¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 24 de noviembre de 2019

¡CUÁNTA FE HAY EN EL SUR!

"Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, 
y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza." 
(Romanos 15, 13)

¡Cuánta fe hay en el sur! ¡Cuánto amor a Dios! ¡Cuánto fervor por la Virgen! ¡Cuánto sentimiento profundo de las tradiciones y de los valores identitarios cristianos! Este fin de semana lo he vivido en primera persona en el santuario de Santa María de Regla (Chipiona).

Durante mucho tiempo he tenido ciertos prejuicios de esa religiosidad sureña y que siempre me había parecido una manifestación populista, folklórica y poco profunda. Nada más lejos de la realidad. ¡Es auténtica! ¡Es genuina! 
El pasado viernes partí hacia Jerez un tanto sorprendido de que el Señor suscitara en mis queridos hermanos Antonio y José, una sincera, a la vez que inmerecida, invitación para servir con ellos en el VIII retiro de Emaús hombres Jerez, de la parroquia San Juan Bautista de la Salle. 

Hoy, regreso a Madrid con el corazón henchido de amor, felicidad y gozo "que no me cabe", tras un nuevo encuentro con el Resucitado, quien a través de un grupo de andaluces alegres y fieles, se ha hecho el encontradizo con todos nosotros y nos ha incendiado el alma. 

El Señor siempre nos sorprende y lo hace todo nuevo. ¡Este fin de semana Cristo ha vuelto a estar grande con nosotros! ¡Cuánta Gracia y cuánto amor divino derramado! 

Cuántos "ratitos" frente al Santísimo, llenos de emociones, risas y lágrimas de gozo... cuántos "cara a cara" con el Señor, dejándonos "tocar" por su Gracia...cuántas "punteras blancas" frente al altar...cuánto arte en las canciones ofrecidas con sentimiento al Señor... cuánta fraternidad y cuántos "te queremos"...

Por las venas de estos jerezanos, herederos de valientes navegantes y con gran tradición vinícola, corre un gran sentido patriótico (por desgracia, casi ausente en el resto de España) que, unido a una gracia natural (no exenta de ruido y algarabía) y una música única (el flamenco de los grandes maestros), nos han traspasado el corazón con una entrega total, una alegría desbordada, un amor verdadero y una fe firme. 

Algunos veníamos de distintas partes de España, de Galicia, de Cataluña, de Madrid, de Córdoba, de Sevilla...pero este fin de semana, todos nos hemos transformado en jerezanos.

En verdad, nos llevamos un recuerdo eterno, un alma alegre y un corazón ardiente. Y vuestro amor para siempre con nosotros.  

¡Gracias, queridos hermanos del sur!
¡Gloria a Dios!

JHR

"Hasta la locura... nos han hecho amar al Señor. 
Ya no quedan dudas en nuestros corazones... 
de que les amamos... 
de que te amamos Señor... "

"Todo es de su Cristo, 
por Él y para Él. .. 
a Él sea la gloria por siempre. 
Amen." 

"Volvemos con un nuevo corazón...
un corazón para alabar y servir a Dios...
limpio como el cristal, 
dulce como la miel, 
fiel como el andaluz..."

"Al sur yo quiero volver... 
A cantarle a la Virgen con fe... 
con un oleeeeee... olé, olé..." 



miércoles, 12 de junio de 2019

DESPUÉS DE EMAÚS: UN PACTO DE COMPROMISO

"Dieron más de lo que yo esperaba; 
incluso ofrecieron sus personas, 
primero al Señor y luego a mí, 
conforme a la voluntad de Dios"
(2 Corintios 8, 5)

El pasado fin de semana concluyó otro retiro de Emaús, donde la gracia del Espíritu Santo se derramó poderosamente, una vez más, después de que cien almas recorriéramos 60 estadios de ida y 60 de vuelta.

Tras la habitual y extraña sensación inicial de la mayoría de nosotros, debido a la agitación y el ruido que traíamos de nuestro frenético mundo, en las siguientes horas, nos encontramos ante algo nuevo, distinto y que nunca nos deja indiferentes.

Sin duda, hemos re-descubierto muchas cosas, no por ignorancia o desconocimiento, sino por haberlas dejado olvidadas en un cajón bajo llave.

Hemos vuelto a caminar y a revisar nuestra vida: cómo la hemos vivido y cómo la vivimos, qué situaciones nos han marcado, qué personas hemos descubierto, qué lugar ocupa Dios en nuestra vida... 

Hemos vuelto a escuchar y a exponer a la luz de Dios nuestras pérdidas y heridas, nuestras decepciones y sufrimientos, nuestras oscuridades y desiertos, nuestros rencores y resentimientos.

Podríamos haber seguido nuestro camino y habernos despedido del misterioso caminante que se unió a nosotros; podríamos haberle agradecido sus palabras y haber pensado ¡qué hombre más extraordinario! 

Pero entonces, nada habría ocurrido...

Sin embargo, le invitamos a nuestra vida. Y en ese momento, es cuando le reconocimos...a Jesús...quien nos ha mostrado el sentido de nuestra vida, obrando en ella y manifestándose a lo largo de ella de muchas maneras inesperadas, a través de personas y situaciones insospechadas, en momentos sorprendentes.

Nos hemos reconciliado con Dios, hemos experimentando Su amor y Su misericordia, y así, hemos encontrado perdón y paz. 

Hemos sido testigos directos de su acción en nuestras vidas y en las de los demás. Hemos reconocido todo lo que Él siempre nos ha regalado, su presencia a nuestro lado, en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestra comunidad, en las mismas personas que nos han acompañado durante el retiro. 

Hemos descubierto cómo Dios nos ama con un amor infinito y paternal, que nos hace sentirnos sus hijos predilectos, dándonos las respuestas a cada uno según nuestra necesidad. Doy fe personal de ello.

Hemos descubierto también, el verdadero sentido de la fraternidad, todo el amor recibido y vemos a los demás como verdaderos regalos, personas especiales con las que queremos compartir nuestra vida y nuestra fe. 

Hemos vuelto a descubrir la riqueza en nuestra vida, pasando del resentimiento al agradecimiento, del rencor al amor, de la crítica a la compasión. 

Todo nos habla de Dios

Ahora, miramos de nuevo, toda nuestra vida y recobramos la fuerzas necesarias para cambiar de dirección y volver al camino por el que íbamos perdidos, quejosos y cabizbajos. 

Nuestro corazón está abierto de par en par. Es más...arde en llamas!!! Y no podemos guardarnos lo que hemos visto, compartido y celebrado. 

Ahora que tenemos los sentidos abiertos, el corazón en llamas, una nueva fuerza interior que nos muestra una nueva forma de ver las cosas, Dios nos envía de vuelta al mundo.

Después de todo lo vivido y recibido en un momento de profundo contacto con Dios, tenemos una necesidad imperiosa de salir a gritarle al mundo que Dios está vivo y es real. Algo inexplicable nos impulsa a ser testigos de lo que hemos visto, escuchado y recibido.
Y la pregunta del millón es ¿Qué vamos a hacer?

¿Vamos a seguir actuando como invitados de piedra, como asistentes circunstanciales a la Iglesia, como "católicos por tradición", como "consumidores de sacramentos"? o ¿vamos a transformarnos en cristianos comprometidos con Dios y con los demás, veinticuatro horas al día, siete días a la semana y cincuenta y dos semanas al año? ¿Vamos a seguir viviendo nuestra vida o vamos a ofrecérsela a Dios y a darla por los demás?

Particularmente, yo he vuelto a firmar mi pacto de compromiso con Dios, con mi parroquia y con los demás, que podría leerse así:

"Habiendo recibido a Cristo como mi Señor y Salvador, considerándome hijo de Dios de pleno derecho y estando de acuerdo con la tradición, enseñanza y estructura de la Iglesia Católica, ahora me siento dirigido por el Espíritu Santo a unirme aún más a la familia de mi parroquia y a servir a mi comunidad. Al hacerlo, me comprometo con Dios y con los demás miembros a hacer lo siguiente"

Proteger la unidad de mi Iglesia 

-Actuando con amor hacia los demás. "Por tanto, busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

-Evitando la crítica y el chisme. "No digáis palabras groseras; que vuestro lenguaje sea bueno, edificante y oportuno, para que hagáis bien a los que os escuchan." (Efesios 4, 29).

-Siguiendo a mis sacerdotes. "Obedeced a vuestros jefes y estadles sumisos, porque ellos cuidan de vuestras vidas, de las cuales deberán dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no con lágrimas, lo que no os beneficiaría nada." (Hebreos 13,17).

Compartir la responsabilidad de mi Iglesia

-Rezando por su salud y crecimiento. "Continuamente damos gracias a Dios por todos vosotros y os recordamos en nuestras oraciones." (1 Tesalonicenses 1, 2).

-Invitando a los que no asisten a la iglesia a venir. "El amo le dijo: Sal por los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de los invitados probará mi banquete." (Lucas 14, 23-24).

-Acogiendo a quienes la visitan. "Por tanto, acogeos unos a otros, como también Cristo nos acogió para gloria de Dios." (Romanos 15, 7). "Miremos los unos por los otros para estimularnos en el amor y en las obras buenas." (Hebreos 10, 24)

Servir a mi Iglesia

-Descubriendo mis dones y talentos. "Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabras de Dios; el que presta un servicio que lo haga como mandatario de Dios de manera que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo al cual se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos." (1 Pedro 4, 10-11).

-Formándome con mis sacerdotes. "Él a unos constituyó apóstoles; a otros, profetas; a unos evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los cristianos en la obra de su ministerio y en la edificación del cuerpo de Cristo." (Efesios 4, 11-12).

-Desarrollando un corazón de servidor. "No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús..." (Filipenses 2, 3- 7).

Apoyar a mi Iglesia

-Asistiendo regularmente."No abandonéis vuestras propias asambleas, como algunos tienen por costumbre hacer, sino más bien animaos mutuamente, y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." (Hebreos 10, 25).

-Viviendo una vida digna. "Os pido sobre todo que viváis una vida digna del evangelio de Cristo para que, sea que vaya y lo vea, sea que ausente lo oiga, perseveréis firmes en un mismo espíritu, luchando con una sola alma por la fe del evangelio" (Filipenses 1, 27).

-Contribuyendo regularmente. "Los domingos, cada uno de vosotros separe lo que pueda, según lo que gane, sin esperar a mi llegada para hacer la colecta." (1 Corintios 16, 2). 

Este es un pacto que yo asumo personalmente, pero que si a alguno le sirve, que lo tome.

El copyright pertenece sólo a Dios. 

JHR

domingo, 23 de diciembre de 2018

CASCADAS DE GRACIA


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"Por la gracia de Dios soy lo que soy, 
y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí;
 pues he trabajado más que los demás; 
pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo." 
(1 Corintios 15, 10) 

Ayer estuvimos en una Adoración en la que un buen sacerdote y hombre de Dios puso su garganta y sus cuerdas vocales para que el Señor nos hablara. Directamente. A los ojos. Y nos explicó qué es y cómo funciona su Gracia. Uno a uno.

La Gracia es el favor gratuito de Dios en beneficio de los hombresEs Dios que sale de sí mismo y entra en nuestro interior, para darnos su Amor.

La Gracia es el Amor de Dios que se expansiona para dar Su Luz a nuestro entendimiento y Su Fuerza a nuestra voluntad para llevarnos al Cielo.

La Gracia es la participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios (CIC 1996-1997). Con el Bautismo, somos introducidos a la vida Trinitaria, somos hechos hijos adoptivos de Dios y recibimos la vida del Espíritu, que infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La gracia es absolutamente necesaria para alcanzar la salvación, la vida eterna. Arranca al hombre del pecado contrario al amor de Dios y purifica su corazón. Es una acogida de la justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Pero ¿cómo administra Dios su Gracia a los hombres?

La economía de la Gracia


La economía de la Gracia es el don de Dios por el que hace partícipe al hombre de sus planes y propósitos eternos. Hablamos de economía como "administración" o "dispensación" del Espíritu Santo.

Antes de la Muerte y Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor, Dios no prodigaba su presencia de manera generalizada en el interior de los hombres, aunque hubo algunas personas (los patriarcas, los profetas, los jueces y reyes de Israel y algunos otros) a los que Dios los llenó de Su Espíritu, de forma puntual y para realizar misiones específicas como parte de la historia de la Salvación.

Pero, sin duda, el derramamiento sobreabundante de Dios es obra de Jesucristo, de la Redención obrada por Su Muerte y Su Resurrección. Por eso en la Anunciación, el Ángel se presenta a María, dirigiéndose a Ella como la "llena de Gracia", porque en su seno estaba la Gracia plena, Jesucristo. Ella, administradora de la Gracia divina, dijo "Hágase en mí según tu Palabra".

Resultado de imagen de champagne being poured into glass towerJesucristo es la botella que se derrama en una copa. Pero hasta que la primera copa no se llena, no pasa a la siguiente, y así, sucesivamente. Para que Dios se derrame es necesario estar "abiertos" a la Gracia, es necesario que las copas estén "boca arriba" para recibirla. Cuando una copa se llena de Gracia, se derrama a la siguiente pero sigue recibiendo "nuevas" Gracias. Y así, sucesivamente.

Tras Su resurrección, Jesucristo cumplió su promesa de enviarnos al Paráclito e hizo partícipe a la humanidad de la vida y el amor de Dios. Así, en Pentecostés el Espíritu de Dios se derramó sobre los apóstoles y sobre otras personas, haciéndoles administradores de ese don divino. 

San Pablo, aunque no estuvo presente en Pentecostés, es un ejemplo singular en la administración de la Gracia. El Apóstol de los Gentiles define la gracia como:
  • el don que santifica el alma, que se opone al pecado y que Cristo ha merecido para los cristianos (Romanos 4, 4-5; 11, 6; 2 Corintios 12, 9)
  • el evangelio (en contraposición a la ley (Romanos 6, 14)
  • el poder de predicar y expulsar demonios o hacer milagros (Romanos 12, 6)
  • el apostolado como misión (1 Corintios 15, 10)
  • las virtudes propias del cristiano (2 Corintios 8, 7)
  • la benevolencia gratuita por parte de Dios (Hechos 14, 26)
  • los actos de amor a los demás (1 Corintios 16, 3)
  • el plan de salvación renovado tras la Resurrección (Gálatas 5, 4).

Las leyes de la Gracia

La Gracia es Dios donando Su vida y Su Amor a los hombres, para que podamos vivir en íntima conexión con Él en la tierra y después, en el cielo. 

Dios, que actúa siempre libremente sin someterse a nadie más que a Sí mismo,  por Amor a los hombres, ha querido darse gratuitamente a los hombres, se ha “sometido a nosotros" desde la Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor

Y lo ha hecho respetando siempre ciertas normas, a saber, las “Leyes de la Gracia”:

Dios tiene un plan para cada uno 
Dios no deja nada al azar nunca. Construye y desarrolla Su plan de Amor específico para cada uno de nosotros, aunque siempre respetando nuestra libertad personal, con el objetivo de llevarnos a una vida de amistad íntima y eterna con Él, esto es, al Cielo.

Resultado de imagen de la graciaA lo largo de Su Palabra, podemos ver numerosos ejemplos de Su plan. En el Antiguo Testamento encontramos a Noé, Abrahán y los patriarcas, a David y los reyes, a José, Moisés, a los profetas Jeremías, Isaías, etc.. En el Nuevo Testamento encontramos a Zacarías, San José, La Santísima Virgen María, a los apóstoles, a San Pablo, etc.

Incluso hoy, dos mil años después de enviarnos a Cristo, Dios sigue desarrollando su Plan de Salvación en cada uno de nosotros y a través de cada uno de nosotros. Nuestro "hágase" es la base para otros muchos "hágase", nuestro "sí" es el fundamento de otros muchos "síes", nuestra "copa" abierta a su acción en nuestra vida, es el inicio de su Gracia en la vida de otros.

Dios nos presenta situaciones y personas para llevar a cabo su plan 
Dios actúa en nuestro interior poniendo en nuestro camino personas y situaciones para llevar a cabo su plan, aunque muchas veces, ni nos damos cuenta.

Dios, observando nuestra reacción ante cada una de esas situaciones, ante cada una de esas personas que pone en nuestro camino, sigue presentándonos nuevas situaciones y personas, con las que sigue regalándonos nuevas y mayores gracias.

La Gracia de Dios está ínter-relacionada
Cada gracia que Dios me regala, implica también gracias sobre otras personas, actuando en mi beneficio, y a mí moviéndome en beneficio de ellas. 

La Gracia se mueve en "cascada" sobre cada uno de nosotros y, a desde cada uno de nosotros, a otros. De esta forma, la Gracia nos convierte en mediadores en la salvación (en alcanzar el Cielo) de otros.

Cada Desgracia es una Gracia potenciada 
A primera vista, cuando sufrimos una desgracia, podría parecer que Dios se ha olvidado de nosotros o que hemos perdido su favor. De hecho, muchos se preguntan ¿por qué Dios permite el mal o el sufrimiento?
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Aunque una desgracia es una experiencia muy dolorosa, el sufrimiento nos solicita toda nuestra energía interior, toda nuestra fuerza voluntad, nos pone a prueba sacándonos de nuestra zona de confort y nos obliga a confrontar situaciones que nos llevan más allá de los límites habituales.

Dios, que conoce perfectamente nuestras limitaciones, nunca permite nada que no podamos aguantar. Por su Amor a nosotros, nos acom
paña en cada desgracia con un derramamiento de Su Gracia directamente proporcional a la intensidad de la desgracia padecida. Así, aceptando las desgracias, obtendremos más y mayores gracias.

La vida de la Gracia nos proporciona crecimiento
Cuanta más gracia acepto, más se me da: “A quien tiene, se le dará y tendrá de más; pero, al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene” (Mateo 25,29). 

Cuanto más me abro libremente a la Gracia de Dios, aceptando Sus mociones interiores y la guía del Espíritu Santo, cuanto más acepto voluntariamente dejarme guiar por Él, Dios, de nuevo, actúa más y más en mi vida para mi bien y para el resto de la humanidad.

Dios me envía Su Gracia sin violentarme, sin forzar, sin quebrantar, porque respeta mi libertad personal y sólo desde la libertad, es posible el amor.

Dios da su Gracia a los humildes
“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Santiago 4,6). 

Imagen relacionadaSin duda, el soberbio cree que no necesita a Dios, cree que es auto suficiente y que tiene el control sobre todas las cosas. No es dócil a la acción de Dios en su interior y decide vivir su vida según su propio criterio y así, construye una barrera infranqueable a la Gracia de Dios. ¿A quién de nosotros no nos ha ocurrido esto alguna vez?

Por eso, la humildad es tan importante y vital para llegar al cielo. Para ello, debemos reconocer nuestra "pequeñez", nuestra "insignificancia" y nuestra "incapacidad", aceptar que no somos nada y menos ante la Majestad Soberana de Dios, ante Su infinita Sabiduría y su infinito Amor. 

Y, después de Jesús, nuestro ejemplo más grande de humildad es la Virgen María, nuestra Santa Madre del Cielo, quien lo demostró a lo largo de su vida terrenal y lo proclamó en su maravilloso canto Magníficat. (Lucas 1,51-53).

Los medios de la Gracia
La Gracia nos puede llegar directamente a través de una moción interior o una locución interior, o indirectamente, a través de mediadores que Dios selecciona, dispone y utiliza al objeto de lograr nuestra salvación

Dios canaliza su Gracia hablándonos a través de Su Palabra,  o través de la lectura de cualquier escrito o libro espiritual inspirado por Él.

Dios también nos regala su gracia y nos habla a través del “consejo de los santos”, es decir, por boca de otros, una persona que hace o te dice algo en el momento oportuno. También, a través de las "palabras de conocimiento" con las que el Espíritu Santo pone el mensaje adecuado en los labios de alguien para transmitirlo a alguien en concreto. 

Los Sacramentos de la Iglesia son el maravilloso y principal conductor de la Gracia de Dios. Cada Sacramento tiene su Gracia particular, produce un efecto distinto y propio en quien participa en él, un efecto proporcional a la intensidad de la fe de quien lo recibe. 

sábado, 22 de diciembre de 2018

AMOR DERRAMADO

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"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5, 5)
Dios nos ha creado a cada uno por amor, un amor infinito. Es más, tenemos un Dios que es Amor. No somos un producto del azar ni de una evolución casual. Existimos porque hemos sido pensados y amados por Dios.

El mensaje cristi
ano testimonia un acontecimiento que constituye el centro de la historia del hombre y del universo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Jn 3, 16)

Sin embargo, hoy en día, muchas personas confunden fe con espiritualidad. Creen que la “espiritualidad” les aporta autenticidad y cercanía (experiencias, sentimientos), mientras afirman ver en la fe, sólo normas y mandatos, que les sugieren inseguridad y lejanía. 

Pretenden saciar ese anhelo de trascendencia con una experiencia donde los sentimientos, las emociones, los afectos o los deseos son la prioridad: lo que siento, cómo me siento, lo que me parece, lo que quiero.... Buscan sentir, conmoverse, emocionarse y con ello, se centran sólo en ellos mismos. No es un amor genuino, sino interesado y condicional. 

La fe es un acto de la voluntad con el que decidimos con plena libertad, entregarnos personal, confiada y totalmente a Dios

La fe es una experiencia del amor desinteresado e incondicional de Dios. Nuestro Padre no obliga, no impone, no coacciona...sino que nos da libertad, a la vez que tiende sus brazos para que nos dejemos amar.

Por eso, la fe no puede desvirtuarse en una "experiencia afectiva" vacía de contenido y de sentido, ni en un "servicio" interesado y desvirtuado a mi “imagen y semejanza”, sino en un abandono libre y confiado a nuestro Creador, como el de un niño en su padre.

La fe no puede convertirse en una "sensación” o "estado de ánimo sentimental", ni en un "recurso" a un Dios atento a mis deseos y necesidades, y solícito a resolver mis problemas, sino que es una certeza que da un sentido trascendente a mi existencia.

La fe no puede limitarse a una "emoción" impersonal, inmediata o ruidosa, sino que es una realidad con Rostro que se revela con paciencia, a fuego lento y en silencio.La fe no puede basarse en una energía cósmica ni una idea abstracta y distante, sino que es una presencia real y cercana de un Dios que me dice que no estoy solo en el mundo y que me ama.
La fe no puede ser una visión individual ni un consumo privado de "espiritualismo", sino que es una relación de amor con Dios y con mis hermanos, que vivo y comparto comunitariamente.

La fe no puede justificarse en una “obligación” ni en un "deber" hacia Dios, sino que es un impulso libre por el que busco a mi Creador, a través de una comunicación estrecha con Él, la oración.

La fe no puede fundamentarse en una "personalización" a la medida de mis seguridades o deseos de confort, sino que es un peregrinaje temporal e incómodo, en el que "cargo mi cruz" y voy en pos de Jesucristo.

La fe no puede cimentarse en una "negación" de mi identidad, sino que es una "afirmación" de un amor primero e inmerecido, de un Padre hacia sus hijos, que da su vida por cada uno de ellos.

La fe no puede sustentarse en un "sometimiento" de mi voluntad o de mi libertad a una "tiranía caprichosa", sino que es una apertura a dejarme amar y a responder amando.

La fe es el amor de Dios derramado en mi corazón.