Y tú amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
(Deuteronomio 6, 5)
Tratar de usted (ustetear) a una persona es un tratamiento de excesivo respeto y cierta distancia, mientras que tratar de tú (tutear) es un tratamiento de total confianza e consensuada intimidad.
En contra de lo que
muchos piensan, tutear no rebaja el
grado de respeto hacia la otra persona sino que enfatiza el hecho de “compartir”,
de tener algo en común con ella.
Ustetear
supone lejanía, supone un cierto rechazo inicial hacia la otra persona, un “piensa mal y acertarás”.
Y es que pensamos
mal a priori porque juzgamos por las apariencias, juzgamos por lo que nos
separa, por lo que nos desune, juzgamos en lugar de amar, y amar sin
condiciones.
Los cristianos,
como seguidores de Cristo, estamos llamados a no juzgar, a amar al prójimo como
a nosotros mismos, sin peros.
Tenemos la seguridad de compartir la misma dignidad
de hijos suyos, de ser parte de la familia de Dios, y por eso, nos tuteamos
entre nosotros, como lo más natural del mundo.
Pero ¿qué tipo de relación
tenemos con Cristo? ¿Tuteamos a Dios?
Existen dos tipos
de cristianos dependiendo de la relación que mantengan con Jesús.
Por un lado, están sus “amigos”. Son los que tienen un conocimiento personal suyo y una relación íntima con Él; los que le abren su corazón y le invitan a pasar; los que comen su pan; los que confían en Él y le aman. Por eso, le “tutean”.
Por otro, están sus “conocidos”. Son los que tienen un conocimiento intelectual suyo pero una relación distante con Él; son los prefieren acercarse “poco a poco”, con recelo; los que se mantienen prudencialmente lejanos; los que cumplen pero no quieren “muchos líos” con Él; los que prefieren comer solos; los que sólo le respetan. Por eso, le “ustetean”.
El Dios a quien tuteo, es el Dios que me creó, el Dios que me busca, el Dios que me ama, el Dios que me perdona, el Dios que me sana, el Dios que me renueva, el Dios que me protege, el Dios que no me condena, el Dios que me comprende, el Dios que me guía, el Dios que me abraza, el Dios que sale a mi encuentro, el Dios en quien confío, el Dios en quien me abandono. Sí, ese es mi Dios… a quien amo.
Tutear es, en definitiva, amar.