¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 30 de mayo de 2023

LA IMPORTANCIA DE FORMARNOS EN LA FE

"Vosotros sois la sal de la tierra. 
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? 
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 
Vosotros sois la luz del mundo. 
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte" 
(Mt 5,13-14)

Con frecuencia escuchamos en nuestras comunidades que los católicos necesitamos formación. Aunque muchos pedimos formación porque afirmamos desconocer las verdades de nuestra fe, la profundidad y el significado de la Biblia o qué dice el catecismo de la Iglesia sobre determinados aspectos, lo cierto es que cuando nos la ofrecen, la rechazamos o, cuando menos, somos inconstantes al recibirla.

Para algunos, la fe es tan sólo un sentimiento que aporta paz, consuelo y esperanza. Para otros, un cumplimiento de algunas normas de vida sin demasiado compromiso. Y para la mayoría, una gran desconocida.

¡Cuántas veces escuchamos decir que no leemos la Biblia porque no la entendemos! ¡Cuántas veces escuchamos decir que no rezamos porque no comprendemos lo que decimos o porque nos aburre! ¡Cuántas veces nos conformamos con escuchar homilías (si es que lo hacemos) que se quedan en un simple monólogo sin que interpele nuestros corazones!

Por eso, nos preguntamos ¿por qué es importante para un católico la formación? He aquí algunas razones:

  • Porque no podemos amar a Dios sin conocerlo. Y si no le amamos, inclumplimos el primero de los mandamientos: "Amarás a Dios sobre todas las cosas" (Mt 22,36-37).
  • Porque nuestra fe es la adhesión y el seguimiento a Jesucristo (Mt 16,24) y nadie puede adherirse y seguir a nadie si no lo conoce. Para vivir cristianamente necesitamos conocer para amar y amar para vivir. Sólo quien está enamorado, enamora. Y quien enamora, vive de acuerdo al sentido para el cual ha sido creado.
  • Porque para enamorar necesitamos compartir el amor a nuestra fe con otros y para ello, es necesario dar razón de lo que creemos, dar argumentos de lo que amamos (1 Pe 3,15). El mundo se ha convertido en una zona hostil que ataca nuestros valores y creencias. Por ello, la formación es absolutamente necesaria para defender nuestra fe.
  • Porque para cumplir la misión que Jesucristo nos confió de "Id al mundo entero y proclamar el evangelio" (Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 9,2; 10,1-3) es necesario que sepamos cómo dialogar con aquellos que están alejados de Dios y de la Iglesia, es preciso encontrar los puntos en común, lo que nos une y no tanto lo que nos separa.
  • Porque sin formación, nuestra fe no crece, se vuelve "privada", se marchita y muere. Y Jesús nos pregunta "¿dónde está vuestra fe?" (Lc 3,25).

La fe necesita crecer y desarrollarse. Los cristianos adultos necesitamos alimento sólido en lugar de alimento para bebés, necesitamos más carne y menos papilla, más luz y menos oscuridad. 

La falta de formación genera oscurantismo y tiniebla, es terreno abonado para los fundamentalismos y los relativismos que nos alejan del Señor y de su Iglesia. 

¡Cuántas personas dicen comprender su fe y sin embargo, se vuelven intransigentes con los demás! ¡Cuántas personas dicen conocer la voluntad de Dios y sin embargo, repiten frases como "a mi me parece", "yo creo que...", "la Iglesia debería evolucionar" o "la Biblia debería cambiarse"!

El Señor nos dice que somos sal y luz del mundo pero ¿cómo podemos serlo si nos volvemos sosos o nos oscurecemos? ¿cómo podemos ser aquello que no somos o dar aquello que no tenemos?

La formación no es un "conocer teórico" más ni un saber más, ni una ciencia más. Se trata de conocer cuánto nos ama Dios, y saber corresponderle con nuestro imperfecto amor humano, igual que un hijo busca agradar a su padre.
La esencia del cristiano es seguir a Jesús, y seguirlo implica “ponerse en su lugar”. Y para ponernos en su lugar necesitamos discernimiento, formación y acompañamiento espiritual. 

La vida cristiana se aprende, ninguno nacemos sabiéndola. Es el Señor, nuestro Maestro quien nos enseña a través de su Iglesia y de sus testigos a vivir una vida nueva en el Espíritu, a vivir según Su Evangelio. 

La formación es una necesidad de cada cristiano para relacionarnos íntimamente con Dios, para dejarnos amar por Él, para conocerlo y amarlo siempre más y mejor, para dejarnos llevar a un encuentro personal, a una amistad estrecha y a una íntima comunión con Él.

Jesús, en la cruz, dijo: "Tengo sed" (Jn 19,28). Dios tiene sed de nosotros pero nosotros...¿tenemos sed de Él?

"El que tenga sed, que venga a mí y beba,
el que cree en mí; como dice la Escritura: 
de sus entrañas manarán ríos de agua viva” 
(Jn 7,37-38)

martes, 20 de abril de 2021

CREER NO BASTA

"Tú crees que hay un solo Dios. 
Haces bien. 
Hasta los demonios lo creen y tiemblan. 
¿Quieres enterarte, insensato, 
de que la fe sin las obras es inútil?" 
(Santiago 2,19-20)

A menudo pienso lo fácil que para muchos supone ser cristiano en la Iglesia, en un retiro, en un ambiente cristiano: con sólo creer, basta. Sin embargo, el apóstol Santiago dice que creer está bien pero que sólo con eso no basta, que es inútil porque también los demonios creen en Dios y eso no les hace seguidores de Cristo.

Creer o no creer, de un modo teórico, exige poco: tan sólo supone adoptar una posición, una opinión. Creer en Dios no es sólo pensar que existe y ya está. Jesús dice: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). Saber que existe no nos da el acceso al reino de los cielos: implica hacer su voluntad.

Hacer la voluntad de Dios requiere algo más que habituarse a realizar o practicar algunas cosas, algo más que desempeñar un papel religioso o moral. Consiste, no tanto en "hacer" como "ser", es decir, en ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5,48).

"Ser perfectos" supone cumplir los mandamientos de Dios pero, antes, tenemos que conocer al Dios de los mandamientos. Porque creer en alguien no significa necesariamente conocerle. Conocer a Dios implica experimentarle en la propia vida, hacerle presente en cada momento, dejarse querer por su gran amor.

"Ser perfectos" implica conocerle en su Palabra, en los sacramentos. Requiere vivir la Eucaristía para ver a Cristo, quien desde el altar, se hace presente en su Cuerpo y en su Sangre, en su Alma y en su Divinidad.

Dios ha querido comunicarse a sí mismo, darse a conocer, y así, invitarnos a participar de Su vida divina. La fe es la respuesta del hombre a la revelación divina, manifestada en  confianza, obediencia y entrega totales.

"Ser perfectos" implica testificar y proclamar cada día a ese "Dios conocido", incluso con palabras. Supone ser coherente con aquello que hemos visto, oído y experimentado. Dice el apóstol Santiago: "La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro" (Santiago 2,17), es decir, que la fe no es una idea teórica sino que se debe poner en práctica.
"Ser perfectos" significa alcanzar el cielo pero no se gana sólo por ir a misa, leer la Biblia o por ser buena persona. Es una relación con Dios y las relaciones no se "creen", se experimentan, se viven. Vivir la fe implica acción, supone un movimiento "ascendente", es decir, ir hacia Dios. 

"Ser perfectos" es un proceso que se desarrolla en todo momento y durante toda la vida. Supone paciencia, obediencia y perseverancia hasta el fin (Mateo 10,22). No se puede ser perfectos "a ratos" o dependiendo de donde estemos, o de cómo nos sintamos. 

"Ser perfectos" significa reconocer que, más allá de lo que se pueda experimentar directamente o de lo que se pueda cononcer científica o históricamente, Dios es el origen, la causa y el fin de todo lo creado, y por tanto, "verle y tocarle" es aceptar libre, total e incondicionalmente Su amor.




JHR

domingo, 9 de febrero de 2020

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO LEER LA PALABRA DE DIOS?

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"Mi madre y mis hermanos 
son los que escuchan la Palabra y la cumplen" 
(Lucas 8, 21)

Todos tenemos una Biblia en casa pero, ¿la leemos? Nos ha ocurrido a todos, o al menos, a muchos católicos. La abrimos y empezamos a leerla por el principio y, al rato, se vuelve aburrida y/o difícil de entender. 

Después de leer varios capítulos de leyes y normas, de historias de batallas, de genealogías de reyes, jueces y profetas, nuestra mente se dispersa y terminamos cerrándola, a la espera de otro momento para reiniciar la lectura que, tal vez, nunca llega. 

Quizás porque no la entendemos, quizás porque no la damos la importancia que tiene o quizás porque no la vemos de aplicación a nuestras vidas. 

La Palabra es la revelación de Dios al hombre, inspirada por el Espíritu Santo y puesta por escrito, para todas las generaciones. La Biblia nos muestra cómo es Dios: El Antiguo Testamento nos revela la Justicia de Dios y el Nuevo Testamento, su Misericordia, y ambos forman un "todo" indisoluble y complementario. 

San Jerónimo, padre y doctor de la Iglesia, dice que no conocer la Escritura es no conocer a Cristo. Y es que toda la Sagrada Escritura habla de Jesús. Por tanto, para conocer a Cristo, es necesario escuchar y meditar la Biblia, pero para ser parte de su familia, además es preciso cumplirla. 

La Biblia nos habla de forma directa a cada uno de nosotros, nos revela quién es Dios, quiénes somos para Él y que tiene pensado para nosotros en cada momento de nuestra vida.

Dios, a través de su Palabra, nos interpela, transforma nuestra vida y nos asemeja a Él. Cuando Dios nos habla en su Palabra ¿no arde nuestro corazón?" (Lucas 24, 30-32).

¿Qué es la Palabra de Dios?

La Biblia misma nos lo explica. En ella encontramos muchos versículos que nos revelan su origen, su valor y cómo nos puede ayudar a que nuestra vida sea más plena:

Inspirada por Dios y útil para nosotros

"Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena." (2 Timoteo 3,16-17)

La Biblia no fue inventada por los hombres sino que viene directamente de Dios, ha sido inspirada por Él. Contiene sus palabras y su voluntad, y Su interpretación ha sido confiada a la Iglesia Católica.

En ella, Dios nos enseña a vivir y obrar de acuerdo a su propósito, y nos suscita a hacer todo aquello para nuestro bien.

En
seña, consuela y da esperanza

"Todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza." (Romanos 15,4)

La Biblia está escrita para nuestra enseñanzaguía y consueloEn Ella, siempre podemos aprender algo, sacar provecho y utilidad para nosotros. Todas las palabras, salmos, proverbios e historias de la Biblia nos ayudan a entender mejor la fidelidad, el poder y el amor de Dios.

La Biblia nos alienta en nuestro camino de dificultades y obstáculos, nos da esperanza: Cristo, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos ha abierto las puertas del cielo, dotando a nuestra vida terrenal de un propósito: el cielo.

Alimenta el espíritu y nos ayuda a crecer

"Como niños recién nacidos, desead la le
che espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno." (1 Pedro 2,2-3)

El mismo Jesús dijo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4, 4). Y así, los cristianos somos como bebés que nos alimentamos a diario de la "leche espiritual materna", que es la Palabra de Dios.

Al alimentarnos de Ella, crecemos sanos y, poco a poco, nos vamos asemejando a Dios, y mostramos al mundo la alegría de la salvación y el amor del servicio al Señor.

Es viva y eficaz

"Ciertamente, e
s viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón." (Hebreos 4,12)

La Biblia nos transforma desde lo más profundo de nuestro ser porque es viva y eficaz. Viva, porque emana directamente de Dios Todopoderoso, que a través de su Espíritu Santo, nos ofrece la vida eterna. Eficaz, porque recibimos luz, dirección y guía para saber el camino a seguir hacia esa vida. La luz de la Palabra del Señor brilla y resplandece en medio de la oscuridad del mundo que nos rodea.

La Biblia nos ayuda a discernir lo que viene de Dios y lo que no, lo que nos acerca a él y lo que no. Y, por supuesto, una vez reconocemos lo que él desea que hagamos, debemos dar los pasos y comprometernos a seguir esa luz que ilumina nuestro camino.

Es eterna

"La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre." (Isaías 40, 8)

La Palabra de Dios es eterna y válida para todosEterna, porque, a diferencia de todo lo demás que es temporal y pasa, Dios es eterno, no tiene pasado, presente o futuro. Todo en Él es "ahora". Y por tanto, su Palabra, también es eterna, es "ahora", es "hoy".
Pero además es eterna, porque a pesar de que a lo largo de la historia, muchos han intentado destruirla, quemarla, prohibir su publicación o su lectura, la Biblia ha permanecido, permanece y permanecerá porque es obra de Dios.

Válida, porque las Sagradas Escrituras no son sólo palabras escritas para un tiempo determinado, ni un compendio de escritos del pasado. El Espíritu Santo las actualiza y las convierte en ayuda para nosotros hoy, aquí y ahora. Dios habla a toda la humanidad, de todas las épocas y de todos los lugares.
Es fiable y veraz

"El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se echaron sobre ella; pero la casa no se cayó, porque estaba cimentada sobre la roca." (Mateo 7, 24-25)

Toda la Biblia es fiable y veraz por la autoridad de Su autor, no sólo las partes que nos gustan o que encajan con lo que queremos oír de parte de Dios. Veraz por su exactitud histórica y geográfica, aceptada por muchos como obra inspirada, y por todos como documento digno de toda confianza. 

Si confiamos nuestra vida a la veracidad y la fiabilidad de la Palabra de Dios, ésta actuará en nosotros aumentando nuestra fe, suscitando un anhelo de saber más de Dios y de comprometernos con Él. 

La Palabra de Dios es el mejor y más firme fundamento para afrontar las dificultades y desafíos que se nos presenten en nuestra vida"El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca" (Mateo 7, 24).

¿Cómo leer la Palabra de Dios?

La Palabra de Dios no se puede (o no se debe) leer como una novela, empezando por el principio (Génesis) y acabando por el final (Apocalipsis). 

Una buena sugerencia para leerla de forma individual (a mí me ayuda mucho) es comenzar, por ejemplo, con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Un libro que nos narra cómo eran los cristianos del primer siglo, cómo vivían, cómo se amaban, lo que hacían, cómo compartían todo, y sobre todo, nos habla de los viajes evangelizadores de San Pablo (mi referencia apostólica).
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Pero, quizás la mejor manera de leer la Biblia es hacerlo de forma colectiva, en comunidad. No debemos olvidar que la Biblia fue escrita para ser leída o escuchada en comunidad. Los primeros cristianos se juntaban todos para escuchar la Palabra. 

Leer la Palabra con otros y meditar sobre lo que Dios suscita en nuestros corazones nos proporciona un gran crecimiento en la fe, la esperanza y el amor. 

Una experiencia maravillosa que el amor de Dios nos regala y que podemos poner en práctica con la Lectio Divina.

¿Qué es la Lectio Divina?

La "Lectio Divina" es un método de lectura orante y comunitaria de la Palabra cuyo origen se remonta a los primeros cristianos y después, durante la Edad Media, fue utilizada principalmente en los monasterios. Con el tiempo se extendió a los fieles y actualmente, es una práctica común entre los católicos practicantes. 

El primero en utilizar esta expresión fue Orígenes (aprox. 185-254), teólogo, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. 

Actitud
La Lectio divina requiere una actitud receptiva y reflexiva, orante y contemplativa para comprender lo que Dios dice por medio de la Palabra.

Estructura
La Lectio divina se estructura en cuatro partes: lectio, meditatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación). Hay quienes añaden una quinta: actio (acción).
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Objetivo
La Lectio Divina nos ofrece la mismísima presencia de Dios entre nosotros, un diálogo íntimo con Él, una guía y sentido para nuestras vidas y una comunión fraterna. 

Resultados
Nos suscita un anhelo de búsqueda incesante de Dios, un deseo de pertenencia a la Iglesia, una intención de compromiso con ambos.

¡Leamos la Biblia individual o colectivamente para que aumente nuestra fe y se fortalezca nuestro espíritu cada día!