¿QUIÉN ES JESÚS?
jueves, 21 de enero de 2021
LA IDOLATRÍA DE LO TEMPORAL ANTE LA DIFICULTAD DE LO ETERNO
lunes, 17 de agosto de 2020
SI QUIERES, VEN Y SÍGUEME
Con frecuencia me pregunto ¿que tengo que hacer para ser santo? ¿qué debo hacer para ser perfecto? ¿qué debo hacer para ser feliz?
Soy como el joven rico del Evangelio de hoy, tengo salud (juventud) y dones (riqueza) pero...¿las pongo al servicio de Dios?
Cuando me encuentro con Jesús, me presento al "examen" creyendo tener los deberes "hechos" y la lección aprendida, y le pido cómo puedo "subir nota".
En el fondo, quiero ser digno por mis medios, ser bueno por mis cumplimientos, ser apto por mis obras.
Cumplo los mandamientos y la Ley, hago obras de caridad y apostolado, acudo a misa, no mato, no robo... y así ¡creo ser un buen cristiano!
Pero "cumplir" no me define como cristiano. Ni "ser bueno" tampoco, porque: "Sólo Uno es bueno. Si quieres ir a Él, vende todo y sígueme."
Me llamas a no conformarme con una vida de mínimos, con una fe de cumplimiento, con un peregrinaje de mediocridad. Porque quieres que llegue a la meta, a la perfección.
Señor, Tú nunca me dices "tienes que...", "debes de..." sino que apelas primero a mi libertad (si quieres...), para invitarme a dejar mis apegos terrenales (vende todo...) y seguir Tu ejemplo, dejándolo todo y entregándolo todo (sígueme...).
En definitiva, me marcas el camino de ofrecer mi libre voluntad para trascender del mundo e ir al Padre, por el único medio: Tú, Señor Jesús, mi modelo.
Muchas veces, busco "qué hacer" para "llegar a ser", y Tú, Señor, con esa pedagogía tan divina, tan tuya de hacerte el encontradizo, de darte a conocer sin quebrantar mi voluntad, de darme ejemplo con Tu forma de ser y estar, te pones en camino conmigo para que abandone todo, y para llevarme a mi meta como ciudadano del cielo.
Me muestras el mapa de mi "viaje" cuyo punto de salida es el perfeccionismo y cuyo punto de llegada es la perfección: Dios como único bien.
He aquí el punto principal de mi "carrera cristiana": vaciarme de mí, dejar mis egos, vender mis anhelos y apegos, abandonar todo aquello en lo que me deleito o de lo que me siento orgulloso, desechar todo aquello en lo que pongo mis falsas esperanzas y seguirte, mi Señor.
La riqueza del joven de la parábola no sólo se refiere a la exterior, a los bienes materiales. También a los dones intelectuales, a los talentos espirituales, a las habilidades corporales…y que, quizás, tampoco siempre estoy dispuesto a venderlas, a ofrecerlas...
¡Cuántas veces Te doy la espalda, Señor, y me vuelvo triste a mis cosas! No porque Tú me hayas quitado nada, sino porque no he sido capaz de aceptar lo único que puede darme la felicidad plena: seguirte al cielo.
Mi vida cristiana no consiste en "saberme la asignatura" ni en querer "subir nota"; tampoco en "merecer" ni en alimentar mi ego de "buen católico"; tampoco en "hacer", sino en "ser" lo que estoy llamado a ser: "perfecto como nuestro Padre celestial es perfecto".
Y para ello, debo escucharte...venderlo todo y seguirte.
Para la reflexión:
¿Realmente me haces feliz, Jesús o pongo mi felicidad en otras cosas?
¿Busco mi vida fuera de Ti, en mis cosas, en mis gustos, en mis capacidades, en mis posesiones?
¿Hago mi “santa” voluntad aunque ello me lleve a la tristeza?
¿Agradezco las gracias y riquezas, los dones y talentos que me has otorgado o creo que son todo por mérito mío?
¿Vivo para atesorar bienes, posesiones, placeres y un buen nombre ante los hombres o ante Ti, Señor?
¿Mi vida se sostiene en el "yo", en el egoísmo, en la codicia, en la vanidad? o ¿en el abandono a Tu Providencia?
Jesús, ayúdame a estar agradecido por todo lo que tengo, por todo cuanto Tú me regalas, y a seguirte, en lugar de estar triste por cuanto perdería si te sigo.
María, Tú que siempre estás pendiente de las necesidades de los demás, muéstrame cómo vivir para otros, cómo vivir para Dios.
A ti te entrego mi vida, mi cuerpo y mi alma, mis pertenencias materiales, físicas y espirituales.
Purifícalas con tu bondad, embellécelas con tu humildad para que sean dignas, y entregárselas a tu Hijo, Quien nada puede negarte.
Padre, envíame tu Espíritu para que me guíe y me enseñe cual es el sentido de mi vida, para que ayude a buscar los bienes de arriba, a desechar lo pasajero y atesorar lo eterno: el amor.
Señor, dejo mi pasado a tu Misericordia, mi presente a tu Amor y mi futuro a tu Providencia.
Que mi alma descanse en Ti, que mi corazón se llene de Ti, que mi única necesidad seas Tú y que mi vida sea para Ti.