¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 25 de septiembre de 2019

A VECES ME PREGUNTO...

"Dichosos los que escuchan la palabra de Dios 
y la ponen en práctica."
(Lucas 11, 28)

A veces, me pregunto si la Iglesia no estará en una situación bajo mínimos, "en huelga" y de brazos caídos, cumpliendo con desgana y desinterés unos servicios mínimos que no conducen a nada...

A veces, me pregunto si la Iglesia no estará en "parada cardíaca" y que se ha olvidado de bombear sangre desde el corazón al resto del cuerpo. ¿Será porque los miembros han dejado de "moverse"? 

A veces, me pregunto si la Iglesia no se habrá instalado en una cultura de "cubrir el expediente", de “cumplir con lo mínimo” y pensar que eso... salva. 

A veces, me pregunto por qué distinguimos a los católicos en "practicantes" y "no practicantes", como si pudiera haber cristianos que no practicaran....

A veces, me pregunto por qué la "fe" de muchos se ha reducido a un mero "sentimiento" donde se cumplan los deseos propios, o a una tradición que cumple con lo justo sin  esfuerzos, sin "alardes", sin salir de la comodidad.  

A veces, me pregunto si el seguimiento a Cristo de muchos se habrá convertido en la realización de simples actos sociales y "folclóricos", donde nada es sentido ni vivido. 

A veces me pregunto si el catolicismo de muchos se habrá transfigurado en una pseudo creencia a distancia, donde el compromiso es exiguo, la verdad  "interesada" y la justicia, "fariseica".  
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A veces, me pregunto si el apostolado de muchos se habrá quedado reducido a un diálogo intimista, estático o de "tópicos", donde triunfa el "todo vale".

A veces, me pregu
nto si el servicio a Dios y al prójimo de muchos se habrá limitado a mantener una actitud ramplona, tibia, inerte...o, sencillamente inexistente. O si tan sólo se ha quedado en una bonita anécdota...

A veces, me pregunto si la esperanza de muchos se habrá quedado en una negación por alcanzar la santidad, en una excusa "oportuna" de falta de tiempo para rezar, para acudir a los sacramentos, para estar con Dios....

A veces, me pregunto si estos servicios mínimos espirituales no serán más que tibieza y mediocridad, con las que mantenerse "a una distancia prudencial" de Dios, con las que mantener una Iglesia a la medida, con las que "practicar" una fe que no exija demasiado, que sea fácil y llevadera, y en todo caso, "cumpliendo" en "última instancia" o como "último recurso".

A veces, me pregunto si en lugar de ser la Iglesia de Jesús es una multitud que no se compromete, que no deja todo cuando el Señor dice "Ven", que no camina en presencia del Espíritu Santo.

A veces, me pregunto si nos hemos convertido en una muchedumbre que no ansía la llegada del Reino de Dios, que no acepta que se cumpla la voluntad que no sea la propia, que no confía más que en sus esfuerzos, que no perdona y que "no se lo cree".

A vec
es, me pregunto si no será que hemos olvidado que Cristo nos llama a vivir con una mentalidad de "máximos", con un espíritu de "perfección" y de "santidad", con un sentido de "plenitud" y de "abundancia". 

A veces, me pregunto... Señor, ¿Cómo es que nos sigues queriendo?

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miércoles, 30 de enero de 2019

LA IDOLATRÍA DEL SENTIMENTALISMO

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"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; 
y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. 
Y si lo que no quiero, eso es lo que hago (...)
No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: 
eso es lo que hago. (...)
Quiero hacer el bien, y me encuentro haciendo el mal. 
En mi interior me agrada la ley de Dios; 
pero veo en mi cuerpo una ley que lucha 
contra la ley de mi espíritu y me esclaviza . (...)
¡Desdichado de mí! 
¿Quién me librará de este cuerpo mortal?" 
(Romanos 7, 15-24)

Cada día trato de preguntarme ¿qué es lo que guía mi vida? ¿qué dirige mis decisiones, mis obras, mis palabras y mis pensamientos? ¿alguna vez he tomado una decisión simplemente porque “me sentía bien”? ¿vivo mi vida según mis emociones y mis sentimientos? ¿también la fe?

Como católicos, estamos llamados a vivir la fe. Y, sin embargo, muchos de nosotros elegimos vivir nuestros sentimientos. Reconozco que antes de vivir la fe, yo vivía según mis emociones. Mis sentimientos dirigían mis reacciones y mis decisiones. Si algo no me gustaba, sencillamente, lo desechaba. Si algo no me hacía sentir bien, huía.

Pero, como cristiano, no puedo vivir esclavizado por los sentimientos. No puedo ser y vivir un día como católico, y el siguiente, como otra cosa. Vivir según los sentimientos es una forma de idolatría: la idolatría del sentimentalismo. Es la Adoración del "yo", de lo que siento, de lo que experimento, de lo que me satisface, y que choca frontalmente con el primer mandamiento de Dios.
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Los sentimientos son como las olas del mar: vienen con ímpetu pero al llegar a la orilla, se deshacen. Son como la arena del desierto: el viento hace grandes dunas pero, al día siguiente desaparecen. Son como una montaña rusa que se eleva al cielo para después caer en "picado".

Los sentimientos no son una base sólida sobre la que edificar una vida de servicio y amor a Dios. ¿Por qué? Porque cambian fácilmente según las personas y las circunstancias. Hoy soy feliz y mañana, desgraciado. Hoy una persona me serena y mañana, otra, me solivianta. Hoy siento y mañana, no.

Dice San Pablo que nuestros sentimientos nos llevarán a hacer lo que detestamos. Por eso, no podemos confiar en ellos si queremos seguir a Cristo. No podemos servir a dos señores. Nuestra fe será sólida en la medida que la edifiquemos sobre una roca. Y esa roca es Dios: inmutable, perfecta, eterna e infalible. 
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A menudo, permitimos que nuestros sentimientos dicten nuestra actitud ante la fe y ante Dios: "No siento alegría, no siento la presencia de Dios, no siento fe..."

Para muchos cristianos, la fe se reduce a esos sentimientos. Si cabe, a amar a Dios y amar al prójimo a "nuestra manera". Y parece que no hay necesidad de saber más que eso.

Con demasiada frecuencia, se advierte un cierto rechazo en algunos cristianos por la formación y por el conocimiento de Dios, motivado por el hecho de cumplir una fe de "mínimos", por acoger una "religión del sentimiento". 

Reemplazan la riqueza y sabiduría de la Palabra viva de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, limitándolas a arengas emocionales del tipo "Dios es amor y te ama""Dios perdona todo" o "Sólo el amor basta".
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Siendo ciertas en su contexto, estas expresiones se quedan cortas para el crecimiento y la madurez espiritual de un católico que quiere profundizar en su relación con Dios, que quiere amar a Dios sobre todas las cosas.

Cuanto más aprendemos sobre Dios, sobre su Palabra y sobre su propósito, más capaces somos de amarle y adorable. Porque si realmente amamos a Dios, ¿no querríamos aprender lo máximo posible sobre Él?

Una fe emotiva y sentimental no deja de ser un rasgo de infantilismo espiritual y una falta de deseo de crecimiento y madurez. Es triste ver como algunos cristianos no quieren profundizar y aprender más acerca de Dios. Porque una cosa es no saber mucho y otra, no tener ningún deseo de conocer, de crecer. No se puede amar lo que no se conoce. Al menos, no de verdad.

Si nos conformamos con una moral emocional y una creencia basada en el sentimiento, nuestra fe terminará apagándose más pronto que tarde. Ese "ídolo con pies de barro", ese "amor platónico" no tiene bases sólidas ni puede durar mucho.

De la misma forma que un matrimonio no se sostiene si está fundamentado en un estado emocional, caracterizado por un dejarse llevar por una pasión irracional, por un amor adictivo, por la intensidad, por el deseo y/o por la ansiedad, una vida de fe no se sostiene por una emoción apasionada.  

Sí, la emoción puede ser un inicio maravilloso en la fe (y hasta necesario), pero es preciso que nos dirijamos hacia un conocimiento y una comprensión profundos de Dios, "para que no seamos niños vacilantes y no nos dejemos arrastrar por ningún viento de doctrina al capricho de gente astuta que induce al error; antes al contrario, practicando sinceramente el amor, crezcamos en todos los sentidos hacia aquel que es la cabeza, Cristo."  (Efesios 4 ,14-15).
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¿Por qué la gente dice que quiere "conocer a Dios", que quiere "amar a Dios", y sin embargo, no desea saber más acerca de Él? ¡Es absolutamente ridículo! ¡Es una fe inútil y sin sentido!

Imaginemos que yo dijera que amo a mi mujer, pero no sé nada sobre ella. Alguien podría preguntarme ¿dónde ha nacido? y yo, encogerme de hombros... o ¿qué es lo que más le gusta? y yo decir, "No sé"... o  ¿cuantos años tiene? y yo, decir: "Ni idea. Pero la quiero".

¿Verdad que estas respuestas no suenan a amor? Y es que cuanto más conoces a alguien, más puedes amarlo.

Sin embargo, navegamos por la superficie en nuestro conocimiento de Dios y nos negamos a sumergirnos en su amor. Y luego nos preguntamos por qué nos cuesta tanto dar testimonio a los demás,  o contar lo que creemos, o por qué lo creemos.

Sin duda, nos hallamos ante una forma de cristianismo intelectualmente superficial y teológicamente analfabeto ... una forma de catolicismo populista y buenista...una idolatría que Dios detesta.

Todo esto me ayuda a darme cuenta de por qué las personas ven cada vez menos necesidad de crear una comunidad al servicio de Dios y más de crear grupos "estufa" donde encontrar comodidad y auto-compasión. Y me pregunto: después de que la emoción inicial haya desaparecido, ¿qué tiene realmente que ofrecer la fe? ¿para qué necesitar a Dios?
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Es importante que tomemos consciencia de que no sólo deben profundizar en lo que creen los sacerdotes y los teólogos, sino todos los creyentes. Jesús mismo declaró que el mandamiento más grande es amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma y mente (Lucas 10, 27 ), sin embargo, tendemos a pasarlo por alto y enfocarnos en el corazón y en el sentimentalismo.

Dios advierte a aquellos que descuidan crecer en conocimiento cuando dice: “Mi pueblo es destruido por su falta de conocimiento. Porque has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré" (Óseas 4,6)

Los cristianos debemos aprender más de Dios. Debemos aprender el significado y el valor de nuestras creencias y doctrinas morales. Debemos profundizar en nuestra relación con Dios.

Dios nos llama a vivir la fe para llegar a ser santos, perfectos. No creemos en Dios por lo que nos hace sentir, sino por lo que nos dice y nos promete. 

Podemos vivir según nuestros sentimientos o según el propósito de Dios. Nosotros decidimos...