¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 13 de febrero de 2018

LO SÉ, PERO QUÉ DIFÍCIL ES...

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“Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: 
Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; 
ni te desanimes al ser reprendido por él. 
Pues a quien ama el Señor, le corrige; 
y azota a todos los hijos que acoge. 
Sufrís para corrección vuestra. 
Como a hijos os trata Dios, 
y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? 
Más si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, 
señal de que sois bastardos y no hijos. 
Además, teníamos a nuestros padres según la carne, 
que nos corregían, y les respetábamos. 
¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?
¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; 
mas él, para provecho nuestro, 
en orden a hacernos partícipes de su santidad”
(Hebreos 12,5-10)


Confieso que me encuentro en un período de aridez espiritual, que he dejado atrás el exuberante oasis de la esperanza y que vago por el desierto de la inseguridad, sin agua viva que calme mi sed, arrastrando mis pies sobre la ardiente arena y con el rostro abrasado por el sol. 

Me encuentro con pocas ganas de rezar o de ir a Misa; hasta parece que el cielo desaparece en la desagradable tormenta de arena.

Resultado de imagen de aridez espiritual¿Cómo vencer este estado espiritual en el que veo lejano a mi Dios, o incluso, no le veo? ¿Cómo ser capaz de no ceder a las tentaciones de falta el ánimo y de tirar la toalla?

Mi director espiritual y confesor me hace sonreír cuando, en estos momentos de aridez, de noche oscura y de desierto, me da la enhorabuena. Y es que antes no lo entendía. Me exhorta a tener, ante todo, mucha calma y paciencia. Me anima a continuar, aún sin ganas o sin beneplácito, perseverando en mi vida espiritual: oración, sacramentos, servicio, caridad y penitencia. Pero qué difícil es...

Sé que no se trata de tibieza, porque sí que cuido mi vida espiritual; que quiero con toda mi alma a Dios; que todo lo que soy y todo lo que tengo, es gracias a Él; tampoco tengo pecados graves que pudieran alejar de mi la gracia de Dios. Pero qué difícil es...

Imagen relacionadaSé que si mi camino espiritual fuera cómodo y estable, me acostumbraría a la pereza; que la monotonía se apoderaría de mi; que las dificultades son necesarias para mi crecimiento humano y espiritual; que soy peregrino en busca de mi casa celestial donde saciaré mi sed más profunda. Pero qué difícil es...

Sé que, a veces, Dios permite estas pruebas para que aprenda a “buscar más al Dios de las consolaciones que a las consolaciones de Dios”; sé que, como decía San Juan de la Cruz, “el progreso de una persona es mayor cuando la misma camina a oscuras y sin saber”. Pero qué difícil es...

Otras muchas veces, disfruto de maravillosas peregrinaciones, me deleito en dulces oraciones, me abandono en bellas adoraciones de fervor sensible, me "lleno" de su presencia en retiros espirituales...igual que un niño con sus chuches; pero cuando me sobreviene la prueba, cuando camino por el desierto, tiendo a desfallecer.

Sé que Dios me quiere con locura, y me quiere santo; que a través de las pruebas y de la aridez espiritual, Él me cincela, me da forma, me sana y me transforma en lo que quiere que sea. "Él corta todos los sarmientos que no dan fruto en mí, y limpia los que dan fruto para que den más." (Juan 15,2). Pero qué difícil es...

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Sé que debo cargar con mi cruz y seguirlo. Soy consciente de que, a veces, el sacrificio es en beneficio de mi santidad; que surgen las tinieblas para poder ver su potente luz. Pero qué difícil es...

Sé que en estos momentos de prueba, necesito silencio, confianza, oración y abandono; que detrás de los nubarrones está el cielo azul; que después de la tormenta viene la calma. Pero qué difícil es...


Sé que mi Señor camina a mi lado, coge mi mano y le susurra a mi corazón: “No tengas miedo, pues yo estoy contigo. No necesitas mirar con desconfianza, pues soy yo, tu Dios. Yo te fortalezco, te ayudo y te sustento con mi diestra victoriosa” (Isaías 41,10). Pero qué difícil es...

Sé que Dios está conmigo aunque no le vea; que sabe lo que estoy viviendo; que opera mi corazón abierto en el sufrimiento; que todo es para su gloria. Pero qué difícil es...

Imagen relacionadaSé que debo cerrar mis ojos y coger Sus manos misericordiosas para dejarme guiar por Su sabiduría; sé que el nunca me abandona en mitad del camino. Pero qué difícil es...

Sé que mi Señor me prepara para recibir más y mayores gracias; que actúa en mi alma para purificarme; que ser cristiano no es agradable ni cómodo. Pero qué difícil es...

Sé que la fe no es un sentimiento sino adhesión y confianza a Dios, a su verdad y a su voluntad; que no se trata de "sentir o experimentar" sino de vivir, con o sin ganas, con o sin motivación. Pero qué difícil es...

Sé  que debo vagar por el desierto buscando a Dios; que debo imitar a Jesús, también en los momentos oscuros; que el profundo vacío de mi ser anhela sus caricias. Pero qué difícil es...

Sé que no sé nada sin Dios; que no soy nada sin Dios; que no hay nada sin Dios. Pero qué difícil es...

¡Mi Señor, mi Dios, llena mi vacío de ti y no me dejes caer rostro a tierra! ¡Ayúdame con mi cruz para llegar al Calvario y verte! ¡Corrígeme porque sé que me amas!