¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 1 de agosto de 2015

FORMAR LÍDERES, NO SEGUIDORES


"Un buen líder potencia las capacidades de su equipo y hace brillar a su gente"

Una de las necesidades más importantes a la que la Iglesia actual se enfrenta, más que buscar seguidores, es la de preparar, apoyar y motivar líderes, que lideren y preparen, apoyen y motiven a nuevos líderes. 

Para ello, lo primero es generar un cambio de corazón, una transformación del espíritu y del alma, pero sobre todo, un cambio en la manera de pensar.

El verdadero liderazgo debe desarrollar al máximo el potencial de aquellos que están bajo su autoridad, para ayudarlos a encontrar y desarrollar los dones y capacidades que poseen y potenciarlos al máximo.

Nadie nace líder sino que todo líder necesita formación y preparación para llegar a serlo. La motivación y el estímulo de sus habilidades es lo que proporciona a una persona la capacidad de liderazgo.

Un buen líder explica al grupo la visión (objetivos), comparte información con el grupo, inspira confianza, resuelve problemas, es un ejemplo y modelo para el grupo, conoce a su gente, busca su bienestar y se preocupa por ellos, forma a su gente desarrollando el espíritu de equipo .

Las 5 frases más importantes de un líder: 
  1. Cometo errores
  2. Buen trabajo!
  3. ¿Qué opinas?
  4. Por favor...
  5. Gracias
La palabra más importante: Nosotros
La palabra menos importante: Yo

1. PERMITE QUE TOMEN SUS PROPIAS DECISIONES

La capacidad de liderazgo no está basada en el azar sino en la toma de decisiones acertadas. Es necesario meditar y aprovechar las oportunidades que Dios pone delante de nosotros.

El líder debe capacitar a sus subordinados para tomar decisiones y que éstos no dependan de él, sino de Dios. Para ello, debe definir de antemano los objetivos generales a cumplir. Jesús en Marcos 16, 15 enseñó a los discípulos los objetivos generales: “Id y haced discípulos….” Los formó, los animó y más tarde, les dejó solos para que ellos mismos tomaran las decisiones oportunas.

Cuando la gente confía en su líder es maravilloso, pero más maravilloso es cuando un líder confía en su gente. Un líder que genera crecimiento y desarrollo jamás piensa que nadie pueda ser más eficiente o mejor que él.

2. PERMITE QUE COMETAN ERRORES

Muchos líderes se amparan en su infalibilidad para no delegar, cuando piensan que aún no ha llegado el momento, que aún no están preparados y temen que por ello, puedan cometer errores. Si Cristo hubiera esperado a que sus discípulos fueran perfectos para delegar en ellos, aún seguiría con ellos, corrigiéndoles.

Todo aquello que descubrimos a causa de nuestros errores nos enseña más que el hecho de que otros nos los señalen (principio efecto-causa). Durante el proceso de error/corrección aprendemos constantemente qué hacer y qué no. Aprendemos a levantarnos cuando caemos, no cuando nos cuentan lo que pasa al caernos.

Un líder debe ser humilde para admitir sus errores, eficiente para aprovecharlos y sabio para corregirlos.

3. PERMITE QUE DISCREPEN DE TI

No es bueno el pensamiento único, el “señor, sí, señor”. A las personas que siempre asienten, la Biblia las llama “asalariadas”. Es preferible que nos miren a la cara y nos digan “no estoy de acuerdo”, porque es ahí donde se demuestra el compromiso y la lealtad con el fin último.

Es aconsejable establecer espacios donde el debate y la discrepancia sean constructivos y no se conviertan en discusiones sin fruto. Es vital que el líder no esté siempre a la defensiva con inseguridades y temores a ser desafiado, porque si tiene que reclamar autoridad es que no la tiene.

La autoridad se demuestra con acciones responsables y no con palabras inseguras. Sin responsabilidad ni seguridad no existe autoridad. 

La inseguridad crea líderes autoritarios y dictadores que están preocupados en decir a todos qué hacer y qué no hacer, cómo hacerlo y a dónde ir, qué pensar y qué no pensar. Necesitan dirigir la vida de los que le rodean para no “retratarse”.

Pero también este modo de actuar es motivado por la falta de compromiso de los subordinados, por la comodidad de no asumir responsabilidades.

Un buen líder enseña y motiva a sus subordinados a pensar por sí mismos, a actuar en consecuencia y a abrir el debate. Esto es enriquecedor tanto para el líder como para el resto; sin embargo, si dejamos lugar a la envidia y al rencor, no hay ninguna posibilidad de crecimiento. 

4. PERMITE QUE SE MUEVAN LIBREMENTE

Un buen líder deja espacio a sus discípulos. No está continuamente encima de ellos, corrigiéndoles sino que les deja actuar. No se requiere de su autorización para cada actividad a desarrollar o para cada decisión a tomar. Debe darles independencia siempre que haya establecido los objetivos a cumplir, las fronteras y los posibles contratiempos. Sin libertad de movimiento no se forman líderes.

Existen líderes que desean realizar ellos todo el trabajo, se desgastan y se “queman”; Piensan que sólo su esfuerzo será capaz de alcanzar el fin y tratan de ocupar el lugar de Dios; pero el liderazgo no es un trabajo que descansa en nuestro esfuerzo sino que es un privilegio y un don que Dios nos ofrece para formar a otros.

La clave estriba en formar líderes, no seguidores ni robots que obedezcan. Se trata de dejar los “detalles” y entrar en la presencia del Espíritu Santo.

¿Eres de los que dice “dar libertad” pero luego está siempre supervisando cada detalle de lo que se hace? ¿Vas detrás de las acciones, cambiando cada coma, cada punto?

5. PERMITE QUE CREZCAN

“Permitir” invita a crear espacios de crecimiento, mentalidades de aumento, intenciones de progreso. Conforme crecemos en “permitir”, hacemos a los demás que crezcan. Pero es necesario ir más allá del “permitir”, debemos “fomentar” el crecimiento invirtiendo tiempo y recursos.


Un líder debe romper las resistencias al crecimiento, tanto propias como ajenas. Debe estar en un constante proceso de crecimiento para no estancarse ni que el resto se estanque.

Envía a tu gente a retiros, a seminarios, a conferencias, a escuelas de líderes, a cursos de capacitación. Mejor aún, acompáñales y descubre talentos que aún no han sido descubiertos ni desarrollados.

Un líder está en un proceso constante de búsqueda de nuevas áreas, nuevos métodos, nuevos talentos por descubrir y dones infrautilizados. Enseña a pensar, a orar, a meditar y también enseña a enseñar y a discipular.

Un líder forma personas con “piedras vivas” para el Reino de Dios, no empresas o proyectos humanos. UN LÍDER FORMA LÍDERES QUE LIDERAN.

6. PERMITE QUE SE VAYAN

“Las ovejas no pertenecen al pastor, pertenecen al amo”. No es nuestro ministerio, es el de Dios. Todo es de Él, todo es prestado.

Tan pronto como se tenga la seguridad, la tranquilidad y la garantía de haber formado líderes, no se debe ser posesivo y debemos “dejar ir”. Esto demostrará la valía de un líder. Hay gente que Dios ha traído a nuestra vida para llevársela, que pasan a nuestro lado para estar con nosotros por un tiempo, pero no para quedarse.

Por ello, es necesario mostrar a los discípulos a soñar, a que vean ellos mismos la visión, tal y como hizo Cristo con los suyos.

Como hizo el padre al despedir con una bendición al hijo pródigo, aún a sabiendas de que posiblemente dilapidaría su herencia, así debemos dejar marchar a nuestros discípulos. 

El objetivo de un buen líder no es retener a su protegido para demostrarle quien manda o quien ostenta la autoridad, sino desarrollar al máximo el potencial de los que están bajo su autoridad para convertirlos en nuevos líderes. Y si tiene que dejarlos ir, que sea con su bendición.

7. PERMÍTETE DISFRUTAR DE SU ÉXITO

El éxito de un discípulo es el éxito de su líder. El Señor tiene planes para ti y para los demás y quiere que todos disfruten de la cosecha, sembrando por sí mismos o a través de otros. El fruto no depende del líder, él sólo siembra. La cosecha depende de Dios.

8. PERMITE QUE TE ENSEÑEN

Nadie deja jamás de aprender, ni siquiera de sus subordinados. Deja que tus discípulos te enseñen porque Dios también te habla a través de ellos. No pienses que tienes a Dios en exclusiva.

9. PERMÍTETE AMARLOS

Los discípulos necesitan que su líder les demuestre su afecto, su cariño y su satisfacción. 

Así como el Señor nos pastorea suavemente, nosotros debemos pastorear a nuestras ovejas. Fomenta el cariño y el afecto en tus discípulos de dos maneras: verticalmente, de ti a ellos y horizontalmente, entre ellos.

Ámalos, abrázalos y recuerda que Dios los ha puesto en tu camino para eso, para que los ames.

10. PERMITE A DIOS LLEVARSE TODA LA GLORIA

Todo lo que hacemos en nuestra vida es por Gracia de Dios; también cuando formamos líderes, no es por nuestro esfuerzo, sino por gracia divina. Da le toda la gloria a Dios y pienses que es tuya.

Sin la Gracia del Espíritu de Dios, nuestro trabajo es inútil, no se desarrolla, ni crece, ni da fruto. Confiando sólo en tus fuerzas no lograrás el objetivo.

¿QUÉ LÍDER SOY Y QUÉ LÍDER QUIERO SER?

Estamos viviendo un momento histórico: tenemos el privilegio de vivir el mejor momento de la historia de la Iglesia, siendo los protagonistas del presente pero mirando al futuro. Estamos llamados a alzar nuestros ojos y ver todo lo que Dios, a través del Espíritu Santo está preparando.

Pero para crecer, debemos meditar qué clase de líderes somos y qué clase queremos ser:

¿Soy de los que construyo muros excluyentes y edifico mis imperios amurallados? ¿En lugar de abrazar, rechazo y excluyo? ¿Hago de mi liderazgo un club exclusivo?

O ¿soy de los que construyo puentes, que tiendo manos a quienes me rodean para que brillen? ¿Abrazo a mis discípulos y los bendigo con alegría?

Dios quiere que su Iglesia sea una y nos muestra que aquel que está a nuestro lado no es nuestro competidor ni nuestro enemigo sino un complemento que Él nos ha puesto. Dios tiene un plan para cada uno según los dones que nos ha otorgado y no un plan para todos donde disputarnos el mejor sitio.

Cuando uno se fatiga de tirar del carro debe ponerse detrás, motivar y animar a los demás a que tiren de él entre todos y al unísono, compartiendo la visión con ellos pues es la voluntad de Dios.

VISIÓN DEL LÍDER: Potenciar los dones y talentos para su desarrollo y crecimiento.

MISIÓN DEL LÍDER: Formar y capacitar nuevos líderes.



Fuente: 

“Cómo ejercer la verdadera autoridad”
2002. Jonathan Mark Witt














domingo, 26 de julio de 2015

TIRAR DEL CARRO



"El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 
duerma o se levante, de noche o de día, 
el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 
La tierra da el fruto por sí misma; 
primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 
Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega."
(Marcos 4, 26-29)



En los últimos cinco años he conocido bastantes parroquias y a sus párrocos, con quienes he colaborado, siempre que me lo han pedido. En las conversaciones y reuniones que hemos tenido, siempre me he encontrado con la misma preocupación: "No sé qué hacer para que venga más gente a la parroquia".

Y aquí es donde está el problema. Estamos más preocupados de los aspectos cuantitativos que de los cualitativos. Y una cosa tengo clara: las personas no se van de la Iglesia porque no crean en Dios. Se van porque en las parroquias no les ofrecemos "calidad".

¿Por qué las parroquias no crecen?

Podríamos quedarnos en la superficie y responder que existen muchos factores externos actuando contra la fe y la Iglesia. Podríamos excusarnos diciendo que el mensaje de Cristo no es algo que interese mucho a la gente hoy en día. Prodríamos hacer una larga lista para calmar nuestras conciencias pero prefiero verlo con un ejemplo:

Fijémonos en el dibujo como símil de una parroquia: Dos personas están empujando y tirando con gran dedicación de un carro con cuatro ruedas cuadradas, transportando un montón de ruedas perfectamente redondas y sumamente funcionales. Ambos son conscientes de que avanza despacio, lo cual resulta bastante frustrante.

Si les preguntáramos a las dos personas del dibujo ¿por qué no avanzan?, podrían respondernos: “Porque tenemos mucha carga y muchas dificultades en contra nuestra”, o “Porque nuestro camino es una cuesta muy empinada.” o " Necesitamos más gente que nos ayude"

Todas serían verdad. A menudo, sacerdotes y laicos sentimos que hay una carga pesada y muchas dificultades en contra, y a veces el camino se hace bastante cuesta arriba o también, que somos pocos,. Pero el dibujo revela que estas circunstancias externas no son el auténtico problema, pues aunque éstas fueran muy favorables, el auténtico problema seguiría existiendo. 

El potencial biótico

Todo lo que necesitamos para ver crecer la iglesia ya ha sido provisto por Dios. El problema es que no hacemos uso de ello. En vez de utilizar las herramientas que Dios nos ha dado, tratamos de empujar y tirar de la iglesia con nuestras propias fuerzas. Y quizás incluso pensamos que usar “ruedas cuadradas ”es algo especialmente espiritual.

Lo importante aquí es coger esas ruedas redondas que han sido provistas de forma tan abundante en la iglesia y ponerlas donde corresponde de acuerdo con el plan de Dios. Tenemos un montón de ruedas redondas que ya existen en la iglesia. La diferencia es que algunas parroquias las utilizan, y otras no.”

Muchas parroquias focalizan su crecimiento tanto en el FRUTO... …que se olvidan de la RAÍZ que produce ese fruto. Y la raíz es Dios. Dios diseñó todo el universo y también su Iglesia con capacidad de crecimiento y desarrollo natural o biótico (dícese de los organismos vivos o relacionado con ellos). Pensó una Iglesia que tuviera vida en si misma: "Yo planté y Apolo regó, pero quien hizo crecer fue Dios." (1 Corintios 3, 6).

El punto clave es dejar a Dios ser Dios para que la parroquia crezca, en lugar de pretender hacerlo nosotros mismos, por nuestros propios esfuerzos. Ejemplo:Un árbol no se esfuerza por crecer; no se pone metas de crecimiento ni utiliza modelos. Crece porque tiene vida en sí mismo. Su desarrollo natural está debajo de la superficie. Crece porque su raíz le da sentido: al tronco, las ramas y el fruto. Por supuesto, la tierra debe ser buena, el abono, correcto y el agua, abundante.

De
la misma manera, el desarrollo natural de la Iglesia se concentra en aquello que está debajo de la superficie (características cualitativas). La Iglesia, en general y las parroquias, en particular, tienen potencial biótico, es decir,  capacidad inherente de multiplicarse y reproducirse por si mismas. 

El potencial biótico, es un criterio que el mismo Dios ha introducido en su creación y no somos “nosotros” los encargados de producir el crecimiento de la Iglesia, sino permitir que actúe el potencial biótico. 

Como no podemos ejercer control sobre los factores externos, nuestra tarea es concentrarnos en los factores internos de la Iglesia, que impiden el crecimiento y la multiplicación de la misma. Lo que tenemos que hacer es sembrar, cosechar, y “dormir y levantarnos” y lo que no tenemos que hacer (porque no podemos) es “producir el fruto” . El fruto es una obra divina. 

Para liberar el potencial biótico de crecimiento es preciso descubrir los principios/características/dones que Dios mismo ha puesto en cada parroquia cómo Dios actúa en cada persona. 

Algunos piensan que el secreto es tener un culto dirigido a la gente alejada; otros, dirigido a los creyentes; otros, ponen en práctica nuevos métodos de evangelización; mientras otros hacen crecer el número de asistentes a su parroquia pero sin demasiados frutos.

Por eso, es preciso diferenciar entre un enfoque “según modelos” y un enfoque “según principios”:

- Los “modelos” son conceptos que alguna parroquia ha experimentado positivamente, pero no tienen por qué ser la solución idónea para otras que están en otra situación. 
- Los “principios”, sin embargo, son aquellos elementos que resultan ser aplicables para todas las parroquias en todo el mundo.

Analicemos estos principios/características/dones:

Principios cualitativos de parroquias en crecimiento

Liderazgo capacitador

“para el recto ordenamiento de los santos 
en orden a las funciones del ministerio, 
para edificación del Cuerpo de Cristo” 
(Efesios 4, 12)

Lo primero es diferenciar el tipo de liderazgo existente en la parroquia:

-“Liderazgo capacitado”: la existencia de un líder (el párroco) muy brillante, con muchos dones y una gran visión de futuro, quien necesita voluntarios que le ayuden a convertir su visión en realidad: aquí está el gurú-líder con su gran visión, allí el resto de la feligresía que sirve de buena gana a su poderoso líder para realizar los sueños de su vida.

-“Liderazgo capacitador”: El líder (el párroco) no trata de aumentar su propio poder para convertirse en todopoderoso. Justamente lo contrario. Considera como una de sus labores más importantes el ayudar a los cristianos a desarrollar mayores niveles de responsabilidad según el plan de Dios, equipándolos, apoyándolos, motivándolos y aconsejándolos. 

El líder debe convertirse en un “catalizador de dones” de su gente, en facilitador y potenciador de talentos y capacitar a otros para el servicio. "O entrenamos o entretenemos."

El liderazgo necesita orientarse: 
  • hacia el cumplimiento de metas
  • hacia las relaciones interpersonales
El crecimiento “por si mismo” depende de: 
  • Líderes que saben lo que poseen (Juan 13,3)
  • Líderes que potencian a otros (discipulado)
Los sacerdotes de las parroquias que crecen no tienen por qué ser superestrellas. De hecho, el modelo "superestrella" puede ser un obstáculo para el crecimiento de la parroquia. Dios generalmente no lleva a cabo sus planes a través de estrellas superdotadas: "Dios no elige a los capacitados. Capacita a los elegidos".

Si alguien desempeña este papel (o tiene que desempeñarlo porque la parroquia así lo espera), es generalmente un indicio seguro de que algo no va bien en esta iglesia.

Ministerio según los dones del Espíritu

“Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, 
como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” 
(1Pedro 4, 10)

Dios ya ha decidido qué cristiano debe asumir mejor cada ministerio en la parroquia. La función del párroco es ayudar a sus feligreses a identificar sus dones e integrarlos en los ministerios pastorales que se correspondan con sus dones.

Cuando vivimos según nuestros dones espirituales ya no trabajamos con nuestras propias fuerzas, sino que el Espíritu Santo trabaja en nosotros. De esta forma, aunque seamos “sólo personas normales” podemos lograr, en el sentido literal de la palabra, cosas extraordinarias.

La mayoría de los cristianos, o bien no participan en ningún ministerio pastoral, o trabajan en uno que no se corresponde con sus dones. Muchos ni siquiera identifican cuáles son sus dones. 

Una persona que realiza un servicio que no se corresponde con sus dones se parece a las ruedas cuadradas del dibujo.  

Por otra parte, las ruedas redondas en el interior del carro representan a un cristiano que no tiene ninguna labor en la iglesia.

No hay factor que influya más en el sentimiento de gozo al vivir la vida cristia­na que vivirla conforme a nuestros dones espirituales. Se experimentan tres efectos: primero, soy más feliz; segundo, soy más eficiente; y tercero, soy más malinterpretado que antes por otros cristianos. Quizás éste es el precio que hay que pagar por querer seguir la llamada de Dios.

Espiritualidad ferviente y contagiosa

“Sean diligentes, y no flojos. 
Sean fervorosos en el Espíritu y sirvan al señor.
Tengan esperanza y sean alegres. 
Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar.” 
(Romanos 12,11-12)

Lo más importante no es la forma en la que la espiritualidad sea expresada (carismática, no carismática, litúrgica, no litúrgica, etc.), sino el hecho de que la fe sea vivida realmente con compromiso, pasión y entusiasmo. El grado de fervor espiritual es el aspecto que diferencia las parroquias en crecimiento de las que no crecen.

Esta característica cualitativa también demuestra que los métodos que utiliza una parroquia son en realidad un aspecto secundario. Una parroquia que vive su fe con fervor espiritual experimentará éxito con muchos métodos distintos. Por el contrario, en las parroquias en las que este aspecto está ausente, los mejores métodos no lograrán nada. ¿De qué vale el motor más moderno cuándo el depósito de gasolina está vacío?

Por desgracia, nosotros los cristianos a menudo nos inventamos estrategias que acaban estrangulando este fervor espiritual.

Estructuras funcionales

El sábado ha sido hecho para el hombre, 
y no el hombre para el sábado.” 
(Marcos 2,27)

Las estructuras de la parroquia no son nunca un fin en sí mismas, sino sólo un medio para un fin. Todo lo que no esté a la altura de este requisito (por ej. estructuras de liderazgo degradantes, horarios de misas poco apropiados, o programas que no llegan a su audiencia de forma efectiva) se cambia o se desecha. 

Entonces, ¿de dónde viene la resistencia a este principio? Es simplemente el resultado de la tendencia de las personas a volverse más cómodas y más tradicionales a lo largo de la vida. El tradicionalismo implica que las formas de la parroquia tienen que permanecer tal cual las hemos conocido y la convierten en una parroquia de mantenimiento y por lo tanto, no de crecimiento.  

Lo ideal de las estructuras es que sean funcionales, no estáticas.

Culto inspirador

“Estén siempre alegres, oren sin cesar
y den gracias a Dios en toda ocasión; 
ésta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos.
No apaguen el Espíritu,”
(1 Tesalonicenses 5, 16-19)

Muchos sacerdotes creen que deben adoptar ciertos modelos de culto de otras parroquias porque supuestamente éstos representan un principio de crecimiento de la iglesia. Pero la cuestión no es si nuestros cultos están dirigidos a creyentes o no creyentes; si se celebran con un lenguaje “espiritualizado” o empleando uno más cotidiano; si alabamos utilizando una liturgia determinada o lo hacemos de una manera más espontánea. No son factores decisivos para el crecimiento de la iglesia.

El criterio clave es otro: ¿Es el culto una experiencia inspiradora para aquéllos que acuden a él? 

Muchos cristianos van a misa para cumplir con un deber, una obligación, no acuden a la parroquia porque sea una experiencia tan maravillosa que no se la perderían por nada, sino para hacer un favor a Dios, al cura, o a alguna otra persona.  Algunos incluso creen que su “lealtad”, al soportar pacientemente una experiencia desagradable en misa, es bendecida por Dios.

Para ellos, actuar como los dos hombres del dibujo es algo bastante normal, quizás incluso muy espiritual. 

Grupos pequeños de vida cristiana

Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, 
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. 
El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.” 
(Hechos 2,46-47) 

Las parroquias que crecen han desarrollado un sistema de grupos pequeños donde los cristianos pueden encontrar íntima comunión, ayuda práctica y una profunda interacción espiritual. En estos grupos las personas no sólo hablan de las homilías, textos de la Biblia, libros o charlas de expertos, sino que aplican enfoques divinos a sus asuntos cotidianos.

Lo que se desarrolla en los grupos pequeños es la esencia misma de la verdadera vida de la iglesia de Jesucristo.

Evangelización según las necesidades de las personas

 Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; 
con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley - aun sin estarlo - 
para ganar a los que están bajo ella.
Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley,
 no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo.
Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. 
Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.” 
(1 Corintios 9,20-22)

El crecimiento de la iglesia es inconcebible sin evangelización. ¿De qué otra forma va a crecer la iglesia si no es a través del proceso de compartir el Evangelio para atraer cada vez a más personas a la iglesia de Jesucristo? 

La clave es que la iglesia dirija sus actividades evangelizadoras hacia las preguntas, inquietudes y necesidades de las personas. Escuchar sin presión, sin crítica y en libertad. 

Los métodos manipu­ladores “agresivos” representan justo lo contrario de la práctica que aprendemos de las iglesias que crecen. Su secreto es que comparten el Evangelio de una forma que responde a las verdaderas preguntas y necesidades de los alejados o no creyentes.

Relaciones afectivas

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. 
Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” 
(Juan 13, 34-35)

Existe una relación muy significativa entre la capacidad de amar de una parroquia y su potencial de crecimientoLas parroquias que crecen manifiestan un “coeficiente afectivo” perceptiblemente más alto que las que están estancadas o en decrecimiento.

Preguntemos cuánto tiempo pasan unos miembros con otros, fuera de las actividades de la parroquia. ¿Con cuánta frecuencia se invitan unos a otros a comer o a tomar un café? ¿Qué generosidad muestra la parroquia a la hora de hacer elogios? ¿En qué medida es el sacerdote consciente de los problemas personales de los miembros de la parroquia? ¿Cuánto se ríe en la parroquia?

El amor sincero y práctico dota a una parroquia de un poder magnético mucho mayor que el de todos los esfuerzos metodológicos. En el mejor de los casos, promocionar a las iglesias con nuevos métodos se puede comparar a las flores artificiales. Éstas pueden parecer engañosamente reales, pero no tienen olor. Sin embargo, el amor auténtico esparce esa misteriosa fragancia que pocos pueden resistir.

No puede faltar ningún principio cualitativo

Hay tres cosas que podemos decir sobre estos principios:

1- son principios universalmente válidos (esto significa que son aplicables a parroquias en todo el mundo).
2- son aplicables a nuestra propia situación (los resultados variarán de una parroquia a otra).
3- son necesarios tanto para el crecimiento cualitativo como cuantitativo de la parroquia

Si real­mente nos preocupa llegar a tantas personas como sea posible, no nos podemos permitir el lujo de sacrificar ninguno de estos principios cualitativos.

Los principios del crecimiento de la Iglesia no son otra cosa que los propios principios de Dios.

El principio "por sí mismo" (Automatismos de crecimiento)

Finalmente, llegamos al verdadero punto culminante: el principio “por sí mismo”. 

El secreto de las parroquias que crecen no consiste en "empujar y tirar del carro" con la fuerza y el esfuerzo huma­no, sino en liberar y desarrollar el potencial que Dios ha puesto en ellas. Entonces el crecimiento se produce por sí solo.

El crecimiento de la parroquia es algo que nosotros los seres humanos no podemos hacer.Nosotros debemos sembrar y recoger; podemos dormir y levantarnos. Sin embargo, lo que no podemos hacer es traer fruto. Nuestro trabajo simplemente está en estimular los automatismos de crecimiento que el mismo Dios utiliza para construir su iglesia.

Pero, ¿cómo ocurre esto? Para contestar a esta pregunta es útil revisar las ocho características cualitativas. Cada característica cualita­tiva consiste en dos partes: un sustantivo (por ej. liderazgo, ministerio, espiritualidad, estructuras) y un adjetivo (por ej. capacitador, según el don del Espíritu, ferviente, funcional).

El secreto de cada una de estas características cualitativas no está descrito por los nombres (cada parroquia tiene un tipo de liderazgo, ministerios, espiritualidad o estructuras). Más bien, el secreto se esconde en la aplicación práctica de lo que representa cada uno de los adjetivos.
Una mirada más detallada a estos adjetivos revela que tienen algo que ver con el hecho de posibilitar el funcionamiento de esos automatismos de crecimiento que Dios utiliza para construir su iglesia.

Volvamos al dibujo del carro: En vez de empujar y tirar del carro (la parroquia) nosotros mismos, tenemos que descargar algunas de estas ruedas que ya están en el carro, ponerlas en el sitio adecuado, desplegar la velas y disfrutar de la alegre experiencia de que el soplo del Espíritu Santo ponga el carro en marcha (aparentemente) “por sí mismo”.


Nuestra preocupación principal: la calidad de nuestra parroquia


La clave para el crecimiento es la calidad de la parroquia, que se mide por las ocho características cualitativas

La cantidad (aumento de asistentes a la parroquia) es el fruto.

Esta perspectiva tiene importantes aplicaciones para el trabajo práctico de las pastorales de la parroquia. En vez de empezar con la pregunta: “¿Cómo podemos conseguir que venga más gente a la iglesia?”, preguntémonos: “¿Cómo podemos crecer en cada una de las ocho áreas cualitativas?”. Detrás de este enfoque se halla la convicción con base teológica y empírica de que el crecimiento cualitativo en estas áreas siempre resultará en un crecimiento cuantitativo.

"Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.."
 (Mateo 7,17-18)

Una regla sin excepción

Todas las parroquias que tienen en cuenta cada una de las ocho características cualitativas, crecen:
  • Sacerdotes y laicos están comprometidos con el crecimiento de la parroquia.
  • Todos están usando sus dones espirituales para edificar la parroquia.
  • La mayoría de los miembros viven la fe con fervor y contagioso entusiasmo.
  • Las estructuras/métodos se evalúan en función de su servicio al crecimiento de la parroquia o no.
  • La Eucaristía y el culto son los momentos culminante de la semana.
  • El amor y la fraternidad de la comunidad se experimenta en grupos pequeños. 
  • Todos, según sus dones, ayudan a cumplir con el mandato de Cristo de evangelizar. 
  • El amor de Cristo impregna casi todas las actividades de la parroquia. 

Las ocho características cualitativas representan lo que podemos y debemos hacer según la voluntad de Dios, 

Nosotros solos, sencillamente, no podemos “fabricar” el crecimiento cuantitativo de la parroquia, sino que debemos centrar nuestros esfuerzos en mejorar la calidad de la parroquia para asegurarnos de que Dios derrame su Espíritu y Bendición sobre nuestra parroquia.

El apóstol Pablo habla de la relación entre el trabajo humano y el divino cuando usa las siguientes palabras: “Yo (observe que Pablo aquí está hablando de sí mismo) planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer” (1 Corintios 3,6). Esto aclara lo que ya saben los agricultores incluso sin haber oído estas palabras, es decir, lo que pueden “producir” y lo que no. Pueden plantar, regar y recoger. Pero no pueden hacer crecer. Sin embargo, saben que el plantar, abonar y regar tienen una gran influencia en la esperada cosecha.



Fuente:

 "Desarrollo natural de la Iglesia", Christian A. Schwarz