¿QUIÉN ES JESÚS?
lunes, 5 de septiembre de 2022
EL BUEN SACERDOTE, AL SERVICIO DE LA VERDAD
miércoles, 14 de julio de 2021
EL HOMBRE (Y EL SACERDOTE CON ÉL), LLAMADO A LA CONVERSIÓN
Mientras se publica el nuevo libro del cardenal Robert Sarah, "Al servicio de la verdad", seguimos leyendo y releyendo su anterior libro, "Se hace tarde y anochece", en el que afirma que la Iglesia corre serio peligro porque se ha desmoronado el significado del sacerdocio. Asegura que no es sólo por las abominaciones y abusos cometidos por algunos indignos sacerdotes, sino porque muchos de ellos han puesto su ministerio al servicio de un poder que no procede de Dios.
Aunque el purpurado africano se dirige habitualmente a sus hermanos de ministerio, no cabe duda que también se dirige a todos los bautizados, también consagrados sacerdotes. Sus palabras son duras porque son verdad, y con ellas nos exhorta a no caer en la cobardía y el miedo de san Pedro al renegar de Cristo, ni a sucumbir en la oscuridad de la traición de Judas.
Nos invita a vivir una Cuaresma constante y a, mientras esperamos la venida del Señor, escuchar la voz del Espíritu Santo: "Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio".
El hombre (y el sacerdote con él) ha dejado de sentirse en peligro. El relativismo imperante en el mundo niega el pecado. Hoy no existe distinción entre bien y mal, entre virtud y pecado. El hombre no siente la necesidad de ser salvado y el sacerdote no siente la necesidad de ser instrumento de salvación.
El hombre (y el sacerdote con él) se ha mundanizado y ha perdido el sentido de lo sagrado y la trascendencia de Dios. Nos hemos vuelto sordos y ciegos para las cosas de Dios. Hemos olvidado que existe el cielo y nos hemos dejado hechizar por lo palpable, por lo material. Hemos olvidado la oración y hemos dejado de buscar lo divino, en favor del activismo y del materialismo.
El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado atrapar y seducir por el mundo, a pesar de que, como dice San Ignacio, existe únicamente para Dios. Hemos dejado de pasear con Dios cada tarde y nuestra vida se ha paganizado. La luz del mundo se apaga porque Dios ha dejado de ser "lo primero" como consecuencia de que nuestra fe se ha aletargado y nuestra capacidad de reacción se ha anestesiado.
El hombre (y el sacerdote con él) ha tratado de instrumentalizar a Dios, acudiendo a Él sólo para satisfacer sus demandas egoístas. Decimos ser cristianos pero vivimos como gentiles. Sólo "nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena". Sólo cuando necesitamos algo, acudimos a Dios.
El hombre (y el sacerdote con él) ha convertido la oración en un mercadillo de oferta y demanda, en una oficina de reclamaciones. Como niños mimados, no sabemos alegrarnos cuando nuestro padre nos regala algo, sino que nos quejamos siempre porque nunca tenemos suficiente.
El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado llevar por el desaliento ante la dificultad del seguimiento a Cristo. Nos hemos dejado embargar por la sensación, aparentemente estéril, de la oración y hemos dejado de priorizar a Dios, dejando de estar en permanente contacto con Él.
El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido al espíritu del mundo, cediendo al conformismo ante el pensamiento dominante. "Hemos perdido el norte" y nos dejamos arrastrar por la corriente para ganarnos su aprobación. Nos sumergimos en el oscuro mar mundano y nos ahogamos en él.
El hombre (y el sacerdote con él) ha pretendido hacerse popular y visible en el mundo para buscar su aprobación, olvidando que Jesucristo fue "impopular", rechazado y crucificado. Al llenar nuestro corazón de deseos de reconocimiento, impedimos que Cristo pueda ocuparlo por completo. Hemos olvidado que lo importante es "lo invisible" y no "lo tangible".
El hombre (y el sacerdote con él) está desconcertado y confuso por causa del secularismo. Hemos perdido nuestra identidad y nuestro destino divino al desatender los sacramentos, anunciar la Buena Nueva y la comunión con el resto de nuestros hermanos, para dedicarnos a aspectos sociales, políticos, económicos o ecológicos.
jueves, 7 de noviembre de 2019
AYER CONOCÍ A UN SANTO
miércoles, 11 de julio de 2018
AMAR ES DECIR LA VERDAD
lunes, 25 de diciembre de 2017
EL SILENCIO EN LA LITURGIA
El Cardenal Sarah señala que, en Occidente, existe un cierto maltrato intencionado hacia la noción de sagrado. De hecho, afirma que hay en la Iglesia quienes mantienen una pastoral horizontal centrada más en lo social y político que en lo sagrado, fruto de la ingenuidad y del orgullo.
Ante Dios, que quiere comunicarnos su amistad y su intimidad, los hombres sólo podemos alcanzarla con una actitud humilde y sincera, reconociendo nuestra pequeñez y nuestra miseria.
Esta intención humanamente loable, reduce nuestra fe a simples buenos sentimientos, con los que "algunos sacerdotes se permiten comentarios interminables, planos y horizontales" en el convencimiento de que el silencio aleja a los fieles de Dios.
Y es que, por desgracia, somos testigos en algunas ocasiones, de cómo sacerdotes y obispos actúan como "speakers" o animadores de espectáculos y se erigen en "protagonistas de la Eucaristía". Todos deberíamos tener claro que el único protagonista de la Eucaristía es Jesucristo. El problema es que muchos dudan o incluso, no creen que Cristo esté presente.
De la misma forma, nuestro testimonio no debe ser una sucesión de hechos y vivencias sino la presencia evidente de Dios en nuestra vida.
Así, el cardenal defiende la celebración de cara a Oriente, es decir, el sacerdote de espaldas a la asamblea y vuelto hacia el Señor, porque "le protege de la tentación de convertirse en un espectáculo (show), en un actor protagonista, en un profesor que mira a su clase y que reduce el altar a un estrado cuyo eje no es la cruz sino el microfono".
martes, 7 de noviembre de 2017
SER BUENO NO ES SUFICIENTE
Reconozco que me apasiona seguir y aprender de todo lo que dice el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Vivir sin Dios
Si por el bautismo, reconocemos ser hijos de Dios y, por tanto, seguidores de Cristo, nos hayamos ante la tesitura de que, o Dios es todo para nosotros o nuestra vida será en vano, en la búsqueda de la satisfacción continua de nuestro “ego”.
Ser santos
- Dios es santo, todos nosotros como hijos suyos, debemos ser semejantes a Él, es decir, llegar a ser santos. (1 Pedro 1,15- 16; Levítico 11,44-45; 19,2).
- Dios nos ha escogido desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha. (Efesios 1,6-7; 2 Tesalonicenses 2,13-15; 1 Corintios 1, 2).
- Es la voluntad de Dios. (Romanos 8, 27-30).
- El sacrificio de Cristo en la cruz nos permite poder llegar a ser santos. (1 Corintios 1,30; Hebreos 10, 10 y 14).
- Sin la santidad nadie puede ver a Dios. (Hebreos 12,14). Para los cristianos, alcanzar la santidad es un requisito imprescindible para ir al cielo.
- Mientras la buscamos, somos más felices en este mundo (2 Timoteo 4,8; Santiago 1,12; 1 Pedro 5,4; Apocalipsis 2,10; 1 Corintios. 9,24-27; Filipenses 3,13).
Amamos a Dios y a nuestro prójimo, sólo porque Dios nos ha amado primero.
Hoy en día nos enfrentamos a un tipo de tecnicismo compasivo, según el cual en el nombre del amor llegamos al punto de matarnos unos a otros (a través de la eutanasia o el aborto) ¡con el fin de liberar a la otra persona de su sufrimiento! Usamos la palabra amor, sentimiento, afecto ¡para justificar lo que es un acto de muerte!
La herejía del "buenismo"
Es cierto que Jesús siempre va delante de nosotros y nos espera con los brazos abiertos pero ¡nos corresponde a nosotros avanzar también hacia Él! Jesús murió en la cruz, con los brazos extendidos hacia todos: Murió pidiendo el perdón del Padre para nosotros. ¿Quién puede hacer esto, sino sólo Dios mismo? ¿Cómo no lo podemos reconocer?
Vivir la fe en oración
La fe no es una cuestión de tiempo ni de espacio, sino una vivencia día a día y en todo lugar. No se trata de dedicar una hora los domingos para ir a la Iglesia a escuchar misa.
Ahora, si decimos que amamos a Dios, ¿cómo podemos pensar en estar sin Él, sin hablar con Él, sin vivir con Él? No vale sólo ser buena persona, la fe se nutre de obras, se alimenta dialogando y escuchando, se vive.