"Hemos quedado huérfanos, sin padre"
(Lamentaciones 5,3)
Hoy, una lanza nos ha atravesado el corazón y nos ha lacerado el alma. Nuestro padre espiritual y estimadísimo D. Pedro Pablo de Figueiredo, superior de los Heraldos del Evangelio en España ha fallecido, víctima del coronavirus.
Hacia el mediodía, habiendo recibido la extrema unción y la bendición in articulo mortis, su luz se ha ido apagando, como quien cede al sueño y se duerme.
Su alma se ha presentado ante Dios de las manos de María Santísima, quien con sus caricias maternales, a buen seguro le habrá ido dirigiendo hacia el Señor, con unas palabras de cariño y ternura, en su lengua materna, el portugués.
D. Pedro Pablo, no me cabe la menor duda, habrá exclamado: "¡Nossssaaaa!" como siempre decía, y con su angelical sonrisa habrá dejado escapar su habitual disposición: "¡Praesto Sum, Dominae meae!"
Con lágrimas en los ojos y con una gran tristeza, todos sus hijos espirituales y de vocación damos gracias a Dios por la vida de D. Pedro Pablo, y a la Virgen María por las gracias que le concedió en vida.
Gracias que jamás se guardó para él, sino que compartió con todos nosotros. Gracias que siempre pidió para todos sus hijos. Gracias que siempre regaló, incluso a quienes no conocía.
Nos hemos quedado huérfanos. Se nos ha ido un padre bueno. Un hombre fiel y santo. Un hombre entregado a Dios y al prójimo hasta el último suspiro de su vida. Un amigo.
En sus últimos días, hacía suya la frase de nuestro Señor Jesús: "No he venido a ser servido sino a servir". Doy fe de que su vida ha sido un continuo servicio a Dios, a la Iglesia y al prójimo.
Una excelsa entrega altruista y abnegada, sin buscar nunca nada para sí mismo. Una esclavitud de amor...del amor más grande: el que entrega la vida por sus amigos.
Y así se nos fue... como él mismo decía: "A Dios rogando y con el mazo dando".
El cielo gana un santo y nosotros, un preciado y valiosísimo intercesor.
Aún a pesar de nuestro inmenso dolor por esta gran pérdida, seguimos confiando plenamente en nuestro Señor y en la protección de nuestra Madre.