¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 28 de septiembre de 2021

FIEL EN LO POCO

"¡Bien, siervo bueno y fiel!; 
como has sido fiel en lo poco, 
te daré un cargo importante; 
entra en el gozo de tu señor"
(Mateo 25, 21 y 23)

El Diccionario de la RAE define "fieles" como aquellas personas que son firmes y constantes en sus afectos, ideas y obligaciones, que se comportan con fidelidad, que cumplen con sus compromisos hacia alguien o algo y que son conformes a la verdad. 

El Derecho Canónico dice que "son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (Canon 204, 1).

Sin embargo, el término "fiel" no otorga ningún derecho, título, distinción o privilegio. Tampoco da una seguridad absoluta ni definitiva de nada.  Jesús dijo: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21).

Entonces ¿qué significa ser fiel?

"Fiel" es aquel que "hace la voluntad de Dios": el que deposita su confianza y pone su vida en manos de Dios. "El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre" (Mateo 12,50). Fiel es el que es perseverante, constante, firme, preciso, veraz y comprometido con Dios. Por eso, el Señor nos dice que no todo el que afirma ser "fiel" lo es por el hecho de decirlo ni tiene nada ganado. La fe se testimonia con obras conformes a la voluntad y al pacto de Dios, y no tanto con palabras altisonantes o grandilocuentes.
"Fiel" es aquel que es "veraz": el que se compromete con Cristo, la Verdad encarnada. La Verdad es inalterable e inequívoca. No es opinable ni debatible ni puede amoldarse al mundo o a lo "políticamente correcto" del momento. Sin embargo y por desgracia, muchos en la Iglesia dicen ser "fieles" a la Verdad, en realidad, lo son a sus "verdades", a sus ideas novedosas, de tal forma que ofrecen fórmulas con las que debaten todo, cuestionan todo y "falsean" todo.

"Fiel" es aquel que es "celoso y misericordioso". Dios es un Dios celoso, pero cuya misericordia siempre perdona las infidelidades de su pueblo: "No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian. Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos" (Éxodo 20, 5-6).

"Fiel" es aquel que es "consciente de su debilidad y le basta la Gracia", como nos recuerda el apóstol san Pablo: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo" (1 Corintios 12,9). La fuerza de un cristiano es la Gracia de Dios en Jesucristo. 
"Fiel" es aquel que es "leal en lo poco"Dios, consciente de nuestra debilidad, tan sólo nos pide ser fieles en lo poco: "El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto" (Lucas 16,10). Ser "fiel en lo poco" es la lógica del Reino de Dios.

Al igual que una playa está formada de muchos granos de arena y un mar por muchas gotas de agua, la santidad es un camino de múltiples virtudes que debo trabajar desde lo "poco" a lo "mucho", desde lo pequeño lo grande.

"Fiel" es aquel que "tiene un solo Señor": "Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero" (Lucas 16,10 y 13; Mateo 6,24). Sevir a Dios implica adoptar un compromiso, una alianza de amor inquebrantable con Él.

El apóstol san Juan otorga a Jesucristo el nombre de "Testigo Fiel" (Apocalipsis 1,5) y el de "Fiel y Veraz" (Apocalipsis 19, 11): Aquel que testimonia la voluntad de Dios con su vida y con sus obras. Cristo es el ejemplo de la fidelidad, la lealtad, la perseverancia y el amor "hasta el extremo". Y por tanto, sólo el que sigue los pasos de Cristo y persevera en la Verdad "hasta el final" puede ser llamado "fiel y veraz" como Él.
La fidelidad es un atributo divino con el que Dios garantiza el cumplimiento de su plan de amor, porque Él es digno de confianza, es fiel y veraz. Su fidelidad es la verdadera clave de nuestra fe y de nuestra esperanza, porque Dios siempre cumple sus promesas porque nos ama.

¿Seré capaz de cumplir mis promesas? ¿Seré capaz de ser fiel a Dios? ¿Seré capaz de mantener mi compromiso con Él? ¿Seré digno de escuchar de sus labios: "Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor"?

martes, 20 de abril de 2021

CREER NO BASTA

"Tú crees que hay un solo Dios. 
Haces bien. 
Hasta los demonios lo creen y tiemblan. 
¿Quieres enterarte, insensato, 
de que la fe sin las obras es inútil?" 
(Santiago 2,19-20)

A menudo pienso lo fácil que para muchos supone ser cristiano en la Iglesia, en un retiro, en un ambiente cristiano: con sólo creer, basta. Sin embargo, el apóstol Santiago dice que creer está bien pero que sólo con eso no basta, que es inútil porque también los demonios creen en Dios y eso no les hace seguidores de Cristo.

Creer o no creer, de un modo teórico, exige poco: tan sólo supone adoptar una posición, una opinión. Creer en Dios no es sólo pensar que existe y ya está. Jesús dice: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). Saber que existe no nos da el acceso al reino de los cielos: implica hacer su voluntad.

Hacer la voluntad de Dios requiere algo más que habituarse a realizar o practicar algunas cosas, algo más que desempeñar un papel religioso o moral. Consiste, no tanto en "hacer" como "ser", es decir, en ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5,48).

"Ser perfectos" supone cumplir los mandamientos de Dios pero, antes, tenemos que conocer al Dios de los mandamientos. Porque creer en alguien no significa necesariamente conocerle. Conocer a Dios implica experimentarle en la propia vida, hacerle presente en cada momento, dejarse querer por su gran amor.

"Ser perfectos" implica conocerle en su Palabra, en los sacramentos. Requiere vivir la Eucaristía para ver a Cristo, quien desde el altar, se hace presente en su Cuerpo y en su Sangre, en su Alma y en su Divinidad.

Dios ha querido comunicarse a sí mismo, darse a conocer, y así, invitarnos a participar de Su vida divina. La fe es la respuesta del hombre a la revelación divina, manifestada en  confianza, obediencia y entrega totales.

"Ser perfectos" implica testificar y proclamar cada día a ese "Dios conocido", incluso con palabras. Supone ser coherente con aquello que hemos visto, oído y experimentado. Dice el apóstol Santiago: "La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro" (Santiago 2,17), es decir, que la fe no es una idea teórica sino que se debe poner en práctica.
"Ser perfectos" significa alcanzar el cielo pero no se gana sólo por ir a misa, leer la Biblia o por ser buena persona. Es una relación con Dios y las relaciones no se "creen", se experimentan, se viven. Vivir la fe implica acción, supone un movimiento "ascendente", es decir, ir hacia Dios. 

"Ser perfectos" es un proceso que se desarrolla en todo momento y durante toda la vida. Supone paciencia, obediencia y perseverancia hasta el fin (Mateo 10,22). No se puede ser perfectos "a ratos" o dependiendo de donde estemos, o de cómo nos sintamos. 

"Ser perfectos" significa reconocer que, más allá de lo que se pueda experimentar directamente o de lo que se pueda cononcer científica o históricamente, Dios es el origen, la causa y el fin de todo lo creado, y por tanto, "verle y tocarle" es aceptar libre, total e incondicionalmente Su amor.




JHR