¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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miércoles, 6 de enero de 2021

LA MUJER EN EL PLAN DE DIOS

"Una mujer fuerte, ¿quién la hallará? 
Supera en valor a las perlas. 
Su marido se fía de ella, pues no le faltan riquezas. 
Le trae ganancias, no pérdidas, todos los días de su vida...
Todavía de noche, se levanta a preparar la comida a los de casa
y repartir trabajo a las criadas. 
Se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos. 
Comprueba si van bien sus asuntos, 
y aun de noche no se apaga su lámpara. 
Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre...
Se viste de fuerza y dignidad, sonríe ante el día de mañana.
Abre la boca con sabiduría, su lengua enseña con bondad. 
Vigila la marcha de su casa, no come su pan de balde. 
Sus hijos se levantan y la llaman dichosa, 
su marido proclama su alabanza...
La que teme al Señor merece alabanza. 
Cantadle por el éxito de su trabajo, 
que sus obras la alaben en público"
(Proverbios 31,10-31)

Cuando escucho afirmar que la religión católica oprime a la mujer, o que Biblia es machista, o que Dios discrimina a la mujer, no tengo más remedio que contestar que lo hacen desde la más absoluta ignorancia o desde la más torticera malicia. 

Para hablar de algo, es necesario, ante todo, estar bien informado sobre el asunto a tratar, o se corre el riesgo de hacer el ridículo y perder toda credibilidad.

Dios tiene a la mujer en muy alta consideración y Su Palabra está llena de ejemplos en los que se describe y se alaba a la mujer como pieza fundamental y de vital importancia en Su plan de salvación

Mujeres que adquieren especial importancia en la Biblia, habida cuenta del contexto histórico en el que fue escrita y de la cultura judía que consideraba (aún hoy día lo hace) a la mujer indigna, marginada, inferior, dependiente del hombre (ya sea el padre o el marido) y desprovista de derechos, sobre todo, si era soltera, viuda o estéril. 

Posiblemente, este concepto judío sobre la mujer tenga su origen en las palabras de Dios dirigidas a Eva en Génesis 3,16: "Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará". 

Adán, el hombre y Satanás, la serpiente, fueron malditos; no así Eva, la mujer. Ese "sufrir en la preñez" y "parir con dolor" y ese "ansia y dominio del Esposo",  en realidad, están tipificando a la futura Iglesia de Cristo, "madre de todos los que viven".
En ningún sitio de la Escritura se discrimina a la mujer (desde luego no por parte de Dios), ni se dice que la marginación de la mujer sea o forme parte del plan de Dios, pues, en el principio creó al hombre y a la mujer con la misma dignidad y con la potestad de dominar a todos los seres vivientes (Génesis 1, 26-28), pero nunca con la intención de que el uno dominara al otro. 

Es más, cuando dice Dios "No es bueno que el hombre esté sólo(Génesis 2,18), está resaltando a la mujer, está diciendo que el hombre, sin Eva, sin la mujer, no puede valerse por sí solo. Sin duda, esta afirmación es mucho más que un simple halago, es la corroboración de la importancia de la mujer para Dios y de la necesidad de la mujer para el hombre.

Por tanto, la voluntad de Dios no pasa por establecer un dominio u hostilidad entre hombre y mujer o viceversa, sino por favorecer una complementariedad entre ambos. Más bien, como leemos en Génesis 3, la serpiente, Satanás, es maldita por ser quien genera siempre la división y el enfrentamiento y la mujer no. Por eso, la hostilidad es entre la mujer y la serpiente (y sus descendencias), nunca entre la mujer y el hombre. 
El ejemplo más importante, significativo y sublime del papel de la mujer en el desarrollo de la voluntad divina es la Virgen María, Madre de Dios: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! (...) Bienaventurada la que ha creído (...) Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí" (Lucas 1,42-48).

Pero le siguen otros muchos ejemplos de mujeres a las que Dios ensalza: como la alabanza y el canto a la mujer fuerte (Proverbios 31, 10-31); Sara, la mujer de Abrahán y madre del pueblo judío (Génesis 12); Miriam, la profetisa (Éxodo 15,20-21); Débora, la juez (Jueces 4 y 5), Rut, abuela del Rey David y linaje del Mesías (Rut 1-4 y Mateo 1,5); Ana, madre de Samuel (1 Samuel); Judit, aclamada por Israel (Judit 13); Ester, reina de Persia (Ester 2), Ana la profetisa (Lucas 2,36-38), Isabel, la madre de Juan el Bautista reconoció a María como la Madre del Salvador (Lucas 1,44), etc.

Cada una de estas mujeres tuvo un rol diferente de las otras y en ningún caso, secundario en relación al hombre. Algunas, fueron madres de hijos importantes en la historia (reyes, profetas) o incluso, de Aquel que la cambiaría; otras, esposas que acompañaron y ayudaron a sus maridos en su misión; y otras, fueron protagonistas principales de su pueblo como reinas, jueces, discípulas, luchadoras o evangelizadoras.
Nunca trataron de equipararse al hombre ni pidieron igualdad ni desearon tener otro cometido o protagonismo distintos al suyo, sino que cada una de ellas cumplió su vocación, aquella misión para la que fueron creadas por Dios. 

Pero por si todos estos ejemplos fueran insuficientes, los Evangelios revelan el modo con el que Jesús acogió a algunas mujeres entre sus discípulos y seguidores, la manera en la que rompió todos los esquemas patriarcales judíos por el trato especial que dio a mujeres que se encontró durante su vida pública como la samaritana que dio de beber a Jesús (Juan 4,27), la hemorroísa que tocó el manto de Cristo (Marcos 5, 25-34), la mujer encorvada (Lucas 13, 10-16), la mujer adúltera que iba a ser apedreada (Juan 8, 3-11), la prostituta que le besó los pies y le ungió con perfume (Lucas 7, 36-50), la suegra de Pedro, a la que curó (Marcos 1, 29-31), la mujer pecadora de Betania, en casa de Simón (Marcos 14, 3-9), la cananea que insistió a Jesús con fe (Mateo 15, 21-28). la viuda de Naim a la que Jesús la devuelve su hijo muerto (Lucas 7,11-17), la viuda pobre que dio todo lo que tenía (Lucas 21,1-4), Marta y María de Betania (Lucas 10, 38-42), etc.

Muchas mujeres desafiaron el sistema cultural de la época al seguir a Jesús, al hablar a solas con Él, al tocar su cuerpo, al dirigirse a Él en público y al servirle como discípulas. Muchas demostraron un amor sincero y una fe firme en Jesucristo. Muchas demostraron estar más cerca de Dios que muchos hombres. 

De crucial importancia es el papel de las mujeres que fueron testigos de la Pasión y Muerte de Cristo, y posteriormente, de su Resurrección (Lucas 23, 26-30), entre las que se encontraba María Magdalena, María la de Cleofás (Juan 19,25), Salomé (Marcos 15,40-41) y otras, pues fueron las primeras en ver a Jesús resucitado y en recibir el encargo de anunciarlo a los discípulos (Mateo 28, 7; Marcos 16, 7; Lucas 24,9; Juan 20,18), condición indispensable para ser incluidas como Apóstoles de Cristo (Hechos 1, 22).

Asimismo, demostraron su papel fundamental en la acción misionera de la Iglesia y su participación activa en el origen del cristianismo mujeres como Lidia, la primera cristiana conversa de Europa (Hechos 16, 15) o Priscila, destacada discípula de San Pablo y formadora de Apolo (Hechos 18,24-26; 1 Corintios 16,19; Romanos 16,3-5), Febe, diaconisa de Cencreas (Romanos 16,1-2), Junia, compañera de prisión de San Pablo en Roma (Romanos 16,7), Cloe, acomodada comerciante cristiana y responsable de una Iglesia de Corinto (1 Corintios 1,11) y  Ninfa de la Iglesia de Laodicea (Colosenses 4,15).

Por todo ello, quien acusa a Dios de discriminación a la mujer, no se ha enterado de nada. Quien le tacha de machista es que no conoce a Dios. Quien tilda a la Iglesia de marginar a la mujer no se da cuenta de que es la mujer la que sostiene a la Iglesia.

Por una mujer, Dios se hizo hombre y nos salvó. Por una mujer, la Iglesia comenzó su andadura a los pies de la cruz. Y por un grupo de mujeres, nuestra fe cobra todo su valor al anunciarnos que JESUCRISTO HA RESUCITADO.

martes, 23 de julio de 2019

FRANCISCO: DESAFÍOS DE LA IGLESIA


El Papa Francisco en su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, realiza un planteamiento de cinco desafíos importantes en la Iglesia para los laicos, la mujer, los jóvenes, las vocaciones y los ancianos. 

La misión de los laicos en la Iglesia 

El Papa constata una evidencia: "Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados" (EG 102). 

El Papa está pensando en la evangelización y está claro que en ella los laicos, "la inmensa mayoría del Pueblo de Dios", tienen un papel esencial

El Papa Francisco hace una segunda exposición: "Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe".

Sin embargo, la toma de conciencia de la responsabilidad laical no es igual en todas partes: "En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio […] a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones" (EG 102)

Llama la atención la crítica del Papa al clericalismo, que impide el desarrollo de un laicado adulto:
                                          
"El clericalismo es también una tentación muy actual en la Iglesia: se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas".

Además de esta crítica del clericalismo, Francisco pone el dedo en la llaga de otro problema: el compromiso: "Si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso […] se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad" (EG 102)

En realidad, el compromiso de los cristianos laicos en el mundo social, político y económico está casi ausente. 

Otro desafío pastoral importante lo constituye "la formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales" (EG 102).

El lugar de la mujer en la Iglesia 

Mucho más novedoso aún resulta el apartado dedicado a la mujer: "La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares" (EG 103)

El Papa Francisco reconoce "cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica" (EG 103)

Imagen relacionadaSin embargo, constata una carencia y un gran desafío: "Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia […] en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes" (EG 103)

Reconoce que "las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente" (EG 104). 

No pone en discusión "el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía" pero llama la atención sobre un riesgo: esta cuestión "puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder" (EG 104).  

Citando Christifideles laici de Juan Pablo II, recuerda que "cuando hablamos de la potestad sacerdotal nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad. El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos" (EG 104)

Por eso, la función del sacerdocio ordenado, aunque se considere "jerárquico" no es un "poder entendido como dominio, sino la potestad de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí deriva su autoridad, que es siempre un servicio al pueblo" (EG 104)

En fin, Francisco concluye reconociendo que "aquí hay un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia" (EG 104).  

Como se puede ver, el Papa señala por dos veces como un gran desafío la importancia de que la mujer esté presente en los diversos ámbitos de la Iglesia "donde se toman decisiones importantes". 

Los jóvenes en la Iglesia

Francisco reconoce que "los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas" (EG 105)

Resultado de imagen de los jovenes en la iglesia catolicaEl Papa cree que el problema es sobre todo de los adultos, pues "nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden" (EG 105). 

Y, aunque valora el crecimiento de asociaciones y movimientos juveniles, cree "necesario, sin embargo, ahondar en la participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia" (EG 105)

Francisco cree que se ha crecido en dos aspectos: "la conciencia de que toda la comunidad los evangeliza y educa, y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor" e invita a los jóvenes a ser “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra" (EG 106)

Las vocaciones sacerdotales

Francisco es consciente de que "en muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada" (EG 107)
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El Papa ve la causa de esta escasez en la ausencia de comunidades con un fervor apostólico contagioso"Aún en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración" (EG 107).  

A pesar de la escasez, Francisco apuesta por "la necesidad de una mejor selección de los candidatos al sacerdocio. No se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si éstas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico" (EG 107)

¡Duro diagnóstico, pero certero! No todo vale. 

Escuchar a los ancianos y a los jóvenes 

Es frecuente en sus homilías e intervenciones que el Papa anime a escuchar a los jóvenes y a los ancianos, a la hora de intentar leer los signos de los tiempos en la realidad actual: "Necesitamos la memoria y la sabiduría de la experiencia de los mayores, pero también la esperanza de los jóvenes, «porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual" (EG 108)
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El Papa Francisco reconoce que no ha intentado ofrecer un diagnóstico completo e invita "a las comunidades a completar y enriquecer estas perspectivas a partir de la conciencia de sus desafíos propios y cercanos" (EG 108)

Sin embargo, en ningún momento pierde el ánimo Francisco: "Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!(EG 109).