¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 1 de septiembre de 2021

UNA IGLESIA DESFIGURADA

"Si vuelves, te dejaré volver, 
y así estarás a mi servicio; 
si separas la escoria del metal, 
yo hablaré por tu boca. 
Ellos volverán a ti,
pero tú no vuelvas a ellos. 
Haré de ti frente al pueblo 
muralla de bronce inexpugnable:
lucharán contra ti, 
 pero no te podrán, 
porque yo estoy contigo 
para librarte y salvarte" 
(Jeremías 15,19-20)

"Es triste decirlo, pero mientras Jesús duerme en la barca y se desata la tempestad, la Iglesia ha olvidado su identidad y se ha desfigurado. Su rostro divino se ha vuelto borroso por la oscuridad mundana que se ha apoderado de algunos de sus templos"

Son duras y amargas palabras pronunciadas por Benedicto XVI a principios de 2013, poco antes de su renuncia a la Cátedra de San Pedro, que corroboran las de Pablo VI a principios de 1972 (inéditas hasta 2018) y que se refierían a cómo el "humo de Satanás se ha colado por alguna rendija en el templo de Dios", llenándolo de dudas e incertidumbres, individualismos y rivalidades, confrontaciones y divisiones...

La Iglesia, desde su institución y como su fundador Jesucristo, ha sido perseguida, hostigada y atacada"¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud, pero no pudieron conmigo!...porque el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvado (Salmo 128,2 y 4), pero sobre todo, ha sido violentada y traicionada desde dentro por muchos "intrusos", por muchos "Judas Iscariote". 
Es la vieja estrategia del Enemigo que, desde el Edén hasta nuestros días, ha buscado infiltrarse en la Casa de Dios con el propósito de destruirla. Sin embargo, el Señor nos advierte de este peligro interno en la revelación de San Juan, cuando escribe las siete cartas a las siete iglesias de Asia Menor (Apocalipsis 2 y 3).

La principal preocupación de Cristo en las cartas a su Iglesia de todos los tiempos es la perseverancia en la fe con el propósito de evitar su paganización y mundanización. Y así, los "siete ángeles", es decir, el Espíritu Santo, nos invita a realizar un profundo examen de conciencia, con el propósito de alcanzar una conversión auténtica, describiendo todas las posibilidades y circunstancias a las que la Iglesia se va a enfrentar, de forma comunitaria y particular, a lo largo de su historia, hasta el regreso del Señor.
A pesar de todas las advertencias del Señor a que estemos alerta y vigilantes, a pesar de las numerosas invitaciones a que "el que tenga oídos, oiga", a pesar de todas las exhortaciones a mantenernos fieles y perseverantes, la Iglesia se ha desfigurado, ha perdido tanto su visión como su misión identitaria: el mensaje del amor servicial y la tarea evangelizadora, transformándose en comunidades:

- como la de Éfeso (Apocalipsis 2,1-7), legalista y formalista, que ha olvidado "el amor primero"; que se ha hecho rehén y prisionera de tradiciones fosilizadas de cumplimiento, con un mensaje que no sale de sus muros, que habla de los pobres pero que no va a los pobres, que dicta normas pero no abraza ni acoge, que muestra una actitud laxa ante las necesidades del mundo. 

- como la de Esmirna (Apocalipsis 2,8-11), atribulada y estancadacerrada y resguardada en sí misma; que se ha compartimentado en grupos estufa que se "miman y acurrucan" a sí mismos y se reúnen semanalmente sólo con sus amigos para "hablar de sus cosas"; que se ha convertido en protectorados de fieles inconversos que no salen a la búsqueda de personas con sed de Dios; que se ha transformado en clubes sociales donde no acogen (por miedo) a los que llegan  y que "practican" una fe individual, privada y estrictamente personal.

- como la de Pérgamo (Apocalipsis 2,12-17), paganizada y frívola, apóstata y corrupta, que se ha convertido en una estructura mundana donde algunos obispos, sacerdotes y laicos han caído en la profundidad de sus pasiones desordenadas (sexuales y/o materialistas); que ha sucumbido también a la apostasía nicolaita de lo "políticamente correcto"; que ha asumido el espíritu del "Imperio". 
- como la de Tiatira (Apocalipsis 2,18-29)adúltera y permisiva, relativista y ambigua, que ha permitido la idolatría del "todo vale"; que se compone de "cristianos a tiempo parcial", que con su doble moral, ha malinterpretado la Palabra de Dios para vaciarla de contenido; que ha permitido divisiones y rivalidades entre "conservadores" y "liberales"; que ha pretendido adecuar la doctrina, la moral y la liturgia a las costumbres y al pensamiento dominante del mundo

como la de Sardes (Apocalipsis 3,1-6)indiferente y ensimismada, auto-referencial y narcisista, que ha buscado su comodidad y que no ha vigilado; que se ha complacido y servido a sí misma; absolutista y clericalizada, que ha soportado que algunos sacerdotes muestren una actitud de "artistas" y una fe de apariencias, y que algunos obispos, celosos de su status quo, hayan construido un enorme abismo para distanciarse de los fieles, a quienes subordinan pero no discipulan

- como la de Laodicea (Apocalipsis 3,14-22), tibia y saciada, autosufciente y sin necesidad de Dios, patética y digna de lástima, que ha permitido la asistencia de mediocres que "practican sin creer" y que se consideran justos y santos; que ha tolerado ciegos espirituales que se deslumbran por lo material y que no distinguen el bien del mal.

Sin embargo, Cristo nos llama a ser como la iglesia de Filadelfia (Apocalipsis 3,7-13), vigilante y firme con los gnosticismos, las herejías y los falsos profetasperseverante en el amor y fiel a la verdad que conduce a la santidad; abierta al encuentro del Señor, que nos llama a entrar en la acogedora, pacífica y santa Jerusalén celeste.

Recemos constantemente y sin cesar por la Iglesia de Cristo: por su unidad en la diversidad, por su perseverancia en el amor, por su fidelidad en la verdad y por su constancia en la santidad.

jueves, 31 de octubre de 2019

LA TRAICIÓN DE JUDAS

"Pero ved que la mano del que me entrega 
está conmigo en la mesa. 
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! 
¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!"
(Lucas 22, 21; Mateo 24, 26)

Dice el cardenal Robert Sarah, en su nuevo libro "Se hace tarde y anochece", que los cristianos están desorientados, que no saben qué creer, porque sus corazones están destrozados y heridos. 
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La decadencia de la civilización cristiana y, por tanto, de Occidente es consecuencia de una crisis cultural e identitariaOccidente ya no sabe quién es, porque ya no sabe ni quiere saber qué lo ha configurado, qué lo ha constituido tal y como es. Hoy muchos ignoran su historia.

Vivimos una profunda crisis espiritual y moral. Una crisis de la fe y de la Iglesia, por la traición de sus élites, por el relativismo moral, la globalización sin límites, el capitalismo desenfrenado, las nuevas ideologías... 
El mundo ha descendido a un infierno sin amor, sin luz, sin Dios. Un escenario tenebroso y confuso en el que el Cuerpo místico de Cristo ha sido expuesto a la maldad, traicionado y flagelado, y necesita pasar la prueba de su Getsemani particular. 

Misterio de la iniquidad
La Iglesia vive una noche oscura en la que la invade el humo de Satanás. Se ha convertido en un antro de tinieblas y en una cueva de ladrones, donde se han infiltrado depredadores, algunos sacerdotes se han convertido en agentes del demonio, mancillando el alma de los más pequeños. 


El hombre ha dejado de sentirse en peligro. Ha dejado de sentir la necesidad de ser salvado. Niega el sentido del pecado y por tanto, rechaza la misericordia divina. Se ha convertido en su "propio Dios". El mal es el bien y el bien es el mal

“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne” (675, CIC).


Misterio de la agonía

La Iglesia necesita pasar por Getsemani para tener una profunda reforma, que pasa por nuestra propia conversión. Basta de silencios culpables, de miradas huidizas y de complacientes compromisos.

La Iglesia necesita volver a
 la unidad y a la comunión que nacen del corazón de Cristo y que descansan sobre cuatro pilares: oración, doctrina, amor a Pedro y caridad fraterna.

Sin la unión con Dios, todo es inútil. Sin oración, le traicionamos al negar nue
stra relación con Él. Como hicieron los apóstoles cuando no fueron capaces de velar ni una hora. Sin oración no nos mantenemos vigilantes y no podemos saber su voluntad y, por tanto, servirle. La Iglesia tiene que abandonar el activismo y la palabrería, para arrodillarse y orar. 
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Nada hay por inventar. No valen las propias opiniones ni las ideas novedosas que rebajan la doctrina católica. Dios ya se ha revelado al mundo. Sin unidad en la doctrina, surgen los falsos profetas que no buscan el bien del rebaño. Mercenarios que irrumpen en el aprisco sin permiso y que destruyen. Jesús es exigente. Nos llama a seguirlo y a velar. ¿Abandonaremos al Señor como hicieron todos los discípulos? ¿Pondremos excusas para seguirlo o para velar?

Cristo confió su Iglesia a un hombre: Pedro. Y permitió que lo negara y le traicionara tres veces antes de entregarle las Llaves del cielo. Le eligió, no por sus capacidades, sino por su fe y amor. Pasó por alto sus imperfecciones y debilidades por su esperanza en el Mesías. El sacerdote más indigno sigue siendo instrumento de la Gracia cuando celebra los sacramentos. ¡Hasta ese extremo nos ama Dios!

El odio y la división han desfigurado el rostro de benevolencia de la Iglesia. Los recelos y las envidias han hecho que abandonemos la caridad. Las disensiones y críticas han destruido la comunión fraterna. La Iglesia es una madre con los brazos abiertos, igual que Cristo en la cruz, que nos invita a estar a sus pies abrazados como hermanos.


Misterio de la flagelación
La Iglesia vive, al igual que Jesús, el fustigamiento continuo del mundo. Es azotada sin piedad, sin compasión y sin tregua.

Su cuerpo, encadenado a la columna del odio, está desgarrado, tiemb
la y se retuerce de dolor. Su cara, está desfigurada. El castigo parece no tener fin. Los golpes y latigazos llegan por todos los flancos.

La sangre de los mártires brota de sus heridas y encharca de rojo las plazas. El castigo le impide respirar. Sus fuerzas, le abandonan.
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El mundo ha coronado su cabeza con espinas y su rostro está ensangrentado. Se mofan y rifan sus vestiduras.  Ha probado el amargor del vinagre.

Su dolor no sólo es físico, también espiritual. "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros." (Juan 15,18). 

“Debemos prepararnos para sufrir, dentro de no mucho, grandes pruebas, que exigirán de todos nosotros la disposición de ofrecer la propia vida, y una dedicación total a Cristo y por Cristo… Con vuestra oración y la mía es posible mitigar esta tribulación, pero no será posible evitarla, porque sólo así la Iglesia podrá ser efectivamente renovada. ¡Cuántas veces de la sangre ha brotado la renovación de la Iglesia! No será de otro modo esta vez. Tenemos que ser fuertes, prepararnos, confiar en Cristo y en su Madre Santísima, y ser muy, muy asiduos al rezo del santo rosario.” (Juan Pablo II, 1980).

Ha comenzado su Pasión.

Misterio de la traición
La Iglesia vive el misterio de Judas. La duda ha ido apoderándose del corazón de algunos sacerdotes, que han empezado a juzgar la enseñanza de Cristo: demasiado exigente y poco eficaz. 

La Iglesia ha abandonado la sana doctrina porque ha dudado, vaciando de contenido su mensaje evangélico y abandonado la misión de buscar la salvación eterna del hombre para ocuparse de su bienestar temporal.

“El Señor nos ha dicho que la Iglesia tendría que sufrir siempre, de diversos modos, hasta el fin del mundo. (…) La novedad que podemos descubrir hoy en este mensaje (tercer secreto del mensaje de Fátima) reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia”(Benedicto XVI, 11 de mayo de 2010).
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Muchos, desde dentro de la Iglesia, pretenden traer el Reino de Dios empleando medios humanos y según sus propios planes. 

Como Judas, se han alejado del Señor. Han dejado de escucharle. De acompañarle en el silencio y la oración. Se han refugiado en los asuntos del mundo. Le siguen, pero ya no creen en Él. Dudan de su Misericordia. 

Sus duros corazones no se conmueven ante Su mirada tierna y misericordiosa porque el Diablo ya ha penetrado en ellos: "non serviam"

Comulgan mientras traicionan. Se han comprometido con el mundo y la carne. Cuestionan todo y ponen en duda la doctrina católica, vaciándola de contenido. 

Han suscitado odio, división, crítica y manipulación. Han tomado el camino de Judas. Unos Judas que se han puesto la máscara del relativismo. Han vendido a Jesús y a su Iglesia por unas monedas, y los han entregado para que los crucifiquen. 

Y al pie de la cruz se encuentra María junto con los discípulos amados. Pero la Iglesia, aunque sufrirá, no morirá. Y si muere, resucitará. 

sábado, 6 de abril de 2019

TRAICIÓN EN VIERNES SANTO

"Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?" 
(Lucas 22, 48)


Con ocasión de la publicación del nuevo libro de entrevistas del cardenal Robert Sarah con Nicolas Diatme"Le soir approche et déjà le jour baisse (Ya está cayendo la tarde y se termina el día), me hago eco de algunas de sus brillantes, iluminadoras y acertadas reflexiones.
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Sin duda, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es siempre claro, directo y contundente en su mensaje. Habla de "Traición en Viernes Santo".

Para muchos católicos y no católicos, decir con claridad la verdad significa ser un radical y un extremista, en los conceptos peyorativos de las palabras.

Sin embargo, yo me identifico completamente con todo lo que dice, pues no expresa otra cosa que fidelidad al mensaje de Cristo y a la fe católica, aunque pueda resultar duro en su examen de conciencia sobre la Iglesia.

Traición 

Es evidente que la Iglesia atraviesa una gran crisis y los escándalos, reales o imaginarios, se producen continuamente.


Los fieles nos preguntamos y nos cuestionamos muchas de las cosas que ocurren dentro de la Iglesia. Mientras muchos la abandonan, otros permanecemos atónitos ante los acontecimientos, y nos sentimos como "ovejas sin pastores".

Imagen relacionadaPara el cardenal Sarah, la situación de la Iglesia es similar a la del Viernes Santo, cuando los apóstoles abandonaron a Cristo, cuando Judas le traicionó, porque el traidor quería un Mesías preocupado por los asuntos políticos.

Resultado de imagen de soldados en getsemani mel gibsonDe igual manera y por desgracia, hoy en día, "numerosos sacerdotes y obispos están literalmente hechizados y preocupados más por los asuntos políticos o sociales que por buscar respuestas en Cristo".

Abandonan al Maestro y le dan la espalda, cayendo en la oscuridad. Huyendo de Él no encontraran respuestas que iluminen sus caminos, porque Cristo es la única luz: 'Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida' (Juan 8, 12)

"¿Cómo puede su Iglesia darle la espalda a esta Luz?", se pregunta el cardenal Sarah.

Abandono

El cardenal denuncia a “los pastores que abandonan a su rebaño", algo que no es propio sólo de nuestro tiempo sino que ya en el Antiguo Testamento ocurría, según habla el profeta Isaías: pastores malos, hombres a los que les gusta aprovecharse de la carne y la lana de sus rebaños ¡sin ocuparse de ellos! .

Siempre ha habido traiciones en la Iglesia. Hoy en día, también. Afirma el cardenal: "hay sacerdotes, obispos e incluso cardenales que tienen miedo de proclamar lo que Dios enseña y de transmitir la doctrina de la Iglesia". 

Imagen relacionadaTienen miedo de no ser aceptados, de ser considerados unos radicales. Y así, afirman y enseñan cosas confusas, vagas, imprecisas con el fin de no ser criticados, y se alían con la evolución estúpida del mundo, que no es otra cosa que "el humo de Satanás".

Es una traición a Dio
s y a su pueblo: si el pastor no guía a su rebaño a aguas mansas, hacia los pastos de yerba fresca de los que habla el salmo, si no lo protege contra los lobos, es un pastor criminal que está abandonando a su grey. Jesús dice: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño” (Mateo 26, 31). 

Es lo que pasa desgraciadamente hoy. Aunque la mayoría de los sacerdotes son fieles a su misión, existen otros también, que ceden a la tentación enfermiza y perversa de "amoldar" la Iglesia a los valores e ideologías del mundo actual.  

Corrección política

El cardenal señala que "Existe una tentación que se ha instalado en el interior de la Iglesia: Amar lo políticamente correcto". 

En efecto, algunos se afanan por quedar bien a ojos de los demás como si fuera posible, tratando de ser políticamente correctos para no contradecir a quienes atacan impunemente a la Iglesia, olvidándose de Dios e incluso al Diablo, y tratando de 'adecuarse' al mundo, lo que indefectiblemente les llevará hacia su perdición"

Resultado de imagen de "Le soir approche et déjà le jour baissePriorizan una fe del sentimiento, del "cómo se sentirán", es decir, quieren adecuar el mensaje de Cristo al sentimentalismo, al "buenismo". Se afanan en obviar la verdad y contar la mentira, en ocultar el pecado. Y eso ya sabemos de quien viene...

Jesucristo nunca se adecuó al mundo en el que vivió ni fue nunca políticamente correcto ni pretendió dar beneplácito a todos, por "el qué dirán". Más bien al contrario, su mensaje provocó escándalo y fue signo de contradicción y de conflictos que lo llevaron a la cruz: "la piedra que los constructores desecharon [es decir, Jesucristo], en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo (1 Pedro 2,7-8).

Jesús, símbolo de la paz y de la humildad nos advirtió que no había venido a traer paz a la tierra. Por tanto, debemos ser conscientes como católicos que la verdad siempre tiene un precio. "Bienaventurado el que no se escandalice de mí" (Mateo 11,6). 

Estamos llamados a ejercer una verdadera resistencia espiritual a poner de nuevo en el centro a Cristo", porque sólo Cristo es el Camino y la Esperanza del mundo.  

Jesús logró una unidad perfecta con el Padre al someterse a la voluntad del Padre, incluso hasta la muerte. Refiriéndose a Su Padre, Jesús dijo: "El que me ha enviado está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él" (Juan 8,29). 

Nuestra mirada ha de estar puesta en Cristo, que nos acompaña para que también cumplamos la voluntad de Dios y llegar a "ser perfectos con nuestro Padre es perfecto". 

Debemos llenarnos de la misma alegría que Cristo impregnó a los dos de Emaús cuando le invitaron a quedarse: “Quédate con nosotros, porque es tarde y el día va de caída" (Lucas 24, 29).

Falseamiento 

Continúa, el cardenal, diciendo que existe una tendencia perversa consistente en falsear la pastoral, oponerla a la doctrina y presentar a un Dios misericordioso que no exige nada. "¡Pero no existe un padre que no exija nada a sus hijos! Dios, como todo buen padre, es exigente, porque ambiciona grandes cosas para nosotros. Quiere lo mejor para nosotros".

"Algunos quieren, ante todo, que se diga de la Iglesia que es abierta, acogedora, atenta y moderna". 
No nos engañemos. El mundo quiere una Iglesia que no es la Iglesia de Cristo, quiere una Iglesia a su "medida":

- amaestrada, dócil y sumisa, que acepte sus consignas y sus modas.

- "democrática" y "abierta", en la que se vote y decida lo que es pecado y lo que no. 

- simplona y cómoda, que hable mucho del amor y nada del pecado; mucho de ir todos al cielo y nada de castigos ni de infiernos. 

- "ornamental" y estética, que celebre bodas, bautizos, comuniones y funerales "civiles", sin "rollos" ni misas.

- "buenista" y relativista, que no tenga mandamientos ni moral ni complicaciones, que acepte el divorcio, que promueva  el aborto y justifique la eutanasia.

"progre", moderna y nada "carca", que bendiga los matrimonios entre homosexuales, que acepte la ideología de género, la fecundación artificial o la experimentación con embriones humanos.

"La Iglesia no está hecha para escuchar, está hecha para enseñar: ella es mater et magistra, madre y educadora. Aunque ciertamente, una madre escucha a su hijo, su papel, primero, es el de enseñar, orientar y dirigir, porque conoce mejor que sus hijos la dirección que hay que tomar". 

El cardenal deja en evidencia a "algunos que han adoptado las ideologías del mundo actual con el pretexto falaz de abrirse al mundo; sería necesario, más bien, hacer que el mundo se abriera a Dios, fuente de nuestra existencia".

Afirma con rotundidad que "no podemos sacrificar la doctrina por una pastoral reducida a una porción mínima de la misericordia: Dios es misericordioso, pero sólo en la medida en que reconozcamos que somos pecadores. Para que Dios pueda ejercer su misericordia, hay que volver a Él, como el hijo pródigo".

Hay hombres en la Iglesia, algunos en altos niveles de la jerarquía, que han empañado la Iglesia, han desfigurado el rostro de Cristo, pero la traición de Judas no debe llevarnos a rechazar a todos los apóstoles. 

Estos graves fallos no condenan a la Iglesia; al contrario, demuestran que Dios confía incluso en personas débiles para demostrar el poder de su amor por nosotros. No confía su Iglesia a héroes excepcionales, sino a hombres sencillos, para demostrar que es Él el que actúa por medio de ellos.


domingo, 15 de julio de 2018

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN: RECRISTIANIZAR EUROPA

Europa ha perdido su identidad católica para convertirse, a través de un proceso de secularización, en una sociedad con una grave crisis de fe y de pertenencia a la Iglesia.

Fue San Benito, quien llevó a los pueblos bárbaros del viejo continente a la vida civilizada y cristiana, forjando el alma y las raíces de Europa: "los monjes no quisieron hacer Europa,...quisieron vivir para Cristo y el resultado fue Europa". Después, fueron San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Ignacio... y un largo etcétera de católicos, quienes siguieron construyendo y erigiendo lo que hoy conocemos como la civilización cristiana, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.

Hoy parece que volvemos a una nueva barbarie con la supresión de nuestra honda identidad cristiana y el resultado es algo que no se parece en nada a la Europa católica de antaño: los principios sagrados y los valores identitarios están siendo desplazados por falsas libertades e igualdades que, tratando de hacernos comer del fruto del "árbol del conocimiento", intentan dirigirla a un nuevo espacio, alejado de Dios, fuera del "Edén"
.

Una Europa irreconocible

De los 702 millones de europeos, sólo 276 millones son "católicos". En los últimos años, la Iglesia católica europea ha perdido 10 millones de fieles y cada vez tiene menos sacerdotes para atenderlos por falta de vocaciones. Es, sin duda, el invierno de la Europa cristiana.

Francia, la primogénita católica, es hoy una nación laica y pagana. Y con ella, España y el resto de países tradicionalmente cristianos, antaño fieles transmisores de la fe católica, han sucumbido a la tentación de mundanizarse. Una tentación que se ha propagado como la peste a lo largo y ancho del Viejo Continente.

Europa sufre una profunda transformación cultural, motivada por dos procesos con sus nefastas consecuencias: globalización e inmigración, que han cambiado los esquemas europeos, y que conduce hacia "una apostasía silenciosa".

Europa se ha convertido en una sociedad multi-étnica y multi-confesional, que reniega de su propia historia y de sus símbolos religiosos, que forjaron su identidad y su cultura, convirtiéndose en caldo de cultivo de todo tipo de ideologías: ateísmo, materialismo, consumismo, relativismo, hedonismo...

Europa ha pasado de ser un continente marcado profundamente por la cult
ura cristiana, a ser un continente que reniega o, cuando menos, ignora sus propias raíces cristianas. Parece no tener necesidad de Dios, y pretende que lo religioso quede relegado al terreno meramente personal e individual. Un cristianismo "encerrado", prisionero y a la espera de su ejecución.

En nuestro pasado reciente, Europa ha sucumbido a la irrupción de dos sistemas económicos, políticos e ideológicos, cada uno con sus terribles consecuencias: por un lado el capitalismo y, por otro, el comunismo. En ambos, Dios ha sido relegado o sustituido y la experiencia religiosa hoy es “perseguida”, directa o indirectamente. 

Hoy, Europa se encuentra prisionera de un “integrismo laico” excluyente  y por una feroz hostilidad y un constante acoso a la Iglesia

Y así, hemos vuelto a los orígenes de la Iglesia: de la misma forma que Jesucristo fue perseguido hasta la muerte, la Iglesia es perseguida por los poderes públicos, por una sociedad alejada de Dios, por un mundo paganizado, y atacada por ideologías contrarias al Evangelio que pretenden su crucifixión y muerte.

Una Iglesia irreconocible

La Iglesia Católica consiguió el objetivo de cristianizar Europa, pero no fue capaz de evangelizarla. El continente asumió la cristiandad pero no la misión de Cristo...

La Iglesia ha sido el redil de las noventa y nueve ovejas, a las que sólo ha ido “alimentando” y que poco ha poco, muchas de ellas, lo han ido abandonando hacia "otros pastos", motivadas por la indiferencia, el agnosticismo, la increencia, la desafección religiosa, el individualismo, el consumismo y el relativismo.

Han sido pocos los pastores que han salido a buscar y rescatar a esas ovejas. Han preferido resguardarse y acomodarse dentro del redil y, finalmente,  ahora es una la oveja que está dentro, y noventa y nueve, fuera. 
La Iglesia ha cerrado sus puertas por dentro, adoptando una tendencia generalizada a reafirmarse en lo identitario, en la verdad poseída y que se ha de preservar; de inclinarse más por el culto que por la calle, por el mantenimiento más que por la misión, por el control humano más que por la acción del Espíritu Santo. 

Y así, ha perdido su vocación misionera de salir al encuentro de los que se han instalado en esos otros “pastos”

Ha sido incapaz de integrar la pretendida renovación del Concilio Vaticano II, es decir, pasar de una Iglesia-comunión a una Iglesia-misión, servidora del mundo.

Se hace necesario
, pues, que la Iglesia recupere su vocación peregrina y misionera, y hacer el éxodo de una Iglesia de mantenimiento a una Iglesia misionera,  de "puertas abiertas", que forme discípulos misioneros.

Es imprescindible que salga de su aletargamiento misionero y de su parálisis pastoral, para "re-evangelizar" un "nuevo mundo" que ha dejado de estar sujeto a Dios para desarrollar y cumplir su propia voluntad.

Es vital que en la Iglesia se produzca una “metanoia”, un cambio de mentalidad hacia el origen, para que el mensaje de Cristo resuene en los oídos de quienes quieran escuchar, le reconozcan y transformen su vida. Y de esa forma, cambiar el mundo. 

La Iglesia necesita dejar de repetir las mismas palabras y los mismos esquemas. Debe renovar catequesis que no forman discípulos misioneros sino personas que consumen y, después  abandonan la casa de Dios. 

La Iglesia debe dejar de considerarse “mayor”, "anciana",“de tercera edad”, para convertirse en una "renacida", "joven" y vigorosa. 

La Iglesia necesita más valor  y audacia para salir fuera, para comprometerse, para tomar conciencia de la acción del Espíritu, “que sopla donde quiere” para llevarnos al origen, a Cristo.

Una asignatura pendiente


Desde que Juan Pablo II propusiera esta nueva evangelización hasta hoy, han pasado casi cuarenta años, pero la realidad es que la Iglesia sigue sin interesar al europeo de hoy. El mensaje de Jesucristo “rebota” en un muro de indiferencia, de desprestigio eclesial, de materialismo, “de apostasía silenciosa y relativista”. 

La cuestión es que Dios ni atrae ni inquieta. Dios no interesaSencillamente, deja indiferente a un número cada vez mayor de personas y parece diluirse en la conciencia del hombre actual. Ha desaparecido como respuesta al sentido de la existencia.

Hemos pasad
o del “orden de las creencias”, en el que los individuos actuaban movidos por una fe que les servía de criterio, sentido y norma de vida, al “orden de las opiniones”, en el que cada uno tiene su propia opinión sin necesidad de fundamentarla en ningún sistema ni tradición. Todo ello en el marco de un escepticismo, desidia y desencanto generalizado.

Las personas
 se han familiarizado en una cultura de “la ausencia de Dios”: se prescinde de Dios y no pasa nada especial. Incluso, nosotros los católicos, nos vamos acostumbrando a esta nueva situación de indiferencia y de increencia, conviviendo sin más con otras personas a las que Dios no atrae, ni fascina, ni interpela ni seduce: ateos convencidos, agnósticos, adeptos a nuevas religiones y modas espirituales, personas que creen “en algo”, individuos sincretistas y creyentes “a la carta”, personas que no saben si creen o no creen, que creen en Dios sin amarlo, que oran sin saber muy bien a quién se dirigen…

Lo religioso y lo espiritual se va reduciendo a un ámbito cada vez
 más restringido, perdiendo influencia en el campo político, social, cultural o artístico. 

Crece la incultura religiosa. Los “media” difunden una cultura indiferente y frívola donde lo religioso aparece muchas veces vinculado o incluso mezclado con lo esotérico, la astrología, las creencias ocultas, la parapsicología, el tarot, la meditación, el yoga, el reiki y la trascendentalidad oriental...

La vida agitada, la prisa, el ruido y el estrés impiden a muchos pensar y reflexionar. Muchos ni siquiera se plantean las grandes cuestiones de la existencia; no tienen palabras para hablar de la fe. Lo desconocen casi todo. Crece el paganismo como forma de vida.

Tampoco la nueva evangelización ha entrado en las propias mentes y corazones del pueblo más o menos fiel que se siente miembro de la Iglesia. Quizás se ha producido un cierto “aggiornamento”, pero no se ha dado la transformación deseada por low Santos padres, pues no existe en la mayoría de los católicos, ni el compromiso ni el valor necesarios para lanzarse y salir a transformar el mundo.

Por desgracia, los católicos ya no forman un "cuerpo" homogéneo. Se han vuelto "ambiguos" y "tibios". Muchos que se llaman cristianos, no difieren mucho en su estilo de vida de quienes no se reconocen como tales. Dicen "creer pero no practicar". No fundamentan sus formas de vida ni en la fe, ni en el seguimiento a Jesucristo y ni en su misión de evangelizar.

Po
co a poco, muchos han sucumbido al mundo y han caído en el desinterés, el abandono, la decepción, el silencio y olvido de algo que un día tuvo algún significado en sus vidas. 

Cada vez es más frecuente entre los católicos, un agnosticismo difuso, una indiferencia por falta de trasfondo religioso y memoria cristiana, alergia a la Iglesia institucional mal entendida, fuerte valoración de las propias convicciones por falta de formación religiosa, rechazo de normas de Dios y, casi siempre, un relativismo creciente.

Una misión por delante

Entonces, ¿qué ha de ser y cómo ha de actuar la Iglesia? ¿cómo ha de entender y vivir su misión?
La nueva evangelización de la Iglesia debe "navegar" en esta terrible situación de descrédito y desconfianza en los grandes principios y valores. 

La Iglesia deberá responder a preguntas como: ¿dónde puede encontrar la sociedad europea un nuevo eje para orientar su caminar histórico?, ¿cómo explicar la Transcendencia y la Inmanencia?, ¿dónde encontrar ese puente entre lo sagrado y lo secular?, ¿en qué dirección buscar modelos adecuados para decir “Dios”?

Es  necesario que captemos la profundidad y gravedad de esta crisis religiosa para vivir y comunicar la experiencia cristiana de Jesucristo vivo y resucitado dentro del contexto en el que nosotros nos movemos: una Europa descristianizada. 

Es, en este mundo de la “indiferencia/increencia”, donde todos los católicos debemos encarnar la nueva evangelización, de la misma forma que Cristo se encarnó en el mundo hace veintiún siglos. Cristo no se quedó en casa con los suyos, salió al mundo a ofrecerle el mensaje de salvación que le encargó el Padre a pesar de que sabía que eso le llevaría a la muerte.

En un próximo artículo, reflexionaremos sobre las claves de la nueva evangelización. Hasta entonces... "que Dios nos pille confesados".

sábado, 3 de junio de 2017

¿POR QUÉ TUS MEJORES COLABORADORES ABANDONAN TU IGLESIA?

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Es triste y, además, duele cuando alguien comprometido se va de una parroquia. Y si además, es un amigo, "algo se muere en el alma".

Hay un millón de razones por las que, con el tiempo, las parroquias pierden a sus voluntarios, a sus líderes con talento o a sus miembros comprometidos. 

A veces, es una situación circunstancial. Otras veces, es sólo un patrón natural de crecimiento y desarrollo. Pero no siempre, y probablemente no a menudo. 

Entonces ¿por qué  se van?

Se olvida la visión 

La visión importa, y mucho. Crea impulso y emoción. Cuando una parroquia tiene visión y un "por qué", hace que las personas pasen de ser meros inquilinos a ser propietarios, a pasar del consumo al compromiso. La visión genera pasión. Sin visión no iremos a ningún sitio. Y sin pasión, tampoco.

Se coarta la pasión

Es vital permitir a las personas comprometidas conjugar pasión con oportunidad. Cuando las personas se apasionan por algo, no sólo quieren hacerlo ... tienen que hacerlo. Cuando se pierde la oportunidad de alinear pasión y visión, fallamos a nuestra mejor gente.

Se controla todo

Las personas con talento necesitan tener la confianza de su sacerdote (líder). No serán capaces de quedarse si se sienten controlados y dirigidos constantemente. ¿Estarán a disgusto? Sí. ¿Harán cosas distintas a las que deberían? Probablemente. 

Se niega la autoridad

El crecimiento -tanto individual como comunitario- requiere compartir no sólo la responsabilidad, sino también la autoridad. La responsabilidad con autoridad (delegar) genera discípulos (formados y guiados por el sacerdote), quienes, a su vez, generarán, dirigirán y formarán a otros discípulos.

Se impide la participación

La gente creativa quiere
hacer las cosas mejor. Las personas más comprometidas de una parroquia quieren dotar de valor añadido a la parroquia. Les encanta desafiar y cuestionar. Buscan oportunidades para participar e innovar. Es necesario liberar a nuestra mejor gente en nuestras comunidades para que puedan volar y hacer mejor su tarea.

Se posterga el discipulado

Todo discípulo es un líder en potencia. Todos estamos en camino y todos queremos ser mejores, más formados y valiosos. Debemos estar seguros de crear una pastoral y una cultura parroquial que valore el coaching (formación) y el aprendizaje (discipulado).

Se niegan las oportunidades

Somos responsables de desafiar a nuestra mejor gente. Desafíalos a ser lo mejor, a hacer lo mejor, y a participar usando sus habilidades, capacidades y recursos. Si las personas se aburren y no se les dan desafíos, buscarán algún otro lugar donde les permitan aprovechar esas oportunidades.

Se silencia la voz de los demás

Crear espacios para que las personas expresen sus opiniones. Esa es la cuestión. Los líderes no pueden tomar sus mejores decisiones si sólo tienen una opinión, la suya. Nuestras mejores personas tienen información y opiniones valiosas para compartir. Si no escuchamos, perderemos la ocasión de ver las cosas desde otra perspectiva.

Se olvida a las personas

La gente importa. Cuando las personas sienten que nos preocupamos más por los resultados o los números que por ellas, los perderemos. Es complicado y requiere tiempo, pero es la mejor inversión que un líder puede hacer. Pon atención en ellas y no tendrás que preocuparte del resultado.

Se desanima al equipo 

Compartir el éxito, promover y animar al "equipo" genera valor y confianza, y da excelentes resultados. Cuando utilizamos a las personas para nuestro fin, destruimos su moral y rompemos su fidelidad. Cuando las cosas salen bien, el mérito es de todo equipo. Cuando las cosas mal, la responsabilidad recae en el líder. Así es.

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Hay muchas otras razones. 

No tenemos ninguna obligación de prestar atención a estas razones. 

Pero si no lo hacemos, alguien lo hará y un día nos veremos solos y nos preguntaremos ¿qué pasó con mi equipo? ¿dónde está mi gente más talentosa? ¿por qué se han marchado los que estaban comprometidos?