¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 20 de abril de 2020

LA CASA DE DIOS NO ES UN CLUB SOCIAL

Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía.
No es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.
(Génesis 28, 16-17)

Escuchaba esta semana a D. Jorge Ordeig, sacerdote y párroco de la parroquia de San Ildefonso (Granada) una acertadísima reflexión sobre la irrupción de la policía durante una Eucaristía en la Catedral de Granada y posterior desalojo ilegal de las personas que allí se encontraban. 

Este buen sacerdote no abunda tanto en el hecho ilegal del desalojo (que también) sino que más bien, nos invita a nosotros, los católicos, a reflexionar y preguntarnos cómo estamos trasladando al mundo el significado de lo que es una iglesia y de lo que allí ocurre.

No puedo estar más de acuerdo con D. Jorge y, de hecho, hace algún tiempo, he escrito varios artículos sobre este asunto. Es normal que aquellos sin fe o que se proclaman ateos puedan tener una visión distorsionada de lo que es una iglesia, puesto que para ellos no es más que un sitio de reunión social como lo puede ser un bar, un estadio o una sala de cine, y por tanto, si éstos están cerrados por causa del covid, lo tenga que estar también una iglesia.

De hecho, algo que repiten hasta la saciedad es que a las iglesias sólo asisten "ancianitas vestidas de negro". Por eso, en teoría, dejar que las iglesias estén abiertas no debería ser un problema para quienes no creen.

Sin embargo, una iglesia no es un sitio de encuentro social. Es la casa de Dios, una casa de oración, en palabras del propio Jesucristo. Es el lugar a donde vamos los cristianos para encontrarnos con Dios, y al que todos tenemos el derecho de acudir cuando lo necesitemos o deseemos

Se trata de un derecho fundamental que está amparado por la Constitución y que, en ningún caso, ha sido prohibido por el Real Decreto sobre el estado de alarma .

Por tanto, el problema es más nuestro, de los cristianos, que de los que no creen. Se trata más un problema propio de pereza y de tibieza, de dejadez apática y de falta de perseverancia, una forma equivocada de cómo vivimos nuestra fe. 

Antes incluso del estado de alarma que nos confinaba en nuestras casas por ley, ya vimos como, por desgracia, muchas diócesis se precipitaban (a mi juicio) en adoptar medidas excesivamente apresuradas y enmarcadas en un inane "buenismo", en una falsa bondad, que no se corresponde con la manera cristiana de vivir la fe.

En multitud de ocasiones, somos los católicos quienes damos mal ejemplo al mundo,  quienes dejamos de testimoniar el mensaje divino de amor, quienes vaciamos de esencia y de sentido trascendental la fe de Jesucristo. 

Y lo hacemos, por ejemplo, cuando asistimos a la iglesia por tradición, por cumplimiento o por obligación; cuando asistimos a misa porque es lo "que toca" antes del aperitivo; cuando convertimos un bautizo, una comunión, una boda o un funeral, en un acto social de reunión sin más, en el que hablamos de "nuestras cosas"; o cuando obviamos o no le damos la importancia al hecho de Quien habita en ella.

¿Qué visión estamos dando al mundo de lo que es la casa de Dios? ¿a qué vamos nosotros a la iglesia? ¿creemos realmente que es una casa de oración para hablar con Dios o la hemos convertido en un club social donde nos reunimos para charlar de asuntos intrascendentales?
Momento Devocional IPCC – Gratidão pela família de Deus - Igreja ...
Todos los católicos estamos llamados a dar un ejemplo de fe y de perseverancia que abra los ojos al mundo. Pero poco testimonio daremos si nuestros propios ojos están cerrados, si nuestra sal se ha vuelto sosa o si nuestra luz ha dejado de brillar.

Si realmente creemos que Dios habita en la Iglesia, si realmente creemos en su presencia real en la Eucaristía, si creemos que es Dios quien nos sustenta en los momentos de dificultad, no podemos cerrar las puertas de nuestros templos al mundo; no podemos cerrar las puertas de Dios a nuestra sociedad; no podemos cerrar las puertas de la Esperanza al mundo.

Si realmente creemos que la Iglesia es la Casa de Dios, no podemos llevar una vida cristiana incoherente y mundana; no podemos dejar de defender y reclamar nuestro derecho a estar con Dios; no podemos dejar que nadie nos impida acudir a un momento de intimidad, de cercanía y de comunión con nuestro Padre.

Si realmente creemos en Jesucristo, no podemos restar de importancia a nuestro seguimiento cristiano; no podemos restarle valor a nuestra asistencia a la Eucaristía; no podemos cambiar nuestras oraciones por aplausos; no podemos cambiar nuestras súplicas por minutos de silencio o canciones populares. 

Si realmente creemos en Dios, no podemos permitir ningún abuso en su casa, ningún atropello a la Liturgia, ninguna ofensa a Dios, ningún sacrilegio; no podemos permanecer "pasivos" por miedo a las autoridades o a las enfermedades; no podemos amoldar nuestra fe a las leyes humanas.

La Iglesia es una casa de oración, no un club social.