¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 18 de marzo de 2021

NUESTROS "LLANEROS SOLITARIOS"

"También vosotros, como piedras vivas, 
entráis en la construcción de una casa espiritual 
para un sacerdocio santo, 
a fin de ofrecer sacrificios espirituales 
agradables a Dios por medio de Jesucristo" 
(1 Pedro 2,5)

Muchos de mi generación crecimos con series, películas y comics que narraban las aventuras del "Llanero Solitario", un ranger de Texas con sombrero blanco, guantes y antifaz negro que, a lomos de su caballo blanco "Plata"galopaba impartiendo justicia y haciendo cumplir la ley en el viejo oeste americano, con la inestimable compañía de su compañero, el nativo potawatomi llamado "Toro".

Pues bien...hoy quiero "romper una lanza" por nuestros auténticos y verdaderos "Llaneros solitarios" por nuestros genuinos y fieles "Toros". Me estoy refiriendo a nuestros sacerdotes: a nuestros párrocos y a nuestros vicarios parroquiales. 

Estos solitarios "hombres de negro" con vocación de servidores y, en realidad, héroes, cabalgan por nuestro desierto existencial en su "caballo blanco" del Evangelio, impartiendo sacramentos y enseñando la Ley de Dios.

Pero además de su misión sacerdotal y espiritual, exponiéndose a las numerosas tentaciones del páramo que es la sociedad, asumiendo innumerables tareas y responsabilidades que, muchas veces, casi nadie es capaz de ver ni comprender, y para más "inri", siendo atacados injusta e indiscriminadamente, cuando se generaliza el mal y el abuso de algunos de ellos, que han dejado de ser "rangers" para convertirse en "fugitivos" o "bandidos".
Su liderazgo, su soledad y su responsabilidad son acogidas libremente por estos llaneros con un compromiso, una generosidad y una paciencia que debiéramos valorar en su justa medida, porque con mucha frecuencia tendemos a pensar que los tenemos en exclusiva para nosotros solos y los acaparamos, sobrecargándolos con tareas extras y "obligándoles" a hacer todo, a ocuparse de todo. 

Cuando se desconoce su gran labor heroica y meritoria, es muy fácil recurrir a la broma de que "los curas sólo trabajan los fines de semana". Sin embargo, es justo y necesario recordar lo injusto de esa afirmación pues han entregado su vida a Dios y a los demás de forma generosa y altruista, han dejado todo para servir en solitario, siempre dispuestos y disponibles para escuchar, acoger y ayudar a cada persona que se encuentran por los polvorientos caminos de la vida.
Nos cuesta entender a estos "llaneros solitarios", pero sobre todo, nos cuesta ayudarles porque creemos que la evangelización y la lucha espiritual no nos incumbe a nosotros, sino que es una misión exclusiva de los sacerdotes. Y les abandonamos a su "suerte".

Sin embargo, debemos salir de esta cómoda excusa de "no intromisión" para combatir junto a ellos, para ayudarles, para quererles. No podemos ni debemos dejárselo todo a ellos y, además, pedirles "nuestras cosas". No podemos ni debemos estar ajenos a la falta de vocaciones ni tampoco indiferentes al cuidado de los que tenemos. No es justo ni cristiano.

Hacen falta hombres valientes, capaces de comprometerse con su parroquia y con sus sacerdotes y arriesgarlo todo para edificar, junto a ellos, el Reino de Dios en la tierra. Hace faltan cristianos audaces capaces de asumir plenamente la misión de todos, no sólo del párroco y del vicario.

Si no fuera misión de todos nosotros, Jesús no habría nombrado a sus discípulos ni hubiera fundado su Iglesia, ni éstos hubieran comunidades. Lo habría hecho el Señor sólo y sin ayuda de nadie. No nos necesita pero ha querido que sea así: que seamos una familia unida que compartan tareas y compromisos con alegría y generosidad; que formemos un ejército de fieles que combatan juntos el mal con el bien, la mentira con la verdad, el odio con amor; que configuremos un reino de sacerdotes (por el bautismo) para reinar sobre la tierra (Apocalipsis 5,9-10).

Uno sólo no puede. Dos tampoco. Unidos todos a Cristo, y compartiendo lo bueno y lo menos bueno, sí que somos capaces de ser luz y testigos de Cristo en la tierra. Viviendo la fe y construyendo comunidades evangelizadoras, el reino de los cielos se hace presente en medio de la oscuridad del mundo. Haciendo "nuestra" a la parroquia  y "nuestros" a los sacerdotes,  experimentaremos la verdadera fraternidad sustentada por el vínculo perfecto del amor.
Hago un llamamiento a todos los católicos para que salgamos de la comodidad de nuestros bancos de la parroquia, para que abandonemos la actitud de espectadores huidizos en misa, para que desechemos mantenernos ajenos a las actividades pastorales.

Hago una llamada a todos los cristianos para que aliviemos la carga de trabajo que depositamos sobre los hombros de nuestros queridos "llaneros solitarios", para que compartamos la alegría de servir a Dios y al hombre, para que descartemos el miedo a testimoniar a Cristo en la iglesia y en el mundo.

Hago una petición a todos los fieles para que estemos atentos a las necesidades de nuestras parroquias y de nuestros sacerdotes, para que construyamos parroquias atractivas y comunidades vibrantes, para que seamos "piedras vivas" (y no ladrillos en serie) que construyan "catedrales espirituales" como culminación del servicio y del amor a Dios.


JHR

viernes, 1 de julio de 2016

UNA IGLESIA CON BUENOS HÁBITOS Y BUENOS LAICOS


"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria,
 y hasta los confines de la tierra."

(Hechos 1, 8)


Hoy me gustaría reflexionar sobre algunas de las razones por las que los laicos vemos a la Iglesia callada, dormida, anestesiada, y lo que es peor, sin sueños. 

¿Crisis?

En primer lugar, creo que la Iglesia está anestesiada porque ha perdido "hábitos" tanto en el terreno humano como en el de costumbres. Pero no pretendo decir que la única solución sea que a los laicos nos "toca"salvarla, y mucho menos, que estemos ante una situación que no tenga solución. Entre otras cosas, porque no depende de nuestra voluntad sino de la de Dios y de su Espíritu. 

¿Hostilidad?

En segundo lugar, no deseo expresar una actitud negativa ni tampoco hostilidad crítica hacia la jerarquía eclesial como culpables de la situación de la Iglesia, ni tampoco insinuar que nos "toca" a los laicos controlar la situación o gobernar la Iglesia, ni por supuesto, dar a entender, parafraseando a Tolkien, que "el tiempo del laico ha llegado"(1). Recuperemos los buenos "hábitos", y también las buenas costumbres. y contemos con los buenos laicos.

¿Inmadurez?

En tercer lugar, la actitud pueril, el infantilismo y la inmadurez espiritual de los laicos es también una lacra para la Iglesia. Es necesario pasar de la fe de primera comunión (y a veces, última) a una fe fuerte, adulta y abierta al mundo. Es necesario conocer nuestra fe, ponerla en práctica y darla a conocer, y muchos no lo están haciendo. Es necesario que los laicos seamos interlocutores válidos entre la jerarquía y el mundo.

La catequesis y los sacramentos han sido descuidados en los últimos años tanto por la jerarquía como por los laicos. "Tanto monta, monta tanto...Isabel como Fernando. Unos y otros" Yo creo sinceramente que por causa de la apatía, de la pereza y en definitiva, de la anestesia que duerme al mundo y no le deja soñar con Dios.

Necesitamos más y mejores formas y métodos para conocer y profundizar en la riqueza del Evangelio, de la maravillosa escuela de amor que Dios nos regala. El mundo necesita escuchar lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros y entender la importancia y el compromiso que adquirimos con el Señor, tanto al formarnos en la catequesis como al recibir los sacramentos.

¿Actitud?

En cuarto lugar, quiero resaltar que han pasado más de 50 años del Concilio Vaticano II y una gran mayoría del Cuerpo Místico de Cristo sigue alejada del espíritu que allí se planteó: una iglesia cercana a la gente, abierta al mundo, sin miedo, que acoja y acompañe en el camino de la fe. Hemos olvidado la actitud y hemos perdido la identidad como Iglesia.

¿Acción?

¿Por qué cuando escuchamos al Papa hablar con valentía de "Iglesias de puertas abiertas", no hay respuesta? ¿Por qué cuando el Espíritu Santo sopla fuerte hacia la misión que Cristo encargó a su Iglesia, no hay respuesta?¿Por qué cuando profanan capillas, persiguen y asesinan a cristianos, no hay respuesta? Yo creo que la Iglesia, cual "Cenicienta" se ha sumido en un sueño profundo del cual sólo puede despertar con la poderosa presencia del "Príncipe Azul", Jesucristo.

Me gustaría que mis obispos y presbíteros declararan con más fuerza y con nosotros, los laicos, la alegría del Evangelio, las buenas noticias que el mundo necesita escuchar: "Que Dios vive, hoy y ahora. Y que nos ama".

A pesar de que Dios nos llama una y otra vez a transformar el mundo a través de Su amor y de Su Iglesia, veo una jerarquía local (pastores) un tanto acobardada y callada, ausente y cómoda, más interesada en vivir de puertas adentro, sin muchas preocupaciones, que de acompañar a los pecadores, a los que sufren y a los pobres, lo que, evidentemente, les aleja de la vida de las personas (ovejas). 

¿Demandas?

Los cristianos laicos y maduros deseamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) una iglesia como la de Cristo, con sacerdotes que acompañen, que estén disponibles y cercanos, que entiendan lo que vivimos, que nos guíen y nos orienten, que nos sanen y nos reconcilien con el Señor, que nos acerquen a Él, en lugar de excusarse, de juzgarnos, señalarnos o excluirnos. 

Rogamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios), en palabras del Santo Padre, "pastores con olor a oveja". No se entiende un pastor alejado, ausente y ocupado en otros menesteres que no sean los de cuidar de su rebaño.

Pedimos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) eliminar la distancia entre laicos y clero, como si estos últimos ejercieran en lugar de un ministerio de servicio, uno de poder. 

Con todo ello, no pretendo negar la autoridad de la jerarquía, tan sólo cuestionar la forma de ejercer ese poder. Los obispos no son expertos en todas las materias. No tiene por qué serlo. Bastante tarea tienen ya. Y les estoy muy agradecido.

¿Apoyo?

¿Por qué entonces no apoyarse en los laicos? Laicos que no les digamos amén a todo, sino que los cuestionemos, les discutamos, les mostremos otras realidades, no por el mero afán de discutir, sino para descubrir juntos los caminos, métodos y momentos de mostrar al mundo el amor de Dios; para que puedan discernir sobre puntos de vista que no ven ni tienen en cuenta. 

Los laicos vivimos realidades que no están en el ámbito de la experiencia clerical y, guste o no, tenemos otro punto de vista de muchas cosas. 

Esta confrontación permanente entre laicos y clero suena a Edad Media, como si en la Iglesia hubiera una clase de poderosos señores y otra de "plebe sin derechos". Además, los nuevos sacerdotes necesariamente han de surgir en el seno de familias de laicos, donde aprenden todas esas “otras miradas”, todas esas "otras realidades". Para que existan vocaciones, necesariamente debe existir vida espiritual y de amor a la Iglesia en las familias de los laicos, un sentido de Iglesia de servicio desinteresado y entrega altruista a los demás.

¿Servicio?

Por eso, los laicos debemos, necesitamos y deseamos participar más en la vida de la parroquia porque" todos somos Iglesia". 

Participar, no como una avalancha de "hunos" descontrolados y bárbaros que asolen todo a su paso, sino como irrupción de hijos de Dios llamados a la santidad.

Participar, no como quien reclama en la corte suprema un derecho que le fue usurpado, sino hijos pródigos y humildes, poniéndonos al servicio de Dios y de una comunidad que acoge, comprende y, sobre todo, ama.

Queridos sacerdotes, estamos unidos en esto. Recuperemos los buenos "hábitos". Es voluntad de Dios!!!





(1)"La edad de los hombres (sacerdotes) termina. El tiempo del orco (laico) ha llegado."(Gothmog en la película El Retorno del Rey).








Fuente: http://infocatolica.com   -  Pato Acebedo