“Mi
corazón sabe que dijiste: Busca mi rostro.
Y yo Señor, busco tu rostro, no lo
apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda;
no me
dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador.
Aunque mi padre y mi madre me
abandonen, el Señor me recibirá.
Indícame, Señor, tu camino y guíame por un
sendero llano”.
(Sal 27,8-11).
Cuando vemos el
rostro de una persona, estamos viendo mucho más que solo un rostro. Podemos
ver el rostro de alguien y saber si esa persona está enfadada, alegre, triste,
cansada, preocupada, deprimida, herida, emocionada, enamorada, enferma, y la
lista continua. Un dicho popular dice que
“la cara es el reflejo del alma”.
El rostro de una
persona revela mucho acerca de ella: sus pensamientos, su dolor, su gozo, su
corazón.
Buscar el rostro de
Dios es entrar al corazón de Dios y
ver lo que Él siente, lo que Él desea. Su rostro nos revela a Dios mismo, quién
es, su amor, su compasión, su gracia, su cariño, su dolor, su ira.
Buscar el rostro de
Dios es enfocarse en Él, en su
carácter, en sus obras, en sus palabras.
Buscar su rostro es realizar un
esfuerzo para comprender sus
pensamientos, es familiarizarse con Él,
sobre todo en la oración, diálogo de amor entre Él y nosotros.
Buscar el rostro de
Dios es ir a conocerle más, es fijar la mirada en las cosas que a Dios
le agradan, lo que le hace reír, llorar, y hasta enojar.
Buscar el rostro de
Dios es ver su presencia en nuestras
vidas, en nuestro entorno, en la creación. Es descubrir su luz y su guía,
su bondad y su cercanía, su amor y su misericordia.
Buscar el rostro de
Dios es buscarle en Jesucristo, quien nos lo rebeló a lo largo de su vida con sus obras y sus
palabras: “El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre” (Jn 14, 9).
“El Señor ilumine su rostro sobre ti y
te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. (Nm
6,25-26). Aquí se nos muestra una de las cualidades del Rostro de Dios: la de
la luz que emana de Él. Todos estamos llamados a buscar, a contemplar y a ser
reflejo de esa Luz divina que emana del Rostro de Dios.