¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta kerigma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta kerigma. Mostrar todas las entradas

viernes, 18 de septiembre de 2015

GRUPOS PEQUEÑOS, HERRAMIENTAS EVANGELIZADORAS


 

"En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico
 y trataban de introducirle, para ponerle delante de él.
Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas,
y le pusieron en medio, delante de Jesús.
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo:
Hombre, tus pecados te quedan perdonados."
(Lucas 5, 18-20)


 A veces se necesita hacer algo radical para llevar a alguien a Jesús. Otras, tan sólo se necesita el cuidado y el amor de un pequeño grupo de cristianos.

¿Cómo pueden los grupos pequeños (células de fe) convertirse en herramientas eficaces de evangelización tal y como Dios quiere?

Preocupación por todas las personas que no conocen a Jesús

Al igual que los cuatro amigos en el relato de Lucas, la evangelización debe empezar por el amor.  La principal razón por la que los cristianos no comparten a Cristo con otros es porque están demasiado preocupados por sí mismos que se olvidan del mandato de amar al prójimo como a uno mismo.

Lo primero de todo es que el grupo tome conciencia de que existen personas que los necesitan y entonces, comenzar a orar por ellos. Orar por ellos para compartir la fe libremente y para que Dios ablande sus corazones.

Fe para poder llevarlas a Dios

Cuando los cuatro amigos vieron que no era posible hacer llegar al paralítico a Jesús, podrían haber desistido. Sin embargo, confiaron en que Jesús lo podía sanar, tenían fe. 

La Biblia dice que los pecados del paralítico fueron perdonados cuando Jesús vio la fe de los cuatro amigos.

Hoy también encontramos personas paralizadas en nuestro mundo aunque no necesariamente están paralizados físicamente. 

Más bien, su fe está paralizada por la duda, por la soledad, por el miedo o por cualquier otra cosa.

En cierto sentido, no tienen suficiente fe para creer y por ello, necesitan la fe de otros para llevarlos hasta Jesús.



Un plan establecido

Aunque la fe y la oración son ingredientes importantes para atraer a otros a Jesús, tenemos que hacer algo más. Necesitamos un plan. Cuando los cuatro amigos vieron que no era posible acercar al paralítico a Jesús, se le ocurrió un plan: introducirlo por el tejado.

Los grupos pequeños también necesitan un plan para llevar a la gente a Jesús. Sin plan, no es posible llevar a nadie a Cristo.

Perseverancia ante las dificultades

Cuando los cuatro amigos vieron el camino a Jesús bloqueado, tenían todas las excusas como para sentirse desalentados, pero no se dieron por vencidos, sino que buscaron otra manera de llevar a su amigo hasta Jesús.

Todos nos desanimamos a veces, pero si tenemos como objetivo compartir a Jesús con nuestros amigos, debemos persistir ante cualquier dificultad.

Valentía de hacer algo diferente

Cuando se enfrentaron a esa situación desalentadora, los cuatro amigos decidieron hacer algo diferente para llevar a su amigo a Jesús, se fueron por las nubes! A veces, también tenemos que hacer algo diferente para llevar a la gente a Jesús.

Trabajo en equipo

¿Alguna vez ha tratado de llevar a alguien en una camilla con sólo tres personas? No se puede. Si los cuatro amigos no hubieran trabajado en equipo, el paralítico se habría caído de la camilla.

Algunas personas sólo llegarán a Jesús gracias al esfuerzo conjunto de todo el grupo.

Sacrificio por traer a alguien a Jesús

Estos cuatro hombres no habrían hecho un agujero en el techo a menos que estuvieran dispuestos a arreglarlo. Estaban dispuestos a esforzarse antes, durante y después de llevar a su amigo a Jesús.

Llevar a un amigo a Jesús siempre requiere sacrificio. Significa sacrificar la propia comodidad dentro del grupo. Muchas personas han llegado a sentirse tan cómodas dentro de sus grupos pequeños, que tienen miedo de añadir nuevas personas y echar a perder la dinámica del grupo.


Antes de nuestra comunidad llegue a Jesús, debemos salir de nuestra zona de confort.


P. Rick Warren

lunes, 31 de agosto de 2015

CAMBIOS PARADIGMÁTICOS: EVANGELIZAR PRIMERO, SANTIFICAR DESPUÉS.



“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, 
sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. 
Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, 
lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”. 
(Romanos 12, 2)


Toda la Iglesia cristiana del siglo XXI está llamada a la nueva evangelización. No se trata de un cambio de contenido sino de un cambio de paradigma.

La misión de la iglesia y la razón de su existencia es la evangelización: proclamar el primer anuncio (kerigma) y a ser testigos de Cristo. 

Para ello, es preciso tener una mejor y más clara visión del mundo en el que vivimos. Estamos en una nueva etapa de la historia del hombre en la que la secularización, el anticlericalismo, el acceso a la información, la globalización y los cambios paradigmáticos mundiales, entre otros, tratan de poner a prueba la fiabilidad y validez del mensaje de Cristo.

Por ello, estamos llamados a transformarnos en la totalidad de nuestras facetas y responsabilidades, ya sean personales o sociales. La fe sin obras está muerta y, desde luego, no es un acto individual. 

Nos hallamos ante la urgente necesidad de unidad en la tarea de nueva evangelización, pero esta sin duda, vendrá como resultado de un nuevo ardor y celo evangelizador. 

Estamos ante la imperiosa exigencia de implantar todos los esfuerzos que capaciten a la iglesia con los elementos necesarios (métodos, lenguaje, etc.) para su transformación y cambio de paradigma, para “ser lo que debe de ser”, y que, sin duda, tendrán un efecto significativamente positivo. Por otro lado, los esfuerzos de hacer prevalecer pastorales de simple mantenimiento o exclusivamente de santificación y sacramentalización están condenados al fracaso.

Todos los esfuerzos personales o individualistas para liderar procesos de evangelización carecen de probabilidades de éxito. Se requiere una serie de esfuerzos coordinados desde la base, que se desarrollen desde las estructuras eclesiásticas existentes hacia una visión general, los cuales marcarán el paso correcto en la nueva evangelización.

Estamos ante una oportunidad única para despertar a toda la iglesia en su conjunto, ocupada en santificar y ser santificada, en el exclusivo cumplimiento de los dogmas con un formato exclusivo, en su política interna, la contemporización con el mundo y la falta de eficiencia, a su llamado primordial y a la búsqueda de una pastoral misionera e inclusiva.

Estamos ante la maravillosa invitación a la unidad de la iglesia que, a la vez, piense tanto en sí misma como en alcanzar a aquellos que no tienen o han tenido oportunidad de oír el mensaje del evangelio.

Estamos ante una especial advertencia a no perder el sentido, en una locura esquizofrénica de envío sin considerar primero una transformación de pastorales de mantenimiento hacia pastorales de misión, un cambio de paradigmas para iglesias que se entristecen, que se apagan o sólo se mantienen, confundiendo así el significado del verdadero discipulado y de la misma esencia de la Esposa de Cristo.


martes, 11 de agosto de 2015

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN: QUÉ, POR QUÉ, PARA QUÉ Y PARA QUIÉN


"Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres;
que vean estas buenas obras,
y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos".
Mateo 5:16


¿Nueva en qué?
La “nueva evangelización” de la que habló el Beato Papa Juan Pablo II no es “nueva” en términos de su mensaje y contenido, pues éstos siguen los mismos: la persona, la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

Los cambios sociales y culturales nos llaman a algo nuevo: a vivir de un modo renovado nuestra experiencia comunitaria de fe y el anuncio, mediante una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones”, como dijo Juan Pablo II.

Nada puede definirse como nuevo si se utilizan los mismos métodos, las mismas personas, los mismos escenarios y los mismos paradigmas. El testimonio de Jesucristo que da la iglesia debe adaptarse a la gente de nuestra época y lugar.

El Papa Francisco nos dice que la nueva evangelización consiste en dar esperanza y alegría, “alegría que nace y se renueva con Jesucristo, y esperanza de que nos libera del pecado, de la tristeza y del vacío interior; en un mundo consumista, individualista, cómodo, interesado y avaro; de libre conciencia; que ofrece los placeres inmediatos y superficiales, pero no la alegría; personas sin vida interior, sin amor ni bondad, sin valores ni principios”.

San Francisco de Asís nos dio las claves de cómo evangelizar: “hablad al mundo que no conoce a Jesús, o que le es indiferente, con el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes antes que de palabras”.

¿Para quién?
La nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros mismos: una llamada a la propia conversión. Una invitación a renovar nuestra relación personal e íntima con Jesús.

Incluye también quienes nunca han oído de Cristo, va más allá para dirigirse a los que viven en culturas históricamente cristianas. Pueden ser cristianos bautizados que han oído de Cristo, pero para quienes la fe cristiana misma ha perdido su significado personal y su poder transformador. Su objetivo también son los alejados y separados de Cristo, agnósticos y ateos, o sencillamente, “acomodados” y “secularizados”, quienes viven perdidos y angustiados, quienes se cuestionan el sentido de sus vidas o quienes se encuentran en continua búsqueda de respuestas.

Como dijo Benedicto XVI: “principalmente a las personas que, habiendo recibido el bautismo, se han alejado de la Iglesia y viven sin referencia alguna a la vida cristiana (…), para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que lleva consigo alegría y esperanza para la vida personal, familiar y social”.

¿Por qué evangelizar?
La causa del alejamiento de numerosos fieles de la práctica de la vida cristiana  (un verdadera “apostasía silenciosa”), estriba en el hecho de que la Iglesia no ha dado una respuesta adecuada a los nuevos desafíos de este mundo. Además, es un hecho constatado el debilitamiento de la fe de los creyentes, la falta de la participación personal y experiencial en la transmisión de la fe, el insuficiente acompañamiento espiritual de los fieles a lo largo del proceso de formación, intelectual y profesional.

También a una excesiva burocratización de las estructuras eclesiales, que son percibidas como lejanas al hombre común y a sus preocupaciones esenciales. Todo esto ha causado una reducción del dinamismo de las comunidades eclesiales, la pérdida del entusiasmo de los orígenes y la disminución del impulso misionero. No faltan quienes se han lamentado de celebraciones litúrgicas formales y de ritos repetidos casi por costumbre, privados de la profunda experiencia espiritual, que, en vez de atraer a las personas, las alejan.

¿Quién debe evangelizar?
La evangelización es tarea de la Iglesia, que está formada por TODO EL PUEBLO DE DIOS, que la lleva a cabo mediante la intercesión del Espíritu Santo y la primacía de la Gracia.

Por el sacramento del bautismo, todos los cristianos estamos llamados a dar testimonio, de palabra y obra,  de la verdad y de la fe en Jesucristo. Somos “cristóforos”, es decir, portadores de Cristo.

El Papa Francisco asegura que “Los fieles laicos, en virtud del Bautismo, son protagonistas en la obra de evangelización y promoción humana. Todos estamos llamados a experimentar la alegría que brota del encuentro con Jesús, para vencer nuestro egoísmo, para salir de nuestra propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio".

Todos somos profetas, sacerdotes y reyes por la fuerza santificadora del Espíritu que nos impulsa a evangelizar:


"Profetas" para hablar a los hombres de Dios: Apostolado y Evangelización.
"Sacerdotes", para hablar a Dios de los hombres: Oración y Servicio.
“Reyes” para establecer el reino de Dios en nuestra vida: un reino de Verdad y de Vida, de Santidad y de Gracia, de Justicia, de Amor y de Paz.

¿Qué implica?
La nueva evangelización implica la necesidad de volver a evangelizar, como en la Iglesia Primitiva del siglo I, puesto que la secularización domina nuestro mundo del siglo XXI y produce una acelerada y generalizada descristianización.
Implica diagnosticar para, después, restaurar en los corazones los valores que ejemplificó con obras el propio Jesucristo, como el amor, la caridad, la fraternidad, la igualdad, la solidaridad… y que han sido sustituidos por el progreso, la productividad, la eficacia, el éxito o el consumo de "usar y tirar", que bien podrían definirse como propios del "Anticristo", que no es más que la sustitución de Cristo (Dios) por el Hombre, tal y como ocurrió en el Edén.

Implica hacerlo de una manera nueva, con nuevos métodos y nuevas estrategias, para no incurrir en los errores del pasado y afrontar los nuevos retos, desafíos así como las circunstancias actuales.
Implica iglesias con puertas abiertas, de entrada y salida, donde ponernos todos en "modo misión", en nuestras periferias (familiar, social, cultural, tecnológica, económica, etc.) ofreciendo dialogo sin presión, atención y ayuda con esperanza, valentía, alegría.
Implica entender a Jesús no como una opción de fe individual, guardada en un cajón y sacada a airear los domingos por la mañana, antes del "aperitivo", sino como una fuerza colectiva, impulsora del cambio y transformación de esta sociedad orientada exclusivamente al ego personal, al "YO" , y conducirla hacia el REINO DE DIOS.
Implica que el Espíritu Santo nos insta a servir, amar, ayudar, apoyar y darnos a los que nos rodean, llegar a su corazón; a ser próximos y cercanos, sobre todo, de los que sufren.
Implica mostrar a Cristo no sólo mediante la palabra, sino mediante nuestras obras, tal y como Él nos enseñó. Y también, como dice Francisco: “con el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes antes que de palabras”.
Implica llevarla a cabo no sólo en el seno de nuestra propia familia o en el entorno dominical de la Iglesia, sino también en los diversos ambientes y sectores de la vida social: en nuestro ámbito laboral, en nuestro medio vecinal o de amistad e incluso a través de los nuevos canales y vías de comunicación.
Implica tener presente el acercamiento evangelizador a las religiones no cristianas y la fraternidad con el resto de las denominaciones cristianas.
Implica que el mundo vea en nosotros la alegría de haber encontrado a Cristo, de volver a la casa de un Dios Padre que nos devuelve, por su amor misericordioso, nuestra dignidad de hijos suyos.
No tenemos nada que ocultar. La fe trasciende de lo personal, de un pueblo en concreto o de unas personas determinadas. Cristo murió y resucitó por y para todos: por y para ti, por y para mí.


viernes, 10 de julio de 2015

EVANGELIZAR ES…


“Anunciamos Tu Muerte, 
Proclamamos Tu Resurrección. 
¡Ven, Señor Jesús!”


Evangelizar en mucho más que compartir tiempo y experiencias con personas en torno a una cena. Es mucho más que defender a la Iglesia y al cristianismo. Es mucho más que tratar de convertir a no creyentes…

Tampoco es hablar de una doctrina que hay que aprender de memoria o del contenido de una sabiduría para meditar. 

Del griego koiné εὐαγγέλιον (euangelos, εὔ = "bueno, buena", ἀγγέλλω = noticia, mensaje) se utiliza para resumir la expresión “anunciar una buena noticia”: alguien “evangelizado” es alguien que ha sido “puesto al corriente”. 

La Evangelización comenzó con Jesús mismo, y al igual que Él fue enviado por el Padre, Él envía a sus discípulos y a toda la Iglesia, comprometiéndonos en esa misión: la edificación del Reino de Dios. 

Es el anuncio de la resurrección de Cristo, es proclamar el amor de Dios por nosotros y llevar a las personas a un encuentro personal con Cristo.

Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una transformación en el interior mismo del ser humano: por la resurrección de Cristo nuestra propia resurrección ya ha comenzado. 

Jesús ha vuelto a dar valor y dignidad a cada uno y somos aceptados plenamente asumidos por él tal como somos, como hijos suyos. 



Por ello, todos los cristianos estamos llamados a evangelizar. Pero proclamar buenas noticias no tiene que ser una carga o una obligación. 

¿Pongo mala cara cuando tengo que contar algo maravilloso? ¿Creo que es un compromiso hablar de amor? ¿Me creo incapaz de hacerlo?

Nosotros allanamos el camino e indicamos la dirección poniendo nuestro servicio, nuestro ejemplo, nuestro testimonio y nuestra oración pero es el Espíritu Santo quien realmente se encarga de todo. 

No estamos solos, pidámosle a Dios su intervención. Nosotros sembramos y Dios cosecha. No es mérito nuestro.





"...recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, 
en toda Judea y Samaria, 
y hasta los confines de la tierra". 

(Hechos 1,8)