¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 3 de septiembre de 2022

LA IDOLATRÍA DEL CUERPO

"Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, 
sólo a él darás culto"
 (Mt 4, 10)

Cada domingo, de camino a misa, no deja de sorprenderme ver a tanta gente haciendo deporte, ya sea yendo al gimnasio, corriendo, montando en bicicleta o jugando al paddle. ¡Qué lejos han quedado esos domingos en los que la gente se vestía con sus mejores galas para ir a misa o para salir a pasear con la familia! ¡Hemos cambiado la chaqueta por el short!

Aunque el culto al cuerpo ha existido en todas las culturas y épocas, el hedonismo narcisista se ha convertido en la nueva religión contemporánea, olvidando que somos una unidad de cuerpo y alma (Gadium et spes 3), para dedicar tiempo, recursos y esfuerzos a cuidar el primero, y a desatender completamente el segundo. 

El ser humano busca la perfección física y se olvida de la pureza espiritual. Elige rendirse culto a sí mismo y se lo niega a Dios. Ha reemplazado la Iglesia por el gimnasio, la fe por la estética, los sacramentos por las dietas y el día del Señor por el día del deporte.

Ha cambiado lo trascendental por lo trivial, lo divino por lo mundano, lo espiritual por lo material, como si, en la práctica, Dios no existiera. Ha dejado de creer en Él y de adorarlo, para exaltarse a sí mismo. 
La divinización del cuerpo se ha convertido en objeto sagrado de deseo humano, al que se colma de todo tipo de atenciones, cuidados y caprichos. Se trata de una clara expresión del materialismo imperante: un cuerpo constituido a voluntad o "comprado" a la cultura imperante.

En el fondo, esta búsqueda de la eterna juventud, perdida tras la caída de Adán, debería hacernos meditar sobre el verdadero sentido de nuestra vida: ¡el hombre ha sido creado para la eternidad! 

Sin embargo, el pánico escénico por la vejez y la muerte, nos hace buscar, paradójicamente, una efímera e insuficiente "eternidad" de 90/100 años. Algo absurdo, como nos recuerda el Señor: ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? (Mt 6,27).

El culto al cuerpo es una forma de idolatría tan antigua como el propio ser humano, que le hace colocarse "más allá del bien y del mal", que le motiva a "querer ser como Dios". Una liturgia física donde el templo es el gimnasio, el dios es el cuerpo y el altar la propia imagen. Una veneración corporal instigada por la ideología del mundo que anima a preocuparse por una vida física, individual y autosuficiente que pone la mirada en el terreno material, en el "yo", que nunca tiene suficiente y que nunca le conduce a la verdadera plenitud.

Vivimos en la era de la apariencia, de la fachada y del postureo. Una época donde la devoción por el cuerpo se ha convertido en una obsesión generalizada, en una adicción por mostrar "nuestro gran yo" y que "produce" a la misma vez, "talibanes del músculo" y "anémicos espirituales", más preocupados por el embalaje que por el regalo, más preocupados por la carcasa que por el motor. 
Esta lucha "telomérica" contra el envejecimiento y la muerte no debería olvidar que el cuerpo no es el contenido de la persona sino su continente. Una forma finita y temporal que empieza a degradarse nada más nacer, cuando comienza la destrucción celular. Pensar que el cuerpo nos define como personas es como pensar que la cáscara es la parte más delicada del huevo. 

Como dijo Benedicto XVI, existe una gran diferencia entre rendir culto al cuerpo o cuidarlo, entre idolatrarlo o su respetarlo:  "El equilibrio entre la dimensión física y la espiritual lleva a no idolatrar al cuerpo, sino a respetarlo y no hacer de él un instrumento que hay que potenciar a cualquier coste, utilizando incluso medios no lícitos".

Además, la Iglesia nos enseña que es importante cuidar el cuerpo pero no ensalzarlo: "la exigencia del respeto a la vida y a la salud del cuerpo, bienes preciosos de Dios, pero no hace de ella un valor absoluto. Se opone a una concepción neopagana que tiende a promover el culto del cuerpo, a sacrificar todo a él, a idolatrar la perfección física y el éxito deportivo. Semejante concepción, por la selección que opera entre los fuertes y los débiles, puede conducir a la perversión de las relaciones humanas". (CIC, 2288-2289).

¡Busquemos formar un alma limpia y pura, un cuerpo glorioso, espectacular y reluciente, con una piel eterna tersa y suave, para estar a “la última” junto a Dios!

viernes, 3 de diciembre de 2021

¿LLAMADOS A SER MACABEOS?

"Porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso 
sino contra los principados, contra las potestades, 
contra los dominadores de este mundo de tinieblas, 
contra los espíritus malignos del aire. 
Por eso, tomad las armas de Dios 
para poder resistir en el día malo 
y manteneros firmes 
después de haber superado todas las pruebas" 
(Ef 6,12-13)

Los Macabeos (término del arameo maqqaba, 'martillo', y que se refiere a su ferocidad en el combate) son dos libros deuterocanónicos, los últimos del Antiguo Testamento, incluidos en la Septuaginta (biblia hebrea escrita en griego), que narran la historia de las revueltas de la dinastía asmonea (Judas Macabeo y sus seis hermanos) contra la dinastía seleucida de reyes griegos que gobernaron Israel tras la muerte de Alejandro Magno.

Estos reyes impios seleucidas helenizaron la cultura judía e impusieron el culto pagano hasta el reinado de Antíoco IV, quien cometió la abominacion de la desolación, al profanar el templo de Jerusalén con sacrificios paganos y orgías, hechos que desembocarían en la sublevación macabea hacia el año 164 a.C. 

La abominación de la desolación

La expresión abominación de la desolaciónprofetizada por Daniel y narrada en el libro de los Macabeos, será nuevamente utilizada por los evangelistas del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos y Lucas), por Pablo en sus cartas a las Iglesias fundadas por él, y más tarde, por Juan en Apocalipsis 13,1-18, en el contexto de la destruccion de Jerusalén por los romanos, y relacionada por Jesús en su discurso sobre su Segunda Venida.
La abominación de la desolación es una manera bíblica de definir la idolatría y la ideología antidivina que el poder imperial de todas las épocas trata de imponer al pueblo de Dios y anuncia el "fin de los tiempos" y la venida de Jesucristo, tanto la primera como la segunda.

Tal y como nos exhorta el papa Francisco, si discernimos hoy los signos de los tiempos a través del silencio, la reflexión y la oración, podremos "atisbar" que esta "abominación desoladora" está entre nosotros: la idolatría materialista y la ideología anticristina domina el mundo. 

Entonces, ¿qué debemos hacer los cristianos ante esta "abominación de la desolación"? ¿cómo debemos actuar? ¿deberíamos sublevarnos como los macabeos y luchar contra ella? 

Las cartas de Pablo, sobre todo, a los Filipenses y a los Efesios, nos llaman a la perseverancia en las pruebas, no a luchar. Los evangelios sinópticos (Mt 24,15-16, Mc 13,14 y Lc 21,20-21) no nos dicen que repitamos una "revuelta macabea" sino que nos aconsejan "huir a las montañas". 

"Huir a las montañas"

Recordamos que la Biblia se refiere a "montaña" como un lugar espiritual: el lugar de la manifestación y del encuentro con Dios, el lugar de la protección divina, es decir, la oración. Por otro lado, el término "huir" hace referencia a salir de algún sitio, a escapar de algo, a ponerse a salvo"Ponte a salvo en los montes, para no perecer" (Génesis 19,17).

Por tanto, "huir a las montañas" es una invitación a ir a Dios, a escuchar a Dios, a refugiarse en Dios. Es salir de lo material e ir a lo espiritual, salir del mundo y cobijarse en la Iglesia, el lugar donde está Dios...
En realidad, perseverar y huir a las montañas significan básicamente lo mismo: la oración, el refugio en Dios. El cristiano no lucha en una batalla física, sino espiritual. Ni tampoco con las armas del Enemigo, sino con las de Dios: "Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne" (Efesios 6,11-18). Por tanto, no estamos llamados como los macabeos a la lucha armada sino a la oración.

Parafraseando a Karl Rahner, teólogo católico alemán, el cristiano del siglo XXI... será místico o no será cristiano. Su misión es contemplar y escuchar a Dios: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Ap 3,22). El cristiano no lucha, escucha; no desespera, persevera; no desiste, resiste. ¿Cómo? través de la oración y de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, donde puede reconocer la presencia real de Dios y buscar refugio en Él. ¿Hasta cuando? Hasta que llegue nuestro libertador, Jesucristo. Él es quien lucha y vence a la abominación de la desolación, no nosotros.

Dios, a través del Espíritu Santo, nos llama a cada uno de nosotros al encuentro personal y amoroso con Él, en la persona de su Hijo Jesucristo. Nos llama a ser cristianos místicos, eucarísticos y trinitarios. No estamos llamados a ser "nuevos" macabeos. 

jueves, 11 de febrero de 2021

¿POR QUÉ FALTA UNA TRIBU DE ISRAEL EN EL APOCALIPSIS?

"Oí también el número de los sellados, 
ciento cuarenta y cuatro mil, 
de todas las tribus de Israel. 
De la tribu de Judá, doce mil sellados; 
de la tribu de Rubén, doce mil; 
de la tribu de Gad, doce mil; 
de la tribu de Aser, doce mil; 
de la tribu de Neftalí, doce mil; 
de la tribu de Manasés, doce mil; 
de la tribu de Simeón, doce mil; 
de la tribu de Leví, doce mil; 
de la tribu de Isacar, doce mil;
de la tribu de Zabulón, doce mil; 
de la tribu de José, doce mil; 
de la tribu de Benjamín, doce mil sellados. 
(Apocalipsis 7, 4-8)

En el capítulo 7 del Apocalipsis, San Juan describe el número de los sellados: los 144.000 de todas las tribus de Israel. Sin embargo, en esa lista no figura la tribu de Dan (que ha sido sustituida en la posición nº 6 por la de Manasés, en referencia a Efraín, hijo de José y hermano de Manasés) ni tampoco en la genealogía de 1 Crónicas 1-9, donde se incluyen detallan todas las demás tribus de Israel, aunque sí figura en la repartición final de la tierra prometida de Ezequiel 48.

Trataremos de ver el por qué de su exclusión y qué sentido simbólico tiene, a la luz de la Sagrada Escritura, y de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia:

Lo que dice  la Palabra de Dios
En el libro de Génesis, Jacob reúne a sus hijos para contarles lo que ocurriría en el futuro. De la tribu de Dan dice"Dan es culebra junto al camino, víbora junto al sendero. Muerde los talones del caballo, y cae de espaldas su jinete. Espero tu salvación, Señor" (Génesis 49,17-18). El propio Jacob le señala con la marca de la serpiente que muerde el talón, en referencia a la hostilidad entre la Mujer y la serpiente (Génesis 3, 14-15). Más adelante, la rebeldía hacia Dios de la tribu de Dan hará honor a su comparacion con el reptil.
En el libro de Jueces se relata cómo la tribu de Dan (5º hijo de Jacob), la segunda más numerosa, formada por distintos y divididos clanes, buscaba un asentamiento. La tierra que originalmente le fue asignada se encontraba en la zona costera central de la tierra de Canaán, entre Judá, Benjamín, Efraín y los filisteos.

Sin embargo, desde allí subieron hacia el norte, a la zona montañosa de Efraín para conquistar una ciudad llamada Lais, donde se asentaron. Allí erigieron una imagen para adorarla y su idolatría duró cerca de 500 años... "hasta el día de la deportación del país" (Jueces 18, 30). A lo largo de toda su historia, la tribu de Dan ha sido un claro ejemplo de apostasía e idolatría.
Lo que dice la Tradición Apóstolica y el Magisterio de la Iglesia

Ya en el siglo I, los apostóles Mateo, Pablo y Juan pusieron en alerta a las comunidades cristianas de la influencia de los idólatras (1 Tesalonicenses 1,9; Gálatas 5,19-21; 1 Corintios 10,7-14; Romanos 1,23;  1 Juan 5,21), los falsos profetas (Mateo 7,15-16; 2 Corintios 11,13-15; Apocalipsis 2,20) y los anticristos (1 Juan 2,18-22; 4,3).

A partir de los siglos II y III, surje el gnosticismo, herejía que negaba la divinidad de Dios y de la que los padres de la Iglesia, relacionando esta herejía con la figura del anticristo, advertían de su grave peligro como la encarnación del Mal, en oposición antagónica a Cristo, la Encarnación del Bien. 

San Ireneo (siglo II), en su obra "Contra las herejías", afirma que la tribu de Dan es la "descendencia de la serpiente", fuente del gnosticismo, de la idolatría, la apostasía y la herejía y por tanto, origen del Anticristo que, con sus herejías e idolatrías, "reinará durante tres años y medio, y se sentará en el trono de Jerusalén". Acosará, atacará y perseguirá constantemente a la descendencia de la mujer, la Iglesia. Dirá que es Dios y obligará a todos a rendirle culto.
Tertuliano (siglo II), en su obra "Contra Marción", afirma que "el anticristo se revelará antes de que venga el Señor, se jactará de ser Dios y hará que todos lo adoren". Dice que tanto los anticristos presentes (herejes que dividían la Iglesia) como el anticristo final y futuro (encarnación del mal) perseguirían al pueblo de Dios.

San Hipólito de Roma (siglo III), en su obra "Sobre Cristo y el anticristo", dice que el anticristo es una imitación pervertida de Cristo: "Tendrá origen judío, enviará a apóstoles, reunirá a personas repartidas por todo el mundo, sellará a sus seguidores, aparecerá bajo forma humana y construirá un templo en Jerusalén. Surgirá de un 'Imperio Romano' compuesto por diez reinos que durará tres años y medio y que perseguirá a los cristianos que se nieguen a adorarle".

Cipriano de Cartago (siglo III), Cirilo de Jerusalén y Lactancio (siglo IV) afirman que el anticristo "será el undécimo rey de un Imperio Romano dividido y fragmentado, nacido de un espíritu maligno, déspota, mentiroso y destructor del hombre que dominará con poder, magia y hechicería, reconstruirá el templo judío destruido erigiéndose como Hijo de Dios y perseguirá a los justos de Dios".

San Jerónimo (siglo V) afirma que el anticristo tendría "origen judío, que nacería de una virgen y que en él habitaría el propio Satanás", Tambié que el Imperio Romano se dividiría en diez reinos que serían conquistados por el anticristo, el undécimo rey.

Coincidencias
Es importante resaltar las similitudes que relacionan a la tribu de Dan con la descendencia de la serpiente y, por tanto, del Anticristo, así como las coincidencias entre las doce tribus de Israel y los doce apóstoles como pueblo de Dios y como Iglesia:
-La tribu de Dan traicionó a Dios por su idolatría a otros dioses. Judas Iscariote traicionó a Cristo por su idolatría a otro dios: el dinero. 

-Los evangelios sinópticos cambian a Judas por Matías de la lista de los doce apóstoles. El "evangelio del Resucitado" cambia  la tribu de Dan por la de Manasés/Efraín.

-La figura de Judas fue utilizada por el gnosticismo para interpretar el mensaje de Cristo de una forma esotérica y simbólica. La figura de la New Age es utilizada hoy por estos mismos grupos gnósticos para interpretar la fe como una espiritualidad mágica, ocultista y cabalística.

-El Espíritu de Dios habitaba en el hombre y retenía la maldad en la tierra en tiempos de Noé (Génesis 6,1-7). El Espíritu Santo que habita en la Iglesia, retiene el mal en nuestros tiempos .

Conclusiones

La disposición que San Juan hace de los 144.000 sellados nos permite concluir que esta lista posee un intencionado sentido simbólico y tipológico sobre el número 666 al colocar a la tribu de Manasés en el sexto lugar, sustituyendo a la tribu de Dan, marcada en el antiguo Testamento con el número seis (que simboliza al hombre, creado el sexto día; alejado del siete, que es la perfección/Dios; y también, la imperfección, el pecado), por su relación con la apostasía y el Anticristo. Tres veces seis simboliza la trinidad diabólica, la máxima perversión y maldad.

La relación entre la lista de las Doce Tribus de Israel y la lista de los Doce Apóstoles (sustitución de Judas Iscariote por Matías) nos permite concluir que el autor del Apocalipsis también estaría haciendo un paralelo simbólico y tipológico ente el Antiguo y el Nuevo Testamento, lo que cierra su cadena de significados ocultos apocalípticos y proféticos, totalmente contenida y sintetizada en el número 666.

De una forma velada, San Juan nos presenta las figuras "bestiales" con las que Satanás intenta su rebelde, grotesca y perversa imitación de Dios. Con su Revelación, nos ofrece una riqueza simbólica que sólo podemos entender a la luz del Espiritu Santo. Sólo siendo "arrebatados en espiritu" seremos capaces de acceder a una dimensión mística y espiritual que nos conduzca a la comprensión de los signos de los tiempos y a dicernir el Plan de Dios en la historia del hombre.

JHR

viernes, 3 de abril de 2020

NICOLAITAS: LOS APÓSTATAS DE HOY

"Estos hombres...encuentran su felicidad en el placer de un día; 
hombres corrompidos e inmundos, 
se gozan en sus engaños mientras banquetean con vosotros; 
tienen sus ojos llenos de adulterio 
y no se hartan de pecar; 
seducen a los inestables; 
tienen el corazón habituado a la avaricia, son gente maldita. 
Abandonaron el buen camino, 
se extraviaron y siguieron el ejemplo de Balaam... 
les aguardan densas tinieblas. 
Con sus discursos pomposos y vacíos 
despiertan los deseos carnales y el desenfreno 
de aquellos que apenas habían logrado escapar 
de los que viven en el error. 
Les prometen la libertad, 
mientras ellos son esclavos de la corrupción, 
puesto que somos esclavos de aquel que nos ha dominado. 
En efecto, si después de haber escapado de la corrupción del mundo 
mediante el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo 
se dejan de nuevo envolver y vencer por ellas, 
su estado final viene a ser peor que el primero. 
Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia 
que, después de haberlo conocido, 
apartarse del mandamiento santo que se les había transmitido."
(2 Pedro 2, 12-22)

El término nicolaítas, mencionado en dos ocasiones en el libro del Apocalipsis, proviene del griego νικολαιτων y significa "seguidores de Nicolás". Tiene su raíz en dos palabras griegas, nico que significa "conquistar o estar sobre otros"laos que significa "pueblo, gente común". Ésta última es también la raíz de la palabra laico.

Los nicolaítas eran originarios de la ciudad d
e Éfeso y seguían a Nicolás, uno de los siete diáconos de la Iglesia primitiva de Antioquía junto con Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón y Parmenas (Hechos 6,5) que fueron elegidos por la Iglesia de Jerusalén. Es decir, estaban dentro de la Iglesia y formaban parte de ella.

Nicolás es la personalización griega de Balaam
, cuyo nombre significa "destructor o corruptor del pueblo" y con quien San Juan asocia en Apocalipsis 2, 14-15, y con Jezabel en Apocalipsis 2, 20

Est
os falsos profetas apostataron de la verdad de Cristo y desembocaron en la secta herética gnóstica del Antinomianismo (en contra de la Ley de Dios), una falsa doctrina que decía conocer los secretos de Satanás y que instigaba a los cristianos a no observar las prescripciones del Concilio de Jerusalén.
Estos herejes impulsaban la degradación espiritual y la perversión moral de los primeros cristianos: falta de valores morales, libre desahogo de las pasiones, desenfreno de la lujuria y la fornicación, poligamia, idolatría, espiritismo, etc.

Al
gunos padres de la Iglesia, los definen como "hombres falsos y turbadores que, ministrando bajo el nombre de Nicolás, crearon para ellos una herejía" (Victorino de Petovio). "Llevaban vidas de desenfrenada satisfacción de las pasiones" (San Ireneo).

El apóstol San Pedr
o los define como "hombres corrompidos e inmundos,  adúlteros y depravados, mentirosos y engañadores, avaros y malditos" (2 Pedro 2, 12-22). Estas mismas palabras son refrendadas en el libro de Judas.

Apostasía de hoy

No obstante, esta herejía ha perdurado durante los siglos, infiltrándose como humo de Satanás en la Iglesia de Cristo, hasta nuestros días. 

Así lo leemos en el libro de Apocalipsis, como demuestra su expulsión de la Iglesia de Éfeso (Apocalipsis 2,6), su acogida en la de Pérgamo, en la que dice San Juan que vivía el Diablo y tenía su trono (Apocalipsis 2,13-15) y su seguimiento en la de Tiatira (Apocalipsis 2, 20), hasta su fin en la Iglesia de Filadelfia, donde se derrotarán todas las herejías.
Hoy día, podemos advertir claramente la acción de estos nicolaitas en sus obras: ataques al celibato sacerdotal, connivencia con la pederastia, permisividad con las relaciones fuera del matrimonio, apoyo a las uniones homosexuales, etc.

Pero esta herejía va más allá de la d
epravación lujuriosa de la carne. Cae en la idolatría de las cosas materiales, el dinero, la fama o el poder.

Y así, se metamorfosea en un peligroso relativismo, una forma de tibieza en grado superlativo, que propugna la capacidad de un cristiano en convivir con los mandamientos de Dios y a la vez, con las inclinaciones del mundo, contradiciendo al propio Jesucristo, cuando dijo: "Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien despreciará a uno y se apegará al otro" (Mateo 6, 24; Lucas 16,13).

Creyendo abolida la Justicia de Dios y amparándose en la eterna Misericordia divina, desoyen la rotundidad que San Juan nos muestra cuando nos habla del efecto que produce en Dios esta forma máxima de tibieza.

Son palabras muy duras: ¡A Dios le repugnan! ¡Aborrece y odia las obras de los nicolaitas!: "Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Pero porque eres tibio, y no eres ni frío ni caliente, te voy a vomitar de mi boca."(Apocalipsis 3, 15-16).
Los nicolaitas son personas que han conocido a Dios, pero que, por rutina, comodidad, falta de fortaleza o de perseverancia, han abandonado el camino de la santidad y han deteriorado su alma.

También, por negligencia voluntaria y habitual ante todo lo espiritual, han perdido el amor a Dios, se han insensibilizado a la presencia de Dios y han dejado de cumplir sus mandamientos.

Esta indolente, descuidada y perezosa actitud, causant
e en gran medida de la crisis religiosa en la que vive la Iglesia hoy día, tiene sus origenes en la falta de formación, la falta de vigilancia y la falta de perseverancia, motivados por su flagrante pecado.

Esta falsa doctrina no surge en los cristianos de la noche a la ma
ñana, sino que va fraguándose a lo largo de distintas fases e impregnando, poco a poco y por completo, sus almas

1
.- Desaliento
La voluntad se debilita, el amor pierde su fuego y el espíritu cae en la indiferencia, lo que lleva irremediablemente al desaliento. 

El desaliento parte de un error de perspectiva que hace ser incapaz de ver el amor de Dios tal cual es, y que conduce al auto-convencimiento de que "eso de buscar la santidad" no es para uno, quizá para almas elegidas, pero no para cualquiera. 

2.- Conformismo
Tras el desaliento, el espíritu se relaja, se conforma y todo le da igual, nada le importaAntes le ilusionaban muchas cosas, ahora ya no. 

Su mirada se fija en los modelos mundanos, en las ideas novedosas, que invitan a tomar actitudes y comportamientos que no sean muy exigentes y que además, suelen estar alejados del ideal cristiano.
El conformismo se produce después de aceptar tendencias, ideas, costumbres, valores, actitudes y comportamientos del mundo. 

La oración y la vida interior, el apostolado y las buenas obras se vuelven aburridas, pesadas e inútiles. Consideradas una pérdida de tiempo, se posponen para dar prioridad a otras actividades aparentemente más “útiles”. 

Las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Quizás se hagan, pero más por rutina o costumbre, que por amor y temor a Dios. Se vuelve cómodo, amigo del mínimo esfuerzo y de la procrastinación.

3.- Superficialidad
La superficialidad es la actitud que desprecia toda regla o valor profundo, que procura la falta de fervor y siempre hace distinción entre lo libre y lo obligatorio. 

Cambia el esquema de valores anterior y se sustituye por otro menos valioso, pero más atractivo: llaman mucho más la atención las amistades superficiales, la diversión, la televisión, la práctica de un determinado deporte…. Ama al mundo y sus cosas, aunque afirme amar a Cristo.

4
.- Hedonismo
Se pierde la generosidad y se afronta la vida con una visión utilitaria y práctica. Sólo vale lo que reporta ganancia, comodidad, placer o satisfacción. 

El nicolaita es hiperactivo y, motivado más por la necesidad de sobresalir, que no por un deseo de hacer el bien, busca siempre el aplauso de los hombres por vanidad y no acepta la corrección.

Busca sólo su propio placer, su bienestar y su complacencia. No mira al prójimo. Su satisfación es el fin superior y fundamento de su vida. El placer es el único y supremo bien y debe ser satisfecho sin ninguna restricción.

5.- Disipación
La disipación es la vida espiritual reducida al mínimo esfuerzo, o también llamada pereza o acedía
Es la negación de la vida interior por la preocupación por las cosas exteriores, la postergación de la meditación por la crítica fácil, la falta de discernimiento por el desinterés en la formación. Sin actitud activa ni caritativa, acusa, critica y juzga a los demás. Murmura de todo y de todos. 

Es la huida de todo aquello que pueda suponer esfuerzo o sacrificio y la búsqueda de éxitos rápidos que además no exijan mucho trabajo, viviendo una fe de rutinas y  de cumplimientos

Es la negación del cielo: el cáncer de toda virtud, la destrucción de toda voluntad y el acercamiento a toda tentación. Conduce a la ociosidad, es decir, el descuido e incumplimiento de los deberes. 

6.- Aceptación del pecado venial
El alma de un nicolaita está ciega y es incapaz de ver los peligros o los pecados veniales, que acepta con toda tranquilidad.

Conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive con una paz aparente, considerándose buen cristiano, sin darse cuenta de la peligrosidad de tal conducta, ya que es el detonante del pecado mortal. 

No tiene arrepentimiento ni propósito de enmienda y con esa oscuridad del espíritu, nacen muchos pecados veniales, de los que apenas se duele, pues poco a poco, se van extinguiendo la luz del juicio y la delicadeza de la conciencia. 

El examen de conciencia no se hace o se hace con ligereza y sin prestar atención. De ese modo se va amortiguando el horror al pecado mortal.

7.-Caída en el pecado mortal

Finalmente, sin ningún impedimento, su corazón se engríe, su creviz se endurece, su voluntad se deforma y su conciencia enmudece, permitiendo y aceptando toda pasión desordenada. 
Cae sin remedio en el pecado mortal, que es una trasgresión voluntaria de la Ley de Dios en materia grave, y que está resumida en los diez mandamientos.

Una rebeldía contra Dios y una aversión a Dios, del que se separan voluntariamente y buscan un goce ilícito, corrupto e ilícito de las cosas creadas.

San Pablo nos advierte contra esta falsa doctrina idólatra

"De la fornicación, la impureza, indecencia o afán de dinero, ni hablar; 
es impropio de los santos. 
Tampoco vulgaridades, estupideces o frases de doble sentido; 
todo eso está fuera de lugar. 
Lo vuestro es alabar a Dios. 
Tened entendido que nadie que se da a la fornicación, a la impureza, 
o al afán de dinero, que es una idolatría,
 tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. 
Que nadie os engañe con argumentos falaces; 
estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. 
No tengáis parte con ellos." 
(Efesios 5, 3-7). 

"¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? 
No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos,
 invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, 
difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios." 
(1 Corintios. 6,9-10).