¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 6 de agosto de 2015

¿CUÁLES SON LAS PRIORIDADES EN MI VIDA?




Habitualmente, las prioridades en una vida tan corta como la que vivimos van íntimamente unidas al concepto “tiempo”. Y van cambiando a lo largo de nuestra vida, según somos niños, adultos o mayores: cuando somos niños, nuestra prioridad es jugar; cuando somos adolescentes nuestra prioridad es enamorarnos, cuando somos adultos, nuestra familia, nuestro trabajo y cuando somos mayores, nuestra salud.

Nos pasamos la vida intentando encontrar su verdadero significado y su razón de ser, pero lo cierto es que no lo pensamos detenidamente.


Es vital preguntarse, ¿cuál es sentido de mi vida? y ¿cómo llego a él?


                     



Lo primero de todo es:


Fijar un fin en la vida 

En la selva, una gacela en la selva, sabe que debe correr para que no la atrape el león y muera; Un león sabe que debe correr para atrapar a una gacela o morirá de hambre. Ambos se mueven con un fin, pero lo hacen por instinto. 

Lo que distingue al ser humano de los animales es que posee libertad, es decir, la capacidad para tomar decisiones, priorizar, elegir y actuar en consecuencia, más allá de los instintos.

Por ello, lo primero es fijarse un objetivo, un sentido en la vida, un fin último.


Lo Primero, es lo Primero

Una vez que nos hemos fijado un sentido en nuestra vida, es necesario una disciplina, una voluntad es decir, la capacidad de “empezar por lo primero”, de subordinar los sentimientos, impulsos y estados de ánimo en favor de nuestro objetivo. 

Un deportista tiene claro su objetivo: una medalla, un récord, una victoria. Sin embargo necesita priorizar, necesita establecer una disciplina diaria de entrenamiento, alimentación, vida sana, etc. que le lleve a la consecución del mismo. 

Si se queda en lo inmediato o en lo sencillo, como quedarse en la cama o meterse un atracón de dulces, eso no le hará llegar a su meta. Debe tener claro cuál es su fin último y hacer primero, lo primero, o no lo conseguirá. 



“SI SABES DÓNDE VAS, CUALQUIER CAMINO NO TE VALE”


“Lo inmediato” ACTÚA SOBRE NOSOTROS, nos presiona, nos controla, reclama acción instantánea, impulsos instintivos.

“Lo importante” TIENE QUE VER CON EL FIN ÚLTIMO, con los objetivos, las metas. Requiere reflexión.

Ahora que se acerca el verano, comienza la “operación bikini”. Es decir, nos fijamos un fin: estar monísimas en la playa. Se requiere esfuerzo, disciplina, decir no a muchas cosas, priorizar, para alcanzar el objetivo.

Fijar un objetivo, hace que nuestra vida, nuestro esfuerzo y sacrificio tenga un sentido y todas nuestras acciones (prioridades) deben ir encaminadas a conseguirlo. Esta libertad de establecer nuestras prioridades es nuestro gran poder.

Pensemos un momento cómo podemos poner todas nuestras capacidades humanas al servicio de nuestro fin último:

· Imaginación. La capacidad de visionar todas las posibilidades y alternativas, soñar, tener ideales, etc. para tener una vida plena.

· Inteligencia. La habilidad de pensar, razonar, evaluar y planificar.

· Voluntad. La decisión de buscar un sentido a nuestra vida, elegir una acción concreta, sin ser obligado por impulsos, sentimientos o instintos.

Cuando uno es consciente de las posibilidades (imaginación), evalúa las opciones (inteligencia), se busca su fin último (voluntad) y se plantea cómo lograrlo (acción), uno está ejerciendo el poder y la libertad de elegir una prioridad.


I. ¿Qué es una prioridad?


El diccionario define prioridad como:

1. Superioridad en rango, posición o privilegio.

2. Preferencia, predilección.

3. Anterioridad o importancia en orden o en el tiempo de una cosa respecto de otra

En la vida, una prioridad es algo importante:

1. La razón por la que vives, aquello en lo que enfocas tu vida.

2. El valor en torno al cual tu vida se ordena, para bien o para mal.

3. Lo primero que reclama tu tiempo, tu energía y tus recursos.

4. Algo conscientemente elegido o establecido por uno mismo, no por circunstancias externas.

Una prioridad consiste en la interacción de valores, creencias, ideales y compromisos:

1. VALORES. Aquello a lo que doy valor e importancia.

2. CREENCIAS. Aquello que creo, que es verdad y digno de confianza.

3. IDEALES. Aquello que quiero para mí, para otros. Mis sueños, mis deseos.

4. COMPROMISOS. Aquello que estoy dispuesto a hacer, a dejarme guiar o actuar.


II. ¿Cuáles son las prioridades de mi vida?

Hay muchas clases de prioridades (tantas como personas). Puedes establecer tu propia prioridad, o puedes dejar a otros que la determinen por ti. Algunos ejemplos de prioridades son: 

1. Dinero/éxito. Durante gran parte de mi vida el dinero y el éxito han sido una prioridad en mi vida, como la de muchas personas. Esta sociedad consumista nos dice: “tienes que ganar y gastar dinero” “tienes que triunfar”. El dinero es necesario y el éxito es un orgullo, pero ocurre que siempre miras lo que te falta y no aprecias ni cuidas lo que tienes. 

2. Poder/éxito. Prioridades muy comunes hoy día, sobre todo, en las personas pero que suelen llevar a ”la soledad del poder”. Y no está mal, engorda nuestro ego y potencia nuestra autoestima, pero, sinceramente, yo prefiero estar rodeado de amigos de verdad.

3. Aficiones/amigos/novia. Antes yo priorizaba el divertirme por las noches, mi pasión por el fútbol, el aprecio de los amigos, el amor por mi mujer y mi familia. Y mo la un huevo!!! pero ¿quien no se ha sentido, alguna vez, decepcionado cuando su equipo pierde, o cuando te falla un amigo, o cuando se acaba el amor en la pareja?

4. Trabajo. Durante muchos años, mi vida ha girado en torno al trabajo; el resto no es que no fuera importante, es que, para mí, no existía. De hecho, mis viajes, e incluso mi luna de miel dependió de mi trabajo. He dejado trabajos que me interesaban en lo inmediato pero que me alejaban del sentido último en mi vida, pues tenía que ir en contra de mis valores y creencias.

III. ¿Cuáles son las características de una prioridad?

· Es conscientemente elegida. Todos tenemos alguna prioridad en marcha pero la pregunta es: ¿establezco mis prioridades en base a una reflexión mía sobre la clase de vida que quiero vivir? o ¿las establezco por las expectativas de otros, por las circunstancias, por conveniencia o por la costumbre? 

· Confiere a la vida un propósito, una dirección y un significado. Una persona con prioridades puede crecer; una vida con prioridades lleva a uno a la plenitud y a la realización; una vida sin prioridades carece de propósito e inútil. ¿qué propósito tiene mi vida? ¿para qué estoy aquí?

· Aporta entusiasmo, energía y motivación. Una vida sin prioridades conduce hacia la apatía e incluso hacia la depresión. Si una prioridad no te motiva a crecer y a conseguir tus objetivos, no tiene mucho de prioridad. ¿estoy alegre, pleno con mi vida? o ¿soy tristemente arrastrado por mi entorno?

· Libera del poder de las circunstancias, expectativas y hábitos para que tu vida adquiera un sentido. ¿me desmorono a la primera de cambio? ¿soy esclavo de mis adicciones y hábitos? ¿depende de influencias externas?

· Es realista. Una prioridad debe ser alcanzable porque si no, nos llevará a la frustración y a la decepción. ¿creo qué es posible alcanzarla? O ¿me frustro pensando que es imposible?


IV. ¿Cuál es la prioridad qué da sentido a mi vida?

No vale cualquier tipo de prioridad; de hecho, puede que sean muy válidas (dinero, trabajo, éxito, aficiones, amigos, pareja, etc.) pero no todas nos conducen al sentido pleno de la vida, a la plenitud en la vida. 

La prioridad que ha dado pleno sentido a mi vida es el AMOR. Pero no cualquier tipo de amor condicional, susceptible de fallar, sino el AMOR DE DIOS, incondicional, infinito e inagotable.

Yo, antes pensaba: sí, Dios está ahí (pero, en el cielo, no aquí) es decir, que lo que no solucione yo por mi cuenta, no me lo va a solucionar Él. Mi corazón estaba tan lleno de tantas cosas, de adicciones (lo que hay que ser, cómo hay que ser, etc.) y hábitos que esta sociedad nos genera, que no había espacio para Él. 

CUANDO EMPECÉ A SABOREAR SU AMOR, MI VIDA DIO UN GIRO. Ahora ocupa el centro de mi vida, ES MI PRIORIDAD. Compartir con mi familia o mis amigos el amor de Dios, no sólo no les ha relegado a un segundo plano, ni les ha restado importancia, sino que le ha dado a mi relación con los demás una intensidad increíble, difícil de expresar, porque genera mucha alegría, satisfacción y cariño, y hace tu vida más intensa, más plena, más feliz. Os lo aseguro…

Descubre cuáles son tus prioridades, preguntándote lo siguiente:

1. ¿cuál es el sentido último de mi vida?

2. ¿qué es lo que quiero ser y hacer en mi vida?

3. ¿cómo empleo mi tiempo, mi mente y mis recursos?




"No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 

Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura."


(Mateo 6, 31-33)

jueves, 23 de julio de 2015

VIVIR POR LO QUE DAMOS NO POR LO QUE OBTENEMOS



“Si se encuentra algún pobre entre tus hermanos, que viven en tus ciudades, 
en la tierra que Yavé te ha de dar, no endurezcas el corazón ni le cierres tu mano, 
sino ábrela y préstale todo lo que necesita…
...Debes darle, y de buena gana, 
porque por esto te bendecirá Yavé, tu Dios, en todas tus obras y empresas. 
Nunca faltarán pobres en este país, por esto te doy yo este mandato:
 debes abrir tu mano a tu hermano, 
a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra.

(Deuteronomio 15, 7-11)


Hoy en día, vivimos una vida en base a lo que obtenemos en vez de a lo que damos y a veces, los que menos tienen son los que más dan. 

La pobreza es la manifestación y el resultado de la insolidaridad, de la desigualdad, de la injusticia y la falta de amor. 

Jesús manifestó una predilección muy especial por los pobres y no cesó jamás de hacer obras de caridad. Para salvarnos, Dios se acercó a nosotros, vino a vivir con nosotros y entre nosotros. Pero no se detuvo ahí: mediante su muerte y resurrección, y por su infinito amor, nos liberó a todos de la pobreza, al restaurar nuestra dignidad humana. 

La caridad acerca a los que están lejos. La caridad iguala, dignifica y comparte. Como seguidores suyos estamos llamados a hacer lo mismo: a acercarnos a los pobres y devolverles su dignidad mediante la caridad y el amor. 

Por eso, la fe por la caridad del cristiano no puede ser vivida de una forma individual ni privada; inherente a ella, va asociada una solidaria dimensión social que conduce al amor hacia todos los hombres, sobre todo hacia los que sufren.

Cuando oímos o hablamos de caridad, casi siempre pensamos en dinero, ayuda material y limosna. Y es del todo correcto: son las OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES, pero hoy quiero hacer hincapié en las OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES, a las que los Santos Padres y la Tradición de la Iglesia otorgan mayor importancia, si cabe: 

- Enseña al que no sabe pero sin dar lecciones a todo el mundo. Primero debo dejarme enseñar, debo aprender a saber escuchar y agradecer lo que aprendo. Todos necesitamos aprender unos de otros, el padre del hijo, el profesor del alumno y el obispo del laico. Enseña, sí, al que no sabe, pero sin humillarle. Enséñale a saber. Y hazlo gratis, sin buscar nada a cambio.

- Aconseja al que lo necesita, pero sin paternalismo, pero cuando el otro te lo pida, o lo quiera, o de verdad lo necesite. Da un consejo, pero también siempre debes estar dispuesto a recibirlo. 

- Corrige al que yerra desde la humildad, reconociendo que también tú te equivocas, y desde el amor, no para herir al hermano sino para salvarlo. Y además hazlo de manera cariñosa, delicada y con simpatía. 

- Perdona las ofensas. Esto es de lo más difícil. Qué propensos somos a la venganza y al resentimiento!!! Jesús nos dio un ejemplo maravilloso: “Perdona setenta veces siete”. Perdona y olvida. Perdona y ama. Y perdónate también a ti mismo.

- Consuela al que está triste.  ¡Qué fácil y qué bonito resulta hacer felices a los demás!. A veces, basta una palabra, una sonrisa, una explicación, un desahogo, un gesto de cariño

- Sufre con paciencia las flaquezas de tu prójimo porque todos las tenemos, nadie somos tan perfectos ni tan imperfectos como podríamos pensar. Lleva con paciencia las flaquezas del prójimo (y las tuyas) para crecer en el amor y la misericordia. Y llévalas también con humor. 

- Ruega a Dios por los vivos y muertos. Rezar no debe ser una rutina. Rezar es amar. Cuando rezas por alguien te solidarizas con él, lo quieres como a ti mismo. No rezas solo para ablandar el corazón de Dios, sino para agrandar el tuyo. Rezar es llenar tu corazón de nombres. Rezar por los demás te hace bien a ti mismo, porque te ayuda a amar y te compromete para hacer realidad aquello que pides. 

En cuanto a las OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES, también es conveniente examinar su faceta espiritual:

- Visita y cuida a los enfermos. No visites desde lejos, por cumplir. Visita con cercanía y con pasión y que tu acompañamiento suponga comunicación, ayuda, cuidado, ternura, consuelo, confianza. Los enfermos no están sólo en los hospitales; también están en casa, en el trabajo y en la calle. 

- Da de comer al hambriento. Compartir es hacerse pan y pan partido, como hizo Jesucristo. El pan es fraternidad y es vida. El pan partido y compartido es amor. Alimenta el espíritu de los que no conocen a Cristo.

- Da de beber al sediento. Dar un vaso de agua es fácil y es loable. Saciar otra sed más profunda es difícil. Saciar la sed definitivamente es imposible. Pero tú puedes ayudar a hacer posible el milagro del agua, anunciando a Jesús. 

- Da posada al peregrino. Hoy no resulta fácil abrir la puerta de la casa, ni la de nuestro coche, ni la de nuestro corazón. Son muchos los peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos, transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos... Todo el que se acerca a mi (mi hijo, mi padre, mi hermano, mi vecino) es un peregrino, que a lo mejor sólo me pide una palabra, una sonrisa o una escucha. 

- Viste al desnudo. Es obvio que no solo se refiere a vestir literalmente al desnudo, puesto que por nuestros barrios nadie va sin ropa. Más bien, se trata de vestir al prójimo con honor, cubrirle con respeto y proteger su desnudez con el manto de la caridad. Pero cuidado! hay algo mucho más grave que dejar de vestir al desnudo... desnudar al vestido. 

- Redime al cautivo. No se trata de generar motines y excarcelar a los presos como pretenden algunos políticos recién aterrizados; sino de aliviar, orientar y liberar a todos los cautivos: desde el preso al drogadicto, desde el avaricioso al consumista, desde el lujurioso al hedonista, desde el fanático al intolerante. 

- Entierra a los muertos. Para eso ya están las funerarias. Envuelve a los difuntos en la oración esperanzada, en el amor y el agradecimiento. El problema no está tanto en los que se van, sino en los que se quedan. Permanezcamos cerca de los que sufren por una muerte de un ser querido. Demos el "pésame" o “acompañemos en el sentimiento”, pero no como rutina o como palabras vacías.

Personalmente, admiro el esfuerzo y el sacrificio de las innumerables personas que, a diario, realizan obras de caridad, tanto corporales como espirituales, tanto aquí o como allí, tanto cerca o como lejos. Creo que ponerlas en práctica supone la mayor expresión del amor infinito heredado de nuestro Padre y símbolo evidente de que somos auténticos seguidores de Jesucristo.

El apóstol Lucas nos advierte la falta de caridad, a lo largo de casi todo del capítulo 12 de su evangelio, por eso me pregunto… 

¿Para quién será lo que acumulo? 
¿Puede la riqueza material añadir un solo segundo a mi vida? 
¿Dónde tengo yo mi tesoro? 
¿Dónde tengo mi corazón?




martes, 21 de julio de 2015

LA CRUZ: AMOR VERTICAL Y AMOR HORIZONTAL


"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, 
y con toda tu alma, y con toda tu mente. 
Este es el primero y grande mandamiento. 
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."

(Mateo 22,36-40)


El doble mandamiento del amor del que depende toda la Ley tiene su representación en los dos maderos de la Cruz de Cristo, la cruz del cristiano: 



-el vertical representa nuestro AMOR A DIOS, por eso va en sentido ascendente, hacia el Cielo.

-el horizontal representa nuestro AMOR AL PRÓJIMO, a mi semejante, a quien está a nuestra altura, por eso va en sentido lateral.

¿Cuál de los dos maderos es el primero? ¿Cuál de los dos no puede sostenerse solo? 

Es evidente: el Amor a Dios es lo que sostiene nuestro amor al prójimo. No puede haber amor al prójimo sin amor a Dios, como no puede haber madero horizontal sin el vertical.

Tampoco se puede amar a Dios sin servir al prójimo, y no se puede amar al prójimo sin servir a Dios.