La lectura del libro de Deuteronomio que la Liturgia nos ofrece hoy nos muestra el "Shemá", "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno", una de las principales y más sagradas plegarias judías, una especie de "credo" judío que afirma al único Dios a quien amar con todo el corazón, con todo el alma y con toda la fuerza.
Lo primero que proclama el Shemá es
“Escucha”. La primera actitud de fe que debemos tener es de escucha, de prestar atención y para ello, debemos rezar, establecer una relación estrecha con Dios.
Les llama generación incrédula y perversa, y les dice, poco más o menos, que no les soporta. Es como si los discípulos le frustraran y le "sacaran de quicio", porque a pesar de estar con el Hijo del Dios vivo, a pesar de ser testigos de milagros y signos portentosos, ellos siguen sin ver ni oír. Y sobre todo, siguen sin rezar...siguen sin tener fe.
Una vez más, Jesús busca fe en la tierra "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18,8), porque con fe todo es posible, incluso lo humanamente imposible.
El Señor ni siquiera me pide una fe adulta ni perfecta. No le importa que sea pequeña pero sí que sea auténtica. La fe es un don de Dios que debemos pedir para que Él nos la aumente, para que de un grano de mostaza, se convierta en un gran árbol donde aniden los pájaros (Mateo 13,31).
Me pide una fe firme, como la del hombre que se arrodilla por amor paternal y tiene la certeza de que Cristo puede curar a su hijo epiléptico, cuando le hace una petición sencilla pero auténtica, una súplica simple pero sincera: "Ten compasión de mi hijo".
El evangelio de san Marcos hace un relato más extenso de la escena en la que Jesús le dice al padre del muchacho epiléptico que todo es posible al que tiene fe, a lo que aquel le responde: "Creo, pero ayuda mi falta de fe" (Marcos 9,23-24). El padre atribulado es consciente de que su fe necesita la ayuda de Jesús, le entrega su debilidad a Cristo, quien la acoge y le concede la gracia por el amor que brota de ese corazón de padre.
Durante esta semana, estamos escuchando en la Palabra de Dios casos de "fe que mueve montañas" de personas que no son discípulos de Cristo, sino gente ajena a Jesús, incluso pagana. Sin embargo, se acercan a Dios con auténtica fe y con gran humildad. Por eso, Cristo se compadece de ellos y accede a sus peticiones.