¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 5 de septiembre de 2022

EL BUEN SACERDOTE, AL SERVICIO DE LA VERDAD


El cardenal Robert Sarah, en su último libro titulado "Al servicio de la verdad", que (como los anteriores) está inspirado en su propia experiencia, nos cuenta su vivencia de la fe como sacerdote, desde la entrega total a Cristo y a su Iglesia. 

Para el cardenal africano, el buen sacerdote es alguien cuya vida brilla como el sol porque es el representante de Cristo. Es la imagen de la mujer vestida de sol de Apocalipsis 12: la Iglesia no es el sol, es la luna que refleja los rayos del sol que es Cristo, y por tanto, sus sacerdotes deben reflejarlo también.
 
El buen sacerdote comprende la importancia del sacrificio personal y la renuncia como seguimiento de Cristo, que es, en definitiva, lo que significa amar: sacrificar tiempo, recursos y energías por los demás y renunciar a la propia comodidad. 

El buen sacerdote es aquel que cuando no está hablando con Dios, está hablando de Dios. Habla siempre la Verdad a sus "hijos espirituales", aunque duela o no sea "políticamente correcta". Exactamente lo mismo que hizo Cristo: hablar sin medias tintas, sin tapujos. Sin miedo a la verdad.

El buen sacerdote no se deja instrumentalizar como una marioneta por el pensamiento dominante ni por lo "políticamente correcto"; cuida la liturgia y no la inventa ni la transforma a su capricho ni al de los demás, porque sabe que su misión es reproducir la liturgia que se actualiza en el mismo Cielo. 

El buen sacerdote es celoso. Sarah dice que “el celo es interés": interés verdadero por las personas. Celo por las almasEntusiasmo por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. No se pertenece jamás a sí mismo sino al Señor. 

El buen sacerdote no es remolón ni perezoso, no malgasta el tiempo ni lo dedica al ocio ("padre del vicio"). Sabe que la pereza es un mal hábito que evita la actividad sin la que no se pueden lograr objetivos. Por eso, está siempre pendiente del cumplimiento de su misión.

El buen sacerdote no cede su pensamiento a las redes sociales ni se convierte en esclavo de internet, o en autómata del móvil, porque sabe que cuanto más se "navega", más se ahoga uno y cuanto más se "alimenta" de contenidos digitales, menos se metabolizan. Sabe que la sociedad es el más fiel reflejo de internet que consume "pasivamente" y actúa movida por sensaciones y sentimientos, que no piensa por cuenta propia, ni desde la verdad ni desde la razón. Y que es imprudente...
Sarah coincide con Francisco en ver en el clericalismo una de las mayores amenazas para la vida de la Iglesia hoy, un clericalismo que él llama "pragmatismo empresarial", un activismo que no está iluminado por la Palabra de Dios ni por la oración ni por el celo por las almas, y que se presenta como bondad cuando es, como mucho, eficacia mundana.

Lo que daña hoy a la Iglesia son los malos sacerdotes, lobos en piel de cordero”, que “dicen servir al rebaño cuando realmente se sirven de él para sus propios fines”.  Buscan, sobre todo, ser atractivos, "estar en la onda", pero están en un camino equivocado porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números ni el propio poder, sino para el hombre y para Cristo.

El cardenal nos deja claro lo que es un buen sacerdote, y análogamente, lo que significa ser un buen cristiano: alguien que brilla en un mundo de oscuridad, que se sacrifica por los demás, que habla con Dios y de Dios siempre, que no se deja manipular por el pensamiento dominante, que es celoso y comprometido por el Reino de Dios y que está iluminado por la oración y la Palabra. 

El buen sacerdote, el buen cristiano... es el que está siempre al servicio de la Verdad, al servicio de Cristo, al servicio del reino de Dios.