¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 3 de marzo de 2017

LA FALTA DE PERDÓN NO ES CRISTIANA

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"Si os indignáis, no lleguéis a pecar
y que vuestra indignación cese antes de que se ponga el sol;
no deis ninguna oportunidad al diablo.
No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, 
que os ha marcado con su sello para distinguiros el día de la liberación.
Desterrad la amargura, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
Sed bondadosos y compasivos;
perdonaos unos a otros, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo.
(Efesios 4, 26-27 y 30-32)

Según el diccionario, perdonar significa "olvidar la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor ni castigarla por ella, o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra tiene con ella". Es decir, disculpar a alguien que nos ha ofendido o no tener en cuenta su falta

En la Biblia, la palabra griega que se traduce como “perdonar” es “aphiemi”, “afiemi”. Aparece más de 134 veces y significa literalmente “dejar pasar”, "dejar de exigir el pago de una deuda", “despedir, hacer salir, dejar atrás, abandonar, absolver, cancelar una deuda, soltar”. 

Perdonar no es fácil porque la ofensa nace del orgullo y éste conduce al rencor. La ofensa siempre exige justicia, exige reparación. Sin embargo, cuando nos sacudimos el resentimiento y dejamos de pedir compensación por el daño sufrido, somos capaces de perdonar. Perdonando, amamos y amando, perdonamos. La Biblia enseña que el perdón se basa en el amor sincero, que “no se irrita ni lleva cuenta del mal” (1 Corintios 13, 5).

Desgraciadamente, la falta de perdón sacude nuestro mundo. 

A nivel general, es causa de guerras, conflictos, asesinatos, luchas, separaciones y divorcios. 

A nivel individual, es causa de orgullo, ira, amargura, odio, envidias y celos. 

La falta de perdón produce en el corazón heridas emocionales y espirituales, que esclavizan y encadenan el alma. Y en el cuerpo, enfermedades como la depresión, la angustia o la ansiedad e incluso hacia la muerte (suicidio).

Imagen relacionadaEl orgullo es la puerta por donde llegan todos los demás pecados como la ira, el rencor, el odio, el resentimiento y la amargura, y nos convierte en esclavos de Satanás y de su maldad. Al caer en la trampa de la ofensa y de la indignación, somos incapaces de mostrar bondad. 

Un cristiano prisionero de la ofensa no tiene paz ni caridad, se aparta de la gracia del Señor y entristece al Espíritu Santo (Efesios 4, 30). Quien se mantiene en la ofensa no es capaz de perdonar.

El Papa Francisco nos dice que “debemos perdonar porque somos perdonados”, y "que aquel cristiano o cristiana, que va a la Iglesia, que va a la parroquia, no perdona y no vive lo que predica, causa escándalo y destruye la fe". “Debemos perdonar, porque somos perdonados. Y esto está en el Padre Nuestro: Jesús nos lo ha enseñado ahí. Y esto no se entiende en la lógica humana, la lógica humana te lleva a no perdonar, a la venganza; te lleva al odio, a la división”.
Cuando rezamos la oración que nos enseñó Jesús, el Padrenuestro, decimos: "perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a quienes no son ofenden" (Lucas 11,4)Pero la realidad dice que no siempre la cumplimos. 
La Biblia nos dice: "Buscad afanosamente la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor; vigilad para que nadie sea privado de la gracia de Dios, para que ninguna raíz amarga vuelva a brotar y os perturbe, lo cual contaminaría la masa. (Hebreos 12, 14-15).

La falta de perdón nos aleja de la paz y de la santidad, nos envenena el alma por causa del resentimiento y la vanidad. Muchas veces pensamos que el perdón es algo que regalamos al otro sin darnos cuenta que nosotros mismos somos los más beneficiados, al quedarnos en paz.

Una vez escuche al P. Roel:"quien más ama es quien primero pide perdón". Y es que el perdón surge del amor incondicional. El mismo amor ágape de Dios y que nos libera de las esclavitudes del Diablo, que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. 
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El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. Significa tender la mano y aceptar a la persona que nos ofendió como hijo de Dios y hermano nuestro. 

No significa estar de acuerdo con lo ocurrido, ni aprobarlo ni restarle importancia, ni tampoco darle la razón a quien que te hirió. 

Simplemente, significa apartar de nuestra mente aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor de corazón. El perdón sana nuestros recuerdos.

Si guardamos en nuestro corazón odio, rencor, o resentimiento por las ofensas recibidas, perpetuamos nuestro malestar y nos consumimos en el pasado. Cada vez que recordamos cualquier episodio que nos causa dolor, dejamos de vivir el aquí y el ahora; dejamos de avanzar en nuestro desarrollo personal y peor aún, nos estancamos en nuestro crecimiento espiritual.

La falta de perdón puede disfrazarse de diferentes maneras. Algunos dicen con cierto tono de enfado que ya han perdonado, pero su amargura evidente los delata. Otros dicen que perdonan pero no olvidan, algo que sigue endureciendo su corazón. Otros quizás, piensen que han perdonado pero puede que la falta de perdón se aloje, escondida, en su corazón.

Para estar seguro de que he perdonado me pregunto¿Deseo que alguien reciba su merecido? ¿Hablo de forma crítica, negativa o despectiva de esa persona a los demás? ¿Busco venganza? ¿Sigo dándole vueltas a lo que alguien me hizo? ¿Cómo me siento cuando le sucede algo bueno a esa persona? ¿He dejado de culpar a esa persona? ¿Me resulta difícil o imposible rezar a Dios por quien me ha ofendido?

Como cristianos, estamos llamados a ser sinceros de corazón, porque aunque queramos engañar a otros o incluso, a nosotros mismos, Dios todo lo ve. Nuestro enfoque debe estar dirigido a liberarnos de la carga pesada que significa el rencor, tanto si hemos ofendido como si hemos sido ofendidos.

Resultado de imagen de romper cadenasEs un ejercicio de liberación y de paz considerar las circunstancias o situaciones  en las que se encontraba la persona que me ofendió, para llegar a hacer lo que hizo o dijo, aun intencionalmente. O también, pensar qué parte de culpa tuve yo para haber propiciado la ofensa.

Sí me instalo en pensamientos victimistas o negativos, no seré capaz de ver a Dios en esa persona. Esa persona también es hijo suyo, y Dios la ama tanto como a mí.

En lugar de seguir sufriendo con rencor y resentimiento, debemos mostrar caridad buscando el lado positivo y de bondad de esa persona, debemos pensar por qué razón Dios la puso en nuestro camino, lo que nos une a ella, etc.

Personalmente, le pido al Señor que bendiga a esa persona que me hirió, y que le muestre lo que hizo mal, y se arrepienta. Le pido a Dios que me conceda su Gracia y no me deje caer en la tentación del rencor y el orgullo.

Ya la he pedido perdón con humildad y contrición. Ya la he perdonado y me he liberado del resentimiento, de la tristeza y de la trampa de Satanás


"Pues bien, si alguno ha causado tristeza, no sólo me la ha causado a mí, 
sino -en cierto modo, para no exagerar- a todos vosotros. 
A ése ya le basta con el castigo que le ha impuesto la mayoría. 
De modo que ahora debéis más bien perdonarle y consolarle,  
no sea que se desespere de tanta tristeza. 
Por esto os suplico que le deis pruebas de vuestro amor.
Con este fin os escribí: para conocer y probar si sois obedientes en todo. 
Al que perdonáis, yo también lo perdono; 
lo que yo perdono, si es que tengo algo que perdonar, 
lo perdono por amor a vosotros y en la presencia de Cristo; 
para que Satanás no se aproveche de todo, 
pues no ignoramos sus astucias." 
(2 Corintios 2,5-11)





jueves, 2 de marzo de 2017

LA TRAMPA DE SATANÁS


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"Te aconsejo que me compres 
oro acrisolado en el fuego para enriquecerte, 
vestiduras blancas para vestirte, 
y que no aparezca la vergüenza de tu desnudez, 
y un colirio para que unjas tus ojos y veas." 
(Apocalipsis 3, 18)

La Providencia ha puesto en mis manos un interesante libro sobre la ofensa y el perdón: “La trampa de Satanás”, de John Bevere (pastor evangélico americano), cuya lectura recomiendo, a quien se sienta ofendido y no sea capaz de perdonar. 

Y es que la ofensa es el obstáculo más difícil al que un cristiano debe enfrentarse, es la prueba más difícil de superar porque tendemos a fijarnos sólo de los “escándalos” de los demás, a juzgarles y a dictar sentencia en nuestro tribunal particular.

Sin embargo, Jesucristo, en el evangelio de Lucas 17, 1-4, nos dice: "Es inevitable que haya escándalos; pero ¡ay de aquel que los provoca! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeñuelos. Tened cuidado". "Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día y otras tantas se acerca a ti diciendo: Me arrepiento, perdónalo". 

Dios nos exhorta a reprender a nuestro hermano, si peca; y, por supuesto, a perdonarlo, si se arrepiente. Nos dice que una situación de ofensa "es inevitable" (tremenda afirmación de parte de Dios) pero que lo importante, es la reacción que adoptemos ante ella. 

Nuestra tarea como cristianos no es juzgar ni ver los defectos de nuestro prójimo, sino, al igual que los apóstoles, pedirle a Dios: "Acrecienta nuestra fe", para ver sus virtudes y su filiación con Dios.

Carnaza

John Bevere, autor de "La trampa de Satanás" dice que "todo cazador que se precie, conoce los requisitos necesarios para que una trampa sea eficaz: debe estar escondida y debe tener carnaza". Y precisamente así es como opera el Diablo, el "cazador de almas". Satanás es sutil, astuto, hábil y se deleita en el engaño. Y no debemos olvidar que puede disfrazarse de ángel de luz, por lo que, si no estamos preparados, no reconoceremos sus trampas

La
carnaza favorita y más utilizada por el Diablo es la ofensa, que en nosotros, produce unos efectos: dolor, enfado, ira, celos, resentimiento, amargura, odio y envidia, y nos lleva a unas consecuencias: insultos, ataques, heridas, divisiones, separaciones, relaciones rotas, traiciones y personas que se apartan del Señor. 

Quienes caen en la trampa ni siquiera se dan cuenta de que están atrapados. No pueden ver de forma coherente la situación, porque están concentrados sólo en el daño que se les ha hecho. Se encuentran en un estado de negación y de concentración en sí mismos

Las ofensas se producen por falta de amor verdadero y por exceso de orgullo. Y abundan tanto que creemos que es algo normal. Sin embargo, nuestra reacción a la trampa es la que determina nuestro estado de ánimo y nuestra forma de actuar. 

Muchas personas se encuentran incapacitadas para actuar normalmente dado que viven la ofensa como una traición, sobre todo, de las personas más cercanas o más queridas. Y esa traición transforma el amor en odio. Un odio que se incrementa e intensifica en las guerras civiles: hermanos contra hermanos, hijos contra padres, padres contra padres. 

Altas expectativas

Las personas a quienes amamos y apreciamos son las que más intensa y dolorosamente nos hieren, porque esperamos mucho de ellos y porque les hemos dado más de nosotros. 

Cuanto mayores son las expectativas, más profundas son las heridas y cuanto más cercana es la relación, mayor amargura de corazón. 

Si tengo altas expectativas con respecto a una determinada persona, con seguridad caeré en la decepción al no verlas cumplidas. Pero si no tengo expectativas con respecto a ella, cualquier cosa que reciba será una bendición, no algo que me deba. 

Cuando exigimos a las personas un determinado comportamiento, estamos preparándonos para ser ofendidos. 

Cuanto más esperamos de los demás, mayor posibilidad de caer.

Prisioneros y víctimas

Y cuando caemos en la trampa, nos convertimos en prisioneros de Satanás, quedamos atrapados en sus engaños, de tal forma, que pensamos que tenemos razón y que hemos sido tratados injustamente. Nuestra visión cristiana de las cosas se oscurece y juzgamos en base a presunciones, apariencias y comentarios de terceros.

El Diablo nos mantiene atados en ese estado de odio, frustración y amargura escondiendo la ofensa, cubriéndola con el manto del orgullo, que nos impide ver la verdadera realidad (como en el Edén con Adán y Eva) y que distorsiona nuestra visión. 

Y es que sucede que cuando pensamos que todo está bien, no cambiamos nada. El orgullo endurece el corazón y oscurece nuestro entendimiento. Nos impide ese cambio de corazón, el arrepentimiento, que nos puede hacer libres (2 Timoteo 2,24-26). 

El orgullo nos conduce al victimismo. Nuestra actitud, al sentirnos maltratados, justifica nuestro comportamiento. Creemos en nuestra inocencia y en que hemos sido acusados falsamente, y por consiguiente, no perdonamos. 

Pero aunque el verdadero estado de nuestro corazón esté oculto para nosotros y para los demás, no lo está para Dios. El hecho de que hayamos sido maltratados no nos da permiso para aferramos a la ofensa. ¡Dos actitudes equivocadas no son iguales a una correcta! 

Jesús nos da la solución para salir de la trampa y librarnos del engaño: "Te aconsejo que me compres oro acrisolado en el fuego para enriquecerte, vestiduras blancas para vestirte, y que no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que unjas tus ojos y veas." (Apocalipsis 3, 18). Nos dice que compremos: oro refinado, vestiduras blancas y colirio. Extraño, ¿no?

"Oro refinado"

El oro refinado es suave y maleable, está libre de corrosión y de otras sustancias. Cuando el oro está mezclado con otros metales (cobre, hierro, níquel, etc.), se vuelve duro, menos maleable y más corrosivo. Esta mezcla se llama “aleación”. Cuanto mayor es el porcentaje de metales extraños, más duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el porcentaje de aleación, más suave y maleable es el oro. 

Resultado de imagen de ORO REFINADOUn corazón puro es como el oro puro (suave, maleable, manejable). Sin embargo, un corazón impuro es como una roca dura. 

Hebreos 3,13 dice que los corazones se endurecen por el engaño del pecado. Si no perdonamos una ofensa, ésta produce más amargura, ira y resentimiento

Son estas sustancias agregadas las que endurecen nuestros corazones y reducen o eliminan por completo la caridad, produciendo una pérdida de la sensibilidad. Nuestra capacidad de escuchar la voz de Dios queda obstruida y nuestra agudeza visual espiritual disminuye. Es un escenario perfecto para el engaño del Enemigo. 

El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite con un fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la superficie. El oro, más pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinados con el fundente) con lo cual el metal precioso queda puro. 

De manera parecida, Dios nos refina, nos enriquece con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta impurezas como la falta de perdón, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia. "He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción"(Isaías 48,10). "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1 Pedro 1,6, 7). 

"Colirio"

Otro elemento clave para librarnos de la trampa es nuestra capacidad para ver correctamente. Muchas veces, cuando nos ofenden, nos vemos como víctimas y culpamos a los que nos han herido. Justificamos nuestra ira, nuestra falta de perdón, la envidia y el rencor que surgen. No vemos claramente.

Resultado de imagen de COLIRIOJesús nos dice que con el colirio podemos ver nuestro verdadero estado y así, ser capaces de arrepentirnos. El arrepentimiento llega cuando dejamos de culpar a los demás. 

Recordemos la escena del Paraíso de Adán y Eva una vez cayeron en la trampa de la serpiente: 

Cuando Dios le preguntó a Adán por qué había comido del árbol prohibido, él le echó las culpas a Eva y al propio Dios: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí". (Génesis 3, 12). En el corazón de Adán no había arrepentimiento. 

Cuando Dios le preguntó a Eva, ésta le echó las culpas a la serpiente: "La serpiente me engañó y comí". (Génesis 3, 14). En Eva tampoco había arrepentimiento.

Cuando culpamos a los demás y defendemos nuestra posición, estamos ciegos. El colirio es la revelación de la verdad, que nos trae libertad y que conseguimos a través de la oración, de la Eucaristía, de la Adoración...en definitiva, cuando estamos en estado de gracia y en la presencia de Dios.

"Vestiduras blancas"

Las vestiduras blancas son el amor ágape. Es el amor que Dios derrama en los corazones de sus hijos. Es el mismo amor que Jesús nos da gratuita e incondicionalmente. No está basado en nuestras acciones, ni en las de otros, ni siquiera recibe amor a cambio. Es un amor que da, aunque sea rechazado. 

Imagen relacionadaSin Dios sólo podemos amar con un amor egoísta, un amor que no se da si no es recibido y correspondido. El ágape ama sin importar la respuesta. 

Este ágape es el amor que Jesús mostró al perdonarnos en la cruz. En su hora de mayor necesidad, sus amigos más cercanos le abandonaron: Judas le traicionó, Pedro le negó, y los demás huyeron para salvar sus vidas. Sólo Juan le siguió desde lejos. 

Jesús había cuidado de ellos durante tres años, los había alimentado y les había enseñado. 

Sin embargo, mientras moría por los pecados del mundo, Jesús los perdonó. Liberó a todos, desde sus amigos que le habían abandonado hasta el guardia romano que le había crucificado. Ellos no le pidieron perdón, pero Él lo brindó gratuitamente. Jesucristo no puso grandes expectativas en el hombre sino en el amor del Padre. 

Nuestras vestiduras blancas podemos adquirirlas a través del sacramento de la Reconciliación: en la confesión, con nuestro corazón contrito y arrepentido, Dios nos reviste de blanco, nos limpia y nos sana.

sábado, 3 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ ELIGIÓ JESÚS A JUDAS COMO DISCÍPULO?


 

"Jesús se turbó en su interior y declaró: 
En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará"
(Juan 13, 21)

Entre los numerosos discípulos que le seguían, Jesús designó a doce de ellos para que estuvieran más cerca de él, para que compartieran y continuaran su misión. No formó un grupo de doce apóstoles a la ligera, sino después de rezar toda una noche.

Si Jesús sabía que Judas iba a traicionarle, ¿por qué lo mantuvo hasta el final en el círculo de sus más allegados?

En principio, pudiera parecer Jesús tomó una decisión errónea eligió a Judas como uno de los discípulos clave de su grupo. 

Judas, con el tiempo, llegó a jugar un papel importante en la historia de redención de Jesús, pero ¿por qué hacer de él un discípulo de su grupo más íntimo? Sin duda, cualquier persona en el círculo exterior de sus seguidores podría haber desempeñado el papel de traidor, ¿por qué perder uno de los asientos más codiciados en la historia humana en un desertor como Judas? 

Jesús no sólo nombró a Judas como discípulo sino que le hizo el tesorero. Jesús podía haber elegido a otros mejores candidatos: Mateo era contable, Pedro era dueño de un pequeño negocio, Nathaniel era un hombre "de integridad completa" (Juan 1,45). ¿Por qué Jesús, sabiendo las luchas internas de Judas con la avaricia y la deshonestidad, le da la supervisión de las finanzas del grupo?

Ningún líder competente con el conocimiento que Jesús tenía del corazón humano, haría lo que Él hizo. Su círculo interno debía serle leal, y cualquier persona que manejara sus finanzas, debería ser impecable. 

Elegir deliberadamente a alguien codicioso, egoísta y desleal podría suponer un alto riesgo. Cualquiera podríamos pensar que fue una insensatez elegir lo que Jesús eligió.

El apóstol Pablo es muy claro acerca de la norma ética para el discipulado en la iglesia: "Así que un anciano debe ser un hombre cuya vida es irreprochable". (1 Timoteo 3, 2). Pablo habría reprendido a Timoteo si hubiera nombrado a alguien como Judas como gestor en Éfeso, así que ¿por qué Jesús eligió a Judas como un líder?

Los autores de los evangelios no dicen nada sobre la motivación de Jesús, por lo que sólo podemos especular sobre su razonamiento. La pregunta es si, a pesar del carácter de Judas, Jesús veía potencial en él

Sabemos cómo termina la historia, pero tal vez, Jesús que ama tanto, le da la oportunidad para alcanzar el potencial que Dios puso en él. Tal vez Jesús sabía que la mejor oportunidad para que Judas pudiera superar sus defectos de carácter se encontraba en darle un cargo de responsabilidad y confianza. Parece como si Jesús estuviera dispuesto, por un tiempo, a someter la primacía de la misión por el desarrollo del individuo. Al final, la misión de Jesús se debería llevar a cabo, pero antes, le daría a Judas la oportunidad de cambiar.

Con la elección de Judas, Jesús nos da un modelo para tratar con las personas que no se ajustan a lo que se supone que debe ser una persona de confianza. 

Sin embargo, en un momento dado, Jesús se da cuenta de un cambio radical en Judas. Jesús comprende que Judas está desligándose de él interiormente, e incluso que va a "entregarle". 

Según el evangelio de Juan, ya en Galilea, mucho antes de los acontecimientos de Jerusalén que acabarían en la cruz, Jesús comprendió lo que estaba pasando (Juan 6,70-71). ¿Por qué entonces no alejó a Judas de su entorno, por qué lo mantuvo junto a él hasta el fin?

Una de las palabras que Jesús utiliza para hablar de la creación del grupo de los doce apóstoles nos da una pista: "¿Acaso no he sido yo quien os elegí, a vosotros doce?" (Juan 6,70 y Juan 13,18).
El verbo elegir o escoger es una palabra clave en la historia bíblica. Dios eligió a Abraham, escogió a Israel para hacer de él su pueblo.

Es la elección de Dios la que constituye al pueblo de Dios, al pueblo de la alianza. 

Y lo que hace inquebrantable la alianza es que Dios elige amar a su pueblo para siempre, a pesar de las infidelidades y las traiciones. 

Puesto que Jesús escogió a los doce igual que Dios eligió a su pueblo, no podía despedir a Judas, incluso cuando sabía que iba a traicionarle. Era plenamente consciente de que tenía que amar hasta el fin, para testificar que la elección de Dios es irrevocable

Jesús, humillado por la traición de uno de sus íntimos, no dejará de demostrarles su amor. Rebajándose ante sus discípulos para lavarles los pies, se hizo servidor de todos; también de Judas. De un modo muy particular, Jesús comparte con él un pedazo de pan (Juan 13,21-30).

Si quería ser fiel a su Padre – al Dios que había elegido a Abraham y a Israel, al Dios de los profetas – Jesús no podía actuar de otro modo, tenía que mantener a Judas junto a él hasta el fin. Jesús quería a Judas incluso a pesar de que éste se encontraba enteramente envuelto por las tinieblas. "La luz brilla en las tinieblas" (Juan 13,31). 


En la noche más oscura del resentimiento y del odio, 
Jesús manifiesta el resplandor inaudito del amor infinito y eterno de Dios.