¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 16 de septiembre de 2017

FE EN ACCIÓN: MANTENER CELO POR EL SERVICIO

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"No siempre podemos hacer grandes cosas 
pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor"
(Santa Teresa de Calcuta)

Con frecuencia vemos en muchos cristianos la dificultad para mantenerse entusiasmados por servir...especialmente a largo plazo. Comienzan excitados (quizás sobre-excitados) y van "como motos" a servir en sus comunidades, pero con el tiempo, caen en la rutina, en la pereza o simplemente "se cansan de servir".

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la fe es un maratón y no una carrera de velocidad. El camino es largo y dura toda la vida; no se trata de ir deprisa sino con paso firme y decidido cumpliendo la voluntad de Dios.

Imagen relacionadaLo segundo es que no debemos confundir la fe con la emociónLa emoción es la agitación del ánimo que se refugia en nuestra mente, mientras que la fe se encuentra en el espíritu, en lo más profundo del ser. Cuando alguien dice: “Siento que tengo fe”, se está expresando incorrectamente porque la fe no se siente, la fe se cree, la fe de tiene. La máxima prioridad de la fe es Dios, en los sentimientos, la única prioridad, es uno mismo. 

Lo tercero es ser conscientes de que lo que nos identifica como cristianos es cómo nos amamos y cómo nos reímos

Un cristiano siempre es una persona alegre, entusiasta y celosa por servir a Dios y a los demás. 

Un cristiano siempre es una persona atenta, acogedora y que ama a Dios y a los demás.


Por eso, los cristianos debemos ayudarnos unos a otros a mantener nuestra fe, el celo por la evangelización y el entusiasmo por el servicio. 

¿Cómo? Identificando y solucionando cualquier problema que cause o pueda causar desmotivación. 

Si el nivel de entusiasmo disminuye demasiado, la gente abandona. Si la alegría desaparece y el celo se disipa, la llama se apaga. Y el servicio se olvida.

Entonces, ¿cómo mantener esa vela encendida? ¿cómo prolongar ese ardor?

Ser ejemplos de servicio


La ley de la gravedad dice que "todo lo que sube, baja".  Es una ley física inexorable

Resultado de imagen de fe de montaña rusaEn la fe, también parece estar en vigor esta ley: todo sube y baja. Es el llamado efecto "montaña rusa". 

Lo he comprobado en muchas ocasiones: después de un retiro, de una actividad de voluntariado, de una peregrinación o de una misión mariana. 

La mayoría se emociona tanto al principio que experimenta un "subidón espiritual" para poco después, caer en un profundo "bajón". 

Y es que demasiado a menudo, el nivel de celo de las personas es un reflejo de su nivel de emoción. Su camino de fe está íntimamente ligado a su estado emocional y depende sólo de sus sentimientos.

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Por ello, es necesario que los líderes o los cristianos más comprometidos sean termostatos en lugar de termómetros. La diferencia estriba en que un termómetro sólo mide la temperatura mientras que un termostato establece la temperatura

Es preciso que nos aseguremos de establecer los medios a nuestro alcance para producir y mantener un entusiasmado continuado por el servicio, en lugar de para cuantificarlo o medirlo. 

Para que los demás absorban y hagan suyo nuestro nivel de entusiasmo, debemos demostrarlo a través de nuestras palabras, de nuestros actos, de nuestras prioridades, de qué  comunicamos y cómo inter-actuamos. En definitiva, del ejemplo que seamos para ellos.

Interesarse por ellos


El mejor termostato en la fe es mostrar entusiasmo por ellos, decirles cuánto les valoramos, ayudarles a ver lo valioso que es lo que están haciendo. 
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Cuando las personas se sientan valoradas en el servicio, se mantendrán entusiasmados por servir. Cuando no se sientan reconocidas, la moral comenzará a declinar. Es importante que escuchen palabras como "gracias", "bien hecho", "enhorabuena", etc.

Quien sirve, lo hace voluntariamente y por amor. Por tanto, debe sentirse útil, necesario y alentado. Un servidor debe siempre estar motivado por otro. 

También es muy importante hacerles participes de las cosas, mantenerlos informados, prepararlos y equiparlos...


Divertirse

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Una de las mejores maneras de mantener el nivel de celo alto es divertirse al servir. La alegría levanta el espíritu de equipo y crea una atmósfera donde todos desean servir

Y ¿cómo hacerlo? Creando diversión cada vez que nos reunamos. Puede ser algo tan simple como realizar dinámicas que entusiasmen a todos: charlas, excursiones, vídeos o películas, comer juntos en una barbacoa, etc. Incluso preguntarles lo que les gusta hacer, y hacerlo.


Mostrar los beneficios de servir


Una de las mejores cosas que se puede hacer para mantener a la gente motivada y encantada es mostrarles el impacto y los resultados de lo que están haciendo. 
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Invitarlos a ver cómo Dios actúa a través de ellos, cómo Dios se sirve de ellos como herramientas para su plan Universal, que son parte de "algo muy grande", que trasciende y va más a ya de un simple trabajo.

Hacerles ver el amor tan grande que se recibe cuando se sirve a otros y la gran verdad evangélica que asegura que "hay más felicidad en dar que la que hay en recibir". 

Comprobar que aunque se dan a otros, también reciben, y mucho. Reciben de ellos y de Dios.




Para la reflexión:

-¿Cuál es mi nivel actual de celo por el servicio? ¿alto? ¿bajo? ¿indiferente?
-¿Estoy sirviendo con el ejemplo? 
-¿Necesito reavivar mi pasión ante la llamada de Dios en mi vida?
-¿Mis hermanos saben que estoy entusiasmado con ellos? 
-¿Cómo les demuestro que les valoro?
-¿Es mi servicio un espacio donde hay alegría y diversión? o ¿sirvo con "cara de acelga" ?
-¿Cómo elevo el "factor de diversión"?
-¿Cómo puedo mostrarles que Dios les da un lugar en su Plan de salvación?
-¿Les he dicho alguna vez que los quiero?


domingo, 11 de octubre de 2015

PASIÓN MISIONERA


“Un evangelizador no debería tener
permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor”.

Papa Francisco

La pasión misionera se contagia, el fervor apostólico se expande y el ardor evangelizador mejora nuestro mundo. ¡Es momento de contagiar ilusión! ¡Y se tiene que notar!

Como dice el Papa en su Evangelii Gaudium: “El gran riesgo del mundo actual es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente” (EG. 2).

Por eso es importante que al frente de nuestras parroquias se sitúen líderes evangelizadores que sean ejemplos de pasión, que no tengan cara de funeral, sino que se muevan con la alegría de una auténtica comunidad cristiana, incluso cuando hay que sembrar entre lagrimas y dolor, y que sean capaces de transmitirlo y contagiarlo a todos. 

La clave de la misión es orientarse en la capacidad de transformar la realidad desde los ojos de los que sufren, desde los ojos del que sufrió por nosotros sin quejarse, en la rotundidad de decir no a una sociedad individualista, injusta y excluyente, contraria al mensaje de la Buena Noticia de que Dios no excluye a nadie del poder salvífico del sacrificio de su Hijo.

Un buen evangelizador trabaja con entusiasmo, con la mira puesta hacia los demás, sobre todo, hacia los más afligidos, atrapados en esta jungla competitiva, donde impera la ley del más fuerte, donde el fuerte se come al débil, donde priva el individuo frente a la comunidad.

Estamos llamados a poner pasión en todo lo que somos, decimos y hacemos. Si damos lo mejor de nosotros mismos en cada cosa que hacemos, por pequeña que sea, damos gloria a Dios.

Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a nuestra intimidad secreta. ¿Quién, estando enamorado, lo oculta en lo íntimo? ¿Quién mantiene en el anonimato una gran noticia? ¿Quién puede evitar que se le salga el corazón del pecho cuando le inunda el amor verdadero, de aquel que murió y resucitó por todos?

En una época tan falta de amor como la actual, son necesarios más que nunca, discípulos misioneros apasionados y enamorados de Cristo, que sean capaces de contagiar su pasión y su visión de transformar este mundo, que no viven la fe como una serie de cargas y obligaciones sino que crean espacios de altas expectativas y espacios de alta cercanía, generando un ambiente de auténtica comunidad cristiana.


El mundo actual, consumista y entristecido, necesita re-descubrir la alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida de quien se encuentra con Jesús. “¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero! ni actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no existieran, trabajar como si quienes los que no recibieron el anuncio no existieran". (Papa Francisco, Evangelii Gaudium).

Los discípulos misioneros estamos convocados por el Señor desde nuestro bautismo para compartir su vida, y enviados para comunicar su Palabra y ser testigos de su presencia a través de la acción del Espíritu Santo. 

Es precisamente el Espíritu de sabiduría y poder quien suscita en las personas el anhelo por conocer la verdad sobre Dios y nuestro entusiasmo misionero surge de la convicción de dar respuesta a este anhelo previo que anida en el corazón de las personas.

Sólo hay dos formas de vivir el evangelio: con pasión o con pasión. No existe otra opción. No te quejes e impregna todos tus actos de ilusión, amor y ardor, todas tus palabras de coraje y valentía. 

Y sobre todo, contágialo a todo tu entorno, pon todo tu corazón, tu mente y tu alma en todo lo que hagas, incluso en las cosas más sencillas. Y hazlo por amor. En ello reside el secreto, en la pasión que brota del amor de Cristo y a Cristo. Esa es la clave para alcanzar una vida plena.