profundo. Nada se escapa a su sabiduría: "La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Hb 4,12-13).
Además de escucharla, debemos guardarla: "Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro" (Ap 22,7) cumplirla: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" (Lc 11,28) y ponerla en práctica: "Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos" (Stg 1, 22).
Y ponerla en práctica significa y .
Sentido e Interpretación
La Sagrada Escritura tiene dos sentidos de interpretación:
-Literal: lo que nos quiere decir el autor. El autor o hagiógrafo inspirado nos relata hechos y situaciones que revelan a Dios.
-Espiritual: lo que nos quiere decir Dios. El Espíritu Santo hace viva la Palabra en cada uno de nosotros y nos dice siempre algo. El sentido espiritual se divide en tres tipos:
- Alegórico: lo que debemos interpretar. Es el significado simbólico de lo que leemos en la Biblia. Toda habla de Cristo y se cumple en Cristo. Por tanto, debemos buscar su significación en Cristo.
- Moral: lo que debemos hacer. Es el significado formativo por el cual Dios nos instruye para saber cómo tenemos que obrar.
- Anagógico: lo que debemos buscar. Es el significado escatológico de las realidades y situaciones que nos conducen a la Jerusalén celeste, a la vida eterna.
Dios nos ha dado su Palabra para que le escuchemos, para que le conozcamos y para que le amemos.
Es su carta de amor para nosotros.