¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 5 de noviembre de 2024

APROPIARSE DE EMAÚS

"
Eso que hemos visto y oído
os lo anunciamos, 
para que estéis en comunión con nosotros 
y nuestra comunión es con el Padre 
y con su Hijo Jesucristo"
(1 Jn 1,3)

Hoy, escribimos de nuevo sobre los retiros de Emaús desde el testimonio particular y la vivencia personal, conocedor de que recibiré algunas felicitaciones y no menos críticas. No es mi intención ni mi propósito recibir ni lo uno ni lo otro. 

No pretendo acusar, aludir o herir a nadie, ni ahondar en juicios de valor negativos. Tampoco pretendo erigirme en un "sabio de Emaús". De hecho, asumo el contenido de este artículo como propio.

El único objetivo de este artículo es profundizar en este maravilloso método evangelizador para ayudar y ser ayudado, iluminar y ser iluminado, apoyar y ser apoyado.

En ocasiones, los servidores somos testigos de la aparición de tres tentaciones muy comunes en Emaús: pensamos que es "nuestro" y nos apropiamos del método, nos consideramos "expertos" y damos órdenes, queremos "perfeccionarlo" e introducimos cambios. 

Una actividad parroquial, una obra del Espíritu

Emaús es un retiro organizado por laicos para laicos. Es un método de nueva evangelización inspirado por el Espíritu Santo. Aún así, caemos en la tentación de creer que es "cosa nuestra" y que nos pertenece. O lo que yo llamo el "factor humano en las cosas de Dios".

No debemos olvidar que, ante todo, es una actividad o pastoral evangelizadora parroquial y que, por tanto, todo lo que ocurre en la parroquia es competencia y responsabilidad del párroco. 

El párroco es la máxima autoridad de Emaús en la parroquia. Por ello, no puede estar ajeno a lo que es Emaús ni tampoco los laicos pueden mantenerle al margen, y mucho menos, organizar retiros y dinámicas sin contar con él, ya sea en la propia parroquia o en otra.

Es él a quien Cristo deja llevar el timón de la barca, quien supervisa las fechas de los retiros, quien elige a los líderes "entrantes" con el consenso de los "salientes", quien ofrece formación y dirección espiritual, quien propone funciones y delega pastorales, etc. 
Por eso, aunque no es obligatorio, sí es conveniente que el párroco haga el retiro, para que de esa forma pueda discernir, con una perspectiva más amplia y equilibrada, la manera de canalizar la gracia y los frutos de los retiros en beneficio de la vida parroquial, y así, dotarlos de recursos humanos y/o económicos que redunden en un auténtico "avivamiento" de la comunidad.

Pero sobre todo, Emaús es una obra del Espíritu Santo que renueva almas y vivifica parroquias. Él es el verdadero artífice y protagonista, quien marca el rumbo, quien hace soplar el viento, quien controla las olas. Emaús es una barca guiada y gobernada por Jesucristo, supervisada y dirigida por el párroco, y tripulada y manejada por laicos activos y comprometidos con la parroquia, generosos y al servicio del Señor.
El objetivo principal de Emaús no es que "cumplamos faenas", que "hagamos tareas", que "surquemos mares por descubrir" o que nos erijamos en "expertos navegantes" Se trata de dejarnos tocar por Dios, de ser humildes, de servir con obediencia y de hacernos dóciles al Espíritu para testimoniar a Cristo y mostrarles a otros el camino a la casa del Padre. 

En definitiva, se trata de edificar parroquias al servicio de sus comunidades, de construir la Iglesia al servicio de las personas, de establecer el Reino de Dios en la tierra, aquí y ahora.

Líderes perpetuos, servidores "expertos"

La segunda tentación en la que a menudo caemos es lo que se denomina la "erótica del poder" o, en este caso, la "gula espiritual". A veces, pretendemos mandar, dominar y consumir espiritualmente, perpetuarnos en el liderazgo, convertirnos en servidores especializados, en expertos evangelizadores, o incluso en apóstoles arrogantes y autosuficientes, "sabedores de todo".
Es entonces, cuando sobrepasamos los límites de actuación que el propio método de Emaús marca, a saber, su carácter de servicio parroquial, y en ocasiones, "sobre-actuamos", nos embarcamos en una aventura que, más que evangelizadora es un activismo autosuficiente, zarpamos hacia otras parroquias y salimos al mar sin más dotación que nuestra mal supuesta capacitación.

Ello no quiere decir que nuestro servicio a Dios no deba ayudar a desarrollar futuros retiros en nuestra parroquia o en otras, e incluso, en otras ciudades o países. De lo que se trata es de ayudar a implantar y desarrollar los retiros en otras comunidades cristianas, no de "llevar" los retiros a otras parroquias, es decir, no implantar o demostrar a otros nuestra "prestancia marinera" y nuestro sabiduría de "lobos de mar".

Servir es "enrolarse", es ser parte de la "dotación", es remar y desplegar las velas. Liderar es dar ejemplo al surcar el mar, es "patronear" la barca, sabiendo que no somos el armador. 

Nada que cambiar ni "perfeccionar"

A medida que Emaús va adquiriendo una cierta dimensión, podemos caer en la tentación (seguro que con la mejor de las intenciones) de introducir cambios en las dinámicas, variaciones en las actividades o modificaciones en los procedimientos del retiro. 

Nos hacemos con una "brújula" propia, consultamos otras "cartas de navegación", anotamos nuestras propias ideas y conjeturas en el "cuaderno de bitácora" y pretendemos surcar "rutas peligrosas y desconocidas".
Es una reacción "muy humana" querer aportar cosas a Dios, proponer ideas, sugerir consejos, exponer interpretaciones y buscar resultados...pero esa no es nuestra misión en la evangelización. No es nuestra "hoja de ruta".

Dios es el dueño de la viña y es quien cosecha, nosotros sólo sembramos y abonamos. Dios es el dueño de la barca y es quien marca el rumbo, nosotros navegamos y faenamos. Emaús es un torrente de gracia del Espíritu Santo, nosotros sólo nos dejamos "empapar y navegar" por él. Dios no necesita nuestra ayuda ni nuestros consejos...más bien, somos nosotros quienes necesitamos su dirección.

Emaús es un método evangelizador con un diseño meditado, con un esquema iluminado, con un formato probado, con unas dinámicas armónicas, equilibradas e infalibles y con una experiencia fructífera de más de 35 años en muchas parroquias, ciudades, países y culturas...como no puede ser de otra manera, porque es una gracia divina.
Emaús no pertenece a los veteranos ni a los pioneros sino a los necesitados, de la misma forma que la misión que Jesús encomendó a sus discípulos no era exclusiva suya sino que debía transmitirse y difundirse fielmente, sin cambiar nada, sin introducir nada, sin eliminar nada...hasta los confines de la tierra.

En ese mismo sentido, el Papa Francisco, en su encíclica Lumen Fidei, dice que la fe se transmite por contacto, de persona a persona, con el testimonio de un encuentro real con el Resucitado. 

Por eso, no podemos apropiarnos del amor de Cristo ni mucho menos transformar su luz, sino que debemos transmitir a otros lo que hemos recibido, como lo hemos recibido, para que ellos, a su vez, lo transmitan a otros.

Modificarlo significa desvirtuar el sentido original del método. Cambiarlo supone tratar de rectificar o de perfeccionar la gracia de Dios. Variarlo, retocarlo o rectificarlo significa acabar con Emaús. Porque entonces, ya no será Emaús...será otra cosa...


"Te doy gracias, Padre, 
Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas 
a los sabios y entendidos,
y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien."
(Lc 10,21)

jueves, 22 de agosto de 2024

EVANGELIZACIÓN: LO QUE FUNCIONA Y LO QUE NO


Desde hace poco más de una década, tras mi conversión, a pesar de mi inicial reticencia y de mi escaso conocimiento sobre la fe, el Señor me llamó, de una forma muy directa en un retiro de Emaús a evangelizar. 

Sin apenas darme cuenta, Dios ha ido preparándome y capacitándome para poder cumplir la misión a través de: formación teológica, mariológica, litúrgica y bíblica, discipulado, grupos de fe y de Lectio Divina, servicios pastorales parroquiales y diocesanos, peregrinaciones, lecturas espirituales, congregaciones religiosas, encuentros y métodos de nueva evangelización (ENE, Alpha, Emaús, Effetá)... 

Después de todos estos años, uno se da cuenta de que España, y Occidente en general, han dejado de ser eminentemente católicos y han pasado a ser religiosamente indiferentes, tibios o agnósticos, mientras la Iglesia sigue manteniendo métodos, estructuras y lenguajes que "no llegan", que "no funcionan" y que no producen "frutos". Casi todos los sacerdotes han sido formados como si estuviéramos en el antiguo régimen de la Cristiandad y dan por hecho muchas cuestiones de los fieles que no se corresponden con la realidad. 

Es sorprendente comprobar hasta qué punto las personas carecen de una mínima formación cristiana en lo relativo a la liturgia, los sacramentos, la oración, la Escritura, etc. Y es porque nadie se lo ha enseñado. Y es que todos hemos dado por hecho que la civilización occidental sigue siendo cristiana. Y eso ya no es así.

Un estudio científico llamado "Buenas Prácticas en Parroquias", de febrero de 2023 sobre cómo evangelizan las parroquias, qué prácticas tienen, como renuevan sus estructuras, etc. demuestra que de las 22.000 parroquias existentes en España, tan sólo 300 han empezado alguna forma de "conversión pastoral y renovación misionera", a través de métodos kerigmáticos, itinerarios de discipulado, cambios de estructuras que no favorecen la transmisión de la fe, grupos de liturgia y de Biblia, formación de evangelizadores...

Es cierto, que tras varios lustros de nueva evangelización, se aprecia esta renovación pastoral en algunas parroquias que crecen orgánicamente; quizás a paso lento, pero firme y seguro, con la guía del Señor. 

Sin embargo, aún queda mucha mies por trabajar y pocos son los obreros (cf Mt 9,37), pero no hay que perder la esperanza porque Dios nos ayuda: "El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14,26).
Lo que no funciona
Lo más importante para un evangelizador es discernir lo que funciona y lo que no funciona en el terreno de misión. Lo que es cierto y seguro es que nada funciona sin el Espíritu Santo, sin una actitud de abandono en Dios y oración frecuente, de servicio y entrega altruista, y sin una disposición humilde y obediente.

No funcionan los intentos proselitistas de "convertir" a la fuerza, de convencer en lugar de contagiar, de forzar en lugar de respetar. Tampoco funcionan las antiguas pastorales de catequesis iniciáticas, sin antes entablar una relación personal con las personas que buscan a Dios. Nosotros nos interesamos por las personas pero no convertimos a nadie, es Dios quien lo hace.

La evangelización es infructuosa sin liderazgo, sin discipulado o sin acompañamiento. Esas son las claves y los frutos de la evangelización: organización, formación y caridad. 
Lo que sí funciona
Para que haya discipulado, lo primero que debe haber es una comunidad que acoja y acompañe, además de una corresponsabilidad entre sacerdotes y laicos que favorezca el crecimiento espiritual, uno liderando y otros sirviendo.

La evangelización funciona cuando nos interesamos de verdad por las personas, cuando las escuchamos. Muchos vienen con muchas dudas y preguntas sin contestar. Cuando las personas se sienten escuchadas (en una sociedad llena de ruido y que no escucha) es cuando se abren y preguntan. 

Es entonces cuando se puede empezar a hablarles, pero nosotros sólo mostramos a Cristo con nuestro testimonio de vida, para que Él responda sus dudas, mientras les acompañamos en el camino. Todo discípulo necesita un mentor, un acompañante que le sostenga y le ayude mientras "va de camino". Pero Maestro, sólo hay Uno.

Para que este discipulado sea duradero y de frutos, necesitamos colaborar con los sacerdotes, formar líderes y establecer grupos (que no coordinadores ni equipos) que utilicen todas las diferentes herramientas humanas y divinas que tenemos a nuestro alcance (cf Sal 78).

Dios nos pide un cambio de mentalidad, tanto en los sacerdotes como en los laicos. Nos pide dejar de estar aferrados a la vieja mentalidad de mantenimiento, de fe introspectiva y privada, de total inacción misionera y nulo compromiso evangelizador. 

Necesitamos directores de orquesta, no hombres-orquesta que intenten tocar a la vez todos los instrumentos. La evangelización requiere hoy una orquesta, compuesta por su director y sus solistas, sus instrumentos y sus intérpretes... formada por un líder, servidores y herramientas que "suenen" correcta y armónicamente.
Sacerdotes, laicos, diáconos, religiosos...todos "tocan", todos evangelizan. Pero en la evangelización es el párroco quien dirige y lidera la orquesta, desde la cercanía y la escucha, desde la corresponsabilidad y la delegación.

Lo que Dios nos pide
Jesús, que hace nuevas todas las cosas (cf Ap 21, 5), nos pide hacer cambios y utilizar nuevos métodos de evangelización. Nos pide hacer nueva la forma de tratar a las personas que se acercan a la Iglesia y a los sacramentos, la forma de vivir la fe comunitariamente. 

El Espíritu Santo, que ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones (cf Rom 5,5), nos suscita, tanto a sacerdotes como a laicos, la imperiosa necesidad de cultivar la caridad: acoger, acompañar, formar y discipular, porque, por desgracia, al crecer la maldad (en el mundo), se ha enfriado el amor en la mayoría (cf Mt 24,12) de nuestras comunidades parroquiales. 

No se trata tanto de poner en marcha una pastoral de nuevos métodos que caigan en la tentación del activismo, sino de generar una nueva forma de construir auténticas comunidades cristianas.
Es nuestra misión reedificar una Iglesia que ha dejado de "salir" al mundo y que ha olvidado el "amor primero" (Ap 2,4); que se ha contagiado de los falsos ídolos del mundo (Ap 2,14-15;20-21); que se ha vuelto "autosuficiente" y "complaciente", y se cree a salvo (Ap 3,1); que se mantiene "cumpliendo" con tibieza y a duras penas (Ap 3,15-16); que sólo crece en incertidumbre, que se pone a la defensiva y no se deja corregir (Ap 3,19); que contagia compasión...más que pasión, que inspira pena...más que alegría (Ap 3,17).

Es nuestra tarea (de todos) rescatar esa mentalidad "evangelizadora" para "construir" discípulos y no para "mantener" reuniones y edificios.

Es nuestra labor (de todos) retomar esa mentalidad originaria de formar hombres apasionados de Cristo que contagien a otros y no para seguir haciendo lo que se ha hecho "siempre".

Un cristiano, por mucho que vaya a misa (más por lo que cree que debe hacer, que por creer que va al encuentro de Cristo), no es maduro hasta que no se convierte en discípulo, es decir, hasta que no está en misión, mientras se forma y contagia a otros su pasión evangelizadora

Un cristiano, por mucho que consuma sacramentos (más por inercia y tradición que por conocimiento de lo que ello supone) no es fructífero hasta que no se convierte en discípulo, es decir, hasta que no "se pone manos a la obra" y "sale" a evangelizar

Es nuestra misión (de todos) descartar lo que no funciona y asumir lo que funciona.

miércoles, 10 de julio de 2024

QUÉ HACER Y QUE NO HACER CUANDO EVANGELIZO

"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo"
 (Jn 20,21)

Nuestra misión como cristianos es evangelizar porque somos miembros de una "Iglesia en salida" a través de la cual, Cristo nos envía la mundo. Sin embargo, en ocasiones, no tenemos muy claro lo que debemos o no debemos hacer.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el Señor no nos envía para que tengamos éxito porque el resultado no depende de nosotros. No busca nuestra propia eficacia porque nosotros no convertimos. Nos envía a proclamar su mensaje de amor.

Cosas que sí
1. Escuchar, pero de verdad. Es más importante que entendamos realmente lo que las personas opinan sobre alguna cuestión, que tratar de encontrar la respuesta perfecta sobre algo que ni siquiera se plantean. Y para ello, es importante saber hacer las preguntas correctas: "Que toda persona sea pronta para escuchar, lenta para hablar y lenta a la ira" (Stg 1,19).

2. Mantener la calma. Nadie se acercará a Jesús si nos alteramos y si queremos imponer nuestra opinión. Además, se nota. Es mejor que pongamos pasión en amar a los demás, y no en demostrar que tenemos razón: "Respuesta amable calma la cólera, palabra áspera excita la ira" (Pro 15,1).

3. Confiar en que Dios actúa en nuestras carencias. Todo lo que tenemos que ofrecer son nuestras pobrezas. No somos perfectos, pero damos lo que tenemos. Dios es el único que puede convertir a otra persona. Nosotros somos sólo el instrumento (imperfecto) para ello: "No es que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos nada como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios" (2 Co 3,5).

4. Decir la verdad… pero por las razones correctas. La mejor razón para decir la verdad debe partir de un amor auténtico por la otra persona y por su bien. No para demostrar que está equivocado: "Dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo , que somos miembros unos de otros" (Ef 4,25); "Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no" (Mt 5,37).

5. Ser amables. Ser amable no significa siempre ser simpático. La amabilidad busca el bien del otro, la simpatía, el propio: Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza, pero con dulzura y respeto y manteniendo una buena conciencia” (1 Pe 3, 15-16). 

6. Hacer preguntas inteligentes. No sólo intentemos averiguar qué piensan, sino llegar a donde queremos ir. Es lo que se denomina “método socrático” de diálogo. Consiste en plantear preguntas con sagacidad para conducir a la otra persona hacia la verdad: "Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá" (Mt 7,7).

7. Ser caritativos. Intentemos siempre pensar en lo bueno de la otra persona, no en sus errores. Caritativo es, por ejemplo, otorgarle al otro el beneficio de la duda: "Acoged al débil en la fe, sin discutir sus razonamientos" (Rom 14,1).

8. Construir sobre la fe y la bondad que la persona nos manifieste. No nos dedicamos a destruir a los demás, sino a ayudarles a crecer: "Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya" (Rom 15,2).

9. Rezar con ellos. Preguntar si tienen alguna intención por la que rezar y si quieren rezar justo en ese momento y lugar. Rezar con alguien es un testimonio convincente: "Rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo" (Stg 5,16).

10. Ser auténticos. Evangelizar significa ser un amigo auténtico de la otra persona. Así pues, quedar a comer puede ser más valioso incluso que invitarles a ir a misa o a leer la Biblia. Es una prueba de que nos preocupamos por la persona, no solo por una misión: "El amigo ama en todo tiempo, el hermano nace para el peligro" (Pro 17,17).

11. Compartir nuestro testimonio: contarles cómo impactó Dios en nuestra vida. Esto es algo que la otra persona no puede rebatir: cómo Dios nos ha cambiado. Todos necesitamos ver ejemplos del amor de Dios: "Con la ayuda de Dios, me he mantenido firme hasta hoy dando testimonio a pequeños y grandes" (Hch 26,22).

12. Evangelizar evangelizando. No creamos que necesitamos que alguien nos “entrene” para ser mejores apóstoles. Ni tampoco que necesitamos estar "formados"para amar a los demás: "Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" (Hch 13,47).

13. Rezar. El poder de convertir corazones y vidas solo está en Dios. Nosotros mismos debemos acudir continuamente a ese poder mediante la oración: "Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela, dando gracias a Dios" (Col 4,2;1 Tes 5,17; Rom 12,12).

14. Predicar la Buena Nueva. El mensaje evangélico es muy sencillo:
-Dios nos creó para que vivir en comunión con Él (Ef 2,10-14)
-Nosotros rompimos esa relación rechazando Su amor (Is 59,2)
-Nosotros no podíamos restaurar esa relación por nosotros mismos (Sal 51,12; 80,3:85,4)
-Dios Padre envió a Jesús para hacerlo en nuestro nombre (Jn 3,16)
-Es decisión nuestra aceptar este regalo de amor que Jesús nos ofrece (Mt 19,21)

Cosas que no
1. No tratar de ganar una discusión. En cierta ocasión, el arzobispo Fulton J. Sheen dijo: “Discusión que ganas, alma que pierdes”.

2. No divagar de un tema a otro. Quedémonos con el tema hasta que lo agotemos. Si nos salimos del camino, no dudemos en redirigir la conversación al tema original. “No puedes hacer grandes cosas si estás distraído por cosas pequeñas”.

3. No alterarse. Puede que bullan nuestras emociones, pero si permitimos que un tercero perciba frustración, ira, etc., le perderemos. 

4. No permitir que el orgullo pueda con nosotros. Aunque parezca que no tenemos respuesta, que sepamos que la Iglesia sí la tiene o que necesitan seguir creciendo en conocimiento. La humildad es un don. 

5. No hablar de lo que desconocemos.No lo sé” es una gran respuesta. Pero es importante darle continuidad al tema, invitándoles a volver a quedar y hablar una vez que hayamos investigado el asunto.

6. No perder la esperanza. Nuestros tiempos no son siempre los tiempos de Dios. La otra persona siempre tiene libre albedrío. Respetar su libertad para decir “no” o “no sabe, no contesta”. No creamos que Dios quiere esa conversión menos que nosotros.

7. No nos expliquemos demasiado. Demasiado de algo bueno sigue siendo demasiado. Muchos creen que el argumento “correcto” y la aproximación “correcta” resolverán el problema y cambiarán la mente de alguien. No caigamos en esa trampa.

8. No utilicemos jerga clerical o elevada. Intentemos explicar todo con nuestras propias palabras, incluso aquellas más básicas que podríamos suponer que los demás conocen (como fe, esperanza, caridad, gracia, salvación, paz, salvador, oración, etc.)

domingo, 31 de julio de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): DADLES VOSOTROS DE COMER

"Dadles vosotros de comer"
 (Mt 14,13-21)

Jesús deja perplejos a sus discípulos (y a nosotros) cuando les pide que alimenten a cinco mil personas con tan sólo cinco panes y dos peces. Contrariados, los discípulos se debieron mirar unos a otros sin entender nada, quizás pensando que el Señor no era consciente de la situación o que se quitaba de en medio: "¿Por qué nos habrá dicho esto el Maestro, si él sabe perfectamente que nosotros no somos capaces de hacer lo que nos pide?...." ¿O quizás sí? 

"Dadles vosotros de comer"... es la gran misión que el Señor les (nos) encomienda: la primera palabra que les (nos) dice es "dadles", es decir, servidles, compartid con otros lo poco que tenéis (tenemos).

Cuántas veces, como los discípulos, le he dicho a Dios en alguna ocasión: pero ¿Cómo voy a hacer eso?, ¡es imposible! Y es que ahí esta el quiz de la cuestión. La pedagogía divina es perfecta: justa y compasiva. Jesús nos dice: "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Sin Cristo, evangelizar es imposible. Sin Dios, no hay milagro posible.

En Mateo 28,19-20 nos repite (de otra forma) "Dadles vosotros de comer"... cuando nos encarga ir y hacer discípulos, enseñándoles a guardar todo lo que nos ha mandado. Pero además, nos asegura que estará con nosotros "todos los días, hasta el final de los tiempos". Si no estuviera, poco podríamos hacer...

Tampoco es casualidad que el Salmo 118 nos recuerde "Instrúyeme, Señor, en tus decretos". Los discípulos siguieron a Jesús durante casi tres años para instruirse en las palabras del Maestro, para entender e interiorizar su mensaje...con un objetivo: llevarlo hasta los confines de la tierra.

Para dar de comer a otros, para mostrar a Cristo a los demás, primero tengo que saber quién es y qué quiere; tengo que conocerlo; mantener una relación íntima y estrecha de amistad con Él; instruirme en sus mandamientos. Esa es la pedagogía de Dios. Sólo escuchándole para conocer su voluntad, sólo sabiendo qué quiere de mí...podré "dar de comer" a otros.
Es mi fe en Cristo (y no mis medios) la que me da acceso a los recursos ilimitados de Dios. Jesús quiere, en primer lugar, corregir mi tendencia (más bien, mi mala costumbre) a quitarme de en medio (o a quitar a otros de en medio) y que otros se hagan cargo de asumir y solucionar los problemas. 

Y en segundo lugar, quiere que sea coprotagonista con Él y no mero espectador de la escena: me pide que ponga mi voluntad, mi (in)capacidad, mi pobreza, a Su servicio; que de lo que tenga, aunque sea poco. Él hará el resto. 

Por eso, Dios como buen Padre que es, me desafía, me pone a prueba continuamente (como a los apóstoles) para que entienda que sus proyectos no se consiguen con medios humanos, ni gracias a mis fuerzas o capacidades, sino por la acción del Espíritu Santo. 

Dios quiere siempre que busque en Él, en sus mandamientos, en su Palabra, en su voluntad, los recursos que yo no posee. Sólo así, sucede el milagro, y yo podré ser testigo de ello.


JHR

viernes, 25 de junio de 2021

EVANGELIZAR "A LA MANERA DE CRISTO"

"Así nos lo ha mandado el Señor: 
Yo te he puesto como luz de los gentiles, 
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" 
(Hechos 13,47)

El mundo se halla inmerso en una gran transición sociocultural, económica, política e ideológica. En definitiva, nos hallamos ante una transformación a todos los niveles (globalización) que se nos "vende" como luz pero que es oscuridad. 

La vivencia espiritual ha dejado paso a una experiencia secularizada en la que los valores morales han quedado arrinconados en favor de la permisividad, el individualismo, el pragmatismo, el laicismo, el materialismo y el relativismo. Dios apenas entra en ningún plan humano y el cristianismo parece haber perdido toda su relevancia.

Mientras, muchos cristianos se han "fosilizado", asumiendo un complejo de inferioridad social y transformando su experiencia religiosa en una vivencia privatizada, íntima y personal en sus "guetos parroquiales". La catolicidad de la Iglesia ha dejado de ser una de sus principales características en favor de una introspección temerosa de "ir y hacer discípulos".

Por tanto, urge, más que nunca, la re-evangelización del mundo. Y por ello, los Papas, durante más de setenta años, vienen exhortando sobre la imperiosa necesidad de la "Nueva Evangelización", recordando que es un compromiso que debe asumir todo bautizado con la ayuda del Espíritu Santo. 

Sin embargo, es comprensible que nos preguntemos ¿Cómo podemos evangelizar a un mundo completamente descristianizado y que rechaza a Dios?

Para responder a este gran reto, la actitud evangelizadora no puede estar basada en métodos obsoletos que causan rechazo o en esquemas desfasados que ya no funcionan. No podemos seguir desgastándonos con una apologética que no convence, ni con un proselitismo que no llega, ni tampoco "imponer doctrina a golpe de martillo en forma de cruz". 

Se trata de evangelizar a "la manera de Cristo":
La "manera de Cristo" implica una renovación pastoral que coloque al Señor en el centro, que pase del mantenimiento y la conservación, de la nostalgia y la seguridad, del intimismo y de la subsistencia a una dimensión orgánica, misionera, global, aperturista, atractiva y comprometida de cada parroquia con las necesidades del mundo que la circuncida.

La "manera de Cristo"  significa una renovación estructural que mantenga las puertas de la Iglesia siempre abiertas de par en par: puertas giratorias...para salir y entrar, para enviar y recibir, para ir y acoger; parroquias que actualicen sus catequesis, métodos, lenguajes y voluntariados para hacerse mucho más cercana a las realidades existenciales del siglo XXI.

La "manera de Cristo" supone una renovación personal que evangelice "de persona a persona", "de corazón a corazón", no tanto por lo que decimos o hacemos, sino por lo que somos; que ofrezca un testimonio vital y una escucha atenta; que muestre una acogida cálida y auténtica; que manifieste una coherencia y una corresponsabilidad en todo.

La "manera de Cristo"  comporta una renovación conceptual que proclame que la fe no es creer en algo, sino en Alguien: Jesucristo; que la fe no es cumplir normas sino hacer una realidad cotidiana a Dios amor; que la fe no es asistir a misa sino vivir en coherencia; que la fe no es sentimentalismo sino vitalidad y pasión; que la fe siempre está en búsqueda, alimentada por dudas y certezas; y sobre todo, que la fe es gratuita y es para todos, como dice San Pablo a los Romanos:

"En efecto, no hay distinción entre judío y griego, 
porque uno mismo es el Señor de todos, 
generoso con todos los que lo invocan, 
pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. 
Ahora bien, ¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; 
¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?;
¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿Cómo anunciarán si no los envían?" 
(Romanos 10,12)

sábado, 28 de diciembre de 2019

¿CÓMO EVANGELIZAR?

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"La evangelización es una cooperación en la obra Dios, 
fundamentada en la oración 
y dependiente de nuestra voluntad para comprometernos con Dios 
y de nuestra capacidad para estar cerca de Él." 
(Cardenal Robert Sarah)

Evangelizar es una cooperación en la obra salvífica de Dios. Es una misión y una función propia de los cristianos, por la cual compartimos nuestra fe y damos testimonio de la presencia de Dios en nuestras vidas. 

Evangelizar es anunciar a Jesús pero, además, es vivir y obrar como Él. Es hacer nuestra la Palabra de Dios. 

El papa Francisco dice que evangelizar es estar en salidapartir de una situación, no de una teoría” y demostrar cercanía a la gente, para “observar qué es lo que sucede”.

Sin embargo, en ocasiones, nos preguntamos cuáles son las claves de la evangelización, cómo llegar a otros, cómo evangelizar. 

La mejor manera para saber cómo evangelizar es mirar a Jesús. Cristo es a la vez el mensaje y el mensajero. Jesús evangeliza uno a uno y a las muchedumbres:

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A veces, haciéndose el encontradizo y escuchando, mientras camina hacia Emaús. 

Otras veces, con una sola mirada, mientras Pedro le niega. 

Otras veces predicando, mientras proclama las Bienaventuranzas.

Otras, sanando y curando a enfermos, mientras perdona sus pecados. 

Otras, incluso, durmiendo, mientras la barca con los apóstoles parece zozobrar en la tempestad.


Un evangelizador es un mendigo indicándole a otro mendigo donde conseguir pan. 

Entonces, ¿cómo puedo yo decirle a otro donde encontrar alimento? ¿cómo  puedo evangelizar? He aquí algunas sugerencias:

Con amor

La evangelización no es activismo, ni marketing, ni proselitismo, ni hablar intelectualmente sobre temas espirituales.
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Evangelizar es amar sinceramente a las personas. 

Es un mandamiento directo de Jesús: "Amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 12-13).

Sin embargo, no podemos hablar del Amor sin estar enamorados. Un evangelizador ama, ante todo, a Dios.

Es porque amamos a Dios y a los demás, que somos discípulos de Cristo, que queremos comunicar y compartir con los demás el Amor más grande. 

"En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, 
en que os amáis unos a otros" 
(Juan 13, 35).

Con fe

La evangelización no trata de sentimientos, sensaciones o experiencias conmovedoras. Tampoco de compartir valores o principios. 
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La evangelización está sustentada por la gracia. Es el Espíritu santo quien nos otorga el don de la fe y nos lleva a caminar incluso cuando no sentimos ni vemos nada. 

El apostolado nace del encuentro con Jesucristo, que incendia nuestro corazón, que no puede guardar para sí la noticia de que Está vivo, y que necesita comunicarla imperiosamente.

"Sin la fe es imposible agradar a Dios; 
porque aquel que se acerca a Dios debe creer que existe 
y que recompensará a aquellos que lo buscan." 
(Hebreos 11, 6)


Con oración


Vivimos en un mundo agitado, ruidoso y convulso. Necesitamos silencio. 

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Un silencio de dos enamorados, de miradas cómplices, de paz y recogimiento. Un silencio orante.

Sólo es posible evangelizar mediante la oración. Sólo en oración estamos cerca de nuestro Señor y sólo así conocemos cuál es la voluntad de Dios. 

Sólo en comunicación con Dios, hallaremos respuestas a las necesidades evangelizadoras que nos surjan.


"En toda oración y plegaria presentad al Señor 
vuestras necesidades con acción de gracias. 
Y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, 
guardará vuestros corazones 
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." 
(Filipenses 4, 6-7)

Con visión 

La visión es el objetivo hacia dónde vamos, el propósito que queremos alcanzar.

Resultado de imagen de visionCristo tenía muy clara su visión, su propósito en la tierra. Y lo cumplió hasta sus ultimas consecuencias.

También nosotros, debemos tener un objetivo, una visión, un sueño.

La visión exige de nosotros un compromiso y un deber para hacerlo realidad. 


""El hombre proyecta muchos planes, 
pero sólo se realiza el que quiere el Señor." 
(Proverbios 19, 21)

Con pasión 

Un apóstol es fervoroso, se apasiona y se entusiasma por la visión, para ofrecérsela al mundo, que la ha perdido. 
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Un evangelizador necesita reavivar continuamente la gracia del celo apostólico, de la pasión evangelizadora, pidiéndosela a Dios.

La sociedad ha perdido de vista a Dios. Incluso, muchas parroquias también han perdido la visión. En ellas, tan sólo existe la repetición de una tradición, de una rutina, de lo de siempre. Pero no hay pasión evangelizadora.


"Por eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, 
que te fue conferida por la imposición de mis manos." 
(2 Timoteo 1, 6)

Con cercanía

Jesús, durante su vida pública, estuvo tres años acompañando, acogiendo y escuchando. No sólo a sus discípulos sino a todo el que se le acercaba.
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Un evangelizador ha de acoger, acompañar, escuchar... en un mundo individualista y egoísta.

Crear espacios de encuentro con las personas donde se sientan queridos. 

Acompañar a otros con bondad, amabilidad y empatía.


"Es nuestro deber acoger a estos hombres, 
para ser así cooperadores de la verdad." 
(3 Juan 1,8)


Con humildad

La evangelización es una obra de Dios y no depende de nosotros. Somos siervos inútiles. Sin Cristo, nada podemos.
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Evangelizar no es la búsqueda de un reconocimiento público de nuestra fe. Es dejar la soberbia, la vanidad y orgullo a un lado.

Cuando afrontamos nuestro servicio a Dios con humildad, el Espíritu Santo se encarga de transformarnos y de convertirnos. 

Es entonces cuando nuestro humilde ejemplo se convertirá en  la evangelización que Dios desea que realicemos.

"Así también vosotros, 
cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: 
Somos siervos inútiles; 
hemos hecho lo que debíamos hacer".
(Lucas 17,10)


Con la comunidad

Resultado de imagen de imagen de comunidad cristianaLa evangelización no se realiza de forma individual sino en equipo, en comunidad. 

Jesús formó una comunidad de discípulos. Fundó una Iglesia para proclamar el mensaje hasta los confines de la tierra. 

Es su autenticidad, su fraternidad y su unidad las que transmiten el mensaje, provocando que las personas quieran adherirse a esa comunidad. 

"Todos los creyentes vivían unidos 
y lo tenían todo en común;
Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación." 
(Hechos 2, 44-47)

Con coherencia

Resultado de imagen de coherenciaLa luz de Cristo se irradia al mundo si nuestra vida es ejemplar, si nuestra existencia es coherente. 

Un cristiano "vive lo que dice", como Jesús vivió lo que decía, hasta la muerte. 

Nuestra vida debe ser un lenguaje testimonial, vivencial. 

La evangelización debe ser nuestra propia experiencia de Jesucristo y de cómo Él actúa en nuestra vida.

"No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, 
ni de mí, su prisionero. 
Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el evangelio, 
con la ayuda del poder de Dios." 
(2 Timoteo 1,8)


Con talentos 

Imagen relacionadaDios nos regala dones y talentos propios a cada uno para evangelizar. Nadie puede ampararse en decir que "no puede". 

El Espíritu Santo no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.

Y, a la vez, suscita ese des
eo de comunicar la nueva noticia y nos descubre los carismas propios de cada uno.

"Todo don excelente y todo don perfecto viene de lo alto, 
del Padre de las luces, 
en el que no hay cambio ni sombra de variación." 
(Santiago 1, 17)


Con alegría 

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Dice el Papa Francisco que "La tristeza no es una actitud cristiana. Un cristiano no puede tener cara de pepinillo en vinagre."

Un cristiano es un evangelizador alegre. Proclama la alegría del Evangelio con alegría, como un don de Dios que nos colma y nos da la seguridad de que está con nosotros, aún en las dificultades y las adversidades.

"Alegraos en el Señor siempre; 
lo repito: alegraos." 
(Filipenses 4,4)

Con perseverancia


Jesús nos dijo que seguirle no sería fácil, que nos insultarían y nos perseguirían por causa de su nombre: "El criado no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; y si han rechazado mi doctrina, también rechazarán la vuestra" (Juan 15, 20).
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Hablar de Cristo no siempre es fácil. Anunciar su amor no es sencillo en un mundo egoísta. 

Un evangelizador es consciente de que no siempre tendrá respuestas satisfactorias. Aún así, debe ser irreprochable an su obrar, constante ante los retos y perseverante en las pruebas.

"Tened como suprema alegría 
las diversas pruebas a que podéis ser sometidos, 
sabiendo que la fe probada produce la constancia. 
Pero que la constancia vaya acompañada de obras perfectas, 
para que seáis perfectos, irreprochables, sin dejar nada que desear." 
(Santiago 1, 2-4)


Con valentía

Resultado de imagen de valentiaLa valentía no surge de la confianza en uno mismo, sino de las mismas palabras de Cristo, que nos invita a no tener miedo, a confiar, a salir al mundo a proclamar la buena nueva.

Jesús nos invita a tener audacia y valentía para ir a periferias, donde se encuentran las personas con problemas. 

Evangelizamos con ánimo y con coraje, porque Dios está de nuestro lado.

"Sé fuerte y ten ánimo. 
No temas ni te asustes, 
porque el Señor, tu Dios, 
estará contigo dondequiera que vayas" 
(Josué 1, 9)