¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 18 de agosto de 2019

CÓMO EVANGELIZAR Y CÓMO NO


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"El que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás; 
más aún, el agua que yo le daré 
será en él manantial que salta hasta la vida eterna" 
(Juan 4, 14)

Es un hecho evidente que nuestro mundo occidental está casi completamente secularizado. Dios ha dejado de tener un sitio preferencial en la vida de muchas personas. El mensaje del Evangelio no llega a las personas. Por tanto, urge más que nunca la evangelización. 

Pero, evangelizar no significa "convencer". Y aunque nuestras intenciones sean buenas, ocurre que muchas veces, nuestra forma de evangelizar no es efectiva y no logra llevar a otras personas a Dios.

Tendemos a presentarnos a los demás con la "Verdad" en nuestras bocas. Y aunque es cierto, el efecto que causa en las personas es el contrario al deseado. A menudo, no tenemos en cuenta la forma de ser y de vivir de aquellos a quienes pretendemos evangelizar y muchos nos responden: "Bueno, eso puede ser verdad para ti, pero no para mí."

Es preciso entender y hacernos entender por las personas alejadas de Dios y para ello, debemos empatizar con ellos. Muchas veces hablamos con términos que, para ellos son desconocidos o que significan cosas distintas, y por ello debemos tener claro qué significan para uno y para otro. Es decir, comprobar y cerciorarnos de que hablamos de lo mismo.

Preguntar, escuchar, entender

Una forma muy útil de ponernos en "modo evangelizador" es preguntar y, sobre todo, escuchar atentamente. No podemos "soltar nuestro rollo" sin antes escuchar lo que el otro tiene que decir. Además, uno no puede estar receptivo a llenar su corazón de Dios si lo tiene lleno de otras cosas. Es preciso que "exterioricen" lo que tiene dentro.

Un buen evangelizador no trata de llenar los espacios en blanco o las dudas del "evangelizado", y muchos menos imponer su criterio. 
Imagen relacionada
Más bien, lo que hace es escuchar primero, para saber que impide a otra persona abrirse al amor de Dios, identificar cuáles son los obstáculos que esa persona pone a la fe. En definitiva, trata de entender a la otra persona.

Un mal evangelizador trata de "apabullar" con múltiples razones teológicas, catequeticas y morales. Trata de "convencer" al otro, sí o sí, porque está equivocado. Le dice lo que tiene que pensar y hacer. Tiene todas las respuestas y pocas o ninguna pregunta, porque "lo sabe todo". Incluso, llega a juzgar su forma de vida. 

Y así, aleja más a las personas. Eso no es evangelizar, es imponer, es quebrantar su libertad. Y Dios jamás impone ni quebranta nuestra libertad. Nuestro Padre amoroso sólo espera...espera a que volvamos a Él y nos abraza. Nunca imponiendo; nunca reprochando; nunca juzgando.

Un buen evangelizador busca primero edificar una relación personal afectiva con los que están alejados de la fe. 

Sin relación no puede haber comunicación. Sin comunicación, no puede haber evangelización. 

En nuestra búsqueda de almas para Dios, lo importante, lo primero, es “escuchar y entender”,  porque es difícil amar lo que no se conoce.

Un buen evangelizador es honesto, se preocupa por las necesidades, los intereses, los problemas, las dudas o las preguntas de las personas. Para él, hablar de fe, hablar de Dios a otras personas es un acto natural, no una "encerrona". 

Un buen evangelizador es ejemplo de vida para otros y nunca, un enemigo suyo. Y desde luego, jamás da a entender lo "perfecto"que es y lo "malvados" que son los demás. Nunca considera a quienes, incluso, le odian como enemigos, sino como hijos pródigos, hermanos alejados de la casa del Padre.

Si vemos a los demás como
 enemigos, estaremos entablando una batalla y eso no tiene nada que ver con nuestro mensaje de amor. Es el Diablo (el Adversario, el Opositor) quien nos quiere divididos y en modo "beligerante".

Dios es un Dios de unidad y comunión
.  Por tanto, seamos un vínculo de unión y un factor de conexión que nunca intenta "cambiar" a otras personas, que nunca intenta que otros piensen como él. Puede desearlo, pero nunca coaccionar a los que están en desacuerdo. La coacción nunca puede cambiar el corazón de las personas. Es el amor auténtico el que cambia "vidas".

Jesús es nuestro ejemplo

Imagen relacionadaEn la evangelización, como en nuestro modo de vida, el modelo siempre es Jesús.

Cristo siempre rezaba e intercedía por otros. Su amor a todos, incluso a sus enemigos, se lo exigía.

Jesús vino a buscar a quienes estaban perdidos, curó a quienes estaban heridos, atendió a quienes estaban lejos de Dios, conversó con quienes pretendían matarle.

También nosotros debemos rezar por quienes están en descuerdo, por quienes, incluso, nos odian.

Debemos buscar espacios de unión, oportunidades de relación, ámbitos para el encuentro.

Debemos salir a encontrar a quienes están perdidos y sanar a quienes están heridos.

Debemos tratar de mirar a los demás con los mismos ojos que Jesús nos mira a todos.

Y como Él hizo, tomar la iniciativa, dar siempre el primer paso.

Y desde luego,  como hacía Jesús, pidiendo 
siempre la ayuda de Dios. 

Nadie dijo que ser cristiano fuera fácil, pero… es lo que tenemos que hacer.

lunes, 3 de abril de 2017

UN MODELO DE COMUNIDAD


"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones. (...)

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; 
vendían las posesiones y haciendas, 
y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno. 

Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 

El Señor añadía cada día al grupo
 a todos los que entraban por el camino de la salvación.

Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, 
y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, 
sino que tenían en común todas las cosas. 

Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza
 de la resurrección de Jesús, el Señor.
 Y todos gozaban de gran simpatía." 

(Hechos 2, 42-47; 4, 32-34)

Estamos llamados a ser comunidad pero ¿cómo se crea una relación que trasciende de lo meramente educado y correcto? ¿Cómo crear comunidad?

Lo primero que tenemos que meditar es que jamás las relaciones entre personas pueden establecerse por imposición y por chantaje. Para que exista una relación, ambas partes han de ser libres; deben querer tener trato un encuentro libre y personal, caminar juntos, escuchar y ser escuchados, partir y compartir el pan. Eso es lo que Jesucristo nos enseñó: a vivir eucarísticamente en comunidad.

En una verdadera comunidad existe unidad, que no uniformidad; alegría, que no aburrimiento; libertad, que no presión; compromiso, que no obligación; igualdad, que no superioridad; transparencia, que no hermetismo; generosidad, que no egoísmo; amor, que no envidia. Y sobre todo, el vínculo que crea y solidifica todo lo anterior: Jesucristo en el medio.

Pero, sigamos con las preguntas: ¿Cómo pasamos de ser un grupo de personas desconectadas a ser una verdadera comunidad cristiana?

Yo creo que una verdadera comunidad es el "paritorio de la caridad", es la "incubadora del discipulado" y es la "sala de operaciones de la fe cristiana". La Palabra de Dios atestigua una y otra vez que la fe cristiana no está destinada a ser vivida ni cultivada en soledad.

No hay que inventar nada ni hacer un Master en Teología. Tan sólo hay que abrir dos cosas: la Biblia y  el corazón. Leyendo Hechos 2, 42-47 y Hechos 4, 32-35, y meditando ambos pasajes, obtenemos una visión ejemplarizante en la joven Iglesia de Jerusalén, que podemos aplicar en nuestros días y, así, comprender el maravilloso potencial que tenemos para poder desarrollar una auténtica comunidad cristiana.

Formación/Crecimiento/Madurez

En primer lugar, tiene que haber un deseo y un compromiso para crecer realmente como seguidores de Cristo. La comunidad se origina con un compromiso de progresar en el conocimiento de Dios, y a continuación, la madurez espiritual se desarrolla en comunidad con la aplicación de este conocimiento y su proclamación.

Hechos 2,42 dice: "Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles(compromiso implícito).

Hechos 2,46 dice: "Todos los días acudían juntos al templo" (enseñanza implícita).

Hechos 4,33 dice: "Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza  de la resurrección de Jesús" (proclamación implícita).

El deseo de crecer espiritualmente, de formarse, de aprender de Dios debe estar presente en las personas como el punto de partida de la incipiente comunidad cristiana. 

Sin un deseo de conocimiento de Dios que nos lleva a la madurez espiritual, sólo estaremos "pasando el rato". Sin un anuncio de Dios y de su Plan, no habrá ninguna diferencia con cualquier otro grupo de personas que se reúnen. 

Para la reflexión:

¿Cómo describiríamos el deseo que tienen las personas de nuestra parroquia llamadas a ser comunidad y a seguir a Cristo?

¿Existe pasión por conocer más acerca de Dios y su plan para nosotros?

¿Qué podemos hacer para ayudar a crecer este deseo?

Comunión/Fraternidad/Compañerismo

Vivir en comunión no sólo es pasar el rato, vivir la vida, caminar juntos, etc. Si pensamos profundamente en ello, se trata de una mezcla de medios y de fines. Al estar a menudo cerca conseguimos un vínculo de unión y viceversa. La comunión fraternal es el corazón de la comunidad.

Hechos 2,42 dice que los discípulos estaban "en unión fraterna"
Hechos 2,46 dice que los discípulos se reunían "todos los días".

Si nos fijamos en estos pasajes del libro de los Hechos de los Apóstoles, la idea se centra en que la comunión tiene dos aspectos: la proximidad (literalmente estar juntos) y la frecuencia (estar juntos a menudo). La fraternidad no puede suceder a menos que pasemos el rato juntos, que compartamos la vida  y que lo hagamos con frecuencia. 

Para la reflexión:

¿Fomentan la comunión nuestras reuniones y encuentros ?

¿Es suficiente reunirse formalmente los domingos en misa? 

¿O necesitamos encontrar espacios donde reunirnos más informal e íntimamente, fuera de horarios y parroquia?

Responsabilidad/Transparencia/Generosidad

Hechos 2, 44-45 dice: "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno."  ¡La transparencia era total! No les preocupaba su imagen ni el "qué dirán". No dudaban en llevar abiertamente sus problemas y necesidades al grupo.


También existía generosidad. Estos cristianos ponían las necesidades de los demás por encima de las suyas y oraban unos por otros. Santiago 5,16 dice: "Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder." 

La responsabilidad no puede ser forzada. Más bien, crece y se desarrolla dentro de la comunidad si somos "un solo corazón y una sola alma". Tenemos que formar un ambiente de compañerismo y fraternidad; de confianza y ayuda mutuas. 

Para la reflexión:

¿Nuestro grupo valora la transparencia y la generosidad?

¿Somos responsables con nuestros hermanos?

¿Existe una disponibilidad plena para que los miembros de la comunidad puedan compartir abiertamente sus necesidades espirituales y emocionales "entre hermanos"?

Misericordia

Finalmente, sobre todas estas cosas, en una comunidad verdadera prevalece el estandarte de la misericordia. La tentación cuando tenemos conocimiento y madurez, cuando existe confianza y transparencia, es juzgar a los demás. Por eso, ¡La misericordia debe regir la comunidad! 

Creo que la mejor expresión de la misericordia en una comunidad es la que se expresa en Gálatas 6, 2-3: "Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguno se imagina ser algo, siendo así que es nada, se engaña a sí mismo." 

Si no hay misericordia, si no hay caridad, si no hay compasión, no puede haber verdadera transparencia, responsabilidad, generosidad ni confianza. Y en última instancia, no puede haber comunión, fraternidad ni compañerismo. 

Para la reflexión:

¿Fomentamos un ambiente de misericordia y perdón en nuestro grupo?

¿Empatizamos con las situaciones de vida de los demás?

¿Miramos con ojos de amor a nuestros hermanos?


El objetivo de una comunidad verdadera no es sólo "hacer" cosas juntos, pasar el rato y madurar. La meta  es "ser" semejantes a Cristo.

domingo, 26 de julio de 2015

TIRAR DEL CARRO



"El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 
duerma o se levante, de noche o de día, 
el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 
La tierra da el fruto por sí misma; 
primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 
Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega."
(Marcos 4, 26-29)



En los últimos cinco años he conocido bastantes parroquias y a sus párrocos, con quienes he colaborado, siempre que me lo han pedido. En las conversaciones y reuniones que hemos tenido, siempre me he encontrado con la misma preocupación: "No sé qué hacer para que venga más gente a la parroquia".

Y aquí es donde está el problema. Estamos más preocupados de los aspectos cuantitativos que de los cualitativos. Y una cosa tengo clara: las personas no se van de la Iglesia porque no crean en Dios. Se van porque en las parroquias no les ofrecemos "calidad".

¿Por qué las parroquias no crecen?

Podríamos quedarnos en la superficie y responder que existen muchos factores externos actuando contra la fe y la Iglesia. Podríamos excusarnos diciendo que el mensaje de Cristo no es algo que interese mucho a la gente hoy en día. Prodríamos hacer una larga lista para calmar nuestras conciencias pero prefiero verlo con un ejemplo:

Fijémonos en el dibujo como símil de una parroquia: Dos personas están empujando y tirando con gran dedicación de un carro con cuatro ruedas cuadradas, transportando un montón de ruedas perfectamente redondas y sumamente funcionales. Ambos son conscientes de que avanza despacio, lo cual resulta bastante frustrante.

Si les preguntáramos a las dos personas del dibujo ¿por qué no avanzan?, podrían respondernos: “Porque tenemos mucha carga y muchas dificultades en contra nuestra”, o “Porque nuestro camino es una cuesta muy empinada.” o " Necesitamos más gente que nos ayude"

Todas serían verdad. A menudo, sacerdotes y laicos sentimos que hay una carga pesada y muchas dificultades en contra, y a veces el camino se hace bastante cuesta arriba o también, que somos pocos,. Pero el dibujo revela que estas circunstancias externas no son el auténtico problema, pues aunque éstas fueran muy favorables, el auténtico problema seguiría existiendo. 

El potencial biótico

Todo lo que necesitamos para ver crecer la iglesia ya ha sido provisto por Dios. El problema es que no hacemos uso de ello. En vez de utilizar las herramientas que Dios nos ha dado, tratamos de empujar y tirar de la iglesia con nuestras propias fuerzas. Y quizás incluso pensamos que usar “ruedas cuadradas ”es algo especialmente espiritual.

Lo importante aquí es coger esas ruedas redondas que han sido provistas de forma tan abundante en la iglesia y ponerlas donde corresponde de acuerdo con el plan de Dios. Tenemos un montón de ruedas redondas que ya existen en la iglesia. La diferencia es que algunas parroquias las utilizan, y otras no.”

Muchas parroquias focalizan su crecimiento tanto en el FRUTO... …que se olvidan de la RAÍZ que produce ese fruto. Y la raíz es Dios. Dios diseñó todo el universo y también su Iglesia con capacidad de crecimiento y desarrollo natural o biótico (dícese de los organismos vivos o relacionado con ellos). Pensó una Iglesia que tuviera vida en si misma: "Yo planté y Apolo regó, pero quien hizo crecer fue Dios." (1 Corintios 3, 6).

El punto clave es dejar a Dios ser Dios para que la parroquia crezca, en lugar de pretender hacerlo nosotros mismos, por nuestros propios esfuerzos. Ejemplo:Un árbol no se esfuerza por crecer; no se pone metas de crecimiento ni utiliza modelos. Crece porque tiene vida en sí mismo. Su desarrollo natural está debajo de la superficie. Crece porque su raíz le da sentido: al tronco, las ramas y el fruto. Por supuesto, la tierra debe ser buena, el abono, correcto y el agua, abundante.

De
la misma manera, el desarrollo natural de la Iglesia se concentra en aquello que está debajo de la superficie (características cualitativas). La Iglesia, en general y las parroquias, en particular, tienen potencial biótico, es decir,  capacidad inherente de multiplicarse y reproducirse por si mismas. 

El potencial biótico, es un criterio que el mismo Dios ha introducido en su creación y no somos “nosotros” los encargados de producir el crecimiento de la Iglesia, sino permitir que actúe el potencial biótico. 

Como no podemos ejercer control sobre los factores externos, nuestra tarea es concentrarnos en los factores internos de la Iglesia, que impiden el crecimiento y la multiplicación de la misma. Lo que tenemos que hacer es sembrar, cosechar, y “dormir y levantarnos” y lo que no tenemos que hacer (porque no podemos) es “producir el fruto” . El fruto es una obra divina. 

Para liberar el potencial biótico de crecimiento es preciso descubrir los principios/características/dones que Dios mismo ha puesto en cada parroquia cómo Dios actúa en cada persona. 

Algunos piensan que el secreto es tener un culto dirigido a la gente alejada; otros, dirigido a los creyentes; otros, ponen en práctica nuevos métodos de evangelización; mientras otros hacen crecer el número de asistentes a su parroquia pero sin demasiados frutos.

Por eso, es preciso diferenciar entre un enfoque “según modelos” y un enfoque “según principios”:

- Los “modelos” son conceptos que alguna parroquia ha experimentado positivamente, pero no tienen por qué ser la solución idónea para otras que están en otra situación. 
- Los “principios”, sin embargo, son aquellos elementos que resultan ser aplicables para todas las parroquias en todo el mundo.

Analicemos estos principios/características/dones:

Principios cualitativos de parroquias en crecimiento

Liderazgo capacitador

“para el recto ordenamiento de los santos 
en orden a las funciones del ministerio, 
para edificación del Cuerpo de Cristo” 
(Efesios 4, 12)

Lo primero es diferenciar el tipo de liderazgo existente en la parroquia:

-“Liderazgo capacitado”: la existencia de un líder (el párroco) muy brillante, con muchos dones y una gran visión de futuro, quien necesita voluntarios que le ayuden a convertir su visión en realidad: aquí está el gurú-líder con su gran visión, allí el resto de la feligresía que sirve de buena gana a su poderoso líder para realizar los sueños de su vida.

-“Liderazgo capacitador”: El líder (el párroco) no trata de aumentar su propio poder para convertirse en todopoderoso. Justamente lo contrario. Considera como una de sus labores más importantes el ayudar a los cristianos a desarrollar mayores niveles de responsabilidad según el plan de Dios, equipándolos, apoyándolos, motivándolos y aconsejándolos. 

El líder debe convertirse en un “catalizador de dones” de su gente, en facilitador y potenciador de talentos y capacitar a otros para el servicio. "O entrenamos o entretenemos."

El liderazgo necesita orientarse: 
  • hacia el cumplimiento de metas
  • hacia las relaciones interpersonales
El crecimiento “por si mismo” depende de: 
  • Líderes que saben lo que poseen (Juan 13,3)
  • Líderes que potencian a otros (discipulado)
Los sacerdotes de las parroquias que crecen no tienen por qué ser superestrellas. De hecho, el modelo "superestrella" puede ser un obstáculo para el crecimiento de la parroquia. Dios generalmente no lleva a cabo sus planes a través de estrellas superdotadas: "Dios no elige a los capacitados. Capacita a los elegidos".

Si alguien desempeña este papel (o tiene que desempeñarlo porque la parroquia así lo espera), es generalmente un indicio seguro de que algo no va bien en esta iglesia.

Ministerio según los dones del Espíritu

“Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, 
como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” 
(1Pedro 4, 10)

Dios ya ha decidido qué cristiano debe asumir mejor cada ministerio en la parroquia. La función del párroco es ayudar a sus feligreses a identificar sus dones e integrarlos en los ministerios pastorales que se correspondan con sus dones.

Cuando vivimos según nuestros dones espirituales ya no trabajamos con nuestras propias fuerzas, sino que el Espíritu Santo trabaja en nosotros. De esta forma, aunque seamos “sólo personas normales” podemos lograr, en el sentido literal de la palabra, cosas extraordinarias.

La mayoría de los cristianos, o bien no participan en ningún ministerio pastoral, o trabajan en uno que no se corresponde con sus dones. Muchos ni siquiera identifican cuáles son sus dones. 

Una persona que realiza un servicio que no se corresponde con sus dones se parece a las ruedas cuadradas del dibujo.  

Por otra parte, las ruedas redondas en el interior del carro representan a un cristiano que no tiene ninguna labor en la iglesia.

No hay factor que influya más en el sentimiento de gozo al vivir la vida cristia­na que vivirla conforme a nuestros dones espirituales. Se experimentan tres efectos: primero, soy más feliz; segundo, soy más eficiente; y tercero, soy más malinterpretado que antes por otros cristianos. Quizás éste es el precio que hay que pagar por querer seguir la llamada de Dios.

Espiritualidad ferviente y contagiosa

“Sean diligentes, y no flojos. 
Sean fervorosos en el Espíritu y sirvan al señor.
Tengan esperanza y sean alegres. 
Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar.” 
(Romanos 12,11-12)

Lo más importante no es la forma en la que la espiritualidad sea expresada (carismática, no carismática, litúrgica, no litúrgica, etc.), sino el hecho de que la fe sea vivida realmente con compromiso, pasión y entusiasmo. El grado de fervor espiritual es el aspecto que diferencia las parroquias en crecimiento de las que no crecen.

Esta característica cualitativa también demuestra que los métodos que utiliza una parroquia son en realidad un aspecto secundario. Una parroquia que vive su fe con fervor espiritual experimentará éxito con muchos métodos distintos. Por el contrario, en las parroquias en las que este aspecto está ausente, los mejores métodos no lograrán nada. ¿De qué vale el motor más moderno cuándo el depósito de gasolina está vacío?

Por desgracia, nosotros los cristianos a menudo nos inventamos estrategias que acaban estrangulando este fervor espiritual.

Estructuras funcionales

El sábado ha sido hecho para el hombre, 
y no el hombre para el sábado.” 
(Marcos 2,27)

Las estructuras de la parroquia no son nunca un fin en sí mismas, sino sólo un medio para un fin. Todo lo que no esté a la altura de este requisito (por ej. estructuras de liderazgo degradantes, horarios de misas poco apropiados, o programas que no llegan a su audiencia de forma efectiva) se cambia o se desecha. 

Entonces, ¿de dónde viene la resistencia a este principio? Es simplemente el resultado de la tendencia de las personas a volverse más cómodas y más tradicionales a lo largo de la vida. El tradicionalismo implica que las formas de la parroquia tienen que permanecer tal cual las hemos conocido y la convierten en una parroquia de mantenimiento y por lo tanto, no de crecimiento.  

Lo ideal de las estructuras es que sean funcionales, no estáticas.

Culto inspirador

“Estén siempre alegres, oren sin cesar
y den gracias a Dios en toda ocasión; 
ésta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos.
No apaguen el Espíritu,”
(1 Tesalonicenses 5, 16-19)

Muchos sacerdotes creen que deben adoptar ciertos modelos de culto de otras parroquias porque supuestamente éstos representan un principio de crecimiento de la iglesia. Pero la cuestión no es si nuestros cultos están dirigidos a creyentes o no creyentes; si se celebran con un lenguaje “espiritualizado” o empleando uno más cotidiano; si alabamos utilizando una liturgia determinada o lo hacemos de una manera más espontánea. No son factores decisivos para el crecimiento de la iglesia.

El criterio clave es otro: ¿Es el culto una experiencia inspiradora para aquéllos que acuden a él? 

Muchos cristianos van a misa para cumplir con un deber, una obligación, no acuden a la parroquia porque sea una experiencia tan maravillosa que no se la perderían por nada, sino para hacer un favor a Dios, al cura, o a alguna otra persona.  Algunos incluso creen que su “lealtad”, al soportar pacientemente una experiencia desagradable en misa, es bendecida por Dios.

Para ellos, actuar como los dos hombres del dibujo es algo bastante normal, quizás incluso muy espiritual. 

Grupos pequeños de vida cristiana

Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, 
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. 
El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.” 
(Hechos 2,46-47) 

Las parroquias que crecen han desarrollado un sistema de grupos pequeños donde los cristianos pueden encontrar íntima comunión, ayuda práctica y una profunda interacción espiritual. En estos grupos las personas no sólo hablan de las homilías, textos de la Biblia, libros o charlas de expertos, sino que aplican enfoques divinos a sus asuntos cotidianos.

Lo que se desarrolla en los grupos pequeños es la esencia misma de la verdadera vida de la iglesia de Jesucristo.

Evangelización según las necesidades de las personas

 Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; 
con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley - aun sin estarlo - 
para ganar a los que están bajo ella.
Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley,
 no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo.
Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. 
Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.” 
(1 Corintios 9,20-22)

El crecimiento de la iglesia es inconcebible sin evangelización. ¿De qué otra forma va a crecer la iglesia si no es a través del proceso de compartir el Evangelio para atraer cada vez a más personas a la iglesia de Jesucristo? 

La clave es que la iglesia dirija sus actividades evangelizadoras hacia las preguntas, inquietudes y necesidades de las personas. Escuchar sin presión, sin crítica y en libertad. 

Los métodos manipu­ladores “agresivos” representan justo lo contrario de la práctica que aprendemos de las iglesias que crecen. Su secreto es que comparten el Evangelio de una forma que responde a las verdaderas preguntas y necesidades de los alejados o no creyentes.

Relaciones afectivas

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. 
Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” 
(Juan 13, 34-35)

Existe una relación muy significativa entre la capacidad de amar de una parroquia y su potencial de crecimientoLas parroquias que crecen manifiestan un “coeficiente afectivo” perceptiblemente más alto que las que están estancadas o en decrecimiento.

Preguntemos cuánto tiempo pasan unos miembros con otros, fuera de las actividades de la parroquia. ¿Con cuánta frecuencia se invitan unos a otros a comer o a tomar un café? ¿Qué generosidad muestra la parroquia a la hora de hacer elogios? ¿En qué medida es el sacerdote consciente de los problemas personales de los miembros de la parroquia? ¿Cuánto se ríe en la parroquia?

El amor sincero y práctico dota a una parroquia de un poder magnético mucho mayor que el de todos los esfuerzos metodológicos. En el mejor de los casos, promocionar a las iglesias con nuevos métodos se puede comparar a las flores artificiales. Éstas pueden parecer engañosamente reales, pero no tienen olor. Sin embargo, el amor auténtico esparce esa misteriosa fragancia que pocos pueden resistir.

No puede faltar ningún principio cualitativo

Hay tres cosas que podemos decir sobre estos principios:

1- son principios universalmente válidos (esto significa que son aplicables a parroquias en todo el mundo).
2- son aplicables a nuestra propia situación (los resultados variarán de una parroquia a otra).
3- son necesarios tanto para el crecimiento cualitativo como cuantitativo de la parroquia

Si real­mente nos preocupa llegar a tantas personas como sea posible, no nos podemos permitir el lujo de sacrificar ninguno de estos principios cualitativos.

Los principios del crecimiento de la Iglesia no son otra cosa que los propios principios de Dios.

El principio "por sí mismo" (Automatismos de crecimiento)

Finalmente, llegamos al verdadero punto culminante: el principio “por sí mismo”. 

El secreto de las parroquias que crecen no consiste en "empujar y tirar del carro" con la fuerza y el esfuerzo huma­no, sino en liberar y desarrollar el potencial que Dios ha puesto en ellas. Entonces el crecimiento se produce por sí solo.

El crecimiento de la parroquia es algo que nosotros los seres humanos no podemos hacer.Nosotros debemos sembrar y recoger; podemos dormir y levantarnos. Sin embargo, lo que no podemos hacer es traer fruto. Nuestro trabajo simplemente está en estimular los automatismos de crecimiento que el mismo Dios utiliza para construir su iglesia.

Pero, ¿cómo ocurre esto? Para contestar a esta pregunta es útil revisar las ocho características cualitativas. Cada característica cualita­tiva consiste en dos partes: un sustantivo (por ej. liderazgo, ministerio, espiritualidad, estructuras) y un adjetivo (por ej. capacitador, según el don del Espíritu, ferviente, funcional).

El secreto de cada una de estas características cualitativas no está descrito por los nombres (cada parroquia tiene un tipo de liderazgo, ministerios, espiritualidad o estructuras). Más bien, el secreto se esconde en la aplicación práctica de lo que representa cada uno de los adjetivos.
Una mirada más detallada a estos adjetivos revela que tienen algo que ver con el hecho de posibilitar el funcionamiento de esos automatismos de crecimiento que Dios utiliza para construir su iglesia.

Volvamos al dibujo del carro: En vez de empujar y tirar del carro (la parroquia) nosotros mismos, tenemos que descargar algunas de estas ruedas que ya están en el carro, ponerlas en el sitio adecuado, desplegar la velas y disfrutar de la alegre experiencia de que el soplo del Espíritu Santo ponga el carro en marcha (aparentemente) “por sí mismo”.


Nuestra preocupación principal: la calidad de nuestra parroquia


La clave para el crecimiento es la calidad de la parroquia, que se mide por las ocho características cualitativas

La cantidad (aumento de asistentes a la parroquia) es el fruto.

Esta perspectiva tiene importantes aplicaciones para el trabajo práctico de las pastorales de la parroquia. En vez de empezar con la pregunta: “¿Cómo podemos conseguir que venga más gente a la iglesia?”, preguntémonos: “¿Cómo podemos crecer en cada una de las ocho áreas cualitativas?”. Detrás de este enfoque se halla la convicción con base teológica y empírica de que el crecimiento cualitativo en estas áreas siempre resultará en un crecimiento cuantitativo.

"Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.."
 (Mateo 7,17-18)

Una regla sin excepción

Todas las parroquias que tienen en cuenta cada una de las ocho características cualitativas, crecen:
  • Sacerdotes y laicos están comprometidos con el crecimiento de la parroquia.
  • Todos están usando sus dones espirituales para edificar la parroquia.
  • La mayoría de los miembros viven la fe con fervor y contagioso entusiasmo.
  • Las estructuras/métodos se evalúan en función de su servicio al crecimiento de la parroquia o no.
  • La Eucaristía y el culto son los momentos culminante de la semana.
  • El amor y la fraternidad de la comunidad se experimenta en grupos pequeños. 
  • Todos, según sus dones, ayudan a cumplir con el mandato de Cristo de evangelizar. 
  • El amor de Cristo impregna casi todas las actividades de la parroquia. 

Las ocho características cualitativas representan lo que podemos y debemos hacer según la voluntad de Dios, 

Nosotros solos, sencillamente, no podemos “fabricar” el crecimiento cuantitativo de la parroquia, sino que debemos centrar nuestros esfuerzos en mejorar la calidad de la parroquia para asegurarnos de que Dios derrame su Espíritu y Bendición sobre nuestra parroquia.

El apóstol Pablo habla de la relación entre el trabajo humano y el divino cuando usa las siguientes palabras: “Yo (observe que Pablo aquí está hablando de sí mismo) planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer” (1 Corintios 3,6). Esto aclara lo que ya saben los agricultores incluso sin haber oído estas palabras, es decir, lo que pueden “producir” y lo que no. Pueden plantar, regar y recoger. Pero no pueden hacer crecer. Sin embargo, saben que el plantar, abonar y regar tienen una gran influencia en la esperada cosecha.



Fuente:

 "Desarrollo natural de la Iglesia", Christian A. Schwarz