¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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viernes, 5 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): NIÉGATE A TI MISMO, TOMA TU CRUZ Y SÍGUEME

"Si alguno quiere venir en pos de mí, 
que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga"
(Mt 16,24)

Seguimos nuestro camino de meditación escuchando las palabras de Jesús puestas por escrito en el evangelio de Mateo, que hoy nos sitúan en el radical y exigente planteamiento que supone el discipulado cristiano, el cual, no admite medias tintas. 

Muchos queremos seguir a Cristo pero ¿estamos dispuestos a asumir lo que ello supone?

Jesús dice "si alguno quiere..." ¡Cómo las lanza el Señor! …Expone toda su divina pedagogía sin quebrantar, sin imponer, sin exigir. Nos ofrece una opción, una alternativa, una propuesta de vida que no es fácil ni sencilla, pero que es libre.

Si elegimos seguirlo, nos muestra el camino: 

"Que se niegue a sí mismo". Implica aceptar y asumir libremente el compromiso que Cristo nos propone: negarse a uno mismo para afirmar a los demás, desprenderse de egoísmos y comodidades para ofrecer la vida a otros, amar a Dios a través del servicio y la entrega a los hermanos, olvidar mi "yo" para ir en pos del "vosotros". 

"Tome su cruz". Supone un camino de calvario, difícil pero dinámico y generoso, que conduce a un final que no es el fracaso de la muerte sino la victoria del amor: tomar la cruz para ganar la corona. 
"Y me siga". Nada de lo que Jesús nos propone es un imposible. Nada de lo que nos plantea es algo que no haya hecho Él antes. Es un camino de calvario pero la recompensa merece la pena. Pero tenemos que saber lo que supone seguir a Cristo.

"Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrar". Es la gran paradoja del evangelio: una llamada a morir para vivir. "Perder la vida" supone obediencia y humildad pero, sobre todo, un amor excelso que entrega el cuerpo para ganar el alma

"Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras". Cristo nos promete dos cosas: la primera, que regresará y la segunda, que hará justicia. 
Por otro lado, en Lucas 9, 57-62, Jesús se anticipa a nuestros cuestionamientos y propuestas, avisándonos de lo que supone el camino que nos propone:
  1. "Mientras iban de camino, le dijo uno: 'Te seguiré adondequiera que vayas'. Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Jesús nos avisa, para no llevarnos a engaño, que seguirlo supone abandonar las seguridades y las comodidades humanas.
  2. A otro le dijo: 'Sígueme'. Él respondió: 'Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre'. Le contestó: 'Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios'. Su propuesta implica renunciar a los lazos humanos y los vínculos familiares.
  3. Otro le dijo: 'Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa'. Jesús le contestó: 'Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios'. El seguimiento de Cristo implica anteponer a Dios sobre todas las cosas.
La negación y la cruz son el camino de exigencia que Jesús ha recorrido antes. No hay cristianismo al margen de la humildad, del "abajamiento", de la renuncia a uno mismo. No hay cristianismo sin entrega de la vida, sin desapego a los bienes o a los deseos, o incluso a la propia familia y amigos... "Quien no muere para nacer del espíritu, no puede entrar en el Reino de los cielos" (Jn 3, 5).

¿Elijo ir en pos de Ti? ¿Soy consciente de lo que ello supone? ¿Estoy dispuesto a negarme, a tomar mi cruz y seguirte? ¿Estoy dispuesto a renunciar a mis expectativas y deseos, a mis posesiones, familia y amigos? ¿incluso a renunciar a mi propia vida, y anteponerte a todas las cosas? 

"Señor, ayúdame" (Mt 15,25)…a serte fiel, a saborear la cruz sirviendo a los demás, y a seguirte hasta el final.


JHR

domingo, 19 de junio de 2016

SER CRISTIANO, ALGO MÁS QUE VESTIR LA CAMISETA


En el mundo, muchas personas afirman ser del Real Madrid, que se consideran "madridistas" y visten su camiseta, pero ¿realmente lo son? ¿vestir su camiseta les hace ser madridistas? ¿conocen los requisitos necesarios para pertenecer al Real Madrid?¿pueden certificar su pertenencia al club? ¿Acuden al campo cada domingo? ¿se alegran cuando el equipo gana y se entristecen, cuando pierde? ¿conocen los nombres de los jugadores? ¿saben la historia del club? ¿viven su pasión por el equipo con fervor o sólo se apuntan a sus triunfos? ¿qué dice su forma de actuar sobre su pertenencia o no? 

De la misma manera, muchas personas afirman ser de Cristo, es decir, se consideran "cristianas", pero ¿realmente lo son? Uno puede estar convencido de ser cristiano (incluso un buen cristiano) por el simple hecho de enfundarse la camiseta y sin embargo, estar jugando con otro equipo. No por decir que soy cristiano, lo soy. Es preciso discernir sobre lo que Dios y su Palabra dicen sobre lo que significa ser un cristiano realmente. 

Nuestra vida es como una carrera donde no importa el orden de llegada sino tan sólo cruzar la meta. Una carrera donde existen personas equipadas con ropa deportiva, zapatillas y dorsal que corren en una dirección, otras dando vueltas en circulo, otras están paradas o sentadas, tomándose un refrigerio y no se mueven, e incluso algunas corren en la dirección contraria. 

Todos creen formar parte de la carrera puesto que llevan dorsal; todos se creen corredores porque visten camiseta y deportivas, y todos creen estar en forma y en condiciones de llegar a la meta. Pero ¿llegarán a la meta dados su ritmo o a su dirección? ¿Están realmente corriendo la carrera? y lo más importante, ¿están corriendo en la dirección correcta? ¿Qué implica ser cristiano?

Ser parte de la "plantilla" de Dios

Ser cristiano no depende de que nosotros digamos serlo sino que Dios, que ve el corazón, sabe quien es y quién no (Lc 10,20; Jn 10,14; Fil 4,3; Ap 20,15). Para vestir la camiseta de cristiano, primero Dios nos tiene que "fichar". ¿Cómo? Por medio de Cristo nos rescata del pecado, nos cambia la camiseta de pecador. 

En Mateo 25,31-32 y 41-46 se muestra cómo Cristo separará a su pueblo del resto, como el pastor separa las ovejas de las cabras y cómo algunos que creían ser ovejas serán apartados.

En Mateo 7, 21-23 dice que no todo el que se considere cristiano se salvará sino el que hace la voluntad de Dios y que muchos dirán haber obrado como cristianos y sin embargo, Jesucristo los apartará.

La Palabra de Dios nos muestra que Jesús es el Juez y quien separa el rebaño. Tener fe es algo más que una decisión de corazón; ser cristiano implica algo más que tener fe; significa experimentar a Dios y hacer su voluntad, no la nuestra o lo que nosotros creemos que debe ser.

Vestir una "camiseta nueva"

El hombre, por el pecado, está alejado de Dios y espiritualmente muerto. Por ello, es necesario "nacer de nuevo" como don gratuito de Dios (Jn 3,1-8). No se trata de un nacimiento físico sino espiritual ni tampoco de una mejora personal: es preciso un cambio radical.

Dios promete intervenir y salvarnos (Ez 36,26-27) como acto unilateral y misericordioso. Es lo que llamamos "conversión": Dios por su amor misericordioso y regenerador nos cambia, nos transforma, nos convierte a otra forma de ser y actuar, es decir, nos vestimos con una camiseta nueva. 

El "nuevo nacimiento" o conversión es un acto invisible de Dios que se refleja en los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Ga 5,22-24).

Saber lo que implica el "escudo" 

Muchas personas reconocen la figura de Jesucristo, incluso los demonios, pero esto no les hace cristianas. Ser cristiano es creer en Él, tener fe en Él, confiar en Él. Y uno confía en alguien a quien ama. Sin amor no es posible la confianza.


El amor y la fe es lo que diferencia a un cristiano del resto pero no se puede creer ni amar a alguien a quien no se conoce (Ro 10,14). Al enfundarnos la nueva camiseta de cristiano, debemos conocer al capitán, lo que se requiere para vestir la camiseta y cómo hacerlo.

Por tanto, lo primero que se requiere es conocer a Dios, lo que dice, lo que hace, cómo es, para después, adoptar una decisión personal y sincera de confiar en Él, de amarle.


Luchar "hasta el final"

Un verdadero cristiano lucha y persevera hasta el final. No se rinde pues confía plenamente en la obra de Dios, su unión con Cristo, su "capitán" y su adhesión al "escudo" son completas.

Muchos, ante las dificultades o las presiones de su entorno, prefieren estar en el banquillo o buscarse otro equipo, donde la exigencia sea menor. Se quitan la camiseta y dejan de ser cristianos. En realidad, nunca lo fueron de verdad, porque si fueran auténticos cristianos perseverarían hasta el final.

Ser cristiano implica luchar hasta el final sabiendo que tenemos el apoyo y la recompensa de Jesucristo,  nuestro "capitán", que siempre obra en nosotros, insuflándonos ánimo, fortaleza y confianza.

"Amar los colores"

Una de las transformaciones más importantes y visibles de nuestra conversión a Cristo es el crecimiento de amor genuino por los demás. Al vestir la camiseta de cristiano, comenzamos a amar al resto del equipo, a "amar los colores".

Un cristiano se diferencia del resto de equipos por tres formas de amar los colores:
  • Amar a los del equipo. "En esto conocerán que sois mis discípulos"(Jn 13, 34-35), actuando así, sabrán de qué equipo somos. Amarse los unos a los otros representa el "escudo cristiano", significa cuidarse, apoyarse, compenetrarse. La fe se vive en comunidad y los partidos se ganan en equipo. 
  • Amar a los equipos más débiles. "Si lo hacéis a vuestro hermano, a mí me lo hacéis" (Mt 25, 34-40), obrando así, daremos a conocer los valores del equipo. Amar a los pobres, a los necesitados implica un patrón de vida distinto del resto, significa dar la mano a los débiles, preocuparnos por ellos y nunca mirarlos por encima del hombro.
  • Amar a los equipos rivales. "Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? (Lc 6, 27-36), procediendo así demostramos lo más difícil: amar a nuestros rivales, a quienes están en nuestra contra, a los del otro equipo.
Un cristiano ama a otros cristianos, a los necesitados y a sus enemigos porque han nacido de Dios y Dios es amor (Jn 4,7).

Esas somos las personas a quienes Dios ama, aunque no le demos ninguna razón para amarnos, aunque no podamos pagarle y aunque le neguemos. Dios nos ama. Así, un cristiano no sólo ama a los de su equipo sino que amando a otros muestra a qué equipo pertenece. 










viernes, 13 de mayo de 2016

EL CAMINO DE DAMASCO, MI EXPERIENCIA DE CONVERSIÓN



¿Qué es la conversión? ¿Por qué necesito convertirme? ¿Cómo llegar a ser un verdadero cristiano? ¿Hay una sola conversión o es un proceso de múltiples conversiones?

En Hechos 3,19, el apóstol Pedro habla de la importancia de la conversión: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados”. Pero, ¿qué significa “convertirse”?

Muchas personas creen que para convertirse o para "nacer de nuevo" sólo deben aceptar una vez a Jesucristo en su corazón, profesar la fe sólo con palabras o sencillamente, ir a misa. 

Pero, ¿qué significa “nacer de nuevo”? ¿basta sólo con palabras? ¿qué significa realmente ser cristiano?  ¿Es algo instantáneo o un proceso? ¿Tiene el Espíritu Santo algo que ver en esto? 

La conversión cristiana es un tema importante en las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos. Cuando una persona se convierte quiere decir que cambia. Convertirse quiere decir “dejar de ser una cosa para ser otra”.

La conversión

“Vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la cólera...” (Efesios 2,3). 

Todos somos pecadores y por ello, estamos alejados de Dios. Para volver a Él es necesario que se produzca una transformación, un cambio en nuestra forma de pensar y actuar, en los deseos de nuestro corazón, en nuestra actitud y en nuestra relación con Dios.

Y para que se produzca esa conversión es preciso arraigar un amor nuevo en nuestro corazón y una vida nueva, es necesario experimentar a JesucristoCuando uno conoce realmente al Señor, su vida cambia, se pone en camino, desecha todos los hábitos pecaminosos y los frutos del Espíritu se manifiestan

La conversión es una actitud diaria, es un proceso, un camino y una sucesión de transformaciones que duran toda la vida, una experiencia real de Jesucristo resucitado y presente en la Eucaristía y desde ahí en todos los aspectos de tu vida. 

El camino de Damasco (Hechos 9,1–18)

El ejemplo más claro que aparece en la Biblia sobre la conversión de un ser humano es el de Saulo de Tarso (nombre judío), Pablo (nombre romano), el apóstol de los gentiles. 

Pablo de Tarso había recibido el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos de Damasco. Mientras cabalgaba hacia allí, un resplandor del cielo le hizo caer del caballo dejándolo ciego, mientras él y los que cabalgaban con él oían una voz que decía "Saulo, Saulo, por qué me persigues"

Tras esta fuerte experiencia, Pablo se encuentra en Damasco con Ananías, que le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado.

Al ser convertido, Pablo dejó de oponerse al cristianismo y llegó a ser un gran defensor de Cristo. El arrepentimiento sincero, la humildad, la entrega completa, la obediencia a Dios, el deseo de aprender y la voluntad de sufrir por causa del Señor fueron algunas de los cambios que Saulo experimentó en su vida, desde el momento de su conversión.

Pablo, aún después de convertirse siguió teniendo el entusiasmo, energía, valor y celo que tenía antes de su conversión. Su conversión consistió en pasar de su fe farisea a la fe cristiana, de su lealtad a la ley judía a la fidelidad en Cristo y de su propia justicia a la justicia de Dios. La conversión significa dejar las normas del mundo para ir en pos de las de Dios. Significa cambiar de forma de vida, no de personalidad.

Fue la gracia de Dios la que envió la luz resplandeciente al enemigo de la fe cristiana en el camino a Damasco. Sólo la gracia de Dios puede convertir los corazones de los que tienen la voluntad de recibir el poder transformador del Señor. Jesús dice: Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44).

Pablo era un hombre “bueno”, bien educado e inteligente, con una personalidad dominante, poseía una “buena conciencia” (Hechos 23,1) y era celoso de la ley. Creía sinceramente que estaba persiguiendo a una secta débil, ignorante y fanática. Creía que su tarea era ayudar a Dios, purificando a Israel de la corrupción religiosa. Pero necesitaba experimentar a Jesucristo para obtener su salvación. Su obediencia cuidadosa de la ley y el celo con que se entregaba al servicio religioso no eran más que “paño sucio” (Isaías 64,5) porque "era impuro". 

Pablo fue consciente de que debía apartarse de todas sus formas y de todos sus intereses personales para recibir a Cristo. Debía olvidar su propia justicia para recibir, por la fe, la justicia de Dios (Filipenses 3,1–9). Es decir, Pablo tuvo que convertirse para ser salvo.

El hombre hace su papel, someterse a Dios y obedecerlo, pero es Él quien hace el milagro por su gracia en el corazón del mismo. Pues Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el actuar para agradarle.” (Filipenses 2,13). “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día". (Juan 6,44). 

Mi camino de Damasco

Personalmente, me siento un privilegiado. Yo he experimentado mi propio camino de Damasco. He vivido una vida pensando que yo era bueno, que no hacía mal a nadie, que todo dependía de mi y de mi talento. Seguía la corriente de este mundo” (Efesios 2,2), “en las pasiones humanas (1 Pedro 4,2). Dios no estaba en mi vida. Ahora soy consciente. Por eso, he abandonado mi anterior vida desorientada. 

Cuando encuentras el amor verdadero, el amor desinteresado, el amor con mayúsculas, desaparecen las dudas y emerge el sentido de todo: EL AMOR. No es posible callártelo, quieres gritarlo a los cuatro vientos. Yo he experimentado el amor humano con mi ángel, con mi mujer, a quien quiero profundamente y lo más importante, he experimentado el amor divino, con mi Padre, con mi Creador a quien quiero con toda mi alma.

Yo estaba ciego, pero con humildad y obediencia escuché su voz. Dios me miró a los ojos y dijo mi nombre: ¿Me amas Alberto? Ante tal pregunta, uno se desmorona, se rompe, cae de rodillas y con lagrimas en los ojos, dice: "Tú sabes que te quiero, Señor".

Pero lo importante, lo trascendente no es si yo te quiero, Señor. Lo fundamental es que Tú me quieres, aún a pesar de mí, de mis defectos, de mis infidelidades y pecados, me quieres antes de yo conocerte. Ese es el centro del universo, que Tú me amas desde siempre y para siempre.

Por eso, me entrego a ti, a tu voluntad, a tu amor inagotable, a tu misericordia infinita, desde mi pequeñez, desde mi insignificancia, desde mi torpeza.

Mi amor, pequeño y humano, es importante para Ti, el Hacedor de todo y eso no se puede corresponder con palabras ni con hechos mortales. 

Yo, que soy un átomo en tu propósito eterno, para Ti soy vital. ¿Existe un amor más grande?

Señor, gracias por convertirme día a día, por moldear mi carácter, por dejarme conocerte y experimentarte.

Gracias por otorgarme la gracia de amarte, de servirte y de servir a los demás. 

Gracias por el privilegio de ser instrumento tuyo en Tu plan de salvación. 

Gracias por curar mi ceguera y permitirme darte gloria. 

Gracias por iluminar mi camino y sacarme de las tinieblas.

Gracias Señor. 

Tú sabes que te quiero.


sábado, 12 de marzo de 2016

MIS CHARLAS EN ALPHA: ¿CÓMO PUEDO ESTAR SEGURO DE MI FE?



¡No te fíes ni de tu padre!

Con esta afirmación he vivido durante gran parte de mi vida; por supuesto, nunca he confiado en los demás (y mucho menos en los políticos o en los curas) y tampoco en Dios. 

Siempre he huido de todo lo que oliera a religión, y siempre estaba reticente a ir a la iglesia, a ser convertido. Quizás por ello, he sido un lobo solitario.

A decir verdad, sí he tenido fe, siempre, pero sólo fe en mí mismo.

Pero un día realicé mi primer gran acto de fe: me casé con una chica muy guapa y muy buena, mi mujer. Puse mi confianza en ella. Ella me transformó por completo, cambió mi forma de ver y hacer las cosas. Me dio tres maravillosos hijos; este año hemos celebrado nuestro 25º aniversario de boda.

Tuve y tengo fe, confianza en ella; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que es la mujer de mi vida.

Bastantes años después, hice mi segundo y más importante acto de fe: me hice cristiano. La fe me ha transformado en otra persona. Siento una alegría interior que me impulsa a transformar mi entorno, a ser mejor persona. Tuve y tengo fe, confianza en Cristo; y estoy seguro de ello, tengo la certeza de que soy Hijo de Dios, que es el Dios de mi vida.

El tema de hoy versa sobre la fe cristiana. ¿Cómo puedo estar seguro de mi fe?

En la carta a los Hebreos el apóstol San Pablo nos dice: "La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".

La fe significa dar un sí, ser fiel, tener confianza plena, amar, hacer una elección y tener una esperanza.

Con el paso de los años, he experimentado personalmente que el que conoce a Cristo nace a una nueva vida. Su vida anterior queda atrás.

¿Qué quiere decir ser cristiano? 

No, no me refiero a ser guapo, rico y millonario. Ese es el jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo.
Para algunos, ser cristiano es sinónimo de buena persona y normalmente es cierto, pero ser buena persona no nos define como cristianos. 

Si fuera así, todos deberíamos ser cristianos. Hay ateos que son buenas personas y no son cristianos. Ser bueno no te hace cristiano.

Otros creen que ir a misa es ser cristiano, pero yo voy al Bernabéu y no soy jugador de fútbol, voy a un Mc Donalds y no soy americano.

Otros pueden decir que son cristianos porque han nacido en un país cristiano, pero eso tampoco nos define como tales. 

España es un país tradicionalmente taurino, y no por ello nos tienen que gustan los toros.

Para otros, ser cristiano es creer en Dios, pero el Diablo y los demonios creen en Dios y no por ello son cristianos.

Entonces ¿qué significa? ¿os lo habéis preguntado alguna vez? 

La tradición de la Iglesia define cristiano como SEGUIDOR DE CRISTO; se trata de que siguiendo a Jesús, Él nos muestra el camino que nos lleva a Dios. 

Es llegar a amarle y hacer propios los grandes valores de Cristo. En la 2ª carta a los Corintios nos dice: 

“Cuando alguien se convierte a Cristo,
 se transforma en una nueva criatura. 
Su existencia anterior queda atrás 
y él comienza a vivir una nueva vida”. 

¿Cómo sé que soy cristiano?

Si os pregunto: “¿Te describirías tú como un cristiano?” Algunos me diréis: “Más o menos” o “Soy creyente pero no practicante”  0, simplemente “No”. 

Si os pregunto: ¿estáis casados? ¿Me diríais?: “Si, más o menos” o “Estoy casado pero no soy practicante” o “No" o "ya, no” 

Cuando uno mantiene una relación, evidentemente lo sabe. Cuando uno se convierte y sigue a Cristo, lo sabe.

¿Cómo ocurre esto de la conversión? es decir, pasar de no ser “na” a ser seguidor de Cristo

Yo no recuerdo la fecha exacta de mi conversión pero ha sido hace poco, y de forma gradual. Las experiencias varían notablemente según las personas: 

- Unas, siempre han tenido una relación con Jesús. Si le preguntas a tu abuela, te dirá que ella siempre ha sido católica, apostólica y romana

- Algunas personas perciben el cambio inmediatamente. 

- Otras, lo perciben de manera más gradual, no saben cuándo, pero saben que siguen a Cristo; cruzan la frontera. Intuyen, sienten, saben.

Da igual el momento, no importa desde cuándo lo que importa es que sientes qué te ha pasado, sabes que eres cristiano.

Pero ¿qué pasa cuando le dejo entrar en mi vida, en mi corazón? 

Aquí está el meollo de la cuestión!!! 

Me convierto en hijo de Dios. Vaya tela!!!!!

En el evangelio de Juan dice: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”.

Dios quiere que estemos seguros de quererle, como tu mujer o tu marido quiere estar segura/o de que le quieres.

Yo puedo tener la certeza de que mi mujer me quiere, o de que yo la quiero, pero tener la certeza de que nos queremos mutuamente es…LA LECHE!!! Eso mismo es lo que pasa si tienes una relación con Dios.

¿Cómo estoy seguro de ser cristiano? ¿Qué certezas tengo?

Nuestra certeza, mi confianza se basa sobre tres pilares fundamentales
  • La palabra de Dios 
  • El hecho histórico de la vida, muerte y resurrección de Jesús 
  • La acción del Espíritu Santo 
I. LA PALABRA DE DIOS.

Un cristiano se basa en la Biblia y en sus promesas. Es el documento que nos acredita como tales.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque tengo una partida de matrimonio, un documento que lo acredita. Podré arrepentirme o no creérmelo, pero está ahí, estoy casado.

¿Cómo sé que soy cristiano? Porque tengo un documento, la Palabra de Dios, que me acredita que lo soy. Podré creerlo o no, cumplirlo o no, pero está ahí, soy cristiano.

Si mi fe dependiera de los sentimientos, nunca estaría seguro pues unos días sería cristiano y otros, no. Yo, lo que necesito, es una certeza que va más allá de mis sentimientos volubles. Esa certeza es la Palabra de Dios, como nos decía antes el apóstol Juan: “Aquellos que le reciben, aquellos que creen en Él, les dio el poder de ser hijos de Dios”. Es decir, cristianos.

Entonces, ¿cómo le recibo, cómo creo en él?

En el libro de Apocalipsis, Juan nos dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

El pintor pre-rafaelista William Holman Hunt (1827-1910), inspirado en este versículo de la Biblia pintó el cuadro “La luz del mundo”. Pintó tres versiones. Una de ellas, la más famosa, está expuesta en la catedral de San Pablo, en Londres. 

Se trata de una analogía sobre cómo tener una relación con Dios. La idea es que Jesús, la luz del mundo, espera a la puerta de nuestra casa (nuestra vida) y llama, esperando una respuesta. La puerta está llena de espinos y cardos, que son los obstáculos y problemas rutinarios: la persona no ha experimentado una relación con Jesús. 

Jesús quiere entrar y ser parte de la vida de esa persona. Si le abrimos nuestro corazón, él nos promete: “Entraré, y cenaré contigo y tú conmigo”. En la tradición judía y en otras, también, y aún hoy, comer en casa de alguien es el mayor símbolo de amistad.

¿Veis algo extraño en el cuadro? En la presentación del cuadro, Alguien le dijo al artista que había cometido un error: “Olvidaste pintar un tirador en la puerta”. “No” respondió él. “Lo pinté así a propósito. Si hay tirador, pero se encuentra por dentro”. 

Jesús nunca entrará a la fuerza en nuestras vidas. Sólo si queremos y abrimos nuestro corazón, el promete entrar. No dice: tal vez entre... 

Jesús nos hace tres promesas:

1- “yo, entraré en tu corazón, si me dejas” (Apocalipsis 3,20)

2- “Estaré contigo siempre, si me dejas” (Mateo 28,20)

3- “Te daré una vida plena, si me dejas” (Juan 10, 28)

Si tú, ahora, confías en Él y le dejas entrar, ten por seguro que entra. Alucinante!!!! 

Yo lo he hecho y os aseguro que muchos de mis amigos y familiares no me reconocen. Ni yo mismo!!!!

¿Qué es tener fe? Tener fe es aceptar las promesas de Dios y atreverse a creer en ellas.

Tener fe es subirte en un avión en Barajas y atreverse a creer que te llevará a Nueva York.

Tener fe es venir a este salón cada jueves y atreverse a creer que cenarás estupendamente y pasarás un buen rato.

II. EL HECHO HISTÓRICO DE LA VIDA, MUERTE Y RESURECCIÓN DE JESÚS.

¿Cómo sé que estoy casado? Porque me casé tal día, en tal lugar, a tal hora. Dato histórico. Mi mujer me ama y me dio el sí.

¿Cómo sé que soy cristiano? Hay un hecho histórico: Jesús murió en la cruz por amor y lo hizo por ti, por mí. Dios me ama y me dio el sí: a su Hijo.

Ser cristiano no depende de lo que hacemos, sino de lo que Jesús hizo. 

Ser cristiano es seguir a Cristo, que nos conduce a Dios. Pero mi falta de amor, mi egoísmo, mi avaricia, mi rutina me limitan y me impiden llegar hasta Él.

Entonces ¿cómo recibo el regalo que Dios me ofrece? 

Como escuchamos la semana pasada, Jesús asume con su muerte en la cruz todos nuestros obstáculos y esclavitudes (lo que los cristianos llamamos pecados), los carga sobre sus hombros, los hace suyos y nos libera. Resucitó para estar dentro de ti, dentro de mí.

Y entra en nuestros corazones para darnos una vida en plenitud, no una vida cutre, llena de problemas. En Juan 3,16 dice: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida plena.

Esta es la certeza de ser cristiano. Un regalo que se nos ofrece a cada uno de nosotros y que además, es gratis. 

III. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.

Cuando alguien se hace cristiano, el Espíritu Santo de Dios empieza a habitar en su interior (Romanos 8,9). 

Y cuando habita en nosotros, empieza a transformarnos. 

¿Qué ocurre cuando entra el Espíritu Santo?

El Espíritu santo transmite una VISIÓN OBJETIVA: nos transforma desde dentro. Impregna el carácter de Dios en nuestras vidas, mediante los dones del Espíritu y produce frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23): amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, mansedumbre y dominio propio. Y se producen cambios: 
  • En nuestro carácter. Somos más amables, más alegres, más pacíficos, tenemos más dominio propio vivimos de otra forma. Yo ahora, soy capaz de renunciar a ver un partido de fútbol, por estar con mis amigos. O de pedir perdón, cosa que antes, ni se me pasaba por la imaginación.
  • En nuestra actitud hacia Dios. Desarrollamos un nuevo amor por Dios Padre. Antes, mi interés y actitud hacia la fe, hacia Jesús, o hacia Dios, era irrelevante, falso o aburrido. Ahora, es importante para mí… Antes desconfiaba de los cristianos, los evitaba, me parecían gente rara…incluso frikis. Ahora, me reconforta estar junto a ellos. Ahora me duele que el nombre de Dios se use sin respeto, hay un dolor íntimo porque ahora Dios es alguien cercano y querido para mí. Ahora percibo una gran sensación de perdón y de sentirme amado y cuidado.
  • En nuestra actitud hacia los demás. Desarrollamos un nuevo interés por los demás, un amor que nos impulsa a trasformar nuestro mundo. No es algo egoísta que nos hace sentirnos bien y ya está. Ahora miro a quienes antes ignoraba y me preocupo por ellos, por los que están tristes o perdidos, los que son mayores o están enfermos o los que tienen problemas. Me intereso de corazón por ellos. Recibimos un deseo y una pasión por hacer cosas por los demás. Pero ser cristiano no es fácil: es un gran desafío, pero es muy emocionante.
El Espíritu santo transmite también una VISIÓN SUBJETIVA: nos da experiencia interna de Dios. Una convicción personal, profunda y absoluta de que somos hijos de Dios. (Romanos 8,15-16).

En definitiva ¿Cómo sé que tengo una relación personal con Dios? ¿Qué certezas tengo?
  • Lo sé porque la palabra de Dios es el documento que me lo acredita: si le invito, El entra en mi corazón.
  • Lo sé por el hecho histórico de que Jesús murió por mí e hace posible que pueda acercarme a Dios y tener una relación con Él.
  • Lo sé porque experimento como su Espíritu de amor me trasforma y me da la certeza de que soy Hijo de Dios.
Uno escucha la llamada de Jesús y toma una determinación de fe al invitarle a entrar. Pero cuando entra, tenemos la seguridad de que somos hijos de Dios y de que él nos ama: le conocemos y conocemos su amor incondicional. Es un acto de fe que se fundamenta no en sentimientos, o no sólo, sino en hechos, en un conocimiento personal y mutuo.

¿No os pasa lo mismo con vuestros hijos? Que a pesar de que se porten mal a veces, de sus malas notas, de sus desobediencias, ¿los queremos porque los reconocemos hijos nuestros y los queremos?

Dios nos quiere porque nos reconoce sus hijos, nos quiere, a pesar de que nosotros no cumplamos, a pesar de que le seamos infieles y le traicionemos, a pesar de que nosotros mismos pensemos que no lo merecemos. 

Recordad lo que dice la Biblia: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. 

AHORA, SÍ ME FÍO DE MI PADRE!!!

Él está a la puerta de tu corazón, de tu vida. ¿Qué vas a hacer? ¿Le dejarás entrar?

Os dejo una preciosa canción de Jésed: Estoy a la puerta y llamo





domingo, 13 de diciembre de 2015

BUSCANDO EL ROSTRO DE DIOS


 Mi corazón sabe que dijiste: Busca mi rostro. 
Y yo Señor, busco tu rostro, no lo apartes de mí. 
No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; 
no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. 
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. 
Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano”.
(Sal 27,8-11).

Cuando vemos el rostro de una persona, estamos viendo mucho más que solo un rostro.  Podemos ver el rostro de alguien y saber si esa persona está enfadada, alegre, triste, cansada, preocupada, deprimida, herida, emocionada, enamorada, enferma, y la lista continua.  Un dicho popular dice que  “la cara es el reflejo del alma”.

El rostro de una persona revela mucho acerca de ella: sus pensamientos, su dolor, su gozo, su corazón. 

Buscar el rostro de Dios es entrar al corazón de Dios y ver lo que Él siente, lo que Él desea. Su rostro nos revela a Dios mismo, quién es, su amor, su compasión, su gracia, su cariño, su dolor, su ira.

Buscar el rostro de Dios es enfocarse en Él, en su carácter, en sus obras, en sus palabras. 

Buscar su rostro es realizar un esfuerzo para comprender sus pensamientos, es familiarizarse con Él, sobre todo en la oración, diálogo de amor entre Él y nosotros.

Buscar el rostro de Dios es ir a conocerle más, es fijar la mirada en las cosas que a Dios le agradan, lo que le hace reír, llorar, y hasta enojar.

Buscar el rostro de Dios es ver su presencia en nuestras vidas, en nuestro entorno, en la creación. Es descubrir su luz y su guía, su bondad y su cercanía, su amor y su misericordia.

Buscar el rostro de Dios es buscarle en Jesucristo, quien nos lo rebeló a lo largo de su vida con sus obras y sus palabras: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9).


  “El Señor ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. (Nm 6,25-26). Aquí se nos muestra una de las cualidades del Rostro de Dios: la de la luz que emana de Él. Todos estamos llamados a buscar, a contemplar y a ser reflejo de esa Luz divina que emana del Rostro de Dios.