El sistema operativo en el que creo y con el que estoy acostumbrado a trabajar es Windows. Y en él viene configurado WINDOWS UPDATE, es decir, un programa mediante el cual recibo actualizaciones periódicas y automáticas del sistema operativo. Esto también ocurre con la mayoría de los programas o de las aplicaciones.
Inconscientemente pensamos que si no recibimos actualizaciones del sistema operativo o del programa o aplicación, puede que sean algo que ya no sirve, que está en desuso, en decadencia y/o en proceso de extinción y, a veces, tenemos la tentación de dejar de usarlos, más tarde o más temprano.
Posiblemente, nos cansamos muy deprisa de lo que tenemos muy visto, y por eso, una actualización se recibe como una mejora de algo que ya se tiene, un soplo de aire fresco, aunque sólo sea en la apariencia o en la forma.
La actualización perfecta es aquella que no cambia el contenido mismo, sino la que nos hace percibir éste de una forma novedosa, actual, en uso, programada en tiempo, funcionalidad, apariencia y desarrollo.
Esto nos produce una sensación de que la aplicación está viva, en desarrollo y que somos partícipes de ella, de modo que seguiremos expectantes con cada nueva característica de la que poder disfrutar.
Yo creo que esto es lo mismo que ocurre con la Evangelización. Yo lo llamo “GOSPEL UPDATE”: se trata de un programa de actualización automática (proceso) de la Iglesia, no para cambiar el contenido (mensaje) del sistema operativo, del programa o de la aplicación (evangelio) sino para renovar la forma y/o la apariencia (nuevos métodos) en la que les llega a los usuarios, dando una auténtica sensación de actividad (nuevo ardor) y de actualidad (nuevas expresiones) y provocando siempre expectación (nuevos lenguajes).
Yo diría que lo tenemos instalado de fábrica pero no lo tenemos “operativo”.