¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 23 de julio de 2019

FRANCISCO: DESAFÍOS DE LA IGLESIA


El Papa Francisco en su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, realiza un planteamiento de cinco desafíos importantes en la Iglesia para los laicos, la mujer, los jóvenes, las vocaciones y los ancianos. 

La misión de los laicos en la Iglesia 

El Papa constata una evidencia: "Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados" (EG 102). 

El Papa está pensando en la evangelización y está claro que en ella los laicos, "la inmensa mayoría del Pueblo de Dios", tienen un papel esencial

El Papa Francisco hace una segunda exposición: "Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe".

Sin embargo, la toma de conciencia de la responsabilidad laical no es igual en todas partes: "En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio […] a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones" (EG 102)

Llama la atención la crítica del Papa al clericalismo, que impide el desarrollo de un laicado adulto:
                                          
"El clericalismo es también una tentación muy actual en la Iglesia: se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas".

Además de esta crítica del clericalismo, Francisco pone el dedo en la llaga de otro problema: el compromiso: "Si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso […] se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad" (EG 102)

En realidad, el compromiso de los cristianos laicos en el mundo social, político y económico está casi ausente. 

Otro desafío pastoral importante lo constituye "la formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales" (EG 102).

El lugar de la mujer en la Iglesia 

Mucho más novedoso aún resulta el apartado dedicado a la mujer: "La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares" (EG 103)

El Papa Francisco reconoce "cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica" (EG 103)

Imagen relacionadaSin embargo, constata una carencia y un gran desafío: "Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia […] en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes" (EG 103)

Reconoce que "las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente" (EG 104). 

No pone en discusión "el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía" pero llama la atención sobre un riesgo: esta cuestión "puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder" (EG 104).  

Citando Christifideles laici de Juan Pablo II, recuerda que "cuando hablamos de la potestad sacerdotal nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad. El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos" (EG 104)

Por eso, la función del sacerdocio ordenado, aunque se considere "jerárquico" no es un "poder entendido como dominio, sino la potestad de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí deriva su autoridad, que es siempre un servicio al pueblo" (EG 104)

En fin, Francisco concluye reconociendo que "aquí hay un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia" (EG 104).  

Como se puede ver, el Papa señala por dos veces como un gran desafío la importancia de que la mujer esté presente en los diversos ámbitos de la Iglesia "donde se toman decisiones importantes". 

Los jóvenes en la Iglesia

Francisco reconoce que "los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas" (EG 105)

Resultado de imagen de los jovenes en la iglesia catolicaEl Papa cree que el problema es sobre todo de los adultos, pues "nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden" (EG 105). 

Y, aunque valora el crecimiento de asociaciones y movimientos juveniles, cree "necesario, sin embargo, ahondar en la participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia" (EG 105)

Francisco cree que se ha crecido en dos aspectos: "la conciencia de que toda la comunidad los evangeliza y educa, y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor" e invita a los jóvenes a ser “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra" (EG 106)

Las vocaciones sacerdotales

Francisco es consciente de que "en muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada" (EG 107)
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El Papa ve la causa de esta escasez en la ausencia de comunidades con un fervor apostólico contagioso"Aún en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración" (EG 107).  

A pesar de la escasez, Francisco apuesta por "la necesidad de una mejor selección de los candidatos al sacerdocio. No se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si éstas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico" (EG 107)

¡Duro diagnóstico, pero certero! No todo vale. 

Escuchar a los ancianos y a los jóvenes 

Es frecuente en sus homilías e intervenciones que el Papa anime a escuchar a los jóvenes y a los ancianos, a la hora de intentar leer los signos de los tiempos en la realidad actual: "Necesitamos la memoria y la sabiduría de la experiencia de los mayores, pero también la esperanza de los jóvenes, «porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual" (EG 108)
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El Papa Francisco reconoce que no ha intentado ofrecer un diagnóstico completo e invita "a las comunidades a completar y enriquecer estas perspectivas a partir de la conciencia de sus desafíos propios y cercanos" (EG 108)

Sin embargo, en ningún momento pierde el ánimo Francisco: "Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!(EG 109).

viernes, 6 de abril de 2018

¿VOCACIONES? ¿QUÉ VOCACIONES?


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"Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; 
antes que salieras del seno te consagré; 
como profeta de las gentes te constituí. 
Yo dije: '¡Ah, Señor Dios, mira que yo no sé hablar; soy joven!'. 
Pero el Señor me respondió: 'No digas: ¡soy joven!, 
porque adonde yo te envíe, irás; 
y todo lo que yo te ordene, dirás. 
No tengas miedo de ellos, 
porque yo estoy contigo para protegerte', dice el Señor"." 
(Jeremías 1, 5-8)

La Iglesia nos anima a reflexionar y a orar constantemente por la falta de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa en España.

Sin embargo, no parece que sea por falta de oración: muchos rezan continuamente para suscitar vocaciones, pero la pregunta que se plantea es ¿existen comunidades suficientes que susciten vocaciones?¿existen jóvenes comprometidos con Dios y con la Iglesia? ¿existen jóvenes que responden a la llamada de Dios? 

Resultado de imagen de olmeda de la cuestaAlgunos, justifican esta escasez de vocaciones por el descenso demográfico

Es cierto que España envejece a ritmo acelerado: en la actualidad, la media de edad de los españoles se sitúa en los 43,5 años. 

Nuestra población envejece, lo mismo que nuestra Iglesia. Sin embargo, no creo que el descenso de los jóvenes sea una razón vital para la ausencia de vocaciones. 

El núcleo del problema es de mayor y de más profundo calado. Vuelvo al tema de la Revolución (aunque parezca cansino). La Revolución ataca y ejerce su dominio siempre en tres fases: primero en las tendencias; luego, en las ideas; y finalmente, en los hechos.

Podemos negar la Revolución o combatirla. Podemos mirar hacia otro lado o "coger el toro por los cuernos". Podemos seguir lamentándonos de la falta de vocaciones o estudiar las causas para revertir la situación. Podemos seguir hablando del "tema" o acometerlo definitivamente. Y lo debemos hacer "desde dentro" y con "auto-crítica".


"No puedo amar lo que no conozco"

Yo creo que la pregunta correcta que debemos hacernos no es tanto ¿cuánto? sino ¿cómo? No es cuestión de cuántos jóvenes hay en España que puedan llegar a tener una vocación de vida sacerdotal o consagrada. Se trata de cómo los jóvenes pueden llegar a ella. 

Resultado de imagen de religion en los colegios¿Cómo puedo amar algo que no sé ni que existe? ¿Cómo puedo apreciar algo que no conozco? ¿Cómo puedo querer algo si no me enseñan a hacerlo?

Y es que en la mayoría de las casas españolas ya no se enseña a rezar, a santiguarse. Ya no se enseñan los mandamientos, ni el Padrenuestro, ni los temas trascendentales que conciernen a nuestra vida. En los colegios, tampoco.


Nuestros niños no conocen a Dios porque sus padres no les llevan a misa. Tan sólo el día de su "primera y última" comunión. No les explican que ese día no consiste sólo en una fiesta donde estrenar un bonito traje; no les enseñan que no se trata de recibir sólo regalos. No les muestran a Dios.

Nuestros jóvenes españoles no conocen a Cristo porque no van a la Iglesia. Se niegan a ir con sus padres. Apenas pisan una parroquia, ni siquiera para casarse. Piensan que ir a misa o ser católico "está pasado de moda". Para la mayoría, ser "católico", "cura" o "monja" no es trending topic. Ni siquiera pasa sus cabezas. Y los hechos lo atestiguan.

"No me interesa"

Los jóvenes españoles (y occidentales) no están interesados en Dios. Y lo no lo están por varias razones, tanto externas como internas: 

- porque la Iglesia está continuamente denostada, maltratada e insultada desde todos los ámbitos de la sociedad. Así, ¿qué joven va a tener vocación por algo "políticamente incorrecto" o "mal visto" en la sociedad?

Resultado de imagen- porque este mundo "descristianizado" les incita a no comprometerse con nada ni con nadie. "Lo que hoy ya no te sirve, se tira y se reemplaza por otra cosa, por otra persona". Así, ¿qué joven se va a plantear dedicar su vida a servir a Dios y al prójimo?

- porque muchos jóvenes piensan que ir a misa es "cosa de viejos" y que lo que "allí" se dice es aburrido y "no va con ellos". Así, ¿qué  joven va a sentirse "como en casa"?

- porque muchos sacerdotes se han "acomodado" a un público plácido, que no les pide mucho esfuerzo ni tiempo y se han "distanciado" del Pueblo hablando un "idioma" ininteligible para los jóvenes, quienes no han sido enseñados ni discipulados. Incluso se esconden tras un "cleriman" o ni eso. Así ¿qué joven se va a sentir a gusto escuchando un idioma que no entiende porque jamás lo ha escuchado o poniéndose un uniforme que no entiende?

 - porque muchos jóvenes no se sienten acogidos por personas que no les escuchan, que no les respetan, que no les valoran o que ni siquiera les miran. Así, ¿qué joven va a integrarse en una comunidad parroquial donde no es "necesario", donde no es "querido"? 

- porque muchos jóvenes ven un futuro poco prometedor y ni siquiera se plantean que les deparará el día de mañana. Así, ¿qué joven va a plantearse vocación alguna si ni se plantea el futuro corto plazo?

- porque muchos jóvenes carecen de "ideales", de "valores", de "principios" que les guíen en sus vidas. Así, ¿qué joven va a luchar por nada ni por nadie?

Nuestros hijos no quieren saber mucho de Dios porque este mundo les invita al grito del "carpe diem" a vivir una vida egoísta, hedonista y relativista, donde "lo primero soy yo y el resto, es relativo". Les animan a vivir el "hoy y ahora" sin preocuparse más allá (ni del más allá). Les motivan a "buscarse la vida" por el camino del individualismo egoísta (muchos son hijos únicos) y a no ser solidarios con nadie (no formar parte de nada).

La clara evidencia es que si nuestra juventud no asiste a la Iglesia, nuest
ra población católica envejece. Y si nuestra "población activa" escasea, envejece y muere, es casi imposible que florezcan vocaciones.

¿Qué podemos hacer?

No tengo en mi mano todas las soluciones, pero podríamos empezar rezando más, acogiendo más, haciéndoles más atractivo todo lo que Dios nos inspira con su Espíritu, preguntando más a los jóvenes, escuchándoles más, amándoles más...

Imagen relacionadaNuestros jóvenes son el futuro de la sociedad y por tanto, de la Iglesia. Si les relegamos,  ignoramos o no velamos por sus necesidades, no sólo no habrá vocaciones en la Iglesia a corto/medio plazo sino que no habrá jóvenes en la Iglesia.

Es indispensable construir comunidades que lleven a los jóvenes (y a los menos jóvenes) hacia Cristo. Sólo así se suscitarán vocaciones. De todo tipo. 

Comunidades "propias", donde la pasión (como en el fútbol) nos inspire a decir "este es mi equipo", este es mi "jugador". Donde cada joven (y menos joven) diga "esta es mi "parroquia", "es lo más..."

Y para ello, hay muchas cosas que cambiar. Empezando por nosotros mismos.

jueves, 8 de marzo de 2018

CÓMO REJUVENECER UNA PARROQUIA

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¿Envejece tu parroquia? Si tu parroquia envejece es porque está formada por personas mayores (es de perogrullo). 


A lo que me refiero es que en tu parroquia hay pocas familias jóvenes que bautizan a sus hijos, pocos niños que reciben su primera comunión, pocos jóvenes que se confirman y pocas parejas que se casan. ¿Te has preguntado por qué?

Cuando alguna persona o familia joven visita una parroquia y perciben que sólo hay personas mayores, que no les dejan espacio para colaborar, que no se piensa en ellos o que no les aceptan, lo habitual es que la gran mayoría decida no regresar.

Lejos de mi ánimo sugerir que una parroquia sea mala por ser una comunidad de adultos mayores. Lo único que puedo decir es que "envejece". Y por ello, se trata de meditar cómo podemos llegar a los los niños, a los jóvenes, a las familias más jóvenes para rejuvenecerla. 

No estoy diciendo que los más mayores deban "amoldarse" o "doblegarse" a los más jóvenes. Lo que digo es que, si queremos rejuvenecer nuestra parroquia, sólo hay una manera de hacerlo: atraer a los jóvenes

Desgraciadamente he comprobado que, mayoritariamente, ocurre lo contrario. Por eso, hoy quiero compartir algunas ideas y "si te valen... son tuyas":

Resultado de imagen de jovenes en iglesiaRezar

Orar por los jóvenes. Rezar para vengan a tu parroquia. A veces, en nuestra búsqueda de soluciones metodológicas y estratégicas, descuidamos la fuente más importante de nuestras necesidades: Dios, a través de la oración. 

Acoger

Una vez que las oraciones surten efecto y los jóvenes se acercan a nuestra parroquia, lo que debemos hacer es acogerles, darles la bienvenida, interesarnos por ellos, de tal forma que ellos se consideren necesarios en esa comunidad. 

Los jóvenes, entre otras muchas, tienen una necesidad imperiosa de pertenecer a algo. Necesitan un lugar donde ser valorados, donde se sepan útiles, donde sientan que "pertenecen", donde digan: “Esta es mi parroquia.” Debemos demostrarles que son queridos.

Respetar y ayudar

Resultado de imagen de jovenes y diosLos jóvenes necesitan sentirse respetados pero ¿ cómo? haciendo cosas importantes. Y para realizarlas, necesitan que les ayudemos, que les enseñemos a desarrollar las habilidades para servir en la parroquia. Necesitan que la comunidad entera reconozcamos que son valiosos. 

Muchos jóvenes se sienten meras comparsas, poco valorados y nada apreciados. Nuestra meta y desafío es capacitarlos y luego darles una labor significativa en el servicio a Dios y a la Iglesia. Debemos demostrarles que son valiosos y valorados.

Dispuestos a cambiar

medida que envejecemos, mostramos una tendencia natural a resistirnos al cambio. También en nuestras parroquias. Nos volvemos cómodos y "no estamos para líos".  

Imagen relacionadaSin embargo, debemos enfocarnos en tener una disposición a los cambios. Si existe algo que defina a la perfección a un joven es su mentalidad y capacidad de cambio. 

Debemos escuchar lo que los jóvenes buscan, cómo llegar a ellos, cómo hacerles participes y responsables en la parroquia, discernir sus necesidades y preferencias, no las nuestras. 

Se trata de escucharles, de estar dispuestos a cambiar y a actuar en la dirección que ellos sugieren. Debemos demostrarles que son apreciados y sus ideas, también.

Conectar y aprender con ellos

Resultado de imagen de jovenes y diosLas relaciones son clave para llegar a las personas. Si los adultos mayores tenemos verdadera intención de conectarnos con los más jóvenes, de hablar con ellos, de interesarnos ellos fuera de la iglesia, esas relaciones pronto se transferirán a la parroquia. 

Aprendamos de su mundo. Conozcamos qué les preocupa, cuáles son sus necesidades, preferencias y desafíos, qué ven en la tele o en el cine, qué música escuchan, qué leen. 

No se trata de "hacernos los jóvenes" ni los "guays" (los adolescentes odian eso), sino de interesarnos, entenderlos y aprender de sus cosas. Debemos demostrarles que son queridos.

Realizar actividades juntos

Imagen relacionadaSi en nuestra parroquia realizamos actividades o programas pastorales dependiendo de la edad, mal vamos. 

La comunidad parroquial la forman todos sus miembros y todos deben participar en todo lo que en ella ocurre. "Todos a una como Fuenteovejuna".  No existen actividades para jóvenes o para viejos. Dios tiene planes que son para todos, pequeños y mayores.

Si dividimos la comunidad por edades, no existirá verdadera unión, cada "franja" irá por su lado y el resultado será una escisión. Debemos demostrarles que son importantes.

Evangelizar "dentro"

Habitualmente, los adultos mayores dicen que, por su edad, la evangelización no va con ellos. Sin embargo, yo creo que es porque entienden mal lo que significa. 

Resultado de imagen de iglesia envejecidaLa evangelización no siempre debe ser "externa", no se trata de ir a la búsqueda de ateos en la calle (no sólo). En la mayoría de las ocasiones, la misión y el apostolado comienza con los "de dentro", con nuestros hijos, nietos y jóvenes que vienen a la parroquia. No hace falta salir a la calle para evangelizar. 

Muchas veces, nuestra misión está más cerca de lo que creemos.




miércoles, 13 de diciembre de 2017

AUSENCIA DE JUVENTUD

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Muchos lo vemos, muchos lo pensamos, muchos miramos a otro lado y pocos lo decimos: "la realidad de nuestra Iglesia Católica, la evidencia de la mayoría de nuestras comunidades parroquiales es la terrible ausencia de juventudCatólicos entrados en años y sacerdotes, metidos en años".

Con frecuencia escuchamos que "faltan vocaciones"... y yo me pregunto ¿cómo no van a faltar si en muchas de nuestras parroquias se da una desproporción tan alarmante? ¿Cómo van surgir vocaciones sacerdotales si no existen comunidades que las susciten? ¿Cómo van a existir comunidades cristianas si escasean los sacerdotes jóvenes capaces de "llegar" y de  "acercar" a nuestros jóvenes a Cristo?

Desde un punto de vista sociológico, nuestras parroquias son organizaciones desproporcionadas, sin armonía cuya media de edad oscila entre los 60/65 años. Es una terrible y peligrosa asimetría.

Resultado de imagen de MisaDesde un punto de vista docente, los métodos y los lenguajes, a menudo, están caducos y obsoletos. Y digo "métodos y lenguajes", que no mensaje, porque tenemos el mejor de los anuncios, el mayor regalo del universo y sin embargo, o no nos lo creemos o no sabemos "venderlo". 

Lo digo, principalmente (y con dolor de corazón), por el "piñón fijo" que algunos sacerdotes mayores siguen utilizando en las homilías, basado en un lenguaje que no llega, en un estilo de oratoria que los jóvenes son incapaces, no ya de entender, sino tan siquiera escuchar. 

Está claro que la Iglesia de Cristo no puede ni debe ser ni un parvulario, ni una escuela o instituto, ni un club de matrimonios, ni una residencia de ancianos pero si reflexionamos un poco, llegaremos a la certeza de que Jesús concibió y fundó su Iglesia para que fuera una familia completa, donde los niños fueran la alegría, los jóvenes la esperanza, los adultos el compromiso y los ancianos la experiencia.

Imagen relacionadaUna parroquia formada en su mayoría por personas mayores confiere serenidad y equilibrio, y que en comunión con los adultos, aporta compromiso y servicio, pero sin jóvenes, pierde alegría, valor, fuerza vital, creatividad y visión de futuro. El problema es de doble dirección: a los mayores les incomodan los jóvenes y viceversa.

Y es que debemos entender que la juventud es y será siempre "joven". Y los jóvenes difícilmente escuchan a los mayores, y menos, si hablan "otro idioma". 

La juventud es impetuosa, osada, ruidosa y hasta inconstante, pero nosotros como adultos maduros debemos ser capaces de recordar que una vez también fuimos jóvenes entusiastas, contestatarios y algo desordenados...esas mismas actitudes de las que el Espíritu Santo puede servirse para recordarnos a los "mayores" que a ningún cristiano le es lícito anclarse en el camino hacia Dios y que, como dijo Jesús: "para entrar en el reino de Dios hay que ser como niños". Él no dijo: "hay que ser como ancianos".

¿Por qué los jóvenes no van a la Iglesia?

Existen una serie de factores por los que los jóvenes sufren un cierto stress que les hace mantener la mirada puesta lejos de la Iglesia. 

Su psicología ante las expectativas de futuro les hace ser inconstantes, inseguros y confusos. Les resulta difícil conectar con los mayores tanto en la familia como en la sociedad. Ven la Iglesia como "algo para viejos" y huyen de la norma y de la autoridad. Viven bajo una gran preocupación por el futuro, por la adquisición de un trabajo y se liberan a través del deporte y del ocio.  

Son particularmente vulnerables e influenciables por la tiranía de los medios de comunicación y las redes sociales. Son la "generación tecnológica" , de la imagen, del "smart phone", de la música de la electrónica. 
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La Iglesia no puede competir con la TV, el cine, los conciertos y mucho menos con Facebook, Twiter o Instagram. Allí es donde encuentran su forma de pensar y de actuar. Su vida va tan "acelerada" que no tienen tiempo para dedicar a la liturgia o la oración.

La sociedad de consumo les regala multitud de principios cómodos, de estímulos atractivos y de actividades excitantes que distan mucho de los valores trascendentales. 

La Iglesia les parece poco creíble y atractiva, solamente convincente con el recurso de la autoridad. Su estructura les parece desfasada, anónima, fría, distante y poco satisfactoria, en un mundo donde lo que prevalece es el hedonismo y la satisfacción propia.

Los jóvenes se sienten rechazados por los mayores y, por ende, piensan que la Iglesia no les acepta, nos les toma en serio ni les escucha; que no les comprende ni se preocupa de ellos ni de sus necesidades; tienen la impresión de ser mirados con recelo, criticados y señalados; se sientes descuidados y relegados.
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La juventud pide ser escuchada, no mañana, sino hoy. Quieren ser partícipes de las decisiones y de las actividades, en definitiva, sentirse útiles y valorados. 

Desean que, en la Iglesia, los mayores se atrevan a darles responsabilidades, a dejar que tomen decisiones, a participar y preparar las celebraciones, a ser parte activa de la vida parroquial. En definitiva, a ser "visibles".

Pero en la Iglesia se cuenta poco con ellos, no se les comprende ni se les acepta en las tareas pastorales, no les ofrecen experiencias vivas de celebración y comunidad. Según los jóvenes, los sacerdotes parecen no entender ni su forma de pensar ni de  actuar; no entienden el papel que pueden desempeñar dentro de las parroquias; tampoco favorecen su participación en la vida parroquial; les ven lejanos y distantes con ellos; no se hacen entender en sus homilías ni son participativos con ellos.

En general, es difícil para los jóvenes aceptar a la Iglesia por su sentido tradicional, normativo y jerárquico. Por su espíritu vital y participativo exigen "otra Iglesia" que les escuche y otra actitud que les responsabilice.

Entonces ¿cómo atraer a los jóvenes?

En primer lugar y por razones de vitalidad y supervivencia, los jóvenes deben ser prioritarios en los planes de pastoral. Unos planes de pastoral que, sin rodeos ni complejos, anuncien valiente y descaradamente a Cristo, que no conviertan a los jóvenes en "robots" de la ley y la norma, y que enseñen la "alegría" y el amor del Evangelio.

Siempre que en la Iglesia se ha presentado toda la grandeza de Je­sús, su amor y, también, sus exigencias, la juventud ha respondido. Recordemos si no a S. Francisco de Asís, a S. Ignacio de Loyola, a S. Francisco Javier o a Santa Teresa de Lisieux. 

Jesús anunciado no como una "idea" sino como un amigo, vivo y cercano, es capaz de atraer al más joven y al más reacio.

Es necesario dar una oferta atractiva y válida a los jóvenes. Estoy convencido que el pasotismo, la desilusión, el escepticismo y la falta de compromiso entre la juventud son la respuesta a una sociedad que no tiene ofertas válidas, y a unos católicos que hemos diluido la fuerza del mensaje cristiano. 

Es necesario hablar, explicar y presentar con buena pedagogía el mensaje. Por lo general, nuestras palabras son etéreas; nuestras homilías, somníferas; nuestros planes de pastoral, irreales; los signos de nuestras celebraciones no son explicados, o son mal presentados o, 
simplemente, incomprensibles a la juventud de hoy.

No estaría de más que los sacerdotes explicaran muchos de los signos litúrgicos que nuestra juventud desprecia, porque los ignora. Nadie se acerca a lo desconocido. como tampoco puede amar lo que no conoce.
Es necesario pedir a los responsables de alto nivel más sensibilidad con los jóvenes, menos vetos a sus ideas, más escucha a sus necesidades y más participación en sus realidades.

En nuestras parroquias, no podemos vivir indefinidamente de la renta de generaciones pasadas; como tampoco podemos dar "carta blanca" a tanto capricho, superficialidad, relativismo e imposición por parte de algunos curas contra el sufrido pueblo.

Es necesario que la comunidad cristiana reconozcamos los carismas, los dones y los talentos de la juventud y le ofrezca el lugar que le corresponde. 

Es vital que las parroquias dejen de ser espacios poco acogedores o, tal vez, incluso incómodos para los jóvenes. 

Una gran ayuda: la oración

Muchos estamos convencidos que esta "perdida de identidad", esta "desubicación" de la Iglesia en el mundo de hoy, y esta "desproporcionalidad" en nuestras parroquias se deben a la falta de oración, a la escasez de oradores y adoradores. 

Porque sólo el que ora y el que adora tiene sentido de Dios, conciencia de la presencia de Cristo y la guía del Espíritu Santo, para situarse como servidor de Dios y de los hombres.

Sin oración, todo está perdido.

¿Qué cosas debemos cambiar?

Hay que cambiar muchas cosas, empezando por cambiarnos a nosotros mismos: en la medida que los mayores seamos más humildes, en la medida que renunciemos a nuestras suficiencias y añoranzas, en la medida que valoremos la novedad constante del Evangelio, y en la medida que aceptemos las diferentes maneras de comprenderlo y vivirlo, por parte de los más jóvenes.

Resultado de imagen de jovenes cristianosEs necesario un "nuevo avivamiento" del mensaje evangélico, se precisa un "nuevo nacimiento" de Jesús, para que nuestros jóvenes, ya sean humildes pastores o sabios reyes magos, puedan acercarse al portal a adorar al Niño, puedan comprender al ángel o a la estrella que les anuncia la salvación.
Pero, esto no será posible si nosotros, los adultos (sacerdotes y laicos comprometidos con Dios), no recuperamos en nuestro interior y con toda su fuerza, el fuego del mensaje de amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Nada de eso será posible mientras no nos digamos el uno al otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lucas 24,32).

Entonces, seremos capaces de vivir "con el corazón en ascuas" y gritar al mundo que "¡Jesucristo ha resucitado!".

Si tomamos conciencia de ofrecerles todo esto a nuestros jóvenes, serán capaces de volver a llenar de nuevo nuestras parroquias, no forzados por sus padres o su entorno, sino por propia iniciativa.
Serán capaces de enfrentarse a la poderosa atracción del mundo; serán capaces de encararse contra quienes, por su propio y exclusivo interés, les imponen gestos, actitudes, modas, ideologías y los criterios a seguir.

Serán capaces de darse cuenta de quién les "come el coco" en su provecho egoísta; serán capaces de crecer en la fe, con una personalidad liberada del mal..., entonces, amanecerá un nuevo día para la humanidad y para la misma Iglesia.