¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 15 de agosto de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (15): "DOS MUJERES...LLENAS DE DIOS"

En aquellos días, María se levantó 
y se puso en camino de prisa hacia la montaña, 
a una ciudad de Judá; 
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, 
saltó la criatura en su vientre. 
Se llenó Isabel de Espíritu Santo 
y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, 
y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 
Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, 
la criatura saltó de alegría en mi vientre. 
Bienaventurada la que ha creído, 
porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, 
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; 
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, 
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: 
“su nombre es santo, 
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
 dispersa a los soberbios de corazón, 
“derriba del trono a los poderosos 
y enaltece a los humildes, 
a los hambrientos los colma de bienes 
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia” 
- como lo había prometido a “nuestros padres” - 
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses 
y volvió a su casa.
(Lc 1, 39-56)


Concluimos nuestras meditaciones en chanclas, como cada año, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos y contemplando la Visitación de María a su pariente Isabel.

Dos mujeres embarazadas. Una muy joven y otra anciana. Una virgen y otra estéril. 
Dos mujeres que han dicho "sí" al Señor y testigos de los misterios y prodigios de Dios. 
Dos mujeres que comparten el mayor secreto de Dios para los hombres 
Dos mujeres que se convierten en recipientes sagrados de los dones de Dios: María porta a Jesús el Mesías, Isabel a Juan el Bautista
Dos mujeres que constituyen las bisagras entre el Antiguo y Nuevo Testamento: Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento y precursor de Jesús. 
Dos mujeres exultantes que alaban y bendicen a Dios por las maravillas que ha hecho Dios en ellas, sobre todo en María.
Dos mujeres que dialogan en un maravilloso encuentro de promesas a través del lenguaje verbal y corporal: tras el saludo de María, el niño salta gozosamente en el vientre de Isabel.
Dos mujeres...llenas de Dios.
María (hija de Joaquín y Ana, según el evangelio apócrifo de Santiago, consagrada al templo desde los tres años y desposada con José, su tutor, para que la proteja) "se levantó" (del semítico, Qûm, acción inmediata y ascendente) "y se puso en camino de prisa" (recuerda a la misma acción de los dos de Emaús cuando vuelven, "suben" a Jerusalén") "hacia la montaña" (3º énfasis de la acción de levantarse, elevarse). 

Tras el shock de la Anunciación del ángel, la joven María está "elevada" y absolutamente "prendada de Dios". "Llena de Gracia" y de amor generoso. Seguro que hasta su rostro resplandecía. Un "impulso interior" la lleva a salir al encuentro de su prójimo, en este caso, al de su pariente Isabel: lleva a Dios encarnado en sus entrañas. 

Necesita contarle a alguien de confianza la gran noticia, y va inmediatamente a visitar a Isabel, su tía (según el Evangelio apócrifo de Santiago), de quien el ángel le ha dicho que está embarazada aunque era de edad avanzada (96 años) y estéril (y que, por vergüenza, pasa su embarazo recluida en casa), para pedirle consejo espiritual y para ayudarla en sus necesidades debido a su estado.

Es una joven “enamorada de Dios”, abandonada y confiada en Su gracia, campesina y de condición humilde, que canta y alaba gozosamente al Señor porque se ha dignado elegirla a ella para cumplir la gran esperanza del proyecto salvífico divino de toda doncella judía.

Isabel, descendiente de Aarón y esposa del sacerdote Zacarías, vive en un monte, el Hebrón, donde Dios le cambió el nombre a Abrán por Abrahán y donde instituyó con él la alianza de la circuncisión. A Isabel nadie le había dicho que María iba a ser la madre del Mesías. Lo conoce por revelación divina a través del Espíritu Santo, que se certifica por el salto del niño en su vientre cuando María la saluda. Es la "segunda anunciación", en este caso, del Espíritu Santo a Isabel.

Es una anciana que lleva en su seno al precursor del Mesías y que comparte con María una relación que sobrepasa las palabras. Bendice, agradecida, a la Madre de su Redentor porque ha creído y María transforma su humildad en alabanza a Dios con el Magníficat... la unión con Dios nos conduce a la alabanza y adoración a nuestro Señor...para lo que hemos sido creados.

La intención de Lucas es mostrar la nueva y definitiva intervención de Dios en la historia de la humanidad, por medio de María, quien acepta, con fe y humildad, el proyecto salvífico de Dios. Ella le presta a Dios su seno, su maternidad, su amor, su persona. No se trata de una madre de “alquiler”, ni de una "madre soltera" sino una mujer plenamente entregada a la voluntad de Dios.
Cuando profesamos nuestra fe, cuando vivimos lo que creemos, cuando degustamos los dones que Dios nos regala, es entonces cuando el amor de Dios se derrama en nuestros corazones y nos mueve a salir a alabar a Dios y a servir a nuestro prójimo. 

Por la fe, llevamos a Dios dentro, la vida divina y sobrenatural... y, como María, no podemos callarlo. Tenemos que contar la felicidad y la paz que embargan toda nuestra alma y que enardece nuestros corazones. Sabernos amados por nuestro Padre del cielo ilumina nuestras vidas y que, entre las dificultades cotidianas y miserias personales, nos impulsa a caminar con ánimo y a cantar las maravillas de Dios.

Por eso, los que hemos creído somos bienaventurados, somos dichosos y nos unimos al canto de María: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi". 


JHR

viernes, 5 de julio de 2019

LETANÍAS: ATRIBUTOS COMO VIRGEN (4)


En el cuarto artículo, contemplamos los seis atributos de María como Virgen:

Virgen Prudentísima

Con este título, la Iglesia tributa a María un gran elogio, pues la prudencia es la primera de las virtudes cardinales que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno para seguirlo o malo para apartarse de ello

Prudencia es cautela, es moderación, discreción, sensatez, buen juicio ... además, es la virtud que dirige y regula todas nuestras acciones. La vida cristiana sin la prudencia pierde toda belleza, toda fecundidad de bien. La prudencia, es la virtud moral que se adquiere de ordinario con los años. 

María es tanto más digna de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional prudencia, más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con la formación, con la práctica o con la edad.

La prudencia de María se hace patente en el coloquio con el Arcángel Gabriel. Ante el anuncio de que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la resolución de su virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el Profeta Isaías que el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero pregunta el cómo, requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y divina.

María fue discreta y cauta en su interrogatorio y por ello, sabemos que era poseedora perfecta de la prudencia y de todas las demás virtudes cardinales y como consecuencia, también de las virtudes morales.

Virgen digna de veneración

La veneración es el honor y reverencia que se le dan a una persona en testimonio de su excelencia, de su virtud sobrenatural, de su santidad, y consiste en una gran consideración hacia la persona dotada de estas cualidades, en un correspondiente afecto del corazón, estima y aprecio. Por tanto, la santidad es objeto de veneración. 

Muchos cristianos confunden la perfección cristiana o la santidad con los medios para obtenerla; otros creen que consiste en las penitencias exteriores; otros en largas oraciones; otros en despojarse de todo por amor al prójimo, etc. 
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Estas y semejantes prácticas son medios muy útiles para llegar a la santidad; serán, con la gracia Divina, principio y señal, fruto y efecto de la santidad, pero no son la santidad esencial. De hecho ha habido santos que no lo dieron todo a los pobres, que no practicaron penitencias extraordinarias, que no hicieron largas oraciones. 

La santidad es la perfección en el amor y la unión con Dios. Dios es santo por naturaleza; nosotros cuando estamos unidos a Él, somos santos por gracia. La unión con Dios es efecto de la caridad, cuando el cristiano observa y vive los mandamientos de la ley evangélica: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" y "Ama al prójimo como a ti mismo" (Marcos 12,28-34) (Mateo 22,37-40), está viviendo la santidad.

La gracia de Dios es la que nos hace santos, es por eso que la plenitud de la gracia confiere la plenitud de la santidad. La gracia, semilla y fruto de la santidad, hace que Dios esté en nosotros y nosotros en Dios.

María merece el título de Venerable por la grandeza de su santidad y por su ardiente Caridad de Madre de Dios. 

María fue declarada y proclamada solemnemente de parte de Dios, por medio del Arcángel Gabriel: Llena de Gracia y poseedora del Señor.

Virgen digna de alabanza

Imitar las virtudes de la Virgen María y procurar que los demás también lo hagan y que se conozca y admire su singular santidad es una exigencia del amor: propagar, glorificar, hacer conocer a la persona amada. Este es el sentido de esta invocación Virgen digna de alabanza.

María vivió en la piadosa sombra de una oscuridad que conmueve, en profunda y perfecta humildad. Aparece en la primera parte del Evangelio y después solamente reaparece en el Calvario cuando participó en las penas de la Cruz.

Después de Jesucristo, el alma más santa y más excelsa fue sin duda la de María Santísima, por eso debe ser, la más exaltada y colmada de alabanzas.

Estas alabanzas y esta gloria tuvieron principio antes que Ella estuviera sobre la tierra participando del privilegio del Hijo. Fue exaltada mucho antes de nacer.

La Iglesia en su Liturgia, ha coronado a María con las fiestas en su honor introducidas en el año eclesiástico, los oficios, los himnos, las Letanías, las procesiones, la solemne coronación de sus imágenes, etc.., que manifiestan el amor de la Iglesia hacia su Madre Celestial.

A Ella se deben los grandes Doctores de la Iglesia, la pluma de los Teólogos, la palabra enamorada de los oradores sagrados y la oración confiada de todos los que la aman.

Bienaventurada la boca que habla de María Santísima frecuentemente y con reverencia.

Bienaventurada la persona que escribe con santo entusiasmo las grandezas y la gloria de tan excelsa Madre. ¡Virgen digna de alabanza!

Virgen Poderosa

Podemos destacar dos clases de poder: propio y participado.

Sólo Dios es poderoso (poder propio) y es Él quien, por su voluntad,  comunica poder a otros (poder participado).


Cuando decimos que María Santísima es omnipotente, no la igualamos a Dios, ni decimos que Ella lo sea por sí misma, sino que este poder del que está revestida, le viene de Dios, le fue comunicado por gracia especial de Dios.

María es poderosa porque su poder se asocia al de su Hijo Jesucristo. Su divina Maternidad es el fundamento principal de su poder.

La omnipotencia participada de María brilla principalmente en el universo sobrenatural, en el cual, Ella ha sido constituida Madre espiritual de los redimidos, cooperadora de Cristo en la redención y en la salvación de las almas. Decimos principalmente, porque también en el orden físico, Ella ejerce un gran poder, como lo prueban las numerosas curaciones que concede a sus devotos. Basta recordar los milagros de Lourdes.

El poder de María Santísima tiene por fin cooperar a la obra de la Redención, a la cual están llamados todos los seres humanos sin distinción y, a alcanzar los bienes de los que tienen necesidad. La perseverancia final, don que corona, según San Agustín, todos los dones, y una santa y muchas veces, alegre muerte.

Virgen Clemente

Según Santo Tomás de Aquino, la clemencia es la virtud que templa el rigor de la justicia con la misericordia; que concede y obtiene el perdón o la disminución del castigo merecido. 

Comparte con la mansedumbre el cometido de poner un justo y racional freno a los ímpetus de la ira y si la mansedumbre frena el afecto interno, que es la raíz o el principio, la clemencia modera el afecto exterior.

Resultado de imagen de virgen clementeEsta hermosa y amable virtud, prosigue Santo Tomás, nace del amor. Quien ama a una persona no quiere que ésta sea castigada. Por eso cuando el perdón total o la disminución de la pena son compatibles con el verdadero bien, entonces la amorosa clemencia perdona o impetra el perdón.

La clemencia, resplandece en María Santísima más que en cualquier otra persona. Ella se ocupa y se preocupa de impetrar el perdón para los pecadores. Por eso la Iglesia la honra con el título de Virgen Clemente.

El fundamento de la clemencia de María es su tierno amor a la humanidadNuestra Madre Santísima nos ama porque ama a Dios. El amor de Dios y el amor del prójimo son dos amores inseparables y nadie nos ama como Ella.

No se puede medir el amor Infinito del Corazón de Jesús, aquel Corazón inflamado con las llamas del Amor Divino y que fue atravesado por la lanza. Ningún otro corazón está tan cerca del amor de Jesús, como el de su Madre. Ninguno alcanza tan encendida caridad. María nos ama en Cristo, ama en nosotros la Sangre del Hijo derramada en el Calvario y aplicada en los Sacramentos. Ella más que nadie conoce en Dios, el altísimo valor de un alma.

No hay otro amor más hermoso y más fuerte que el de María, porque brota de la purísima fuente del amor de Dios.

María es nuestra Madre porque es la Madre de Jesucristo y porque Ella nos engendró al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí fuimos confiados a Ella como hijos en la persona de Juan. Los dolores que no tuvo en el divino parto natural, debió sufrirlos en el parto espiritual cuando fue constituida Madre de todos nosotros.

De la misma forma que Dios adornó a María con la santidad más eminente, así la dotó, en profundidad y en extensión, con el corazón más amante de todos los corazones; con el que nos ama a todos, justos y pecadores.

María escucha todas nuestras súplicas y nos reconcilia con Dios, y lo hace como una madre que tiene más cuidado de un hijo enfermo que de un hijo sano ... de la misma forma que el Buen pastor deja a las noventa y nueve ovejas para ocuparse de aquella que estaba perdida, de la misma forma que el Padre amoroso sale al encuentro de su hijo pródigo cuando éste regresa y celebra una fiesta.

Virgen Fiel

Este título puede entenderse en dos sentidos:
  • Fe (fidelis, fides). Alabamos a la Bienaventurada Virgen porque se distinguió en la fe y la ejerció a la perfección.
  • Fidelidad (fidelis, fidelitas). Damos gloria a la Virgen María porque fue completamente fiel a  los planes de Dios, a las promesas que le hizo a Dios y a los deberes que Jesús le asignó. 
Fe

María Santísima posee en grado heroico todas las virtudes, y en grado singular la Fe, la primera de todas ellas. Ella elevó a la máxima altura su propia santidad. Ella agradó a Dios más que ninguna criatura porque tuvo una fe viva .... fe formada por la más ardiente caridad:

Resultado de imagen de virgen fiel-Cuando el Arcángel le anuncia el altísimo misterio, Ella da el humilde y dócil asentimiento de su Fe y exclama "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí..."

-Cuando el mismo Mensajero le anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella lo cree y va solícita para asistir a su anciana prima.

-Cuando en la pobreza de la gruta de Belén, nace el Hijo de Dios como el más pobre de los niños, Ella es la primera en adorarlo.

-Cuando el Rey de Reyes debe huir al destierro, escondido bajo el velo de la Madre y sustraerse a la ira de un rey terrenal, Ella adora el misterio de la aparente debilidad del Omnipotente.

-Cuando durante treinta años, los habitantes de Nazaret ven a Jesús como un joven humilde e hijo del carpintero, la fe de María ve y adora en Él al Divino Artífice del cielo, de la tierra y de los siglos.

-Cuando Ella ve a su Hijo perseguido, calumniado, condenado, llevado a la cruz, traicionado por un discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos San Juan), comparado con vulgares ladrones, crucificado, muerto, Ella se mantuvo en la sombra y no quiso mostrarse como Madre del triunfador (durante la vida pública de Jesús ... cuando hizo milagros). Su Fe la llevó al Calvario como Madre del Condenado, y a adorar en el Altar de la Cruz, al Pontífice Eterno, al triunfador de la muerte y del mal.

¡Qué fe la de María Santísima! Sencilla, firme, constante, viva... más espléndida y sólida por el dolor.

El Espíritu Santo hizo a María depositaria de esta fe, y Ella instruyó en esta virtud a los Apóstoles, durante el tiempo que transcurrió entre la Ascensión de Jesús y la de su propia, amorosa y gloriosa muerte.

Fidelidad

La fidelidad es la virtud afín a la justicia, que nos inclina a mantener y a cumplir las promesas hechas. 

María poseyó eminentemente también esta virtud; Ella fue constante y perfectamente fiel a Dios y a nosotros. Fue siempre toda de Dios, atenta a cumplir su voluntad.

Resultado de imagen de virgen fielFiel en el gozo y en el dolor, en el oprobio y en la gloria, en Nazaret y en Belén, en Judea y en Egipto, durante el triunfo del Hijo y en su muerte sobre la Cruz en el Calvario.

Imitemos esta admirable fidelidad en nuestros deberes, en la fidelidad a la voluntad Divina en nuestra sublime misión, a nuestra vocación a la santidad, a los designios que sobre nosotros tiene la paternal Bondad del Señor.

María Santísima, Virgen fiel a nosotros. Atendiendo a las palabras de su Hijo moribundo "Mujer, ahí tienes a tu hijo", Ella es Madre para todos, nos ama, nos favorece, nos obtiene el perdón de los pecados, la perseverancia en el bien y la vida eterna. Ella es la Madre de la santa esperanza.