¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 27 de julio de 2019

DOS CLAVES DE CRECIMIENTO PARROQUIAL

Nuestra Iglesia Católica pierde gente de sus parroquias a un ritmo alarmante. Algunas personas se van porque no se sienten cómodas. Otras, porque no llegan nunca a comprometerse. Otras, porque su vida llega a su término y mueren. Y los jóvenes vienen sólo si les traen sus padres. Y a una cierta edad, ni eso.

No podemos evitar que la gente se vaya de nuestras parroquias. Por supuesto, no podemos evitar que mueran. Pero podemos plantearnos cómo hacer, de nuestras parroquias, un imán para las personas.

He escrito sobre este tema en varias ocasiones y seguiré haciéndolo las veces que haga falta. Aunque uno sigue aportando su granito de arena y poniendo en práctica lo que escribe, aún sigue sorprendiéndome el hecho de que en ámbitos católicos, nadie parezca inquietarse por esto. Dentro de la Iglesia, sólo existe la preocupación por la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. 


Es cierto también, que nuestros monasterios y conventos envejecen a la par que sus denodados consagrados y sus perseverantes contemplativas. Pero es que, precisamente, el centro de gravedad de todo el problema de la falta de vocaciones, también, está en el crecimiento de comunidades parroquiales. Comunidades que puedan suscitar esas vocaciones.


Si nuestros monasterios echan el cierre por falta de "efectivos", si nuestras parroquias se van vaciando por falta de visión o por falta de misión, es que no estamos haciendo caso a la invitación de Jesús: 

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"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20.y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado"(Mateo 18, 19-20; Marcos 16, 15; Lucas 24,47-48).

Con esta invitación, Cristo inició su Iglesia, delegando en sus apóstoles esa misma invitación para su continuidad y crecimiento. Hoy, dos mil años después, da la impresión de que hemos declinado esa invitación.

Para llevar a cabo esa invitación de Jesús, es decir, para que Su mensaje llegue hasta los confines de la tierra, para que nuestros monasterios y conventos eleven sus oraciones al cielo y para que nuestras parroquias crezcan cuantitativa y cualitativamente, los cristianos tenemos dos tareas: una, llegar a nuevas personas que están fuera, es decir, invitar, evangelizar, y dos, acoger, escuchar y ayudar a las que ya están dentro, es decir, discipular.

Invitar= Evangelizar

La mayor diferencia existente entre parroquias que crecen (porque algunas crecen) y las que se vacían o cierran, es la evangelización, es decir, el hecho de invitar a personas alejadas de la fe a un encuentro personal con el amor de Cristo.

Promover nuestras parroquias desde programas diocesanos y espacios publicitarios en medios o redes sociales de evangelización son grandes ideas, pero, a las pruebas me remito, por sí solos, no funcionan.

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La mayoría de las personas que realmente se encuentran con Dios son personas invitadas personalmente por un amigo o miembro de la familia, bien a través de un método de evangelización, de un grupo pequeño de fe, de una peregrinación, etc.

Nuestra Familia de fe crecerá, primero por amor, y segundo, por el "boca a boca"

Sin embargo, nadie que venga a nuestras parroquias se comprometerá con ellas tan sólo por el simple hecho de haber sido invitado por alguien conocido.

Las personas se comprometen de forma automática y natural por razones experienciales y vivenciales: por un sacerdote que se muestra cercano y comprometido con Dios y con la Verdad, por un ambiente de cálida acogida y fraternidad auténtica, por una escucha atenta de sus problemas, necesidades o heridas por parte de las personas que les reciben,  por una adecuada y continua formación en la fe, a través de grupos de oración, matrimonios, jóvenes, etc.

Evangelizar, invitar a las personas a la Iglesia es sólo la mitad de la ecuación. La otra mitad es enfocarse en que se comprometan y permanezcan a largo plazo, y la única clave para esto son las relaciones personales.

Acoger= Discipular
Como ya hemos dicho, las personas se acercarán a Dios y a su Iglesia por una invitación personal, o tal vez por algo que han visto o escuchado en relación con un retiro, una peregrinación, un contenido de enseñanza o un método de evangelización.

Pero las personas se quedan cuando desarrollan una conexión más profunda y personal con el Cuerpo Místico de Cristo. Vendrán porque han sido invitados, pero se quedarán cuando se sientan personalmente interpelados y comprometidos por, al menos, dos hechos:

-porque han desarrollado amistades auténticas en un grupo pequeño de fe.

-porque han dedicado su tiempo, talento y capacidad a comprometerse en un servicio.

No debemos confundir multitud con parroquia. Una multitud no es una comunidad. Una multitud puede convertirse en una comunidad parroquial, pero una multitud no es automáticamente, una parroquia. Puede haber mucha gente en momentos determinados pero, a la hora de una necesidad, puede que no haya nadie dispuesto o comprometido.

A los católicos se nos da muy bien "recibir". Mucho más que "dar". Es como si no nos hubiéramos enterado de nada de lo que Jesús nos ha dicho: "Hay más felicidad en dar que en la que hay en recibir" o "No hay amor más grande que el que entrega la vida por sus amigos". O puede que seamos "especialmente comodones" y "perezosos" para comprometernos.

Las parroquias con propósito, con visión y misión, son especialmente hábiles en mover a las personas hacia adentro y hacia afuera al mismo tiempo:

-Hacia el interior, mueven a la multitud hacia una comunidad atractiva, pidiéndoles que se comprometan con la parroquia, formándolas y sugiriéndoles su adhesión a un pequeño grupo o servicio. Promueven el compromiso personal de ellas, desarrollando los hábitos y las disciplinas propios de un discípulo. Mueven a las personas comprometidas hacia el núcleo de la parroquia, involucrándolas en el servicio a otros de la comunidad.

-Hacia el exterior, enviándolas de vuelta al mundo en misión para presentar a otras personas a Jesús.

Todos los miembros de una parroquia deberían estar formados y capacitados para invitar a otros a asistir y a pertenecer a ella. 

Y luego, para atender a los que ya se han incorporado a la comunidad, los sacerdotes y su núcleo de personas más comprometidas, deberían trabajar en dos tareas específicas: conectar a las personas entre sí, formando grupos pequeños de fe y conectar a las personas creando servicios pastorales.

¿Qué persona invita a un amigo a casa y luego le deja desatendido?

Los nuevos "creyentes" que formarán parte de nuestra parroquia dentro de uno o dos años a partir de ahora, son aquellos que se unen al grupo pequeño y se unen a un equipo de trabajo.

Resultado de imagen de evangelizar y discipularAprovechemos cualquier ocasión para invitar a otros a formar parte de nuestra familia, ya sea fuera o dentro de nuestra parroquia, en una boda o funeral, en un retiro, en una celebración de amigos, en un puesto de trabajo.

Y con los que ya forman parte de nuestra familia, invitemosles a seguir creciendo y madurando espiritualmente a través de la formación, el discipulado y el servicio.

Así es como crece la Iglesia: trabajando para llegar a nuevas personas y trabajando para cuidar a las personas que ya han llegado.

Así es como Jesús lo hizo. Así es como nos enseñó a amar a Dios y al prójimo.