¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 11 de mayo de 2020

OIKONOMÍA: LA ECONOMÍA DE LA GRACIA

Dios, conforme a la riqueza de la gracia que,
 en su sabiduría y prudencia, 
ha derrochado sobre nosotros, 
nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad: 
el plan que había proyectado realizar por Cristo, 
en la plenitud de los tiempos: 
recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. 
(Efesios 1,10)

Decía el cardenal Newman que "la Gracia es la Gloria en el exilio, la Gloria es la Gracia en casa"

Y es que, aunque la Gracia es propia de la tierra (anterior a la muerte) y la Gloria, del cielo (posterior a la muerte), en realidad, son lo mismo: Dios donando Su vida amorosa a los hombres, aunque en distinto escenario, en distinta dimensión.

Hoy hablaremos de la Economía de la Gracia y de cómo a través de ella, el hombre alcanza a conocer a Dios, y viceversa.

La Gracia de Dios
El Catecismo de la Iglesia Católica define la Gracia como "el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna." (CIC 1996).

La participación en ella es sobrenatural porque sobrepasa las posibilidades de la naturaleza humana y no empírica o “experimentable”, sino que solo se recibe por la fe.

Normalmente, el Catecismo cuando habla de Gracia, se refiere a la Gracia santificante, pues se trata del don divino por el que cada hijo de Dios puede llegar a la santidad. Además, podemos añadir el término de Gracia divinizante, pues se trata del don de la vida divina en el alma del cristiano.

El Catecismo distingue entre Gracia habitual, como el don permanente de la vida divina que permite la relación con Dios y Gracia actual, como la intervención de Dios en el camino de santificación de cada cristiano (CIC 2000).

Otra distinción es entre Gracia sacramental, recibida con cada uno de los sacramentos y Gracia especial o carisma, aquella que el Espíritu Santo concede para alguna persona o situación particular o para la vivencia de un determinado tipo de vida, también llamada Gracia de estado (CIC 2003).

Teología y Oikonomía
La Teología, del griego theos/logos: Dios/estudio, que significa el estudio de Dios, se refiere al misterio inmanente y absoluto de la vida íntima y eterna del Dios-Trinidad. Hablamos del "Conocimiento de Dios".

La Oikonomíadel griego oikos/nomos: casa/ley, que significa administración doméstica, se refiere a todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Es el plan salvífico de Dios revelado, sobre todo, en la obra redentora de Jesucristo y en la obra santificadora del Espíritu (Gálatas 4,4-6). Es lo que conocemos como "Economía de la Gracia".

La Economía de la Gracia es Dios donando las riquezas divinas en el espíritu del hombre, para hacerlo partícipe de sus planes y propósitos eternosPor ella se nos revela el Conocimiento de Dios y, a la vez, éste ilumina toda la  Economía de la Gracia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo y, a la vez, el misterio de su Ser íntimo, ilumina la inteligencia de todas sus obras (CIC 236) .

De forma análoga, ocurre lo mismo entre nosotros, los seres humanos. Nos damos a conocer por nuestro obrar, y a medida que otros nos van conociendo, mejor comprenden nuestro obrar. 

La Gracia, que es Dios mismo donado, puede llegarnos bien directamente desde Él a nosotros o bien indirectamente, a través de mediadores que selecciona, dispone y utiliza al objeto de lograr nuestra salvación.

Plenitud y participación en la Gracia
God's Love Upon Us - Home | FacebookJesucristo es la plenitud de la Economía de la Gracia, quien, a través de su Encarnación, la ha derramado sobre la tierra: "Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo" (Juan 1,16-17).

La Gracia de Dios se ha manifestado a través de Cristo, segunda persona de la Trinidad, para la salvación de los hombres. 

Todo el Conocimiento y la Gracia de Dios nos viene del Hijo: "Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre" (Juan 14, 6 y 9).

La Santísima Virgen María, predestinada desde la eternidad como la excelsa Madre del divino Redentor, por decisión de la divina Providencia, colabora con Su Hijo en la administración de la Gracia en la tierra. "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lucas 1,28).

Novena - NavidadAsí, la "Llena de Gracia" participa, de modo singular, desde la Anunciación y después de su Asunción a los cielos, en la obra salvífica de Su Hijo, distribuyendo gracias abundantes para el restablecimiento de la vida sobrenatural de los hombres, perdida y relatada en el libro del Génesis, e intercediendo para procurar dones para la salvación de todos sus hijos (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 61-63).

Es cierto que ninguna criatura puede equipararse dentro de la economía de la Gracia con el Verbo encarnado y Redentor, ni tampoco con la Bienaventurada Virgen María.

Sin embargo, en el misterio de la Iglesia, que también es llamada virgen y madre, Dios ha dispuesto, por su Providencia amorosa y bondadosa, designar a los obispos y presbíteros como administradores de sus dones y gracias entre su pueblo fiel para que los difundan sobre las criaturas según distintos talentos y carismas

San Pedro, primer papa de la Iglesia fue elegido por el mismísimo Cristo para apacentar sus ovejas, es decir, nombrado administrador y dispensador de la economía de la Gracia en favor de judíos y gentiles. Y que a su vez, él transmitió, por el poder concedido por el Maestro, cuando, dirigiéndose a la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, dice"Como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, poned al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido" (1 Pedro 4, 10).

San Pabloel apóstol de mayor conocimiento en el misterio oculto de Cristo por revelación divina, fue el administrador y distribuidor de la economía de la gracia de Dios, en favor de los gentiles desde el primer siglo hasta nuestros díasEl mismo Cristo le encargó predicar su misterio y anunciar la buena noticia de Sus riquezas (Efesios 3, 2-10)

También, los santos a lo largo de la historia de la Iglesia han participado de diversas manera en la administración y suministro de la Gracia, haciéndose copartícipes de la única fuente de mediación del Redentor.

Finalmente, el pueblo de Dios, a través del “consejo de los santos” es quizás la forma más cercana y sencilla de la economía de la Gracia. Dios actúa mediante de una palabra, de una situación o de una acción especifica, en un lugar y en un momento determinados. Habla por boca de otros, poniendo las palabras adecuadas en los labios de aquel a quien ha designado para transmitir un determinado mensaje a otro.

Otros medios de Gracia
La asidua lectura de la Palabra de Dios, inspirada, viva y eficaz, ya sea en público o en privado, en misa o en grupo, es un medio por el que derrama su Gracia y una guía por la que Dios ha querido revelarse al hombre. 

Los ministros unidos en el sacerdocio a Cristo nos ofrecen a través de la administración de los Sacramentos de la Iglesia uno de los principales medios conductores de la Gracia de Dios. Cada Sacramento contiene una Gracia particular, produce un efecto espiritual distinto y particular en quien participa de él y un efecto proporcional a la intensidad de la fe de quien lo recibe. 

Leyes de la Gracia
Dios actúa siempre libremente en el uso de su libertad, sin someter en sus decisiones a nadie más que a Sí mismo. Y por amor a nosotros, los hombres, ha querido respetar nuestro libre albedrío y "someterse" a ciertas maneras de comportarse en su relación con nosotros y en su forma de darse gratuitamente a nosotros: son las “Leyes de la Gracia”:

-Dios tiene un plan para cada uno. Hay quienes apelan al destino o al azar para justificar una administración descontrolada y caprichosa de la vida humana, que finaliza con la muerte.

Sin embargo, es Dios quien gobierna cada realidad humana de manera minuciosa, detallada, precisa e individualizada (Mateo 10,30; Lucas 12,7). 

El Creador no deja nada al azar sino que construye su Designio de Amor de forma particular e individual para cada una de sus criaturas, distribuyendo dones y gracias, presentándonos situaciones y personas diversas, actuando en nuestro interior y observando nuestra reacción ante cada una de ellas. 

En función de nuestras respuestas, nos presenta nuevas e innumerables situaciones en las que sigue asistiéndonos con Su Gracia, de tal forma que el resultado de su Plan para cada uno de nosotros sea el Cielo, a no ser que se lo impidamos por el ejercicio de nuestra libre voluntad.

Dios desarrolla su Plan Perfecto para cada uno de nosotros con el único objetivo de llevarnos a su amistad íntima y eterna en el cielo, aunque respetando, ante todo, nuestra libertad. 

Además, cada Gracia que Su Providencia derrama sobre cada uno de nosotros, repercute e implica otras sobre otras personas, actuando en beneficio mutuo de todas ellas. Así nos convierte en mediadores en su deseo salvífico y santificador de todas sus criaturas.

-Dios acompaña de muchas gracias una desgracia. Muchos piensan que una desgracia padecida supone una pérdida del favor de Dios, porque nos castiga, porque se ha olvidado de nosotros, o porque nos ha abandonado, al permitir que experimentemos el mal o el sufrimiento.

Sin embargo, aunque una desgracia es una experiencia dolorosa muy intensa, que supone una fuerza de voluntad firme, que supone una prueba de fe y perseverancia, Dios, que conoce perfectamente nuestras limitaciones porque es quien nos ha creado, nos acompaña en cada desgracia con un derramamiento de Su Gracia proporcional o incluso, superior a la intensidad de la desgracia padecida. 

La cuestión es ser capaces de comprender y aprovechar esa lluvia de Gracias con cada desgracia, para acercarnos más a Dios, en la certeza de que solos, no podemos.

-Dios nos regala gracias ilimitadas. El Creador no escatima nada en la generosa administración de su Gracia y nos ofrece un crecimiento ilimitado en nuestra vida de dones y gracias. Cuanta más gracia pidamos, cuanta más gracia aceptamos, más gracia recibimos de Dios (Mateo 25,29). 

Cuanto más abramos nuestra alma, nuestra mente y nuestro corazón a la Gracia, cuanto más dejemos que el Espíritu Santo suscite Sus mociones interiores, cuanto más las aceptemos, cuanto más nos dejemos guiar en dirección al Cielo, nuevas y más abundantes gracias recibiremos para nuestro bien. 

Y lo mismo ocurre cuando se las pedimos a su Hija, Madre y Esposa, la Virgen María: nos regala más y más abundantes gracias. No hay límite en la entrega de la Gracia, porque Ella es "llena de Gracia" por decisión irrevocable de Dios.

-Dios concede su Gracia a los humildes. El apóstol Santiago lo deja muy claro: “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Santiago 4,6). 

La Gracia no puede darse al soberbio, quien cree no necesitar a Dios, quien dice sentirse libre, capaz y autónomo, quien se niega a ser dócil al amor de Dios en su interior porque levanta una barrera de rencor que impide recibirla. 

La Gracia es el favor gratuito de Dios en nuestro beneficio pero no puede fluir donde no hay amor ni humildad para reconocerse hijo amado de Dios y, por tanto, dependiente de Él. 

-Dios se auto limita en favor de nuestra libertad. Dios se limita así mismo, frena su omnipotencia en favor de nuestra libertad, para que le "permitamos" entrar en nosotros, y así, derramarse con sobreabundancia de amor en nuestra alma, y ofrecernos una comunión íntima con Él.

La Gracia es el bien más valioso para un cristiano, que actúa, cuando lo permitimos, directamente en nuestro corazón, realiza cambios radicales en nuestra vida y nos hace progresar en nuestro conocimiento de Dios. Es el vino nuevo en odres nuevos (Lucas 5,37-38). Pero Dios ni siquiera nos pide permiso para entrar. Espera afuera como un mendigo (Apocalipsis 3, 20), a que la libertad de nuestro amor verdadero le abra la puerta de nuestro corazón y cenar con nosotros.