¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 15 de enero de 2018

REZAR ES DESEAR...

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Para algunos, disponerse a rezar puede "costarles un imperio", ya sea por falta de concentración o por dispersión; encontrar el momento y el lugar, algo impensable, ya sea por falta de voluntad, por desgana o por cualquier excusa...

No obstante, quiero comenzar resaltando el hecho de que la oración no la “hacemos” nosotros, sino que es Dios quien toma la iniciativa y se acerca a nosotros para decirnos qué quiere de nosotros y cómo nos transforma: ora y hace en nosotros. 

Dios es un “eterno insistente” que siempre quiere estar con nosotros y que nunca se cansa de estar con nosotros.

Sin embargo, con nosotros no ocurre lo mismo. Y es que a menudo, no confiamos en el poder de la oración; no estamos convencidos de que funcione. A veces rezamos por algo, y sucede lo contrario. Otras veces, nos olvidamos de orar por algo, y sucede. Y otras, rezamos por algo, y sucede ... y nos preguntamos si hubiera sucedido aunque no hubiéramos rezado..

Resultado de imagen de time to prayA veces, es que no dedicamos un tiempo de oración; nos excusamos por falta de tiempo, por cansancio, etc. Si no rezamos porque estamos cansados, o muy ocupados, o no encontramos el momento, es, sencillamente, porque confiamos más en nosotros mismos que en Dios, porque anteponemos nuestro interés y egoísmo a los demás.

Jesús estaba siempre muy ocupado y cansado, pero eso no le impedía retirarse siempre a rezar porque sabía que nada dependía de Él y porque quería y necesitaba estar con su Padre.

Otras, es que nos preocupamos por la propia actividad de orar. Durante unos segundos pensamos en orar e instantes después, nos vienen a la mente pensamientos como ¿es correcto lo que pido? ¿me escuchará? ¿para qué pedirle esto? ... nuestra mente divaga y en lugar de rezar, hacemos una mezcla confusa entre la petición y la preocupación. 

La falta de oración es el resultado de la desconfianza (falta de fe), porque somos demasiado incrédulos para comprender cómo actúa Diosdel orgullo (falta de humildad), porque somos demasiado orgullosos para darnos cuenta de que necesitamos a Dios, de la pereza (falta de deseo), porque no deseamos estar con Dios, y generalmente, de las tres cosas. 
La respuesta para ponernos a rezar no es simplemente "ser más disciplinados" o buscar un libro de oraciones, aunque ambas cosas son muy útiles. La oración es, en esencia, el resultado natural del deseo, la confianza y la humildad.

Entonces ¿qué podemos hacer?



Orar como niños


Orar como los niños quiere decir, dejar de analizar lo que pedimos y, sencillamente pedírselo a nuestro Padre. Y debemos hacerlo de la misma forma que nuestros hijos no se detienen a analizar sus motivos antes de pedirnos algo ni se preguntan el por qué, ni el para qué, ni si les escucharemos: sencillamente, piden lo que necesitan. 



Resultado de imagen de rezarEl problema es que los adultos pensamos demasiado las cosas. A veces, creemos que no debemos pedirlas por si son inapropiadas, injustas o egoístas. 


Sin embargo, los niños aunque sus peticiones o sus necesidades sean ridículas, innecesarias, incorrectas o incluso perjudiciales para ellos, nunca se plantean si lo son o no, ni tampoco dejan de pedirlas por el hecho de que les digamos "no". Insisten hasta que accedemos a sus ruegos. Las expresan tal y como las sienten.

No tienen conciencia de lo que es apropiado o inapropiado, de lo que es justo o injusto. Cuando dejemos de intentar ser adultos y pidamos como los niños, la oración fluirá como la seda, porque Dios nos dará su propia voz para que le pidamos.

Pasar un rato con "Papá"

Por extraño que parezca, muchas personas se esfuerzan vanamente en aprender a orar bien y casi nunca lo consiguen, porque se centran en lo que están diciendo, en lugar de centrarse en Dios.

La oración es, sobre todo, relación íntima, es el medio a través del cual nos conectamos y nos relacionamos con Dios. 

Cuando existe intimidad, nadie piensa en cómo se comunica, lo que dice o qué palabras utiliza, sino más bien, se centra en pensar con quién está.

Estar con Dios es más importante que hablarle si parar o leerle una interminable lista de peticiones. Él ya las conoce. Sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Y aunque Dios usa nuestras oraciones para cambiar las cosas, quiere que recemos para estar con Él. 

La clave es considerar la oración como una forma de pasar un tiempo con nuestro Padre amoroso, y convertirlo en una experiencia que nos traiga calma y confianza en medio del "mundanal ruido", en lugar de verla como una actividad más, que agita y estresa nuestras vidas.

En medio del ajetreo exterior, podemos desarrollar un silencio interior. Al pasar tiempo con nuestro Padre en oración, integramos nuestras vidas con la Suya, con lo que Él está haciendo en nosotros. Nuestras vidas se vuelven más coherentes. Estamos más tranquilos, más ordenados, incluso en medio de la confusión, la tensión y el caos.

El deseo alimenta la disciplina

La causa de nuestra falta de oración es mental: somos egoístas, desconfiados y poco disciplinados para pensar en los demás o en quedar con ellos. 

De igual manera que cuando deseamos estar con nuestra novia, con nuestra familia o con nuestros amigos, lo planeamos, quedamos y vamos, para rezar hay que querer rezar, hay que querer quedar con Dios. Y a menos que lo deseemos de verdad, no lo haremos; a menos que "quedemos" con Él, el tiempo de nuestro ajetreado día se evaporará rápidamente. 

No es que necesitemos la disciplina para vencer la falta de deseo sino que el deseo alimenta la disciplina para hacer un hueco en nuestros "quehaceres" y estar un rato a solas con Él.



Meditemos juntos:

¿Realmente me apetece rezar? ¿Deseo estar con Dios? ¿Tengo tiempo para quedar con Él? ¿Quedo con Él? ¿Le hago un "hueco en mi agenda"?