¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 5 de diciembre de 2020

UNA VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO

"¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; 
¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; 
¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿cómo anunciarán si no los envían?" 
(Rom 10,14-15)

Dios, a través de su Palabra, la Sagrada Escritura, nos exhorta a los cristianos a ser profetas como Juan el Bautista, antecesores y precursores de Cristo. Nos invita a cada uno a ser “una voz que grita en el desierto" que prepare los corazones para acoger al Señor

Esta frase que, en principio, podría parecernos chocante, inútil o absurda - gritar en el desierto ¿qué, para qué y a quién? - sin embargo, encierra la importante vocación, la misión profética y evangelizadora a la que todos los cristianos somos llamados.

El desierto

Ir al desierto significa salir de la esclavitud de Egipto, de la servidumbre al mundo, y adoptar un modo de vida nada seductor, carente de atractivos, de halagos y de confort: el modo de vida cristiano. Un desierto de silencio y soledad donde encontramos una misión dura y difícil... pero que nos conduce a la Tierra Prometida, a la vida eterna. 
El desierto es el lugar donde:

- somos llevados por el Espíritu Santo, donde somos tentados y probados por Satanás (Mt 4,1) y donde oramos al Padre (Lc 5,16).

- nos vestimos con "piel de camello y correa de cuero", es decir, en el que nos convertimos de una vida de pecado a una una vida, austera y humilde, de amistad con Dios (Mc 1,6).

- nos alimentamos del "maná" que cada día viene del cielo, es decir, de la Eucaristía, donde Jesucristo se hace presente como "pan de vida"  (Ex 16,4), y de "saltamontes y miel silvestre", es decir, de la fe del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, y de la Palabra de Dios (Mc 1,6).

- se manifiesta la voz de Dios y nos revela su "nombre", es decir, donde nos revela, a través de Su Palabra, su voluntad (Ex 3,14) y respondemos: "Aquí estoy, Señor, mándame" (Is 6,8-11).

La voz

Gritar a pleno pulmón, como sonido de trompeta (Ap 1,10), significa que Dios pone Su Voz en nuestras bocas y Su Espíritu en nuestras almas (Is 51,16; 61,1) para que pidamos la conversión de los pecadores (Is 58, 1).
La voz que grita en el desierto es la voz:

- que clama el alma enamorada de Dios (Cant 8,5).

- que no puede ser callada, distorsionada o manipulada (Hch 4,20).

- que prepara el camino al Señor, testificando la Verdad del Evangelio (Is 40 3,5: Jn 1,23).

- que anuncia a toda la humanidad que el protagonismo es de "Uno más fuerte que viene detrás de nosotros, al que no merecemos desatarle las sandalias", a Jesucristo (Mc 1,6-7).

- que proclama la grandeza de Dios en el desierto de un mundo inhóspito, árido e infértil hasta los confines de la tierra (Mc 16, 15-18).

- que rompe el silencio del desierto de las desesperanzas y las dificultades. y proclama una promesa de salvación para todos (Hch 4,12).

- que ilumina a las naciones, que están en tinieblas (Is 49, 6) y atrae a todas las personas a la luz, a la salvación (Is 499). 

San Pablo, en Rom 10, 14-15, nos exhorta mediante cuatro preguntas de sentido común a anunciar a Cristo sin dilación, a hablar de Él a quienes no ha oído hablar de Él, a quienes no creen en Él, a quienes no le aman. Y lo hace porque nadie puede experimentar el amor de Cristo si nadie es enviado, si nadie habla de Él. 

¿He escuchado la voz del Señor en el silencio del desierto? Si es así, ¿a qué espero para ser la voz que grita y anuncia a Cristo? ...¿a que las condiciones me sean favorables?... ¿a que sea un momento oportuno? ... ¿ a estar preparado?... ¿a tener ganas o fuerzas?

Es muy fácil ser "voz" en un retiro, es muy cómodo estar en un "monte Tabor" donde Dios se transfigura y nos habla, y donde el Espíritu Santo derrama toda su gracia y poder. ¡Qué fácil es ser cristiano allí!
Pero necesito cuestionarme: ¿me he acostumbrado a proclamar a Cristo solamente en un ambiente favorable y "cuesta abajo"? ¿Sirvo a Dios solamente en un retiro? ¿Confundo el monte con el desierto? 

Aunque el desierto puede también tener algunos montes, normalmente, no suele estar muy lejos de nosotros: el desierto es nuestra propia casa, nuestros propios hijos, padres o hermanos, nuestros propios amigos o compañeros de trabajo. 

Allí es donde hemos sido enviados. Allí es donde estamos llamados a ser realmente "una voz que grita en el desierto"...aunque no sea fácil, aunque nos resulte incómodo, aunque no sea el momento, aunque no tengamos ganas o aunque nos dé vergüenza...

"Una voz que grita en el desierto" no siempre necesita de palabras. A veces ese "grito" es silencioso. Un silencio que trabaja con coherencia y humildad en el ejemplo diario, en el servicio cotidiano, en la "soledad" de la oración contemplativa, en la entrega altruista diaria, sin halagos, sin reconocimientos, sin "medallas". 

¿Soy voz que grita en el desierto o que calla en el oasis?

lunes, 13 de mayo de 2019

LAMENTAR NUESTRAS PÉRDIDAS DE VOCACIONES

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"Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, 
como una es la esperanza a que habéis sido llamados." 
(Efesios 4, 4)

Continuamente vemos a nuestro alrededor la gran preocupación dentro de la Iglesia Católica Occidental por la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. Es un gran dolor y una enorme pérdida para todos nosotros, la Iglesia de Cristo.

Sin embargo, no podemos, no debemos... quedarnos en el "lamento de nuestras pérdidas". Es preciso compartirlas primero con Jesús, para después, hacerlo con el mundo. Es necesario lamentarnos con Cristo, para después, alegrarnos con el mundo. Es imprescindible conocer primero para después, dar a conocer.

Una vez escuché a un sacerdote decir que "no pueden existir vocaciones sin comunidades que las susciten". Aquí está, quizás, el principal problema.

Aunque la falta de vocaciones tiene muchas causas: sociales, políticas, ideológicas, demográficas y también doctrinales, uno de los motivos fundamentales es la vivencia de la fe de muchas comunidades desplazada a un ámbito marginal, íntimo y poco visible.

Resultado de imagen de perdida de vocacionesNos quejamos de la cantidad de niños, jóvenes y adultos que abandonan y se alejan de la Iglesia, pero...¿qué hacemos para remediarlo? ¿salimos al mundo con alegría o permanecemos en casa perdidos en el lamento?

Resultado de imagen de perdida de vocacionesNos quejamos de que esta sociedad está secularizada y que la mayoría de las personas se autoproclaman con orgullo agnósticos o incluso ateos, pero...¿qué hacemos para revertirlo? ¿salimos al mundo con amor o nos quedamos en casa esclavizados por el rencor?

Nos quejamos y buscamos culpables, como los dos de Emaús, mientras caminaban desesperanzados de regreso a su aldea, pero no hacemos nada salvo mirar al suelo desconsolados, lamentando nuestras pérdidas (de vocaciones). 

Cristo sigue caminando a nuestro lado y nosotros...seguimos sin reconocerle. Tenemos las herramientas que Él nos ofrece en nuestras manos, pero no sabemos cómo usarlas porque no escuchamos.

En lugar de ponernos en "acción", en "camino", culpamos desde "nuestros sesenta estadios" a las escuelas, colegios y universidades, porque no enseñan a Cristo; culpamos a los padres por su falta de compromiso para transmitir la fe a sus hijos; culpamos a los sacerdotes porque no enseñan, no forman y no discipulan a sus fieles.

Nos quejamos porque bregamos toda la noche y no pescamos nada, mientras nos empeñamos en seguir guiándonos por nuestra experien
cia, por nuestro "saber hacer", en lugar de escuchar al Maestro, para que nos diga por qué lado "lanzar las redes".

Sinceramente, estoy convenci
do de que faltan vocaciones (de todo tipo) porque no enseñamos "por qué creemos lo que creemos". 

Faltan vocaciones porque no llevamos a los demás a una "inmersión más profunda", a un "mar adentro". 

Faltan vocaciones porque no anunciamos a Cristo vivo y resucitado. 

Faltan vocaciones, quizás...porque hemos perdido la esperanza, como los dos de Emaús. 

Faltan vocaciones porque hemos perdido una fe, para compartirla con el mundo, como Pedro y los apóstoles.

Faltan vocaciones porque nos conformamos con ofrecer una fe superficial, sin sustancia, sin profundidad. Una fe de "asistencia obligada", de "consumo íntimo", de "introspección sentimental". O incluso, una fe que nos es "desconocida".

Y es que pasa que, cuando nuestra fe es probada, rara vez podemos respaldar con palabras lo que creemos, rara vez podemos mostrar en qué se fundamentan nuestra fe y nuestra esperanza. ¿No será porque nuestro corazón ha dejado de "arder"?

Como en el relato de Emaús y en el de la pesca milagrosa de Tiberiades, sólo es posible provocar ese ardor en nuestros corazones, si tenemos una experiencia íntima con Cristo resucitado, si nos encontramos cara cara con Emmanuel "Dios con nosotros", si mantenemos una relación de amistad con Jesús, nuestro amigo.

Y eso se produce cuando escuchamos Su Palabra y, a continuación le invitamos a nuestra casa. Entonces, al partir el pan, le reconocemos y nuestro corazón arde. 

Y arde de tal forma, que no podemos callárnoslo, no podemos quedárnoslo para nosotros. Tenemos que "salir". Es entonces, cuando nuestra vocación (la de todos) sale a la luz. Es cuando nuestro corazón nos mueve a la misión. 

Creo sinceramente que la misión de todos los cristianos del siglo XXI es la de volver al "Origen", al "Principio", es decir, a anunciar a Jesucristo Resucitado a una sociedad descristianizada. Sólo así surgirán vocaciones...de todo tipo...

¿Por qué? porque creo que, para la gran mayoría de las personas de nuestra sociedad occidental, Jesucristo se ha quedado en un hecho histórico: un buen hombre con un buen mensaje que murió y punto. 

Quizás, hemos dado un mal anuncio de Cristo. Quizás, le hemos anunciado como un médico divino que está a nuestro servicio y conveniencia, que utilizamos sólo cuando le necesitamos, en los momentos de dificultad y sufrimiento...como si no le necesitáramos siempre.

Pero nuestra fe y nuestra esperanza se basan en que Jesucristo ha resucitado. El apóstol Pablo nos lo recuerda en 1 Corintios 15, 14: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe."
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Debemos aprender y enseñar cómo compartir nuestra fe en la confianza de que Cristo siempre está a nuestro lado, en nuestras vidas, en nuestras pérdidas. 

Debemos aprender y enseñar cómo anunciar a Jesús a un mundo necesitado de su amor.

Debemos aprender y enseñar cómo desarrollar una visión divina de nuestra existencia, en lugar de una visión humana sostenida por el relativismo, el secularismo, el buenismo, la tolerancia inútil, el "todo vale", el "vive y deja vivir", el "ama y no juzgues"...

Debemos aprender y enseñar cómo perseverar en la incomodidad, en el sufrimiento, en la pérdida, en lugar de buscar el hedonismo, lo "fácil" y lo "cómodo".

Debemos aprender y enseñar cómo cimentar sólidamente nuestra fe para que nuestra esperanza no se derrumbe con los primeros atisbos de huracán.

No pretendo ser pesimista ni desalentador. Simplemente, pretendo tomar consciencia para despertar de nuestro lamento y de nuestra queja, y para ponernos "en marcha". 

San Benito definió su misión con el "Ora et Labora". Sin embargo, nuestras faltas de vocaciones no creo que se deban a la falta de "oración" y sí a la ausencia de "acción".

Albert Einstein dijo que "no podemos pretender que las cosas cambien, si seguimos haciendo siempre lo mismo". Para que una situación cambie, debemos empezar por cambiar nosotros. Debemos hacer que las cosas "ocurran".

La Palabra de Dios, en el Antiguo Testamento, nos advierte: "murió también toda aquella generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por su pueblo" (Jueces 2, 10) . Y yo me pregunto: ¿dejaremos que las futuras generaciones mueran sin el amor de Dios?¿cómo podemos hacer que las siguientes generaciones conozcan a Dios? ¿estando cómodos en nuestra fe íntima o incómodos en nuestra fe comunitaria? ¿quedándonos en nuestra zona de confort o saliendo a nuestro mundo de misión?

Y por si acaso se nos olvida, en el Nuevo Testamento, el Cristo del Apocalipsis llama a conversión a la Iglesia, cuando escribe a las siete Iglesias de Asia, alternando elogios y recriminaciones. Sólo dirige acusaciones a dos de las Iglesias, Sardes y Laodicea, y por supuesto, lo hace con dureza pero con inmenso amor... A ambas no les exige cambios de imagen o mensaje, sino simplemente, fidelidad a la doctrina recibida, y vuelta al amor primero (Apocalipsis 3, 1-22).

La Nueva Evangelización del mundo es la vuelta al "Principio", al "amor primero", y atañe a todo el pueblo de Dios, ya sean sacerdotes, religiosos o laicos. No podemos olvidar la misión que Cristo nos encomendó...a todos!!!

El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos nos dice que la fe debe ser predicada, que Cristo debe ser proclamado, porque Dios se manifiesta en nuestras vidas a través de una fe en continuo crecimiento (Romanos 1,17; 10,17). 

Así pues, tanto la evangelización de los no creyentes, como la reevangelización de los innumerables jóvenes y adultos bautizados alejados, como la suscitación de vocaciones sacerdotales, religiosas y apostólicas, comienzan por el anuncio del Evangelio... el Evangelio de Jesucristo, que es "el mismo ayer y hoy y siempre" (Hebreos 13,8).

Todo comienza con el anuncio de Jesucristo que, caminando siempre a nuestro lado, espera pacientemente a que le reconozcamos. 

Un Anuncio que habla de pecado y gracia, tierra y cielo, anarquía y Reino, Príncipe de este Mundo y Cristo Rey, debilidad humana de la carne y fuerza gloriosa del Espíritu, condenación eterna o salvación eterna...

Un Anuncio del único Evangelio verdadero, que no se "descafeína" ni se "edulcora", que no proclama falsificaciones ni silencios, que no predica una moral "ñoña y lánguida", "triste y retrógrada", que no enseña una fe "light", "acomplejada" o "sentimentalista".

Sólo anunciando al Cristo real, vivo y resucitado, evitaremos la pérdida continua de fieles, vocaciones y dará sentido a nuestra fe. Proclamándolo "desde dentro hacia afuera", en lugar de "desde dentro hacia dentro". 

Nuestra fe y esperanza en Jesús es para gritarla a los cuatro vientos, pero sólo podremos hacerlo si "arde nuestro corazón".

"Recemos y pongámonos en acción".


domingo, 11 de noviembre de 2018

TESTIMONIOS DE FE

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"Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, 
reprende, corrige, exhorta con toda paciencia y con preparación doctrinal."
(2 Timoteo 4, 2)

Todos estamos llamados a proclamar la Palabra de Dios y dar testimonio de nuestra fe. Y debemos hacerlo siempre sabiendo la premisa de que el mensaje evangélico nunca cambia aunque comuniquemos esta Verdad inmutable desde distintas vivencias y desde distintas personalidades.

Por ello, varias personas pueden dar un testimonio de la misma Verdad, y cada uno será diferente, gracias a los dones que Dios nos regala y con los que cada uno aporta una visión nueva al mismo mensaje. Un testimonio de fe es una vivencia de Dios contada de formas distintas.

Podríamos clasificar los siguientes tipos de testimonios de fe según los dones y talentos de cada persona:

Inspirador


Un testimonio inspirador tiene como objetivo principal impulsar la fe de la audiencia a la acción. La persona motivadora es contagiosamente entusiasta e inspiradora: se mueve de un lado para otro en el escenario con emoción, agita sus brazos, representa cada momento con un ademán, ilustración, parábola o metáfora que mueve los corazones.
Resultado de imagen de motivarUn testimonio inspirador tiene como tema principal la conversión, es decir, un cambio de vida a través del encuentro con Cristo: "¡Dios tiene un plan para tu vida!", "¡Ponte en marcha!", "¡Crece y comprométete!", "¡No te rindas, ten fe!". "¡A través tuyo, Dios quiere cambiar el mundo! ".

Un testimonio inspirador sigue la indicación del apóstol Santiago de ser "hacedores de la Palabra y no sólo oidores": "Cumplid la palabra y no os contentéis sólo con escucharla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si uno escucha la palabra y no la practica, es semejante a un hombre que mira su cara en un espejo y, después de haberla visto, se olvida en seguida de cómo era. Pero el que considera atentamente la ley perfecta de la libertad y persevera en ella, no como un oyente olvidadizo, sino como un activo cumplidor, será dichoso en practicarla." (Santiago 1, 22-25).

Un testimonio inspirador debe tener cuidado de no caer en el activismo. No se trata de lo que hagamos por Dios sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. También debe cuidar no caer en la manipulación ni en la emoción. No se trata de obligar ni convencer sino de comprender la libertad que Dios nos da a cada uno.

Formativo

El testimonio formativo tiene como objetivo enseñar la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia, y formar a través de la sabiduría de los Santos Padres de la Iglesia. 

Resultado de imagen de formacionUn testimonio formativo tiene como tema principal la razón de la fe en Cristo. Presenta un acercamiento intelectual al mensaje de Cristo con un planteamiento bien estructurado, organizado y lógico: "Piensa en esto conmigo", "Escuchemos lo que Dios nos dice".

Un testimonio formativo debe tener cuidado de no elevarse demasiado, de forma que el discurso sea tan intelectual que no llegue a todas las personas

Debe evitar profundizar excesivamente en detalles para no distraer a la audiencia de la acción de Dios y, así, perder su enfoque principal.

Evangelizador

Resultado de imagen de evangelizarEl testimonio evangelizador tiene como objetivo presentar el Evangelio a través de historias de transformación de la vida de las personas por Cristo: "Jesús llama a la puerta de tu corazón".

Un testimonio evangelizador tiene como tema principal llevar almas a Cristo a través de la pasión misionera y el servicio a los demás. D
ebe tener cuidado de que la pasión por el apostolado evite el discipulado de las personas que se acercan a Dios.

La razón principal del apostolado es hacer discípulos misioneros maduros, es decir, que tras la conversión, deben crecer espiritualmente para, a su vez, volver a salir a hacer discípulos.

Digital 


El testimonio digital está siempre al día sobre los acontecimientos actuales y las tendencias culturales en las redes sociales y la tecnología. 

Resultado de imagen de digitalAl igual que Jesús, que utilizó parábolas agrícolas para comunicar su mensaje a una sociedad agrícola, el testimonio digital utiliza la tecnología y las redes sociales para mostrar a Cristo al mundo entero: "Vi este Tweet el otro día", "Sigo a Cristo en Facebook".
Un testimonio digital tiene como objetivo un profundo deseo de llegar a una cultura que considera irrelevante el cristianismo y como tema principal la relevancia de Cristo en un mundo tecnológico. Aplica la Palabra de Dios en un mensaje relevante y actual.

Un testimonio digital debe tener cuidado de no caer en la trampa de centrarse demasiado en ser culturalmente relevante o influyente. Es decir, que su mensaje provenga más del mundo que de Dios, de tratar de amoldar Su Palabra al mundo. 

Sanador

El testimonio sanador tiene una vinculación especial con las personas heridas, rotas y quebrantadas.
Resultado de imagen de sanacionSus mensajes están encaminados hacia algunos de los problemas más profundos de la condición humana, como la depresión, la ansiedad, la adicción, el sufrimiento y el divorcio: "Todos somos pecadores". "En la Iglesia no somos perfectos".

También induce a encontrar un propósito, fortalecer un matrimonio o educar hijos espiritualmente sanos. Trata de hacer ver que no están solos en sus luchas.

Un testimonio sanador tiene como tema principal la sanación que proviene de Cristo. Muestra a la Iglesia como un hospital para los enfermos donde el pecado es la enfermedad y la cura es Cristo. No importa lo grandes que sean las heridas o caídas, lo que hayan hecho o lo que nos hayan hecho, hay perdón y sanación en la cruz. Dios perdona y sana a todos.
Un testimonio sanador tiene como objetivo un mensaje de amor, esperanza y curación para las personas que sufren y padecen. Debe tener cuidado de no enfocarse demasiado en el sufrimiento y no derivar hacia un mensaje victimista, sensiblero y "buenista", en lugar de mostrar que la misericordia de Dios requiere arrepentimiento (acto de contrición) y propósito de enmienda.

Un testimonio sanador debe mantener el equilibrio entre el dolor/sufrimiento y la esperanza/fe. Se trata de abordar el problema sin insistir en él, sino ofrecer la solución que se encuentra en Cristo y el estándar más alto de justicia al que nos llama. 
Para la reflexión:
La clave es conocer tu propio estilo de testimonio para poder aprovechar sus fortalezas y, lo que es más importante, evitar sus trampas:

Inspirador - Nunca testimonies acción sin oración.
Formativo : Nunca testimonies profundidad sin humildad.
Evangelizador: Nunca testimonies conversión sin discipulado.
Digital: Nunca testimonies un "aggiornamiento" al mundo sin doctrina.
Sanador: Nunca testimonies problemas sin solución.

martes, 27 de junio de 2017

CÓMO DAR TESTIMONIO DE CRISTO

Nuestro testimonio de vida es una de las herramientas más efectivas en nuestro servicio a Dios. Un testimonio bien preparado bajo la guía y basado en el poder del Espíritu Santo, puede tener un gran impacto en casi todas las personas y situaciones. 

Nuestro objetivo debe ser presentar a Cristo de manera clara, atractiva, y sencilla, de modo que todo aquel que escuche, desee conocerle personalmente.

Mi testimonio no trata de mí

Es cierto que a todos nos encanta que nos cuenten una buena historia, pero sobre todo, nos encanta “compartir nuestros testimonios” y “contar nuestras experiencias”.

Este énfasis en la experiencia personal es uno de los puntos fuertes para captar a los "alejados" o a los "tibios", entendiendo que para la conversión, primero se necesita anunciar a Cristo a través de su acción en nuestras vidas. 

La identidad misionera, igual que las de los apóstoles de Cristo, está basada en compartir nuestras historias, nuestros encuentros personales con Jesús y nuestras conversiones pero esto es un peligro sutil que tiene "trampa escondida". 

Poner excesivo énfasis en nuestras historias y testimonios de conversión, sin querer, puede hacer que la gente piense que la evangelización "va" de compartir nuestra experiencia personal.

En otro artículo ya hablé acerca de este punto. Nuestra misión como cristianos no se basa de dar "testimonios selfies", no se trata de hablar de nosotros y lo maravillosos que somos después de ser cristianos. "Id y a haced discípulos” no es “Id y contad vuestra historia.” No son la misma cosa.

Mi testimonio trata de Cristo

Nuestra fe es Cristo-céntrica, es decir, que el mensaje del Evangelio (la vida, muerte y resurrección de Jesucristo) deben ser el centro de nuestra proclamación al mundo.

Pero al igual que en el ámbito comercial, no es suficiente con mostrar nuestro producto a los clientes ni basta con explicar sus excelentes resultados, tampoco es coherente pretender vender un producto utilizando otro de la competencia.
Por tanto, lo que decimos y hacemos,
 también debe dar testimonio de Cristo, al seguir su ejemplo. Nuestras experiencias de conversión deben estar en armonía con Cristo y respaldar nuestra proclamación del evangelio. 
El mensaje bíblico relatado en el libro de los Hechos de los Apóstoles no trata sobre las experiencias de conversión de los discípulos, sino en que la obra de Cristo hace que la conversión sea necesaria

Por esta razón, nuestro testimonio de fe cristiana debe estar enfocado principalmente en lo que Cristo hizo en la historia de la humanidad, no sólo lo que Cristo ha hecho en nuestra vida.

Esto no quiere decir que debemos dejar de dar testimonio personal. Muy al contrario, en nuestra sociedad actual, nuestros testimonios son poderosos a la par que inusuales. Se trata de que respalden y apoyen el mensaje claro del evangelio, y no lo reemplacen en manera alguna. 

Lo que Jesús ha hecho por mí debe siempre estar conectado únicamente con lo que Jesús ha hecho por la humanidad.

Si nuestro testimonio personal está enfocado principalmente en nuestra propia experiencias con Cristo puede, involuntariamente, restar importancia a los pilares sobre los que se fundamenta nuestra fe cristiana. De hecho, otras personas de otras confesiones o religiones hablan del mismo modo acerca de sus experiencias personales en el Islam, el Budismo o el Hinduismo. 

El deseo inicial de comunicar nuestra experiencia personal puede estar influido por la cultura posmoderna del "mostrarse", lo que nos llevaría a una presentación mutilada del evangelio, perdiendo su base en el hecho histórico y dirigiéndola a nuestra propia realidad narcisista.

El papel de la experiencia personal en el testimonio de Cristo debe ser visto como una evidencia adicional del poder del evangelio. No es el evangelio mismo, sino que, además, éste da testimonio de su poder.

Mi testimonio habla de Dios en mi vida

Al preparar mi testimonio, debo tener presente tres conceptos: ANTES, CÓMO, y DESPUÉS

1. ¿Cómo era mi vida ANTES de que tuviera un encuentro personal con Jesucristo y  le confiara totalmente mi vida?

¿Cómo buscaba mi seguridad, mi paz, mi felicidad? 
¿Era feliz o me faltaba algo?
¿Pensaba alguna vez en Él?
¿Estaba presente en mi vida?

Los ejemplos me llevarán a ser un testigo creíble en las mentes de aquellos a quienes estoy hablando. Debo evitar un enfoque excesivamente elevado o religioso. No debo invertir gran cantidad de tiempo hablando acerca de mis actividades en la iglesia antes de que mi vida comenzara a cambiar. 

Debo evitar ser demasiado explícito o incisivo al hablar de drogas, inmoralidad, crimen o alcoholismo. Huyamos del sensacionalismo.

2. ¿CÓMO llegué a conocer a Cristo? 
¿Cómo llegué a confiar en Él y entregarle el control completo de mi vida?
¿Cuál fue mi reacción inicial?
¿Cuándo y por qué comencé a sentirme atraído hacia Él?
¿Cuál fue el punto decisivo en mi actitud?
¿Qué barreras mentales experimenté?

Debo empatizar y tratar de pensar como lo hace mi audiencia: “¿Por qué debo permitir a quien me habla que me diga cómo debo dirigir mi vida?” Debo explicar por qué decidí invitar a Cristo a mi vida.

3. ¿Qué sucedió DESPUÉS de dar mi sí a Cristo?
¿Qué cambios se produjeron en mi vida, acciones, actitudes, problemas? 
Debo usar ejemplos específicos.
¿Cuánto tiempo pasó antes de que notara cambios?
Debo dejar claro que mi fe "no es magia".
¿Qué diría para describir lo importante que es Jesús para mi? 
Debemos ser tan descriptivos como podamos.

Al final, evaluemos nuestro Testimonio Personal:
1. ¿He comunicado claramente cómo puede una persona conocer a Cristo?
2. ¿Expresa mi testimonio la seguridad de que yo he dado mi sí incondicional a Jesús?
3.¿He enfatizado los beneficios de mi relación con Cristo?
4. ¿He incluido una frase inicial que capte la atención? 
5. ¿Hay un enunciado, una conclusión y una invitación claras en mi testimonio?



JHR

sábado, 17 de junio de 2017

"ID Y PROCLAMAD LA BUENA NUEVA A TODA LA CREACIÓN"

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"Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación." 
(Marcos 16, 15)

Dios me habla. Continuamente. A través de las personas, de las circunstancias y por su puesto, a través de Su Palabra.

Me da "zascas" y "collejas" pero también me da ánimos y esperanza. Pero sobre todo, me da amor, mientras me acompaña. siento su amor, sus brazos. Sé que no estoy solo. Estoy completamente seguro.

Me gustaría reflexionar y compartir una serie de pasajes de la Biblia, a través de los que me habla. A mí...a todos...

Resultado de imagen de id por todo el mundo y haced discipulosHoy, concretamente, quiero detenerme en Marcos 16, 15: 

"Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación." 

El capitulo 16 del Evangelio de Marcos narra algunas de las apariciones de Jesús: a la Magdalena (vs. 9-11), a los dos discípulos que iban por el campo (vs. 12-13), a los once apóstoles (vs. 14-18) y la del pasaje de hoy que describe la ascensión de Jesús al cielo (vs. 19-20).

Jesús se me aparece para reprenderme por no haber creído en las personas que lo habían visto resucitado. Me insiste en mi resistencia en creer en el testimonio de quienes han experimentado la resurrección de Jesús para enseñarme: 
  • que la fe en Jesús pasa por la fe en las personas que dan testimonio de él.
  • que el sí de uno se convierte en el sí de muchos.
  • que no debo desanimarme cuando la duda surge en mi corazón.
  • que para Dios no hay nada imposible. 
Después de recriminarme mi falta de fe, Jesús me confiere la misión y me enseña los signos que me definen como bautizado y cristiano:

expulsarás demonios: Lucho contra el poder del mal que mata la vida. Mi vida es infinitamente mejor después de haber entrado en la familia de Dios y de tenerle siempre presente. Y ahora, trato de hacer lo mismo con los demás y luchar contra el mal que mata sus vidas.

- hablarás lenguas nuevas: Trato de comunicarme con los demás con un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor, a diferencia del lenguaje del odio y el egoísmo que utilizaba antes y que son tan habituales en nuestra sociedad de hoy.

- serás inmunes al veneno: hay muchas cosas que envenenan la vida: la envidia, la crítica, los chismes, las murmuraciones, la vanidad, el orgullo, el egoísmo, etc. y que causan estragos en las relaciones humanas. Este punto es uno de los que más me cuesta, porque me dejo envenenar muchas veces por todo eso. Tengo que trabajar más en esto.

- curarás a los enfermos: Dios me transforma hacia el amor y el servicio a los demás. Me intereso, acojo y cuido a las personas excluidas y marginadas, a los enfermos y los que sufren. Al amarles de verdad, les sano de sus heridas, revelando así el amor del Padre.

Jesús ha resucitado y sigue vivo en medio de nosotros y a través de nosotros quiere revelar el amor de Dios a la humanidad.
Como testigo de la Resurrección tengo que ser reflejo de amor y de vida; tengo que luchar contra el odio y el mal; tengo que creer que otro mundo es posible; tengo que ser una prueba viva de la esperanza y del amor divino que salva al mundo.

Resultado de imagen de resurrecciónJesús, con su Resurrección, hace todo nuevo, me transforma y me da esperanza. Por eso, antes de volver al Padre, se despide, pero me da la misión de seguir sus pasos; de ser sembrador de luz, de justicia, de paz y de amor; predicar el evangelio a todos los hombres, suscitar la fe, transmitir la salvación mediante el bautismo: he aquí la misión de los apóstoles, de la Iglesia, del pueblo de Dios. La de todos los bautizados. La mía...

Las palabras de Jesús unen el cielo y la tierra. Con su Ascensión al Padre, asciendo con Él, al amor de Dios. Vivo el gozo de su presencia y de la unidad con Él. Desde el cielo, trabaja conmigo y me acompaña en la tarea de proclamar la Buena Nueva.

En ningún momento me siento solo porque Él esta en comunión conmigo. Ve que estoy desanimado, que me siento huérfano, desamparado y me envía su Espíritu. Él cuenta conmigo, confía en mi madurez y mi apoyo incondicional, porque soy parte de su pueblo elegido.

Estoy llamado de un modo u otro, a ser "otro Cristo"; a dar a conocer y repartir el amor de Dios por el mundo. Dios tiene cosas que hacer en el mundo, que sólo pueden hacerse a través de cada persona. En mis oraciones le pido a Dios que me ayude a usar los dones y talentos que me ha dado, para su servicio y su gloria.

Es verdad que en mi vida he abandonado a Cristo muchas veces; le he dejado solo; le he visto morir por mi y he dudado de que haya resucitado y de que está vivo. Jesús me da un "toque" para que espabile, para decirme: "Estoy contigo".
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Luego, me llama a predicar su mensaje de amor con un corazón en ascuas, con un ardor apasionado que me impele a contar a los demás la verdad que he encontrado. 

Hoy es un día de conversión. Todos los días lo son. No esperaré más, debo convertirme en otro apóstol resucitado; pido esa fe y ese amor que me convierta también en luz y fuego en medio de la oscuridad del mundo.

¿Cuál es mi campo de servicio?
  1. El primer campo de servicio y de apostolado es mi propio hogar, con mis hijos y familiares. Aquí es donde tengo que ser, especialmente, testigo de Jesús e imprgnar ese buen aroma a Cristo.
  2. El segundo es el trabajo, ahí donde realizo mis actividades diarias, sea en la oficina, en el campo, en la carretera... ahí donde esté, daré testimonio de que Jesús ha resucitado, que está esperándonos con las manos abiertas para darnos la felicidad eterna.
  3. Finalmente, los ámbitos más cercanos de evangelización y apostolado que me permitan llevar a más personas, a más almas a Dios: amigos, conocidos, compañeros, vecinos, etc. ¿Cuántas personas de mi entorno no conocen a Jesús y no hay nadie que se lo muestre? Ahí estaré yo, como apóstol, ayudando a los demás a que descubran, encuentren, conozcan y se enamoren del Señor.
La vocación al apostolado es para todo los cristianos. No puedo quedarme con las manos cruzadas cuando tantos y tantos enemigos de Dios andan por ahí, confundiendo a los demás.


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Todos los cristianos estamos llamados por vocación a la evangelización, al apostolado. 

Todos recibimos el mandato divino de ir y predicar el Evangelio a toda criatura. Pero el apostolado ha de ser inspirado por la oración, pues nadie podemos dar lo que no tenemos. Lo que llevamos a los demás es al mismo Jesucristo a través de la acción del Espíritu Santo. 

Y, ¿cómo llevarlo, cómo hablar de Él, como invitar a los demás a que lo conozcan si yo no lo conozco? ¿cómo pretender hacer todo por mis méritos sin la ayuda del Espíritu Santo? Al Señor se le conoce en la oración, en el trato cercano y familiar. Al Espíritu Santo se le conoce al pedir su efusión. 

Teme al que habla mucho de Dios pero no habla con Dios. 
Recela del que todo lo intenta por sus propias capacidades y méritos.

Hoy, más que nunca, debo comprometerme generosamente a servir a Dios y a los demás. No puedo quedarme sentado, esperando, mientras el mal crece en el mundo. No puedo dejar a los sacerdotes y catequistas toda la tarea de evangelización. No. Nos corresponde a todos como cristianos colaborar con la evangelización.





viernes, 10 de julio de 2015

EVANGELIZAR ES…


“Anunciamos Tu Muerte, 
Proclamamos Tu Resurrección. 
¡Ven, Señor Jesús!”


Evangelizar en mucho más que compartir tiempo y experiencias con personas en torno a una cena. Es mucho más que defender a la Iglesia y al cristianismo. Es mucho más que tratar de convertir a no creyentes…

Tampoco es hablar de una doctrina que hay que aprender de memoria o del contenido de una sabiduría para meditar. 

Del griego koiné εὐαγγέλιον (euangelos, εὔ = "bueno, buena", ἀγγέλλω = noticia, mensaje) se utiliza para resumir la expresión “anunciar una buena noticia”: alguien “evangelizado” es alguien que ha sido “puesto al corriente”. 

La Evangelización comenzó con Jesús mismo, y al igual que Él fue enviado por el Padre, Él envía a sus discípulos y a toda la Iglesia, comprometiéndonos en esa misión: la edificación del Reino de Dios. 

Es el anuncio de la resurrección de Cristo, es proclamar el amor de Dios por nosotros y llevar a las personas a un encuentro personal con Cristo.

Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una transformación en el interior mismo del ser humano: por la resurrección de Cristo nuestra propia resurrección ya ha comenzado. 

Jesús ha vuelto a dar valor y dignidad a cada uno y somos aceptados plenamente asumidos por él tal como somos, como hijos suyos. 



Por ello, todos los cristianos estamos llamados a evangelizar. Pero proclamar buenas noticias no tiene que ser una carga o una obligación. 

¿Pongo mala cara cuando tengo que contar algo maravilloso? ¿Creo que es un compromiso hablar de amor? ¿Me creo incapaz de hacerlo?

Nosotros allanamos el camino e indicamos la dirección poniendo nuestro servicio, nuestro ejemplo, nuestro testimonio y nuestra oración pero es el Espíritu Santo quien realmente se encarga de todo. 

No estamos solos, pidámosle a Dios su intervención. Nosotros sembramos y Dios cosecha. No es mérito nuestro.





"...recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, 
en toda Judea y Samaria, 
y hasta los confines de la tierra". 

(Hechos 1,8)