¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 18 de noviembre de 2021

FIRMES EN LA BRECHA

"Busqué entre todos ellos alguien 
que construyera una muralla 
y se mantuviera en la brecha frente a mí, 
en favor del país, 
para que no lo destruyera, 
pero no pude encontrarlo" 
(Ez 22,30)

La expresión "abrir brecha" hace referencia a la rotura de un frente en el combate, es decir, a la abertura que un ejército enemigo hace en la muralla de un castillo, rompiendo su defensa, venciendo su resistencia, traspasando sus líneas y tratando de conquistar la plaza.

Por otro lado, "estar o mantenerse en la brecha" suele utilizarse para señalar que alguien está en una buena posición, que triunfa o destaca en algo. Sin embargo, los cristianos preferimos un significado de mayor altura: alguien que está preparado, dispuesto o comprometido, alguien que está en la trinchera, en primera linea de defensa, alguien que está "en activo" o "en vela". 
Este sentido espiritual viene expresado en la profecía de Ezequiel 22,30: Dios busca a alguien que se interponga en favor de los que obran contra su voluntad, alguien que de la cara por Él, alguien que se mantenga firme en la brecha, pero no lo encuentra.

"Estar en la brecha" o "mantenerse en la brecha" es sinonimo de intercesión (en latín, intercedĕre), hacer una petición en nombre de otro, mediar, estar entre dos partes en conflicto, rogando ante uno en nombre del otro. 

Estamos en guerra...una guerra interior. El enemigo ha abierto brecha en la fe y ha provocado un abismo entre los hombres y Dios. Por ello, el mundo necesita a Dios y Dios "necesita" intercesores, "soldados" que llenen ese espacio abierto y vulnerable, que se mantengan firmes en la brecha... en la oración. 
Jesús pregunta: "¿Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lc 18,8) ¿Habrá alguien en la trinchera? ¿Habrá alguno o ninguno?

¡Cuántos "ningunos" se rinden al Enemigo! ¡Cuántos "ningunos" deponen las armas de la fe (Ef 6,10) y claudican ante la adversidad, la comodidad o las falsas promesas del Invasor de almas! ¡Cuántos "ningunos" se alían con el Adversario y se enfrentan a Dios, a veces, incluso "no haciendo nada" o mirando hacia otro lado! ¡Cuántos "ningunos" reniegan de su ciudadanía celestial (Flp 3,20) para nacionalizarse "mundanos"!

Cristo nos recuerda que "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,20). Pidámosle que fortalezca la muralla de nuestra fe a través de la oración constante (1 Cor 16,13), que cure nuestras heridas de la batalla a través de los sacramentos y que nos arme de valor a través de la sana doctrina y de la unidad de su Iglesia (Hch 2,42).


JHR

jueves, 16 de septiembre de 2021

LA IGLESIA DEBERÍA...

"Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, 
porque estaban extenuadas y abandonadas, 
'como ovejas que no tienen pastor'. 
Entonces dice a sus discípulos: '
La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; 
rogad, pues, al Señor de la mies 
que mande trabajadores a su mies'" 
(Mateo 9,36-38)

Sin duda, una de las mayores y graves preocupaciones actuales de la Iglesia es la falta de vocaciones religiosas, tanto al sacerdocio como a la vida consagrada. Y la pregunta inmediata es ¿cómo hemos llegado a esto?

Basta con "echar un vistazo" a nuestro alrededor. La falta de vocaciones es una consecuencia directa de la secularización y descristianización del mundo, en general y de nuestra sociedad occidental, en particular. El hombre, al negar y alejarse de Dios, queda abandonado como "oveja sin pastor".

Esta "negación", o cómo mínimo, este "alejamiento" de Dios ha provocado además la consiguiente disminución de fieles en las parroquias, es decir, la ausencia de "comunidades vivas" que puedan suscitar vocaciones.

¿Cómo pueden las comunidades suscitar vocaciones?
 
No se trata tanto de "importar" sacerdotes de otros continentes o de "asumir" consagrados de otros lugares. Tampoco de formar y adiestrar "aceleradamente" diáconos permanentes que "echen un cable" dentro del orden sacerdotal. Esas... no son soluciones definitivas, son respuestas humanas del todo insuficientes. 

La Sagrada Escritura nos da la pauta para que se susciten vocaciones, mostrándonos el ejemplo de la Iglesía del primer siglo: "perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones" (Hechos 2,42).

Lo primero y más importante es... rezar. En el mundo falta oración. Y en la Iglesia, quizás, también. San Pablo nos exhorta: "Sed constantes en orar" (1 Tesalonicenses 5,17). La Iglesia debería rezar más constantemente...para ser esa Esposa que ruega al Esposo que "envíe trabajadores a su mies" porque "las muchedumbres están extenuadas y abandonadas"... para ser la Servidora que le insiste al Señor "No tienen vino".
Lo segundo es salir. En el mundo falta acción. La Iglesia no puede quedarse de "brazos cruzados"...esperando...porque muchos están cansados y perdidos en la oscuridad y no conocen el camino. La Iglesia debería salir a buscar a sus hijos pródigos, para ser esa Madre con los brazos abiertos y el corazón dispuesto a amarlos. 
Lo tercero es acoger. En el mundo falta aceptación. Vivimos una "cultura del descarte" en la que se conceptúa a las personas como objetos que se desechan. La Iglesia debería acoger a todos en la comunidad. Y la mejor forma de hacerlo es atendiendo las necesidades de las personas: las materiales, a través de la caridad; y las espirituales, a través de los sacramentos y la dirección espiritual.
¿De qué sirve que una Madre rece y salga a buscar si, luego, en casa no atiende a sus hijos? ¿De qué sirve que una Madre reciba a "los pequeños, a los huérfanos y a las viudas" si luego no les presenta al Padre?

¿Cómo van a escuchar la llamada de Dios si no le conocen? 

Jesús dio un mandato claro e inequívoco a su Iglesia: "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado" (Mateo 28,19-20). El Señor nos pide que le demos a conocer.

Lo cuarto es enseñarLa Iglesia debería enseñar. La Iglesia como Maestra y Doctora, no puede guardarse la Buena Noticia que Cristo le ha confiado. Debe comunicarla al mundo. Debe formar corazones para Cristo. Debe hacer discípulos. 
Los hombres de hoy no saben cómo encontrar a Dios ni cómo comunicarse con Él. Quizás ni tan siquiera crean en Él...Entonces ¿cómo van a escuchar la llamada de Dios si no creen en Él, si no le conocen, si no se comunican ni se relacionan con Él? ¿cómo van a amar a Quien no conocen? 

San Pablo se pregunta lo mismo: "¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿Cómo anunciarán si no los envían?" (Romanos 10,14-15).

¿Cómo enseñar a relacionarse con Dios? 

Primero, suscitando la necesidad de rezar. Desde que nace, el hombre es un ser "necesitado". Su primera y principal necesidad, es la necesidad de Dios, de hablar con Él, de comunicarse con Él. 

Ese anhelo de establecer una relación con su Padre y Creador, aunque impreso en su corazón, a veces le es desconocido o extraño, porque nadie se lo ha mostrado, porque nadie se lo ha enseñado. 

Después, originando el hábito de rezar. Dado que el hombre también es un ser "de costumbres", necesita disponer de su tiempo y espacio para realizar las actividades que necesita. Necesita "habituarse" a la oración. Y para ello, necesita buscar el momento y lugar adecuados para hacerlo.

¿Dónde enseñar a rezar? 

El primer ámbito de intimidad con Dios es la "Iglesia familiar". Si no enseñamos a rezar en casa a nuestros hijos ¿cómo van a conocer a Dios? Y si no le conocen ¿cómo van a amarle? Y si no le aman ¿cómo van a servirle?

El segundo ámbito de contacto con Dios es la "Iglesia docente". Si no enseñamos a rezar en nuestros colegios a nuestros hijos ¿cómo van a seguirlo? Si no les enseñamos a adoptar hábitos de oración y a perseverar en la fe ¿cómo van a vencer las tentaciones materialistas del mundo?

El tercer ámbito de encuentro con Dios es la "Iglesia comunitaria". Si no llevamos a nuestros hijos a misa ¿cómo van a experimentar su amor? Si no les enseñamos a buscar a Dios ¿cómo van a encontrarse con Él?  Y si no les formamos ¿cómo van a saber de Él?

Por tanto, la Iglesia debería... todos deberíamos... 

"Estar siempre en oración y súplica, 
orando en toda ocasión en el Espíritu, 
velando juntos con constancia, 
y suplicando por todos los santos" 
(Efesios 6,18)

lunes, 15 de enero de 2018

REZAR ES DESEAR...

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Para algunos, disponerse a rezar puede "costarles un imperio", ya sea por falta de concentración o por dispersión; encontrar el momento y el lugar, algo impensable, ya sea por falta de voluntad, por desgana o por cualquier excusa...

No obstante, quiero comenzar resaltando el hecho de que la oración no la “hacemos” nosotros, sino que es Dios quien toma la iniciativa y se acerca a nosotros para decirnos qué quiere de nosotros y cómo nos transforma: ora y hace en nosotros. 

Dios es un “eterno insistente” que siempre quiere estar con nosotros y que nunca se cansa de estar con nosotros.

Sin embargo, con nosotros no ocurre lo mismo. Y es que a menudo, no confiamos en el poder de la oración; no estamos convencidos de que funcione. A veces rezamos por algo, y sucede lo contrario. Otras veces, nos olvidamos de orar por algo, y sucede. Y otras, rezamos por algo, y sucede ... y nos preguntamos si hubiera sucedido aunque no hubiéramos rezado..

Resultado de imagen de time to prayA veces, es que no dedicamos un tiempo de oración; nos excusamos por falta de tiempo, por cansancio, etc. Si no rezamos porque estamos cansados, o muy ocupados, o no encontramos el momento, es, sencillamente, porque confiamos más en nosotros mismos que en Dios, porque anteponemos nuestro interés y egoísmo a los demás.

Jesús estaba siempre muy ocupado y cansado, pero eso no le impedía retirarse siempre a rezar porque sabía que nada dependía de Él y porque quería y necesitaba estar con su Padre.

Otras, es que nos preocupamos por la propia actividad de orar. Durante unos segundos pensamos en orar e instantes después, nos vienen a la mente pensamientos como ¿es correcto lo que pido? ¿me escuchará? ¿para qué pedirle esto? ... nuestra mente divaga y en lugar de rezar, hacemos una mezcla confusa entre la petición y la preocupación. 

La falta de oración es el resultado de la desconfianza (falta de fe), porque somos demasiado incrédulos para comprender cómo actúa Diosdel orgullo (falta de humildad), porque somos demasiado orgullosos para darnos cuenta de que necesitamos a Dios, de la pereza (falta de deseo), porque no deseamos estar con Dios, y generalmente, de las tres cosas. 
La respuesta para ponernos a rezar no es simplemente "ser más disciplinados" o buscar un libro de oraciones, aunque ambas cosas son muy útiles. La oración es, en esencia, el resultado natural del deseo, la confianza y la humildad.

Entonces ¿qué podemos hacer?



Orar como niños


Orar como los niños quiere decir, dejar de analizar lo que pedimos y, sencillamente pedírselo a nuestro Padre. Y debemos hacerlo de la misma forma que nuestros hijos no se detienen a analizar sus motivos antes de pedirnos algo ni se preguntan el por qué, ni el para qué, ni si les escucharemos: sencillamente, piden lo que necesitan. 



Resultado de imagen de rezarEl problema es que los adultos pensamos demasiado las cosas. A veces, creemos que no debemos pedirlas por si son inapropiadas, injustas o egoístas. 


Sin embargo, los niños aunque sus peticiones o sus necesidades sean ridículas, innecesarias, incorrectas o incluso perjudiciales para ellos, nunca se plantean si lo son o no, ni tampoco dejan de pedirlas por el hecho de que les digamos "no". Insisten hasta que accedemos a sus ruegos. Las expresan tal y como las sienten.

No tienen conciencia de lo que es apropiado o inapropiado, de lo que es justo o injusto. Cuando dejemos de intentar ser adultos y pidamos como los niños, la oración fluirá como la seda, porque Dios nos dará su propia voz para que le pidamos.

Pasar un rato con "Papá"

Por extraño que parezca, muchas personas se esfuerzan vanamente en aprender a orar bien y casi nunca lo consiguen, porque se centran en lo que están diciendo, en lugar de centrarse en Dios.

La oración es, sobre todo, relación íntima, es el medio a través del cual nos conectamos y nos relacionamos con Dios. 

Cuando existe intimidad, nadie piensa en cómo se comunica, lo que dice o qué palabras utiliza, sino más bien, se centra en pensar con quién está.

Estar con Dios es más importante que hablarle si parar o leerle una interminable lista de peticiones. Él ya las conoce. Sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Y aunque Dios usa nuestras oraciones para cambiar las cosas, quiere que recemos para estar con Él. 

La clave es considerar la oración como una forma de pasar un tiempo con nuestro Padre amoroso, y convertirlo en una experiencia que nos traiga calma y confianza en medio del "mundanal ruido", en lugar de verla como una actividad más, que agita y estresa nuestras vidas.

En medio del ajetreo exterior, podemos desarrollar un silencio interior. Al pasar tiempo con nuestro Padre en oración, integramos nuestras vidas con la Suya, con lo que Él está haciendo en nosotros. Nuestras vidas se vuelven más coherentes. Estamos más tranquilos, más ordenados, incluso en medio de la confusión, la tensión y el caos.

El deseo alimenta la disciplina

La causa de nuestra falta de oración es mental: somos egoístas, desconfiados y poco disciplinados para pensar en los demás o en quedar con ellos. 

De igual manera que cuando deseamos estar con nuestra novia, con nuestra familia o con nuestros amigos, lo planeamos, quedamos y vamos, para rezar hay que querer rezar, hay que querer quedar con Dios. Y a menos que lo deseemos de verdad, no lo haremos; a menos que "quedemos" con Él, el tiempo de nuestro ajetreado día se evaporará rápidamente. 

No es que necesitemos la disciplina para vencer la falta de deseo sino que el deseo alimenta la disciplina para hacer un hueco en nuestros "quehaceres" y estar un rato a solas con Él.



Meditemos juntos:

¿Realmente me apetece rezar? ¿Deseo estar con Dios? ¿Tengo tiempo para quedar con Él? ¿Quedo con Él? ¿Le hago un "hueco en mi agenda"?


sábado, 6 de enero de 2018

¿REZAR POR WHATSSAP?

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"Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, 
que prefieren rezar de pie en las sinagogas 
y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. 
Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 

Tú, cuando reces, entra en tu habitación, 
cierra la puerta y reza a tu Padre, 
que está presente en lo secreto; 
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Al rezar, no os convirtáis en charlatanes como los paganos, 
que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería." 
(Mateo 6, 5-6)


Hoy hablaremos sobre la "oración y el rezo" en los grupos de WhatsApp cristianos. Mejor dicho, sobre la utilización errónea de este medio para orar, a través del uso de los emoticonos, expresiones y palabras, y que se han convertido en una herramienta habitual para expresar emociones o deseos de manera rápida y sencilla.

Cada vez nos comunicamos más a través de los emoticonos que con las palabras. Pero al igual que pasa con el lenguaje, los utilizamos mal.

En los grupos cristianos de WhatsApp se utiliza con frecuencia el emoticono de las manos juntas para subrayar una petición, para rogar, para rezar o para interceder, pero en realidad, este emoji significa 'gracias', a la manera japonesa: dos manos juntas y una ligera inclinación.

Las dos manos juntas también hacen referencia al gesto de disculpa que utilizan en la cultura japonesa. Este significado toma fuerza si nos fijamos en las líneas amarillas que salen de las manos y que representan la bandera del Sol Naciente, el icono oficial de Japón hasta 1945. Por tanto, su finalidad no es expresar oración sino agradecimiento.

A veces se utiliza el de las manos abiertas para expresar adoración o sumisión cuando lo que realmente significa 'celebración', 'alegría'. 

Y en la mayoría de las ocasiones, se utiliza un simple "Amén" para expresar todo tipo de cosas: que se ha rezado, que se ha leído la petición o, simplemente, que se está presente.

Estos "modismos", emoticonos, expresiones y tópicos, tan habitualmente utilizados por grupos de whatssap, son un gran error. En primer lugar, porque no significan lo mismo que queremos expresar, y en segundo lugar, porque el whatssap no es el modo adecuado para orar, no es una forma rigurosa ni plena para dirigirse a Dios.

¿Por qué? Porque una situación virtual en la que las personas no son conscientes de la disposición en la que rezan, de lo que expresan o cómo lo expresan, lo que piden, a quien se lo piden y para quien piden, no es oración.  

Algunos podrán pensar que exagero o que soy radical, pero promover el hábito de rezar ante la majestad y omnipotencia de Dios por WhatsApp, como si estuviéramos hablando con nuestro cuñado o con un "colega", sin tener extremo cuidado de cómo y desde donde se le habla, o por hacerlo por rutina o porque otros lo hacen, en mi opinión, es relativizar la oración. Y eso es un grave error.

Saber orar

Dice el apóstol Santiago:
"Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones" (Santiago 4,3).

Y es que a veces, ignoramos lo qué es realmente orar. Para algunos, la oración es repetir oraciones rutinaria y mecánicamente, o hacer y decir cosas sin conocimiento alguno, como por ejemplo "rezar por WhatsApp". Es necesario superar esta forma tan limitada de “oración”. 

Para ello, debemos saber distinguir la diferencia entre unirnos en oración verdadera por una intención y forma concretas, y formar parte de una cadena de oración tecnológica (?) a través del WhatsApp. 

Cuando estemos en oración debemos estar realmente en oración, no tenemos que hablar para nosotros mismos, ni para otros ni para el aire. Muchas veces, lo que se llama oración es una simple consecución de textos, palabras o emoticonos expresados por rutina y en cualquier situación o disposición. Y esto no es oración ni lo será nunca. 
Para que exista realmente oración, debemos ponernos en presencia y en intimidad con Dios (bien sea solos o en grupo), en correcta disposición y dirigirnos a Él con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazónA través de un teléfono, esto no puede cumplirse.

Ponerse en intimidad y en presencia del Padre, no puede materializarse en una idea cómoda ni en una rutina diaria a través de un chat, sino que es necesario buscar el momento adecuado y un espacio tranquilo para abrir completamente en paz todo nuestro ser a Dios y a esa necesidad que hay en nosotros de Él.

Instrumentalizar la oración

Ante todo, rezar por whatssap no es serio para dirigirse a DiosEs una instumentalización de la oración y una excusa para no rezar realmente

Es "la máscara del rezo": hacer creer a otros (o a nosotros mismos) que estamos rezando...cuando, en realidad y con la mano en el corazón, no lo estamos haciendo. El hecho en sí de utilizar los emoticonos de las "manitas" o decir "Amén", no significa que estemos realmente rezando, aunque queramos convencernos de ello. 

La Iglesia no acepta que se instrumentalice la oración, pues de esta forma, estamos quitándole valor e importancia y haciendo mal uso de ella
, desvirtuándola o banalizándola. 

Dar carácter mágico a la oración

El catecismo es muy claro en este aspecto: “Atribuir (a ciertas prácticas) su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición” (n. 2111).

En este sentido, esta nueva práctica de oración por teléfono es, simplemente, superstición, pues se atribuye a la simple materialización de dichas palabras, imágenes o emoticonos, una eficacia que no tienen. O tenemos una disposición interior real de orar o no estaremos rezando. 

Toda superstición es un serio problema porque ponemos la confianza en prácticas ridículas, siendo de hecho, una ofensa a Dios. La superstición va contra el primer mandamiento de la ley de Dios y es señal clara de que la verdadera fe es inexistente: donde aparece la superstición, desaparece la fe.

Así, no sólo tiene una actitud supersticiosa quien envía y difunde estas prácticas "cómodas" a través del whatssap sino también quien cree en ellas y las sigue. La difusión de frases, imágenes o emoticonos contienen de hecho, errores teológicos
  • Es un error pensar que la oración tiene fórmulas mágicas para conseguir resultados inmediatos y sin esfuerzo. La magia pretende conseguir algo a través de fórmulas que se realizan sin tener en cuenta a Dios. 
  • Otro error muy común es basar la fe en estas prácticas. Cuando nos damos cuenta que Dios no responde al agitar nuestra varita mágica, cuando vemos que Dios no cumple lo que le pedimos, viene el desencanto y la frustración, porque no es una oración verdadera.
  • Es otro error querer “motivar” a los demás propagando estas prácticas para conseguir lo anhelado de una manera fácil, rápida y eficaz, aún por encima del cumplimiento de la voluntad de Dios.
Desmotivar la oración

Dios no se le ponen plazos, ni responde a las "nuevas formas de oración" inventadas por nosotros y con las que pretendemos que nos escuche. No, si nuestra  motivación es una "falsa y cómoda espiritualidad". 

Dios, a través de su Palabra, nos enseña cómo orar: "Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto" (Mateo 6,6). 

El mismo Jesús, en el huerto de Getsemaní, se retiró a orar a solas, un tanto apartado de sus discípulos: "Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: Quedaos aquí mientras voy más allá a orar" (Mateo 26, 36).
La cuestión está muy clara: rezar no es una práctica para alardear delante de los demás, para hacernos "presentes" o para que nos "lean". El objetivo de la oración es hablar íntimamente con nuestro Padre.

Cuando rezamos por alguna intención o intercedemos por otros debemos hacerlo directamente a  Dios, incluso a solas, sin pretender estar a la vista de todos, como hacen los hipócritas; debemos hacerlo sinceramente y por verdadero amor al hermano que sufre y no por el "qué dirán" o para que nos vean. Los escribas y los fariseos de Israel,tenían estas actitudes de "cara a la galería". Sin embargo, Jesús les amonestó en numerosas ocasiones por ello y les dijo que Dios no atendía esas prácticas.

Debemos rezar sin olvidar que la oración se debe acomodar a la voluntad de Dios. Nunca podemos acomodarla a nuestra voluntad o a nuestra forma de ver cómo dirigirnos a Él. La oración simplemente es para ponernos en sus manos, para poner en su corazón amoroso nuestra vida y nuestros destinos, “como un niño en brazos de su madre” (Salmo 131, 2), no para que otros nos vean rezar.

Debemos tener presente que no podemos manipular a Dios. Él no actúa de acuerdo a la voluntad humana. Dios no es un dispensador de milagros a nuestra conveniencia y la relación con Él se basa en la confianza. Si confiamos en Dios, lo reconocemos como Padre y sabemos que nos escuchará, pero no al estilo de los hombres, ni según una lógica humana. 

La auténtica oración es una solicitud a la omnipotencia de Dios hecha en su presencia, con confianza y con el más absoluto respeto a su voluntad.

Por tanto, creo que es un error rezar por whatssap, ni con frases ni con emoticonos. Reconozco que es un acierto para conocer las intenciones de otros y así, interceder por ellos, pero no de forma rápida, externa e hipócrita sino cuando estamos en la presencia de Dios, orando individualmente o en grupo, durante la Eucaristía, en Adoración, o en nuestra habitación. 

Para Dios no hay atajos, no hay caminos cómodos, no hay puertas grandes por donde "todo entra". Dios es el Creador de todo el Universo... no juguemos nosotros a crear nuevos conceptos o nuevas formas de hacer lo que Él ya nos ha indicado.


JHR

miércoles, 20 de julio de 2016

LEX ORANDI, LEX CREDENCI


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"Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento
 y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto;
 y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará". 
Mateo 6, 6


"La forma en que oramos es la forma en la que creemos." ¡Qué importante es la oración en nuestra vida! ¡Qué grande su poder!

Y es que nuestra fe se manifiesta y se cultiva por nuestra comunión con Dios y eso se consigue mediante la oración, que es la manera de comunicarnos con Dios y saber lo que tiene pensado para nosotros.

Es una vía libre y directa de comunicación con nuestro Creador. Él nos exhorta a hablar siempre con Él y a escucharle, en público: "Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 18, 19), y en privado, sobre todo. (Mateo 6, 6). Orar en lo secreto...¡qué expresión tan bonita de intimidad, de complicidad, de amor!

Con la oración, conozco a Cristo personalmente, experimento el poder de Su resurrección, soy copartícipe en su sufrimiento, tomando mi cruz y con mi "sí hasta el final", hago Su voluntad. Él siempre está allí, dispuesto a escucharme, a hablarme, a abrazarme...¡una pasada!

La forma en la que rezo y el tiempo que dedico a orar, definen mi fe, pues el poder de la oración es lo más grande que Dios nos ha regalado. Todo lo pongo en sus manos, desde lo más importante hasta lo más insignificante.

La oración no sólo es el medio de pedirle a Dios. También es un instrumento para alabarle, glorificarle y agradecerle. Es un refugio de consuelo y paz. Es la forma de conocerle y de tener intimidad con el Padre. 

Es una herramienta maravillosa para interceder por otros. ¡Qué bonito es rezar por otros y que otros recen por mi!

Orar es una necesidad, no es una opción. Jesús nos enseñó su importancia. En sus momentos de mayor angustia, en sus momentos de tentación, encontró refugio y consuelo, orando al Padre. El nos insta a orar. Su Madre, nuestra Madre, no hace más que llamarnos a orar. Por algo será..."Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Marcos 11, 24)

Orar siempre, en todo momento, en los momentos buenos y en los malos. Las circunstancias no deben determinar si debemos orar o no. Oramos porque es una necesidad porque creemos en Dios y confiamos en Él. Esa es nuestra fe, la certeza en Dios. "En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido". (1 Juan 5, 14-15)

Orar es asunto de dos: de Dios y mío. Cuando hablamos entre nosotros, los humanos, lo hacemos en un plano natural, pero cuando conversamos con Dios, lo hacemos de modo sobrenatural. Por eso la oración tiene un poder sobrenatural.

Cuando nos ponemos en presencia de Dios en oración, Él actúa poderosamente. Le dejamos obrar y actuar en nuestra vida. Y es sobrenatural. ¡Qué regalazo!

Os animo a experimentar continuamente el poder sobrenatural de la oración.











domingo, 20 de diciembre de 2015

PON A DIOS LO PRIMERO (Put God first!)


 


 “Sueña y hazlo a lo grande, porque solo soñando a lo grande podemos fracasar a lo grande…o triunfar a lo grande. Pero soñar sin objetivos se queda sólo en un sueño, nadie triunfa sólo soñando, sino trabajando duro.

Esfuérzate y planifica tus objetivos: objetivos anuales, mensuales, diarios. Objetivos simples. Nadie planifica fracasar, sino que se fracasa al planificar, intentando hacer muchas cosas.

No trates de hacer muchas cosas. Hacer muchas cosas no implica que estés consiguiendo muchas cosas. No confundas el movimiento con el progreso.

Planifica, trabaja duro y progresa.

Nunca verás un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre. Cuando mueras, no podrás llevarte nada de lo que hayas conseguido. Los egipcios lo intentaron y durante siglos, les robaron.

No es importante lo que tienes sino lo que haces con lo que tienes. Todos tenemos talentos y dones que Dios nos ha dado.

El mayor placer lo encontrarás sirviendo a otros, es una de las actitudes más egoístas que puede tener el ser humano: recibes tanto, recibes muchísimo más de lo que das, que se convierte en algo “egoísta”.

 El servicio fortalece, vincula y une, mientras que el poder desgasta, aísla y divide. El éxito está en servir a otros.

Hoy por la noche, deja tus zapatillas debajo de la cama para que cuando te despiertes tengas que arrodillarte a cogerlas.

Sí, todo lo que trates de hacer, todo lo que planifiques será en balde si no oras a Dios. Reza para agradecer la gracia, la misericordia, la comprensión, la sabiduría, la salud, la humildad, la paz, la prosperidad que ya te ha sido concedida. REZA POR TODO LO QUE SE TE HA DADO DE ANTEMANO. DIOS ES LO PRIMERO”.

DENZEL WASHINGTON,
 Graduación de los alumnos de la universidad de Dillard,
New Orleans, 2015