"Si tuvierais fe, nada os sería imposible"
(Mateo 17,14-20)
Una vez más, Jesús nos muestra que la medida de los milagros es la medida de nuestra fe:
Los discípulos, que habían recibido de Jesús el poder de curar enfermos y de expulsar demonios, fracasan por falta de fe.
Jesús, enfadándose, les exhorta a dejarse llevar por la fe, que se hace fuerte, sobre todo, en los momentos de prueba y de sufrimiento.
La fe lo puede todo, más allá de las propias capacidades humanas.
En ocasiones, a mi me ocurre lo mismo cuando, en la prueba, dudo, cuando no me dejo llevar por el Espíritu. Entonces, mi fe flaquea, se debilita y desconfío del poder de Dios.
Pienso que no vale la pena seguir sirviendo a Dios porque nada cambia, porque no "muevo montañas", porque no "curo", no convierto a nadie, porque todo sigue igual o incluso, empeora.
Y es que quiero "ver para creer", quiero hacerlo por mi mismo, y tiro la toalla... es entonces cuando nada sucede, cuando nada cambia, cuando no puede obrarse ningún milagro.
Sin fe, puedo estar distraído, entretenido e incluso divertido en el mundo; puedo estar cómodo viviendo en la oscuridad, sin comprometerme con la verdad, sin buscar a Dios; puedo vivir tranquilo en mi ignorancia sin exponerme a hacer lo que la fe me exige.
Pero sin fe, me cierro a la trascendencia y a la gracia, pierdo a Dios de mi vista y de mi alcance.
Sin fe nada ocurre, nada trasciende, nada se transforma.
Sin fe, carezco de esperanza, de seguridad, de sentido y propósito para mi vida.
La fe es un don gratuito que me regala Dios pero que debo cultivar y hacer crecer, pidiendo la en oración.
La fe es un acto de confianza, supone el ejercicio de la voluntad: hay que querer creer.
La fe debe fortalecerse y alimentarse para que deje de ser infantil y se convierta en una fe adulta adulta. ¿Cómo? Con la Palabra de Dios, con la oración diaria y con los sacramentos.
Dios se esconde y se muestra. Sólo con los ojos de la fe puedo verle.
Dios se hace amar antes que hacerse comprender. Sólo con el corazón puedo comprenderle.
La fe no "trata" de entender a Dios sino de encontrarle para amarle. Y cuando le encuentro, entiendo todo.
JHR