¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 9 de agosto de 2020

MEDITANDO EN CHANCLAS (10)

"A quien me sirva, el Padre lo honrará" 

(Juan 12, 24-26)


Jesús, con su ejemplo, me da las tres claves para ser cristiano: dar fruto, ganar la vida eterna y alcanzar la gloria.

MISIÓN: "Caer en tierra y morir para dar fruto".

Jesucristo cumplió su misión: se encarnó (bajó a la tierra) y murió (se despojó de su posición en el cielo) para dar mucho fruto (nos salvó)

Como cristiano, tengo que caer en tierra (humildad) y morir (desprendimiento) y ser fecundo (amor).

Frente a la soberbia, humildad. Frente al orgullo, entrega. Frente a la vanidad, amor. 

SERVICIO: "Aborrecerse a sí mismo para ganar la vida eterna".

Jesús se negó a sí mismo para servirnos y darnos la vida eterna.

Como cristiano, tengo que aborrecerse, negarme a mí mismo, desprenderme de mí, para servir a los demás.

Frente al egoísmo, altruismo. Frente al individualismo, abnegación. Frente al egocentrismo, entrega.

COMPROMISO: "Servir a Cristo es seguirlo para alcanzar la gloria".

Cristo sirvió a Dios Padre y se comprometió con los hombres para alcanzar la gloria.

Como cristiano, tengo que comprometerme, seguirlo y servirle.

Frente a la comodidad, esfuerzo. Frente a la desgana, compromiso. Frente a la pereza, servicio.

JHR

miércoles, 12 de junio de 2019

DESPUÉS DE EMAÚS: UN PACTO DE COMPROMISO

"Dieron más de lo que yo esperaba; 
incluso ofrecieron sus personas, 
primero al Señor y luego a mí, 
conforme a la voluntad de Dios"
(2 Corintios 8, 5)

El pasado fin de semana concluyó otro retiro de Emaús, donde la gracia del Espíritu Santo se derramó poderosamente, una vez más, después de que cien almas recorriéramos 60 estadios de ida y 60 de vuelta.

Tras la habitual y extraña sensación inicial de la mayoría de nosotros, debido a la agitación y el ruido que traíamos de nuestro frenético mundo, en las siguientes horas, nos encontramos ante algo nuevo, distinto y que nunca nos deja indiferentes.

Sin duda, hemos re-descubierto muchas cosas, no por ignorancia o desconocimiento, sino por haberlas dejado olvidadas en un cajón bajo llave.

Hemos vuelto a caminar y a revisar nuestra vida: cómo la hemos vivido y cómo la vivimos, qué situaciones nos han marcado, qué personas hemos descubierto, qué lugar ocupa Dios en nuestra vida... 

Hemos vuelto a escuchar y a exponer a la luz de Dios nuestras pérdidas y heridas, nuestras decepciones y sufrimientos, nuestras oscuridades y desiertos, nuestros rencores y resentimientos.

Podríamos haber seguido nuestro camino y habernos despedido del misterioso caminante que se unió a nosotros; podríamos haberle agradecido sus palabras y haber pensado ¡qué hombre más extraordinario! 

Pero entonces, nada habría ocurrido...

Sin embargo, le invitamos a nuestra vida. Y en ese momento, es cuando le reconocimos...a Jesús...quien nos ha mostrado el sentido de nuestra vida, obrando en ella y manifestándose a lo largo de ella de muchas maneras inesperadas, a través de personas y situaciones insospechadas, en momentos sorprendentes.

Nos hemos reconciliado con Dios, hemos experimentando Su amor y Su misericordia, y así, hemos encontrado perdón y paz. 

Hemos sido testigos directos de su acción en nuestras vidas y en las de los demás. Hemos reconocido todo lo que Él siempre nos ha regalado, su presencia a nuestro lado, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestra comunidad, en las mismas personas que nos han acompañado durante el retiro. 

Hemos descubierto cómo Dios nos ama con un amor infinito y paternal, que nos hace sentirnos sus hijos predilectos, dándonos las respuestas a cada uno según nuestra necesidad. Doy fe personal de ello.

Hemos descubierto también, el verdadero sentido de la fraternidad, todo el amor recibido y vemos a los demás como verdaderos regalos, personas especiales con las que queremos compartir nuestra vida y nuestra fe. 

Hemos vuelto a descubrir la riqueza en nuestra vida, pasando del resentimiento al agradecimiento, del rencor al amor, de la crítica a la compasión. 

Todo nos habla de Dios

Ahora, miramos de nuevo, toda nuestra vida y recobramos la fuerzas necesarias para cambiar de dirección y volver al camino por el que íbamos perdidos, quejosos y cabizbajos. 

Nuestro corazón está abierto de par en par. Es más...arde en llamas!!! Y no podemos guardarnos lo que hemos visto, compartido y celebrado. 

Ahora que tenemos los sentidos abiertos, el corazón en llamas, una nueva fuerza interior que nos muestra una nueva forma de ver las cosas, Dios nos envía de vuelta al mundo.

Después de todo lo vivido y recibido en un momento de profundo contacto con Dios, tenemos una necesidad imperiosa de salir a gritarle al mundo que Dios está vivo y es real. Algo inexplicable nos impulsa a ser testigos de lo que hemos visto, escuchado y recibido.
Y la pregunta del millón es ¿Qué vamos a hacer?

¿Vamos a seguir actuando como invitados de piedra, como asistentes circunstanciales a la Iglesia, como "católicos por tradición", como "consumidores de sacramentos"? o ¿vamos a transformarnos en cristianos comprometidos con Dios y con los demás, veinticuatro horas al día, siete días a la semana y cincuenta y dos semanas al año? ¿Vamos a seguir viviendo nuestra vida o vamos a ofrecérsela a Dios y a darla por los demás?

Particularmente, yo he vuelto a firmar mi pacto de compromiso con Dios, con mi parroquia y con los demás, que podría leerse así:

"Habiendo recibido a Cristo como mi Señor y Salvador, considerándome hijo de Dios de pleno derecho y estando de acuerdo con la tradición, enseñanza y estructura de la Iglesia Católica, ahora me siento dirigido por el Espíritu Santo a unirme aún más a la familia de mi parroquia y a servir a mi comunidad. Al hacerlo, me comprometo con Dios y con los demás miembros a hacer lo siguiente"

Proteger la unidad de mi Iglesia 

-Actuando con amor hacia los demás. "Por tanto, busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

-Evitando la crítica y el chisme. "No digáis palabras groseras; que vuestro lenguaje sea bueno, edificante y oportuno, para que hagáis bien a los que os escuchan." (Efesios 4, 29).

-Siguiendo a mis sacerdotes. "Obedeced a vuestros jefes y estadles sumisos, porque ellos cuidan de vuestras vidas, de las cuales deberán dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no con lágrimas, lo que no os beneficiaría nada." (Hebreos 13,17).

Compartir la responsabilidad de mi Iglesia

-Rezando por su salud y crecimiento. "Continuamente damos gracias a Dios por todos vosotros y os recordamos en nuestras oraciones." (1 Tesalonicenses 1, 2).

-Invitando a los que no asisten a la iglesia a venir. "El amo le dijo: Sal por los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de los invitados probará mi banquete." (Lucas 14, 23-24).

-Acogiendo a quienes la visitan. "Por tanto, acogeos unos a otros, como también Cristo nos acogió para gloria de Dios." (Romanos 15, 7). "Miremos los unos por los otros para estimularnos en el amor y en las obras buenas." (Hebreos 10, 24)

Servir a mi Iglesia

-Descubriendo mis dones y talentos. "Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabras de Dios; el que presta un servicio que lo haga como mandatario de Dios de manera que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo al cual se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos." (1 Pedro 4, 10-11).

-Formándome con mis sacerdotes. "Él a unos constituyó apóstoles; a otros, profetas; a unos evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los cristianos en la obra de su ministerio y en la edificación del cuerpo de Cristo." (Efesios 4, 11-12).

-Desarrollando un corazón de servidor. "No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús..." (Filipenses 2, 3- 7).

Apoyar a mi Iglesia

-Asistiendo regularmente."No abandonéis vuestras propias asambleas, como algunos tienen por costumbre hacer, sino más bien animaos mutuamente, y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." (Hebreos 10, 25).

-Viviendo una vida digna. "Os pido sobre todo que viváis una vida digna del evangelio de Cristo para que, sea que vaya y lo vea, sea que ausente lo oiga, perseveréis firmes en un mismo espíritu, luchando con una sola alma por la fe del evangelio" (Filipenses 1, 27).

-Contribuyendo regularmente. "Los domingos, cada uno de vosotros separe lo que pueda, según lo que gane, sin esperar a mi llegada para hacer la colecta." (1 Corintios 16, 2). 

Este es un pacto que yo asumo personalmente, pero que si a alguno le sirve, que lo tome.

El copyright pertenece sólo a Dios. 

JHR

martes, 31 de julio de 2018

¿MEDIOCRES? NO, GRACIAS

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"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. 
Ojalá fueses frío o caliente. 
Pero porque eres tibio, 
y no eres ni frío ni caliente, 
te voy a vomitar de mi boca."  
(Apocalipsis 3, 15-16)

Mediocre, del latín “mediocris” , “medius” (“medio o intermedio”) y “ocris” (“montaña o peñasco escarpado”), es el que se queda a mitad de la montaña: Ni completamente abajo, ni totalmente arriba, sino en la mitad. 

Mediocre es el que no culmina el camino, el que no destaca ni se compromete porque se queda a medias, el que carece de mérito porque no llega donde debería llegar. Su tibieza le lleva a la indiferencia, al desafecto, a la falta de fervor y de entusiasmo.

El mediocre, moralmente, se encuentra por encima del pecado, pero espiritualmente, por debajo de la santidad. No llega a ser un cristiano porque se queda a mitad de camino; ha empezado a subir hacia Dios pero quizás, por temor o por pereza, decide parar en la mitad del camino, montar su "chiringuito", y quedarse allí cómodamente, sin querer alcanzar la cima. 

Es una persona conformista y cómoda, que no se esfuerza, que no quiere "líos", que prefiere  estar "a resguardo", alimentándose de leche, en lugar de crecer y madurar hacia el alimento sólido.

Dios es duro con la mediocridad. En su Palabra dice que le provoca nauseas (Apocalipsis 3, 15-16). Y es severo porque con todo lo que nos ofrece ¿por qué conformarnos con tan poco? Si nos quedamos permanentemente "a medio camino" no podemos honrar, complacer ni servir a Dios. Debemos caminar hacia la plena madurez en Cristo. Dios nos da libertad para subir o no, pero si le damos nuestro sí, es hasta el final.

Dios quiere nuestra santidad. Nos exhorta a ser perfectos como Él, es decir, a que lleguemos a la meta. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3, 12-14: "No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

El tibio huye del compr
omiso radical y apela a erróneos planteamientos como "nada es blanco o negro sino que la vida es una zona de grises""los extremos son siempre malos". El tibio suele utilizar este tipo de frases que eleva a axiomas o principios fundamentales, cuando no son más que ideas "facilonas" que en el fondo y por sí solas, están vacías y no dicen nada. Realmente, el hecho de que una frase "suene" bien no la convierte en cierta.

Dios habla de los extremos. El agua hirviendo o el agua helada son extremos que, en sí mismas no son malos, pero tampoco significa que el agua tibia sea buena. El agua hirviendo sirve para cocinar pasta. El agua helada, para sofocar la sed.
Lo que ocurre es que el “tibio” prefiere ser ambiguo y se coloca equidistante, "en tierra de nadie". Se permite el lujo de juzgar y criticar ambos lados de la ecuación: se cree justo, ecuánime, centrado y "políticamente correcto", pero en realidad se ahoga en un "mar de buenismo". 

El tibio simplemente no quiere "definirse" ni adoptar una posición firme, lo que le conduce a la inacción y a la resistencia al compromiso.

El tibio no quiere ser levadura, "no quiere meterse en harina".

El tibio no quiere "mojarse" para pescar. 

El tibio no quiere ser grano de mostaza sino que prefiere ser semilla que cae aleatoriamente, sin preocuparse de si lo hace al borde del camino, en suelo pedregoso o entre zarzas.

El tibio se mantiene en su cómodo engaño, enmudeciendo su conciencia, convenciéndose de que, a medio camino, está bien con Dios. Se ve a sí mismo participando en el banquete de Dios, bebiendo del cáliz de vida eterna y comiendo del Cuerpo de Cristo, pero en realidad, está comiendo basura y algarrobas o bebiendo agua de alcantarilla, porque todavía no ha llegado a la meta.

Un cristiano no puede quedarse en un término medio: o es 100% cristiano o no lo es. Dios nos llama a "subir", a "nacer de nuevo", es decir, a comprometernos con Él diariamente y hasta el final. No un día si y un día no. Siempre.

Un cristiano no puede vivir una "fe de mínimos". Debe buscar la excelencia, la perfección, la santidad. "Dejar todo a la voluntad de Dios" es malgastar los talentos que Él nos regala. Un cristiano debe caminar con decisión y firmeza hacia la santidad que es un don y un regalo de Dios.

Un cristiano no puede empezar una carrera y distraerse por el camino. Tampoco el cansancio debe hacerle desfallecer si mira con decisión la meta. Si empieza la carrera, debe acabarla.

Un cristiano no puede pertenecer ni entrenar en un equipo y cuando llega el día del partido, ponerse la camiseta del equipo contrario. Un cristiano no puede conformarse con un "empate". Cuando se pone la camiseta cristiana, debe ser leal "al escudo" y "luchar hasta el final".


 "Nadie puede servir a dos amos, 
porque odiará a uno y amará al otro, 
o bien despreciará a uno y se apegará al otro" 
(Mateo 6, 24)

"¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, 
pero sólo uno consigue el premio? 
Corred de modo que lo conquistéis. 
Los atletas se privan de muchas cosas, 
y lo hacen para conseguir una corona corruptible; 
en cambio, nosotros, por una incorruptible. 
Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire, 
sino que me impongo una disciplina y domino mi cuerpo, 
no sea que después de predicar a los demás, yo quede descalificado." 
(1 Corintios 9, 24-27)

miércoles, 23 de agosto de 2017

POR SUS CUALIDADES LOS RECONOCERÉIS

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"Los paganos, admirados de la fraternidad entre los seguidores de Jesús, 
murmuran envidiosos: 'Mirad cómo se aman', 
mientras ellos sólo se odian entre sí. 
'Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro', 
mientras que ellos están más bien dispuestos a matarse unos a otros."
 (TERTULIANO, Apologético, 39, 1-18)

En el anterior artículo, reflexionábamos sobre los frutos del Espíritu. Hoy hablaremos de otras cualidades por las que se reconocía a un cristiano en el siglo I y que no deberían quedar en el olvido.

Los primeros cristianos vivían lo que creían. Se ayudaban unos a otros, lo compartían todo, visitaban a los que estaban en la cárcel debido a su fe, cuidaban a sus hijos… Es decir, hacían visible el amor de Dios.

Esta concepción de Iglesia como comunidad basada en el amor, donde todos vivían la fe fue el fermento que expandió el cristianismo en los primeros siglos.

Hoy, veinte siglos después, la cuestión es ¿no habrá sido precisamente el abandono de esa concepción la que ha determinado un  evidente retroceso y una cierta decadencia de la Iglesia? ¿Nos miran los alejados con admiración y envidia? ¿Exclaman eso de "mirad cómo se aman"?

El amor de los cristianos conlleva intrínsecamente cualidades como:

Sacrificio/Servicio

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"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, 
para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." 
(Juan 3,16)

El sacrificio de Jesús en la cruz muestra el inconmensurable amor de Dios hacia la humanidad. 

Es el sacrificio perfecto y nada ni nadie puede igualarlo, pero esto no quiere decir que no debamos continuar con el legado que nos dejó Jesús a través del servicio a Dios y a los demás. 

El amor es la condición para seguir a Cristo, el servicio es lo que verifica la autenticidad del amor. 

Los cristianos debemos ser conocidos por servir a Dios y al prójimo hasta el extremo, sin esperar nada a cambio. 

Abnegación/Entrega

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"Preocupándoos no sólo de vuestras cosas, 
sino también de las cosas de los demás. "(Filipenses 2, 4)

La abnegación presenta una imagen que dice: "Todo lo que necesites, estoy aquí para darme a ti". Es una cualidad que antepone los demás a uno mismo, y a Dios ante todo.

La abnegación es la actitud que Jesucristo nos enseñó: "negarse a si mismo para entregarse por completo, hasta el extremo de dar la vida por los demás",

Si el servicio es la verificación del amor, la abnegación es lo que garantiza la entrega desinteresada en el servicio a Dios y a los demás.

Compromiso/Testimonio

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"Sea vuestro lenguaje: 'Sí, sí; No, no: 
que lo que pasa de aquí viene del Maligno."
(Mateo 5,37)

Cuando los cristianos decimos que haremos algo, debemos asegurarnos de que lo haremos. 

A pesar de que todos cometemos errores, reflejar la imagen del compromiso con los demás muestra uno de los mayores atributos de Jesús.

Debemos mostrarle al mundo que somos dignos de confianza, y que nuestra palabra no se rompe.

Pero lo más importante es que debemos mostrarle al mundo a Jesús, proclamar su mensaje de amor y dar testimonio de él con nuestra vida, obras y palabras.

Si la abnegación es la garantía de la entrega, el testimonio es la confirmación del compromiso con la verdad.

Respeto/Reverencia

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"Respetad a todos, amad a los hermanos, reverenciad a Dios, honrad al rey. 
Esclavos, someteos con todo respeto a los amos; 
no sólo a los buenos y amables, sino también a los de carácter duro."
(1 Pedro 2,17-18)

Los cristianos encontramos todos los días personas con puntos de vista diferentes a nosotros, lo que no significa que no debamos ser respetuosos en nuestro desacuerdo. 

Los cristianos debemos ser conocidos como una comunidad de personas respetuosas con todos que, incluso en desacuerdo, pueden mostrar amabilidad y consideración.

Pero el principal respeto y gratitud de un cristiano es hacia a Dios, a través de la Eucaristía y Adoración. Los cristianos son reconocidos porque son personas respetuosas y agradecidas a Dios.

Si el testimonio es la confirmación de nuestro compromiso con Dios, el respeto es la demostración de nuestra adoración y reverencia a Dios.



domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).




miércoles, 2 de noviembre de 2016

SUBAMOS A NUESTRA PARROQUIA AL SIGUIENTE NIVEL

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Todos buscamos una fórmula secreta para subir a nuestra parroquia al siguiente nivel, ya sea espiritualmente, numéricamente, personalmente, o todo lo anterior. 

Si bien el trabajo duro es imprescindible, se me ocurren algunas ideas fáciles de implementar en nuestra parroquia y que nos ayudarán a subir al siguiente nivel de desarrollo parroquial.

1. Orar continuamente

Independientemente de lo grande o pequeño que sea nuestro servicio o tarea, debemos orar diariamente para encontrar la guía de Dios. Las oraciones concretas, específicas y directas pueden parecernos duras o intimidatorias, pero el Dios al que servimos es concreto, específico y directo. Siempre nos responde.

2. Obedecer a Dios

Una vez que Dios nos responde, debemos obedecer. No tengamos miedo a ensayar esa nueva canción para el coro; no dudemos en lanzar ese servicio de atender a los que sufren y que nos saca de nuestra zona de confort; no demoremos el esfuerzo por ser más acogedores con las personas que nos visitan; no temamos establecer nuevos grupos de discipulado o titubeemos al renovar nuestros métodos evangelizadores.

3. Confiar en Dios

Incluso si algo no va tan bien como esperamos, Dios premiará nuestros esfuerzos. La gente de la parroquia necesita ver líderes que no tienen miedo a fallar o a equivocarse. Nuestra confianza en Dios siempre dará fruto, aunque no sea de la manera que nosotros esperemos.

4. Ser valientes

¿Queremos llegar a más personas? Probemos cosas nuevas. Si queremos resultados distintos, debemos probar cosas distintas. Hagámoslo aunque fallemos; Intentémoslo aunque nos cueste. Mostremos a todos que no tenemos miedo. 

5. Abandonarse al Espíritu Santo

Dejarse llevar, abandonarse al Señor y a Su Espíritu son las claves para llevar a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. No se puede controlar cada área de la parroquia (es extremadamente difícil, si no imposible). Sólo Dios puede.

Debemos escuchar y responder en la dirección que sopla el Espíritu Santo tan ciega y desinteresadamente como nos sea posible. Surfear las olas espirituales que Dios nos envía.

6. Delegar

Formar líderes y delegar en otras personas la autonomía para tomar decisiones, y apoyarlas, independientemente de que sean "exitosas", creará personas capacitadas que confiarán en nuestros sacerdotes como líderes de la parroquia y los respetarán. Guíarlos, no controlarlos; formar discípulos, no seguidores; desarrollar personas en lugar de dirigirlas, y luego dejarlos ir y verlos volar.

Nos sorprenderemos al ver cómo esto llevará no sólo a las personas, sino también a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. Dejemos el control al Espíritu Santo y no a nuestra propia voluntad.

7. Comprometernos 

Las únicas maneras de que cualquier plan de desarrollo de la parroquia sea exitoso son el seguimiento persistente y el compromiso. 

Necesitamos comprometernos realmente y comprometer a otros a vivir con estos principios y a desarrollarlos dentro de la parroquia. Las personas apreciarán y respetarán nuestro deseo de crecer y nuestra responsabilidad por hacer desarrollar la parroquia, y estarán siempre a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Porque, sin duda, habrá momentos difíciles. 

Confiar en el líder de adoración para que elija las canciones apropiadas para una determinada homilía puede resultar en algo inesperado. 

Creer en el líder de acogida para que elija nuevas técnicas de saludo y recibimiento de las personas puede acabar con el temor de alguien a venir a misa.

Delegar en el líder de evangelización para optar por nuevos métodos y programas puede dar un fruto mayor del que imaginamos.

Facultar al líder de discipulado para optar por nuevas maneras y formas de dirigir las catequesis pueden involucrar más aún a los asistentes.

Resultado de imagen de no temasNo dejemos que estas cosas nos asusten. Dios dice: "No temas, estoy contigo". 

Proporcionemos pautas para el crecimiento y establezcamos espacios para la crítica constructiva. Permitamos que otros desarrollen sus dones y habilidades de liderazgo. Veamos estos momentos difíciles como oportunidades para todos crezcamos y nos desarrollemos.

Cuando hagamos todo esto, en plena faena, es seguro que habrá momentos de debilidad, desesperación o fracaso. Pero como todo en la vida, no dejemos que estos pequeños contratiempos nos desanimen y eviten nuestra proposición de intentarlo.

Se necesita mucha valentía y coraje para salir y hacer lo que el Señor hizo y nos llama a hacer: hacer todo nuevo. 

Se necesita práctica para aprender a dejarse llevar por Dios y a delegar en otros. 

Se necesita fortaleza para hacer nuevas cosas cuando los acontecimientos se vuelven en nuestra contra. 

Pero no nos arrepintamos de hacer ninguna de estas cosas. Sin duda, nos llevarán a todos nosotros y a nuestra parroquia al siguiente nivel. Y estaremos más cerca de Dios y de su voluntad.





jueves, 20 de octubre de 2016

¿QUÉ NECESITA MI PARROQUIA DE MI?

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Hoy hablaremos acerca de cómo cualquiera de nosotros, como cristianos, podemos hacer para que nuestra parroquia mejore y sea más fuerte. 

Algunas de las cosas que se me ocurren sobre lo que mi parroquia necesita de mi es:

Que sea Humilde

No hay cualidad más importante que la humildad. Sin embargo, no es una característica innata para ninguno de nosotros, pero podemos aprender a cultivarla.

La humildad no es un sentimiento ni una actitud, es una acción

Si quiero aprender ser humilde, necesito hacer todo con sumisión y docilidad. 

Resultado de imagen de humildePero ¿cómo?:

Relacionándome con cristianos maduros que sean ejemplo de humildad y pasando tiempo con ellos. Aprendiendo de ellos e imitándoles.

Ofreciéndome voluntario para las tareas más humildes o las que nadie quiere realizar. Encontrar la alegría en hacer los trabajos más humildes y hacerlos cuando y donde sólo Dios los vea.

No buscando reconocimiento público cuando sirvo, sino contentarme con permanecer en un segundo plano.  

Llegando a conocer íntimamente a Jesús para así, imitarle. Fue Jesús quien dijo: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mateo 23,12). Él se humilló hasta lo más bajo (la cruz) y fue exaltado hasta lo más alto (la gloria).
Que me comprometa

Toda parroquia tiene entre sus bancos personas que se comprometen poco o nada. La mía, también. Son personas que sólo van a la iglesia cuando les conviene y que ponen cualquier excusa para evitar comprometerse con ella. 

Toda parroquia necesita personas comprometidas para su natural desarrollo, salud y crecimiento. La mía, también.

Es preciso que me comprometa con mi parroquia por dos razones importantes:
  • porque necesito a mi parroquia. Dios me hizo parte de su iglesia para mi salud y mi bienestar. No puedo vivir mi fe por mi cuenta porque no soy lo suficientemente fuerte, ni lo suficientemente inteligente, ni lo suficientemente maduro, ni lo suficientemente piadoso. Sin la gracia, que a través de la iglesia recibo, no puedo. Y sin el apoyo de mis hermanos y hermanas, tampoco. 
  • porque mi parroquia me necesita. Dios me hizo parte de su iglesia para buscar el bienestar de los demás. 1 Pedro 4 dice: "A medida que cada uno ha recibido un regalo, lo utilizan para servir a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios." Dios quiere que yo sea un regalo para su iglesia, y los regalos entregárselos a otras personas. Comprometerme con mi parroquia es una expresión de generosidad hacia los demás.
Que le dedique a Dios, al menos, un día 

¿Por qué no dejo de lado todo un día a la semana, y se lo dedico al Señor de una manera especial? 

El domingo cambia completamente cuando le doy todo el día al Señor y a su Iglesia. 

Cuando dejo atrás todas las preocupaciones de la vida, e incluso muchos de sus placeres, (aperitivo, fútbol, etc.) y lo dedico entero a la Adoración, a la Eucaristía, a escuchar su Palabra, a la comunión y al servicio a los demás, soy infinitamente más feliz.

Que viva como un auténtico cristiano 

Es muy fácil ser cristiano los domingos en misa, pero después vuelvo a casa y... ¿me olvido? 

Al día siguiente, voy a trabajar, estoy rodeado de personas que no son cristianos, o que, posiblemente, actúen mal, y ¿me enredo en mis propios pensamientos o deseos? 

Mi parroquia necesita que yo viva como un cristiano durante toda la semana o estaré dando mal ejemplo de ella.
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Cada uno de nosotros nos enfrentamos a diferentes desafíos y tentaciones, pero una clave para vivir como un verdadero cristiano durante toda la semana es acudir siempre que pueda a la Eucaristía, pasar tiempo en la parroquia y, sobre todo, estar en oración todos los días

Es importante hacer de ello una prioridad; no importa lo ocupado que esté o que diga que no me da la vida. 

Debo hacerlo, sin importar lo mal que lo haga o lo poco que me apetezca hacerlo. Orar todos los días, no sólo por y para mí, sino por y para mi parroquia. 

Que ame a gente distinta a mí

Las parroquias son comunidades heterogéneas, formadas por personas muy distintas, a las que no debo ni juzgar ni pretender recibir de ellas, porque sólo Dios nos juzga y nos da. 

Así que, lo que tengo que hacer es aprender a vivir con ellas y aprender a amarlas, incluso aunque sean muy diferentes a mí. "Porque así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, y los miembros no todos tienen la misma función, así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros." 

Si mi parroquia está dividida de manera que los adultos, o los jóvenes, o los solteros, o los separados, o los mayores... sólo se reúnen entre ellos... ¿qué evangelio estoy proclamando? ¿Un mensaje que no va dirigido a amarles, aunque sean diferentes?

De ninguna manera. Debo comprometerme a conocer a personas aunque no me gusten. De hecho, puedo decir que algunos de mis mejores y más cercanos hermanos en la fe, son personas muy diferentes a mí.

Que sea generoso

Hay pocas cosas que revelan un corazón generoso mejor que la forma en que la administro mi dinero. El dinero tiene una manera asombrosa de mostrar en lo que realmente creo y lo que realmente valoro. 
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No importa cuál sea mi profesión ni mi status social o económico para saber que debo ser generoso con mi dinero

La Palabra de Dios dice: "Que cada uno dé lo que le dicte la conciencia; no de mala gana o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría." (2 Corintios 9,7)

Debo dar, y hacerlo con alegría por dos razones:
  • porque no es mi dinero. El dinero pertenece a Dios, Él sólo me lo da para gestionarlo, para administrarlo bien y siempre para su gloria.
  • porque tengo que darle al Señor en primer lugar. Conozco a personas que dicen que no pueden aportar a la iglesia, y sin embargo, tienen el último Iphone o un coche de alta gama. Debo aprender a dar lo primero y lo mejor para el Señor. 
Que sea un miembro valioso de la parroquia

Debo hacerme un miembro de valor incalculable para mi parroquia, y debo hacerlo por servicio y amor a los demás. 

¿Lo soy? ¿La gente de mi parroquia me valora por todo lo bueno que hago por otros?

Es necesario que encuentre el lugar donde poder servir a Dios en mi parroquia, y servir sin falta, sin excusa, sin necesidad de alabanza o de elogios. 

Y hacerlo por el bien de los demás y por la gloria de Dios.