"Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré."
(Mateo 11, 28)
Anunciar y proclamar a Dios es la misión de todo católico. La evangelización es el mandato de Jesucristo a sus discípulos y la razón de ser de la Iglesia y por ello, a lo largo de toda su historia, ha cambiado la vida de millones de personas evangelizando "hasta los confines del mundo", anunciando a Jesucristo y proclamando su mensaje de amor y salvación.
Sin embargo, el anuncio de este acontecimiento, de esta gran noticia, se ha descuidado en los últimos tiempos. A veces, porque se anuncia sin ganas; otras, sin saber bien qué se anuncia; y casi siempre, sin conocer lo que implica.
Quizás por eso, hay momentos en la vida en que es necesario pararse para lograr un nuevo despertar o fortalecimiento de nuestra fe y encauzar nuestro camino, hacia un encuentro con nuestro Señor.
Son momentos en los tomamos consciencia de nuestras necesidades espirituales, en los que nuestros ojos miran al cielo y nuestra existencia se funde con la de Dios. Es cuando nos encontramos a Dios, le reconocemos y compartimos la mesa.
Muchas veces vamos por la vida a todo tren, como "pollos descabezados". Nos vemos arrastrados de un lado para otro por las situaciones y las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?... ¡Alto! Necesitamos quietud, silencio, escucha, paz y vida interior intensa.
Sin embargo, el anuncio de este acontecimiento, de esta gran noticia, se ha descuidado en los últimos tiempos. A veces, porque se anuncia sin ganas; otras, sin saber bien qué se anuncia; y casi siempre, sin conocer lo que implica.
Quizás por eso, hay momentos en la vida en que es necesario pararse para lograr un nuevo despertar o fortalecimiento de nuestra fe y encauzar nuestro camino, hacia un encuentro con nuestro Señor.
Son momentos en los tomamos consciencia de nuestras necesidades espirituales, en los que nuestros ojos miran al cielo y nuestra existencia se funde con la de Dios. Es cuando nos encontramos a Dios, le reconocemos y compartimos la mesa.
Muchas veces vamos por la vida a todo tren, como "pollos descabezados". Nos vemos arrastrados de un lado para otro por las situaciones y las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?... ¡Alto! Necesitamos quietud, silencio, escucha, paz y vida interior intensa.
El sentido de un retiro es pararse a pensar con calma en lo importante, mirar primero hacia el cielo, encontrar a Dios, para volver la mirada hacia el suelo y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida, amistades... ¿Está todo en su sitio? ¿Tenemos que cambiar algún aspecto de nuestra vida?
Un retiro hace realidad ese "milagro" de un encuentro íntimo con Dios, proponiéndonos esa pausa que necesitamos en el "ruido diario", para encontrar un momento de descanso y paz, para conocerse a uno mismo y conocer lo que Dios quiere decirnos. Para lograrlo, trato de tener en cuenta varias cosas:
Antes de un retiro
La evangelización nunca depende de mi esfuerzo humano. Tampoco un retiro se basa en un desenfrenado activismo que me mantiene demasiado ocupado como para no poder rezar antes. Porque todo es obra de Dios: “Muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria…” (Lucas 10, 38).Debo tener en cuenta, como dice la encíclica Evangelii Gaudium, que "Jesús es el primero y más grande evangelizador". Y aunque, por puro amor, Dios quiere hacerme partícipe de su obra salvífica y me pide una entrega generosa y desinteresada, no debo caer en el error de entenderlo como un acto heroico y personal o como una necesidad que tiene Dios de mí. La obra es suya, a pesar de que me llama a colaborar con Él.
No obstante, saber que todo es obra de Dios no puede servirme como excusa para no hacer nada. A veces, incluso apelo al ¡Me encomiendo a Dios! o ¡Dios proveerá!. Sin embargo, esta también es una actitud incorrecta que me coloca siempre en una zona de confort egoísta y perezosa.
Por supuesto que Dios proveerá. De hecho, ya lo hizo cuando me regaló capacidades y talentos, corazón y voluntad para contribuir a su obra. Pero, debo tener mucho cuidado para que no me pase lo que al siervo que enterró sus talentos (Mateo 25, 14). Debo ponerme manos a la obra porque Dios no obra en mi pasividad, sino en mi actividad.
Todo retiro debe empezar siempre por la oración, que es el medio por el cual Dios actúa, dándonos la fuerza y la capacidad para obrar cuando se la pedimos. Recordemos lo que decía de San Agustín: “Dame, Señor, lo que me pides, y pídeme lo que quieras”.
Tras la oración, debo tener una conversión personal, una adecuada formación y sobre todo, una relación personal e íntima con Jesús, es decir, vida interior. Sólo así es posible evangelizar. Sólo así es posible poder compartirle con otros.
Si mi corazón no arde por el amor de Dios en mi vida, no podré hacer que el corazón de otros se incendie. Como dice el Papa Francisco: “Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?” (Homilía 13 Septiembre 2013).
Si mi corazón no arde por el amor de Dios en mi vida, no podré hacer que el corazón de otros se incendie. Como dice el Papa Francisco: “Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?” (Homilía 13 Septiembre 2013).
Otro gran error, es la falta de coherencia: decir una cosa y hacer otra. Sin un testimonio de vida coherente, no puedo evangelizar. La evangelización exige una vida coherente. Sin coherencia de vida, el mensaje no sólo no es creíble o no llega, sino que incluso genera rechazo. Y, sobre todo, si no me dejo guiar por la gracia de Dios, no podré ser nunca luz del mundo.
Desde luego, ninguno somos perfectos cristianos (yo, tampoco) pero no se trata de cuidar las apariencias como fariseos y llevar una doble vida como sepulcros blanqueados. Se trata de ser auténtico, de mostrarme sin doblez, sin máscaras, de ser sincero con Dios, conmigo mismo y con los demás.
Desde luego, ninguno somos perfectos cristianos (yo, tampoco) pero no se trata de cuidar las apariencias como fariseos y llevar una doble vida como sepulcros blanqueados. Se trata de ser auténtico, de mostrarme sin doblez, sin máscaras, de ser sincero con Dios, conmigo mismo y con los demás.
Durante un retiro
Además de todo lo anterior, durante el retiro es necesario ser cuidadosos para que, tanto servidores como líderes, seamos capaces de llevar a las personas a un encuentro real con Jesús.
Si soy servidor, debo:
- Lo primero, orar para dejar que Dios me suscite lo que quiere de mí y abandonarme en sus manos, para servirle como Él quiere, en lugar de como a mí me apetece.
-Servir con alegría, en lugar de hacerlo con "cara de acelga", a desgana o con "peros".
- Acoger, escuchar y ayudar a todos los demás, en lugar de intentar "convencer" o "contar mi película".
-Ponerme a disposición de los demás con obediencia y humildad.
-Servir con alegría, en lugar de hacerlo con "cara de acelga", a desgana o con "peros".
- Acoger, escuchar y ayudar a todos los demás, en lugar de intentar "convencer" o "contar mi película".
-Ponerme a disposición de los demás con obediencia y humildad.
Si doy testimonio, debo:
- Exponer mi mensaje de una forma sencilla, clara y cercana, desde el corazón, con valentía y con fuerza, en lugar hacerlo de forma aburrida y tediosa, leyendo en exceso, o relatando sólo hechos…
- Testimoniar cómo Dios ha obrado y obra en mi vida, en lugar de hablar de otros temas o "enrollarme" demasiado.
- Proclamar y servir a Dios con mi ejemplo de vida, con mi testimonio personal.
- No ser demasiado elevado o demasiado infantil, con lo que solamente busque hacer llorar o hacer reír.
- Enfocarme sólo en anunciar y participar en el plan de Dios, en lugar de buscar la aprobación o el beneplácito de mi audiencia.
- Tener muy presente que tanto el contenido (el qué) como la manera de decirlo (el cómo) tienen una importancia vital para llegar a los corazones de quienes me escuchan.
- Proclamar y servir a Dios con mi ejemplo de vida, con mi testimonio personal.
- No ser demasiado elevado o demasiado infantil, con lo que solamente busque hacer llorar o hacer reír.
- Enfocarme sólo en anunciar y participar en el plan de Dios, en lugar de buscar la aprobación o el beneplácito de mi audiencia.
- Tener muy presente que tanto el contenido (el qué) como la manera de decirlo (el cómo) tienen una importancia vital para llegar a los corazones de quienes me escuchan.
Si soy líder, debo:
- Orar cualquier decisión o dificultad y ponerme a disposición de la gracia.
-Estar más pendiente del amor con el que hago todo en lugar de preocupados en cómo se deben hacer las cosas.
- Liderar con caridad, con generosidad y humildad.
- Escuchar atentamente, acoger a todos con sinceridad y honestidad, tanto hacia los servidores como a los asistentes.
- Considerarme el primero y el último de los servidores.
Después del Retiro
Tras el retiro, no podemos bajar la guardia. Debemos seguir acogiendo y acompañando a las personas que se han encontrado con Dios. Toda la gracia derramada en un retiro puede echarse a perder una vez que haya concluido, si pensamos que el fin último es el retiro.
Es importante dar seguimiento al retiro. Si lo vivido en el retiro no arraiga, se seca. Recordemos la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9). Nuestro servicio al Señor incluye el llamado al crecimiento y madurez en la fe, según nos dice la Escritura: "enseñándoles a observar todo lo que os he mandado" (Mateo 28,20).
Es importante dar seguimiento al retiro. Si lo vivido en el retiro no arraiga, se seca. Recordemos la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9). Nuestro servicio al Señor incluye el llamado al crecimiento y madurez en la fe, según nos dice la Escritura: "enseñándoles a observar todo lo que os he mandado" (Mateo 28,20).
Por tanto, mi servicio a Dios antes, durante y después de un retiro debe estar dirigido también a construir un camino de formación y de maduración. Por eso, debo tomarme muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene para ella. (Evangelii Gaudium, No. 160).
También, es debo dar a conocer las dificultades que nos vamos a encontrar al salir de un retiro y mostrar cómo perseverar. El mundo sigue girando y los problemas no se han esfumado después de un retiro. Siguen ahí pero debemos tener presente y explicarles a los demás que Dios está con nosotros siempre, y eso es lo que hace la diferencia de una nueva vida con los problemas del mundo: “Sólo el que persevere hasta el fin se salvará” (Mateo 10,22).
Como conclusión, a mi me ayuda mucho tener muy presente un pensamiento que me acompaña siempre que sirvo a Dios y a los demás: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige".
No obstante, Dios también quiere que seamos responsables con la tarea que nos encarga. Nos invita a cooperar con Él y dar lo mejor de nosotros para poder compartir este regalo con los demás, con la alegría y toda la fuerza que viene de su Espíritu Santo que nos impulsa ( 1 Juan 1, 1).
También, es debo dar a conocer las dificultades que nos vamos a encontrar al salir de un retiro y mostrar cómo perseverar. El mundo sigue girando y los problemas no se han esfumado después de un retiro. Siguen ahí pero debemos tener presente y explicarles a los demás que Dios está con nosotros siempre, y eso es lo que hace la diferencia de una nueva vida con los problemas del mundo: “Sólo el que persevere hasta el fin se salvará” (Mateo 10,22).
Como conclusión, a mi me ayuda mucho tener muy presente un pensamiento que me acompaña siempre que sirvo a Dios y a los demás: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige".
No obstante, Dios también quiere que seamos responsables con la tarea que nos encarga. Nos invita a cooperar con Él y dar lo mejor de nosotros para poder compartir este regalo con los demás, con la alegría y toda la fuerza que viene de su Espíritu Santo que nos impulsa ( 1 Juan 1, 1).
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