¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 3 de diciembre de 2021

¿LLAMADOS A SER MACABEOS?

"Porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso 
sino contra los principados, contra las potestades, 
contra los dominadores de este mundo de tinieblas, 
contra los espíritus malignos del aire. 
Por eso, tomad las armas de Dios 
para poder resistir en el día malo 
y manteneros firmes 
después de haber superado todas las pruebas" 
(Ef 6,12-13)

Los Macabeos (término del arameo maqqaba, 'martillo', y que se refiere a su ferocidad en el combate) son dos libros deuterocanónicos, los últimos del Antiguo Testamento, incluidos en la Septuaginta (biblia hebrea escrita en griego), que narran la historia de las revueltas de la dinastía asmonea (Judas Macabeo y sus seis hermanos) contra la dinastía seleucida de reyes griegos que gobernaron Israel tras la muerte de Alejandro Magno.

Estos reyes impios seleucidas helenizaron la cultura judía e impusieron el culto pagano hasta el reinado de Antíoco IV, quien cometió la abominacion de la desolación, al profanar el templo de Jerusalén con sacrificios paganos y orgías, hechos que desembocarían en la sublevación macabea hacia el año 164 a.C. 

La abominación de la desolación

La expresión abominación de la desolaciónprofetizada por Daniel y narrada en el libro de los Macabeos, será nuevamente utilizada por los evangelistas del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos y Lucas), por Pablo en sus cartas a las Iglesias fundadas por él, y más tarde, por Juan en Apocalipsis 13,1-18, en el contexto de la destruccion de Jerusalén por los romanos, y relacionada por Jesús en su discurso sobre su Segunda Venida.
La abominación de la desolación es una manera bíblica de definir la idolatría y la ideología antidivina que el poder imperial de todas las épocas trata de imponer al pueblo de Dios y anuncia el "fin de los tiempos" y la venida de Jesucristo, tanto la primera como la segunda.

Tal y como nos exhorta el papa Francisco, si discernimos hoy los signos de los tiempos a través del silencio, la reflexión y la oración, podremos "atisbar" que esta "abominación desoladora" está entre nosotros: la idolatría materialista y la ideología anticristina domina el mundo. 

Entonces, ¿qué debemos hacer los cristianos ante esta "abominación de la desolación"? ¿cómo debemos actuar? ¿deberíamos sublevarnos como los macabeos y luchar contra ella? 

Las cartas de Pablo, sobre todo, a los Filipenses y a los Efesios, nos llaman a la perseverancia en las pruebas, no a luchar. Los evangelios sinópticos (Mt 24,15-16, Mc 13,14 y Lc 21,20-21) no nos dicen que repitamos una "revuelta macabea" sino que nos aconsejan "huir a las montañas". 

"Huir a las montañas"

Recordamos que la Biblia se refiere a "montaña" como un lugar espiritual: el lugar de la manifestación y del encuentro con Dios, el lugar de la protección divina, es decir, la oración. Por otro lado, el término "huir" hace referencia a salir de algún sitio, a escapar de algo, a ponerse a salvo"Ponte a salvo en los montes, para no perecer" (Génesis 19,17).

Por tanto, "huir a las montañas" es una invitación a ir a Dios, a escuchar a Dios, a refugiarse en Dios. Es salir de lo material e ir a lo espiritual, salir del mundo y cobijarse en la Iglesia, el lugar donde está Dios...
En realidad, perseverar y huir a las montañas significan básicamente lo mismo: la oración, el refugio en Dios. El cristiano no lucha en una batalla física, sino espiritual. Ni tampoco con las armas del Enemigo, sino con las de Dios: "Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne" (Efesios 6,11-18). Por tanto, no estamos llamados como los macabeos a la lucha armada sino a la oración.

Parafraseando a Karl Rahner, teólogo católico alemán, el cristiano del siglo XXI... será místico o no será cristiano. Su misión es contemplar y escuchar a Dios: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Ap 3,22). El cristiano no lucha, escucha; no desespera, persevera; no desiste, resiste. ¿Cómo? través de la oración y de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, donde puede reconocer la presencia real de Dios y buscar refugio en Él. ¿Hasta cuando? Hasta que llegue nuestro libertador, Jesucristo. Él es quien lucha y vence a la abominación de la desolación, no nosotros.

Dios, a través del Espíritu Santo, nos llama a cada uno de nosotros al encuentro personal y amoroso con Él, en la persona de su Hijo Jesucristo. Nos llama a ser cristianos místicos, eucarísticos y trinitarios. No estamos llamados a ser "nuevos" macabeos. 

sábado, 19 de septiembre de 2020

LA ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN

"Serán tiempos difíciles como no los ha habido 
desde que hubo naciones hasta ahora. 
Entonces se salvará tu pueblo: 
todos los que se encuentran inscritos en el libro. 
(...)
Pregunté al hombre vestido de lino: 
¿Cuándo se cumplirán estos prodigios?  
(...)
Le oí jurar por el que vive eternamente: 
(...)
'Cuando acabe la opresión del pueblo santo, 
se cumplirá todo esto'.
Yo oí sin entender y pregunté: 
Mi Señor, ¿cuál será el desenlace? 
Me respondió: 
Las palabras están guardadas y selladas 
hasta el momento final. 
Muchos serán limpiados, blanqueados y purificados; 
los malvados seguirán en su maldad, 
sin que ninguno de los malvados entienda; 
los maestros comprenderán. 
Desde que supriman el sacrificio cotidiano 
y coloquen la abominación de la desolación, 
pasarán mil doscientos noventa días. 
Dichoso el que aguarde 
hasta que pasen mil trescientos treinta y cinco días"
(Daniel 12, 1-13)

El título de este artículo, "la abominación de la desolación" nos recuerda, a quienes somos admiradores de J.R.R Tolkien, la película "el Hobbit, la desolación de Smaug"...y no le anda a la zaga.

Suena fuerte pero no son palabras humanas. Está escrito en la Palabra de Dios, en el libro profético de Daniel 9, 1-45 y 12,1-13, en el evangelio de Mateo 24,15-44, en el evangelio de Lucas 21,7-36, y en Apocalipsis 13,1-18... 

Palabras que nos hablan del cumplimiento de las profecías bíblicas de los últimos días, en las que "a buen entendedor, bastan las palabras". Porque nos encontramos inmersos en "una gran tribulación como jamás ha sucedido ni la volverá a haber", en los "mil doscientos noventa días" entre la supresión del sacrificio cotidiano y la abominación de la desolación de las que habla el libro de Daniel, es decir, la profanación del Templo de Dios, y en nuestro caso, de la Iglesia.

El Enemigo ha iniciado su ataque final suscitando una "tentación universal", con la que conmina al mundo impío y pagano a realizar una furibunda y definitiva persecución a la Iglesia Católica, atacándola desde fuera, y a la vez, infiltrándose en ella, para dividirla, desde dentro. 

El Diablo ha establecido en el mundo la gran apostasía, ha promovido el gran sacrilegio blasfemo de la Bestia que surge del mar, "a quien el dragón le ha dado su poder, su trono y gran autoridad" (Apocalipsis 13,2).
La Bestia ha provocado la profanación de la Iglesia y de la fe (el santuario y la ciudadela)la abolición de la Eucaristía (el sacrificio cotidiano), el establecimiento de la idolatría (la abominación de la desolación) y el abandono de Dios (la alianza) profetizadas en Daniel 9,31-32.

Satanás, el "príncipe del mundo y de las tinieblas" ha comenzado una desoladora ofensiva final en una guerra que sabe perdida, pero con la que pretende impedir la adoración a Dios o, cuando menos, llevarse por delante a la mayor cantidad posible de almas, antes de ser arrojado al "lago de fuego eterno".

Es un ultraje que aumenta en cantidad y en gravedad, que se agudiza con matices específicos en los diferentes países del mundo, y que se realiza por oleadas: 

-una primera oleada directa, sanguinaria y despiadada: persecución y matanzas de cristianos, asaltos, sacrilegios y profanaciones de templos y sagrarios, incendios y destrucción de iglesias, basílicas y catedrales, etc. 

-una segunda oleada, más sutil pero igual de cruel: atacando a la Iglesia desde el poder político con la creación de leyes y normas referentes a la limitación de aforos para el culto, prohibición de culto, cierre de basílicas, parroquias y capillas de adoración. 

-una tercera oleada, infiltrándose en la Iglesia de Cristo ara provocar su división y cisma. Una confrontación entre los "moderados o liberales" (en realidad, apóstatas), subyugados al poder demoníaco y pagano del mundo que defienden un "acomodo" de la fe a los nuevos tiempos y al mundo, y los cristianos leales (a quienes llaman tradicionalistas o rigurosos) que mantienen su fidelidad a Cristo y a la Tradición de la Iglesia.

Y no va a parar...tiene que ocurrir...porque está escrito...

El "amo del mundo" mueve y dirige a todos los gobiernos del planeta hacia su único fin: abolir la Eucaristía y borrar todo vestigio católico en el ámbito público….en definitiva, crucificar y dar muerte a Cristo

Y lo hace suscitando en las mentes de los dirigentes del mundo oscuras excusas y sibilinos pretextos como libertad de expresión, democracia, memoria histórica, seguridad, salud, etc., que se traducen en leyes humanas de obligado cumplimiento para todos y en contra de Dios.
Los cristianos, como le ocurrió al profeta Daniel, padecemos calumnias y persecuciones,  y somos arrojados a la fosa de los leones para ser devorados, por haber adorado a Dios en lugar de al rey de este mundo. 

Pero Dios nos insiste: "No temáis. Perseverad hasta el final, con confianza, fidelidad y paciencia, porque no pereceréis. Yo acortaré los días para que podáis salvarnos". Así lo asegura el Señor.

Como los discípulos, queremos saber y le preguntamos a Jesús ¿Cuándo sucederán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y del fin de los tiempos?

El Señor no nos dice cuando será pero si nos da las señales para que estemos atentos y que nadie nos engañe en Mateo 24,15-44 porque habrá guerra y odio, división y crispación... hambre, epidemias y terremotos... persecución y muerte, deserción y traición... falsos profetas, maldad y falta de amor... apostasía, idolatría y blasfemia... angustia y una gran tribulación...signos y portentos en el cielo...

Mientras todo esto sucede, el mundo seguirá como en los días anteriores al diluvio, dándole la espalda a Dios, "yendo a lo suyo" y con una maldad que clamará al cielo. Pero, como en el momento en que Noé entró en el arca y comenzó a llover, cuando menos se lo esperen, vendrá Cristo con gran poder y gloria. Entonces "será el llanto y el rechinar de dientes."

Para los cristianos fieles, todos estos desastres que nos anticipa Jesús antes de su venida no son una causa para el miedo ni el temor (porque todo eso tiene que ocurrir antes del fin, tan sólo es el comienzo de los doloressino una advertencia para que estemos atentos y preparados, en oración y con la esperanza puesta en su promesa: "El que persevere hasta el final se salvará". 



JHR