"El que no está conmigo está contra mí,
y el que no recoge conmigo desparrama"
(Mateo 12,30; Lucas 11,23)
Jesús nos advierte de las "medias tintas", de la tibieza del alma: Ser un "cristiano tibio" es una contradicción: o eres cristiano o eres tibio.
Ser un cristiano a medias, un "cristiano sí, pero ..." es del todo imposible. Seguir a Cristo es un camino que no admite duda, o le sigues o no.
Es inviable "recoger" y "desparramar" a la vez, de la misma manera que una mujer, no puede estar un "poco embarazada", un hombre no puede estar un "poco casado" o un cadáver, estar un "poco muerto". Así, como tampoco se puede ser un "poco cristiano".
Los tibios forjan "una fe a la medida", "a su manera, a su comodidad", "sin mucha exigencia", rebelándose contra “el estilo divino”, optan por "caprichos espirituales” y prefieren guiar sus vidas alejados de la voluntad de Dios.
Conocen a Dios pero no lo involucran en sus vidas; hacen todo con sus propias fuerzas. Saben lo que tienen que hacer pero no lo hacen porque siguen su propia agenda.
Su prioridad no es Dios, andan tan enredados y absortos en "sus cosas" que abandonan "las de Dios" y si luego, "tienen tiempo", ya pensarán en dedicarle tiempo.
Miden su moral con los "ojos del mundo", no con los de Dios. Anhelan estar en el bautizo y en el funeral, "en misa y repicando", en el reino de Dios y en el mundo. Aman al prójimo pero no como a sí mismos. sirven a Dios pero con excusas y restricciones de tiempo, dinero, energía y compromiso.
Utilizan la fe cuando les interesa, pero no la viven ni la disfrutan. Su modo de vida les gusta y no quieren ser transformados. Son infelices y están perdidos en la queja, su corazón se envenena porque su rutina no les deja disfrutar de su vida; el estilo de Dios no va con ellos, no les interesa.