¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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miércoles, 17 de julio de 2019

AMA A DIOS Y TE SORPRENDERÁS

“Amarás al Señor tu Dios, 
con todo tu corazón, 
con toda tu alma 
y con toda tu mente"
(Mt 22,37)

Al tercer día de la muerte de Jesús, cuando hubo terminado el Sabbath, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, por iniciativa propia, prepararon especias y aceites para ir a ungir el cuerpo de su Señor. 

Tendrían roto el corazón al pensar que el cuerpo sin vida y destrozado de su Señor, estaba mal preparado y puesto en una tumba fría. Estaban decididas a lavar y ungir el cuerpo de Jesús correctamente. A pesar de su intenso dolor, deseaban darle al Señor un entierro digno de Su grandeza y su profundo amor por Él.

El corazón de estas tres mujeres judías urgía a sus almas a hacer lo correcto, es decir, a amar a su Maestro, incluso después de muerto. Por eso, muy temprano, en la mañana del primer día de la semana, justo después de la salida del sol, el amor a su Señor les impulsó a dirigirse al sepulcro para cumplir con su cometido (Mc 16, 1-2 ). Nadie les dijo que lo hicieran, pero ellas lo hicieron. Por amor. 

Las tres mujeres, con un propósito común en mente, el amor a Dios, iban preguntándose por el camino "¿Quién nos rodará la losa de la puerta del sepulcro?" (Mc 16, 3). Sin embargo, no optaron por aguardar y pensar quien lo haría. No podían esperar. Algo les impulsó a ir al sepulcro: su gran y verdadero amor a Jesús. 

Podrían haber pedido ayuda a los discípulos para retirar la piedra. Pero no lo hicieron. 

Posiblemente y viendo que los discípulos "estaban llenos de tristeza y llorando" (Marcos 16, 10), pensaron: "Dejemos  a los hombres tranquilos y hagamos nuestra tarea como podamos."  

Resultado de imagen de maria magdalena en el sepulcro
Podrían haber puesto la excusa de la gran piedra para no ir al sepulcro. Pero no lo hicieron. 

Mientras se acercaban al sepulcro, vieron que la piedra había desaparecido. Al ver al "joven vestido con una túnica blanca", se sobresaltaron y se asustaron (Mc 16, 4-5). 

María Magdalena salió corriendo a contarles a Pedro y a Juan que se habían llevado el cuerpo de su Señor. Era lo único que la preocupaba, su Señor. 

Ellos volvieron con ella a toda prisa al sepulcro y vieron que estaba vacío. Creyeron en la Resurrección de Jesús pero se volvieron a casa. 

María Magdalena, sin embargo, entristecida por la nueva pena de pensar que alguien había robado el cuerpo de su amado Jesús, se quedó afuera, en la puerta del sepulcro, llorando a su Amor. 

Asomándose "vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús", que la consolaron y la tranquilizaron de su temor al robo del cuerpo. Uno de ellos, dijo: "No está aquí, pues ha resucitado" (Mt 28, 6; Mc 16, 6; Lc 24, 6). Pero, ella no llegaba a entender esas palabras.

María Magdalena, que había permanecido más tiempo que cualquier otro discípulo en la cruz, evidentemente, no tenía en su mente una idea clara de la resurrección. 

Había visto de cerca los efectos devastadores de la flagelación y los amargos golpes que Jesús recibió en el camino del Calvario. 

Había escuchado los insultos que la muchedumbre le dedicaba, tan sólo una semana después de haberle aclamado como Rey, cuando entró en Jerusalén.

Había sido testigo presencial como Su vida fluía de Él. Había escuchado a Cristo encomendar Su espíritu al Padre y expirar.

Había visto como Su cuerpo sin vida fue envuelto en lino sin ceremonias, junto con ungüento preparado apresuradamente y, abandonado en el sepulcro. 

El único pensamiento que llenaba su corazón era el deseo de hacer bien lo que había visto hecho a toda prisa y sin orden. Ir al sepulcro con los primeros rayos de sol era una expresión final de amor a su Maestro, a quien sabía que se lo debía todo.

Estaba decidida a actuar correcta y puntualmente esa mañana y, movida por el amor a su Salvador, fue al sepulcro para quedarse allí, aunque no pudiera cumplir su misión.  

Su amor a Cristo se vio recompensado al recibir como primicia, la gran noticia que le da el ángel: ¡Jesucristo ha resucitado! (Marcos 16, 6).

¡Al hacer lo correcto, con confianza y decisión, al amar a su Señor sin preocuparse de nada más, María Magdalena llegó al lugar correcto, en el momento correcto

Imagen relacionadaAunque huyó del sepulcro alarmada y espantada porque, al principio, no entendió, su profundo amor a Jesús, la impulsó a ir corriendo a contárselo a los discípulos. 

Ella recibió el honor especial de ser la primera persona en ver y conversar con Jesucristo resucitado (Marcos 16, 9). 

Y aunque, al principio, por su amor ciego, no reconoció a Jesús, fue la portadora de la buena noticia del evento más significativo en la historia de la humanidad (Jn 20, 2) y que, años más tarde, San Pablo ratificaría en un casi "dogma de fe": "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (1 Cor 15,17).

Un privilegio que no estuvo reservado a los discípulos. Quizás porque les faltaba ese gran amor y esa confianza de quien ama de verdad. Ella perseveró junto al Señor, y corriendo hacia a Pedro y a Juan,  exclamó: “¡He visto al Señor!” (Jn 20,18).

Imagen relacionadaPor amor verdadero, María Magdalena tuvo un encuentro sorprendente con Jesucristo resucitado, en cuerpo glorioso.

Cuando le reconoció, el dolor de su corazón, al instante, se volvió en alegría inefable (Juan 20,16), sus lágrimas dejaron paso a un semblante de total felicidad. Ella lo abrazó como si no fuera a dejarle ir nunca. 

Entonces, Jesús le dijo: "Suéltame, que aún no he subido al Padre; anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 18). Ella fue a contárselo a los discípulos.

De este pasaje, aprendemos una lección: los cristianos estamos llamados a amar a Dios sobre todas las cosas, sobre todas las preocupaciones, sobre todos los problemas. 

Cuando Dios perdona, cura y redime al peor de los pecadores, éste no tiene por más que amar profundamente a su Salvador. 

Dios, en su generosa benevolencia, le prepara para el mayor de los propósitos. María Magdalena es un claro ejemplo de amor, rescatada por la misericordia de Dios. 

Fue liberada por Cristo de una esclavitud de siete demonios y elegida por Él, para ser la primera persona en ver y escuchar a su Señor resucitado.

Nadie puede compartir ese honor o quitárselo. Pero podemos, y debemos, tratar de imitar su profundo amor por Cristo. 

Amar a Dios es hacer lo correcto, día tras día. Sin excusas ni pretextos.

Entonces, si amamos a Dios de corazón, como Él nos ha amado, una agradable sorpresa puede estar esperándonos. 

Porque Jesús se nos acerca en nuestros quehaceres diarios, cuando le tenemos siempre presente en medio de ellos, cuando le amamos sobre todas las cosas, cuando le ponemos en primer lugar.

¡Ama a Dios y Él te sorprenderá! 

miércoles, 20 de diciembre de 2017

MI GRAN PASIÓN, MI GRAN AMOR

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"Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado." 
 (Cantar de los Cantares 2, 16)


Hoy quiero hablar de pasiones. Pero, sobre todo, hoy quiero hablar de amor.

La pasión (del latín, patior, que significa sufrir o sentir) es una emoción o sentimiento muy fuerte hacia una persona, tema, idea u objeto. Es un vivo interés, admiración, entusiasmo o deseo por una propuesta, causa, actividad, etc.

La pasión está más relacionada con una fuerte afinidad, a diferencia del amor que está más relacionado con el afecto y el apego.

El amor
 (del latín, amor, -ōris) es un sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona a la que se le desea todo lo bueno, resultante y generador de una serie de actitudes, emociones y experiencias. 

Sin embargo, el verdadero amor trasciende del sentimiento y pasa a ser la manifestación de un estado del alma o de la mente, identificada con Dios mismo. Un amor incondicional, compasivo, altruista, que no espera nada a cambio.

La imagen puede contener: una persona, de pie, en el escenario, noche, concierto y de trajeUna de mis grandes pasiones desde hace 35 años ha sido Depeche Mode. Tengo todos sus discos y jamás me he perdido ninguno de sus conciertos en sus giras por España, desde el año 1982. 

El pasado sábado, estuvieron en concierto en Madrid. Esta vez no fui. No quise ir.

Imagen relacionadaOtra de mis grandes pasiones ha sido el Real Madrid. Soy socio y abonado desde hace 25 años y tengo dos buenas localidades en el Bernabeu que siempre he utilizado. 

El próximo sábado, es el clásico R. Madrid-Barcelona. Esta vez no iré. No quiero ir. 

Durante gran parte de mi vida he pensado que lo tenía todo para ser feliz, que mis pasiones me llenaban el corazón. Pero un buen día me di cuenta que me faltaba algo. Ahora soy consciente que lo que yo creía que me hacía feliz, ya no me ilusiona.

Algo (o todo) ha cambiado en mi vida...radicalmente. He abandonado muchas de mis formas de vivir y de pensar, de entusiasmarme y de apasionarme... Me he liberado de muchas esclavitudes que tenía, de muchas cadenas en forma de emociones, que me ataban a pasiones efímeras que no terminaban de saciarme del todo.

He descubierto mi gran amor: Dios.

Antes, mis conversaciones giraban en torno a la música o al fútbol. Hoy, mis conversaciones y mis escritos giran en torno a Dios. Ahora, el deseo ferviente de mi corazón es acercarme más y más a Dios; mi gran pasión es hablar con Él y de Él, ir a verle, a adorarle...


Resultado de imagen de madre teresa de calcuta nunca te detengasY es que cuánto más le conozco, más le amo. Cuanto más descubro lo mucho que me quiere, más deseo servirle y hacer su voluntad. Cuánto más consciente soy de que todo lo que tengo es porque Él me lo regala, más libre soy. Cuánto más veo su grandeza, más pequeño me veo.

Son, sin duda, síntomas evidentes de "estar enamorado". No encuentro otra explicación.

El verdadero amor te hace más fuerte, valiente, audaz, rebosante de vida y de alegría, y saca lo mejor de ti.

El verdadero amor te hace tener sólo ojos para el otro y olvidarte de ti mismo.

El verdadero amor hace que el tiempo deje de existir, que el universo se colapse al ritmo de cada eucaristía, de cada adoración, de cada visita al Santísimo...y las palabras, cesan ante Su grandeza.

Dios ha cambiado mi vida y no puedo quitármelo de la cabeza. No quiero. Mi gran amor, mi gran pasión es Dios. Y lo más importante...no es que yo esté enamorado de Él sino que Él está enamorado de mi.

"Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (...)

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído. 
Dios es amor; y el que está en el amor, está en Dios, y Dios en él. 
En esto consiste la perfección del amor en nosotros: 
en que tenemos confianza absoluta (...) 

Nosotros amamos porque él nos amó primero." 

(1 Juan 4, 7-8, 16 y 19)